La cultura digital cambia a la comunicación y el periodismo
Dardo Fernández|
Marc Prensky, el neoyorkino que creó los conceptos de “nativo digital” e “inmigrantes digitales” tenía 55 años. Lo hizo mediante un artículo que escribió en el año 2001 para una revista local. Polémico Prensky publicó después más de una decena de libros para promover una nueva educación. Propuso una educación para la era digital – que ya atravesaba el mundo- impulsado por la concurrencia de tres hitos que se concatenaron: la creación de Internet (1969); la web (1990) y la accesibilidad del buscador de Google Inc. (1998).
Prensky llegó a sostener que posiblemente los jóvenes digitales no solo representaban una cultura distinta a las generaciones anteriores sino que hasta el cerebro podría habérseles modificado después de estar expuestos desde bebés a las nuevas tecnologías y lenguajes. Y allí le cayeron pedagogos, educadores y médicos. Advirtamos que el padre de los “nativos digitales” es “analógico” e “inmigrante”. Y sus críticos también.
En Argentina en el año 2009 un informe de la consultora Carrier y Asociados explicó que ese año los “nativos digitales” ya tenían 25 años y habían superado como población a las otras generaciones todas obviamente analógicas. Hoy ya tienen 35 años. Este autor disiente en parte con ese dato, y prefiere considerar que los “nativos” argentinos tienen hoy 25 años. Como sea se acercan a lo que se conoce como “la edad del poder”, estimada en nuestro país a partir de los 40 años. Pero antes de arribar a puestos de decisores en las empresas privadas y directorios o en puestos de mando en la función pública, ya introdujeron o apoyaron cambios que nadie se los atribuye y resultan invisibles.
Pocos registran que hay un nuevo lenguaje en el mundo virtual y en las calles; unifican códigos de comportamientos con actitudes y signos imperceptibles para mayores; arman y desarman y vuelven a crear nuevas tribus urbanas; están matando a la televisión y a las emisoras radiales (FM y AM); jamás leyeron noticias en papel; no siguen las noticias ni el “último momento” (salvo que estén aburridos); rechazan los dogmas (pero pueden armar los propios para divertirse). Son la base rebelde de la “revolución feminista” y son también los que difícilmente quieran contraer matrimonio o tener hijos. Libertad sexual y nada de discriminaciones.
A los fines de este artículo, nos concentraremos solamente en los cambios que se pueden percibir en materia de Comunicación. Y sus efectos en las actividades inmediatas como lo que llamábamos periodismo.
A principios de este siglo, los poderosos diarios papel dejaron de marcar progresivamente la agenda mediática (agenda setting) y los primeros portales de noticias obligaron a la industria vieja del diario papel a reforzar y actualizar sus sitios web para ser competitivos en materia noticiosa. Migraron audiencias, migraron de soportes. Se dejaron de aplicar los viejos “criterios de noticiabilidad” y la tensión periodística entre “velocidad versus calidad”, la terminó ganando la rapidez informativa con textos livianos a los cuales las audiencias se acostumbraron.
La supuesta noticia de la tapa papel de Clarín o La Nación (en Argentina), es actualizada o superada por otra que la desplaza cada día, y cada vez en forma más temprana. Pero como “temario” o agenda, al menos les sirve a los productores radiales y televisivos de los programas periodísticos que inician a las 6 de la mañana. Son los “flujos informativos” que arman el caos, dispersan los temarios, e irrumpen minuto a minuto, impulsando nuevos temas, que se evaporan de las pantallas más rápidamente aún o no, según los casos. Bienvenidos al caos de datos.
Sigue cayendo la rentabilidad de la vieja industria mediática analógica. ¿Falta mucho para que el diario papel Clarín de los domingos se lo regalen como combo a los suscriptores de Cablevisión y/o Fibertel? En una línea: la cultura digital cambió – y sigue cambiando de los contenidos, de público y de mercado. Es un estado beta permanente.
A modo de reflexiones aquí se incluyen algunas nuevas definiciones que la Comunicación debería registrar:
Al hablar de medios de comunicación, debemos pensar distinto: la cultura digital los reemplazó por el concepto de plataformas. ¿Quién tiene más lectores la revista papel o el FB de la misma revista papel? (en su teoría el ruso Lev Manovich planteó el concepto de plataforma o nuevos medios a fines de la década del 90). Los nativos digitales ni siquiera miran la tapa papel de los viejos medios analógicos, como aún persisten en mostrar los programas periodísticos de TV en la primera mañana de cada día (que por cierto no le dedican más que unos minutos a esas noticias ya viejas, o sea, que fueron noticias).
La información ya no es el componente básico de una estructura definida como noticia. La información fue reemplazada por “datos procesados” que se desplazan como flujos informativos digitales sean reales o no. La cultura de la información fue reemplazada por la cultura visual. Y cambia el lenguaje por lo tanto. El futuro inmediato es la inteligencia artificial que avanza sobre las espaldas de la “programación automatizada”. A nuestro entender el debate sobre las “fake news” la empuja la vieja industria periodística publicitaria analógica para desprestigiar a los nuevos formatos. No hay “fake news” porque en la misma definición de los flujos informativos, todo puede ser falso o verdadero. Como dijo algún autor, bienvenidos a la realidad virtual ficcionada.
El concepto de noticia, como información relevante o novedosa pierde terreno día a día. Byte a Byte. Es mejor entender que ese espacio fue ganado por los “temas” (que no son los “tags”) que son generados por el agrupamiento, constante y frenético de datos procesados que pueden ser reales o no, presentados por las plataformas. De hecho, los nativos digitales siguen temas. Y los buscan en nanos sitios, o en las plataformas que sean, o lo comparten por mensajerías como el wasap. O en la realidad real. O en la realidad mediática. Pero son ellos los que deciden.
En Argentina, el periodismo “timmermaniano” de la vieja escuela que brilló en los años 1950 y 60, se transformó a fines de los 80 y trató de sobrevivir en la década del 90 a los cambios profundos que la tecnología le impuso año a año. Y los denominados aún periodistas, al menos hoy existen como trabajadores en relación de dependencia o no, que en realidad producen contenidos. Pero deberían advertir que todos producimos contenidos. Los denominados periodistas existen aún como productores, animadores, presentadores, investigadores y editores web. Por eso donde antes había un redactor –desde hace al menos dos décadas en los grandes diarios porteños – lo hacen trabajar como editor. La mejor definición es ser productores digitales organizados. Y de paso liberamos a los periodistas de la deontología. Y sinceran la actividad.
Los viejos Criterios de noticiabilidad que se enseñaron hace 40 años en las viejas o nuevas facultades de periodismo o comunicación ya no existen más. Deberían ser reemplazados por los principios de la cultura digital. Algún día, un futuro nativo digital puede investigarlos y brindarnos un contenido orientativo que aún no fue escrito.
Sabemos -hasta ayer- que los principios de esa cultura digital son: la representación numérica; la modularidad; la automatización; la variabilidad (mutables o líquidos) y la transcodificación cultural. Pero ese tema, es materia de otro artículo escrito –advierto – por este mismo “inmigrante” digital.
* Periodista en Argentina y México entre 1982 y 1987. Profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación de Universidad Nacional de La Plata (2001-2013) donde dirigió el seminario de Crisis comunicacional. Fundó y dirigió el sitio Diario sobre Diarios (2002-2015). Actual asesor parlamentario, fue subsecretario de Comunicación del Gobierno de Tucumán (2015-2018). Analista senior asociado al Cntro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)