Sergio Ramírez, presidente de Centroamérica Cuenta: Podemos hablar de identidad centroamericana
Daniel Cholakian-Nodal|
Sergio Ramírez es el presidente y pilar fundamental de Centroamérica Cuenta. Pero su historia personal es de una riqueza difícil de encontrar en escritores de nuestra región. Podríamos referirnos a él, sin temor a equivocarnos demasiado, como uno de los últimos intelectuales del siglo XX. Uno de los últimos modernos.
Escritor, periodista y abogado, Ramírez fue parte de la junta de gobierno de Nicaragua instaurada con la revolución sandinista y vicepresidente de Nicaragua durante el posterior período de gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional entre 1985 y 1990.
Es director de la revista cultural Carátula. Ha publicado más de 20 obras de ficción y otras tantos ensayos. Ha sido reconocido con los premios “Casa de las Américas”, “Dashiell Hammett” de novela negra, el Premio Alfaguara, el Premio “José Donoso” y ha recibido la Orden de Caballero de las Artes y las Ciencias por el gobierno de Francia.
A pocos días de comenzar Centroamérica Cuenta, que según define “está orientado a promover el arte y la literatura, así como a sus creadores. Reflexionar sobre la identidad, la realidad centroamericana, proyectar y difundir la cultura de la región”, Ramírez dialogó con NodalCultura.
-Aún cuando habrá en el Festival escritores de la mayoría de los países de América Latina y el Caribe ¿Cuáles son las condiciones que unifican a los autores de región bajo el nombre de “Centroamérica cuenta”? ¿Cuáles son las claves para pensar un encuentro tan amplio bajo la impronta de la narrativa centroamericana?
-Centroamérica tiene dos características, de las cuales una se puede considerar ventajosa y la otra no. La ventajosa es que somos una entidad con una identidad cultural, por razones de la historia y de la lengua, y también de una tradición común.
Podemos hablar de identidad centroamericana, cosa que sería más difícil de intentar de encontrar en otras partes de América Latina, porque las agrupaciones de países dependen de asuntos de mercado o de factores económicos. Centroamérica tiene una fuerte identidad cultural. Eso para mí es una ventaja.
La desventaja es que son países incomunicados entre sí, a pesar ser tan pequeños. Y lo peor es que también es que están incomunicados con el resto de América Latina y con el mundo.
Mi intención al haber pensado en un Festival o encuentro como este, es establecer una vía doble de comunicación, por un lado hacia adentro de Centroamérica y por el otro hacia afuera. Queremos un encuentro entre centroamericanos, pero también contar a los países latinoamericanos y hacia el mundo, por eso es un festival de narradores. Un festival de ficción pero también de hechos reales y por eso también incluimos al periodismo narrativo. Esa es la razón de la existencia de este encuentro.
-¿Cómo participa el público de este encuentro?
-Hay actividades en toda la ciudad. Lo cual no es fácil en Managua, que es un escenario difícil. Es una ciudad distorsionada. Después del terremoto, la capital perdió su centro. Tiene muchos centros, conectados como islas a través de carreteras. Por eso estamos en todas partes de Managua, en todos los centros culturales y universidades que pudimos habilitar. Las actividades no se realizan en un solo lugar, sino que rotamos por todos los lugares que ofrecen condiciones para abrirse al público. Tenemos un buen público.
Tenemos en este momento la desventaja de que este es un país en el que se lee menos. No por razón de desinterés por la lectura, es un país de buena lectura, sino porque el precio de los libros escapa de la posibilidad del bolsillo de la gente. Pero así y todo tenemos buen público. Estamos intentando compartir las actividades con los clubes de lectura, apoyándonos en las pocas librerías de Managua, en los colegios, en las universidades. Hemos logrado que las librerías tengan los libros de los autores invitados con anticipación. Así que cuando se hable de una autor no solo sea solo de su rostro o lo que dice, sino también de lo que ha escrito.
Hemos logrado que las sesiones, son treinta mesas redondas, sean trasmitidas por vía electrónica, y esto incrementa la posibilidad de la gente de presenciarlas por estos medios digitales.
-Centroamérica tiene grandes autores y una interesante tradición literaria desde comienzos de la modernidad ¿se puede hablar de identidad de la literatura centroamericana?
-Este ha sido seguramente un territorio tradicionalmente dedicado a la poesía. Desde el modernismo, quienes escribían se decantaban hacia la poesía. En países como Guatemala la narración quizás ha tenido una mayor tradición. Hoy, sin embargo, hay mucho más interés en la narrativa, sin que se haya perdido el afán por la poesía. Hay un desarrollo nuevo en la narrativa, quizás porque Centroamérica es un territorio donde los conflictos se hacen parte de esta narrativa.
Aparecen entonces estos temas relativamente nuevos. El primero de ellos la emigración forzosa hacia la frontera de los EEUU, que se ha convertido en un verdadero drama; la existencia de pandillas juveniles, que son un puente inevitable del narcotráfico y la corrupción; las revoluciones que se dieron en Centroamérica, los movimientos armados que existieron tanto aquí como en El Salvador o Guatemala. Los escritores de este comienzo de siglo, los más jóvenes, pueden tener una visión más crítica de estos fenómenos, ver con cierta distancia lo que hicieron sus padres o sus abuelos, y poder escribir sobre eso de modo crítico. Eso abre muchísimas posibilidades.
De todos modos todavía son pocos los escritores centroamericanos que son publicados por editoriales internacionales, aunque ese número va creciendo. Sobre todo entre los más jóvenes, o al menos fuera de los que nos podemos considerar por afuera de la tradición, como puedo ser yo, o Gioconda Belli o Rodrigo Rey Rosa.
Nosotros queremos, como decía establecer puentes para que estos jóvenes narradores puedan conocerse en América Latina y el mundo. En el encuentro tendremos escritores nuevos como Erick Blandón, de quien vamos a presentar en el encuentro su novela “Vuelo de cuervos” publicada por Alfaguara. También estará José Adiak Montoya cuya novela ha sido publicada en la colección Andanzas de Tusquets.
En este sentido una de las cosas que nos interesa es que al encuentro vengan productores y representantes de pequeñas y medianas editoriales, para que se encuentren con las grandes editoriales internacionales. Vamos a tener gente de Alfaguara, Planeta y otras editoriales, porque además de estos libros que mencioné presentaremos muchos otros de editoriales centroamericanas de menor tamaño, editoriales de Costa Rica y Guatemala que están muy interesadas que en este escenario se presenten los libros de sus autores centroamericanos.
-Usted hablaba de los conflictos que han tenido los países centroamericanos, que por supuesto han sido similares en gran parte de nuestras América ¿Cuál ha sido el lugar de la literatura para pensar y a la vez reconstruir estos conflictos?
-En este sentido yo no pienso en la literatura obligadamente realista. Parece el recurso inmediato ligado a los conflictos políticos, sociales, económicos contemporáneos y del pasado, pero me parece que estos son un filón muy importante de la riqueza narrativa. Tenemos una historia llena de conflictos y traiciones. Nosotros estamos ahí desde los tiempos de la novela de los dictadores folklóricos con “El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, que exploró la explotación bananera, que fue una realidad muy singular y álgida para América Latina.
En estos días muchos escritores retoman los conflictos contemporáneos, lo no quiere decir que no exista una excelente literatura que no estará relacionada con ninguna clase de conflicto. Pero es como tú decías, esto ocurre aquí y ocurre en toda América Latina. “Cien años de soledad” que parece una fábula, es también una novela bananera.
-Usted hablaba de la tradición poética fuerte en Centroamérica y es imposible no pensar en José Martí y Rubén Darío como fundadores de una poesía moderna para toda América Latina. ¿Esa voz poética reaparece de algún modo en los jóvenes narradores?
-Yo diría que si, hay una tradición que inserta a la poesía en la narración. Hablábamos de Rodrigo Rey Rosa que para mi sigue siendo un poeta en prosa. Así en el caso de otros narradores modernos se mantiene esa presencia. Una prosa sin ritmo, sin melodía, sin esa música que tiene la poesía, me parece que es una prosa ciertamente desvalida.
-Usted menciona a Rodrigo Rey Rosa, que además ser un poeta es cineasta…
-Si, justamente vamos a presentar una película suya en Centroamérica cuenta, porque además de las mesas redondas y de las presentaciones de libros, tenemos un pequeño festival de cine basado en películas hechas en inspiradas en novelas, libros de relatos, o dirigidas o cuyos guiones son de escritores presentes en el encuentro. Vamos a presentar entre muchas otras la nueva película de Rodrigo. También habrá una sobre Padura, que estará presente en el encuentro.
-Hay una nueva narrativa cinematográfica en Centroamérica y me pregunto si hay conexión entre ambas narrativas jóvenes.
-Si, sobre todo respecto de los temas de los que hablan. El fenómeno de la migración, esa travesía terrible que los centroamericanos pobres hacen a través de México para llegar a la frontera con EEUU, ha sido contada no solo en libros de ficción, sino también en narrativa periodística y excelentes películas. Muchos autores o realizadores se han subido al tren de la muerte o “La bestia” y han hecho el recorrido para filmar o escribir reportajes. Esa es una de las fuentes. También se han escrito y filmado muy buenos materiales sobre el conflicto de las pandillas en El Salvador. Para mí ha sido clave la aparición de El faro, el primer periódico digital, que tiene un equipo extraordinario de narradores periodísticos.
-¿El tema de la desigualdad de género aparece en los nuevos tratados por los narradores jóvenes?
-Si, obviamente está metido en el tejido de la narrativa nueva, sobre todo entre las narradoras mujeres. Son temas de mucha sensibilidad y mucho atractivo, sin ninguna duda.
-Usted hablaba con una cierta identidad a propósito de temas, enfoques y voces de Centroamérica, pero en el encuentro habrá narradores de casi todos los países de América Latina…
-Habrá mucha diversidad. Diversidad entre los que escriben y los que van a participar. Nosotros no buscamos fijar la homogeneidad del encuentro. Vamos además hablar de gran cantidad de temas, desde la música y la literatura hasta el deporte y la literatura. Nosotros los otros es parte de la enorme diversidad que nosotros traemos hacia el encuentro. Tenemos cerca de 100 invitados entre escritores, novelista, poetas, periodistas. Vendrá Leila Guerreiro para dar un taller de narrativa periodística. Vamos a tener a Alberto Salcedo Ramos hablando de periodismo y literatura. Una cantidad enorme de actividades y muy diversas entre sí.
-Este año tienen 3 homenajes importantes, los centenarios de los nacimientos de Augusto Roa Bastos y Juan Rulfo por un lado y los 50 años de la publicación de “Cien años de soledad”. ¿Qué significan estos aniversarios desde el presente de los narradores de América Latina?
-A mí me interesa mucho que el público conozca y entienda como los escritores conocidos ven a su vez a estas grandes figuras. Los que nos formamos leyéndolos, que pertenecemos a generaciones anteriores, y los más jóvenes que ha seguido leyéndolos y son capaces de verlos desde otra perspectiva.
Para mí Rulfo es un escritor fundacional. Me enseñó a ver la literatura de otra manera. El mundo rural que él describe es muy distinto del mundo vernáculo que estaba acostumbrado a leer en los escritores de la primera mitad del siglo XX. De Roa Bastos el primer libro que leí, “Hijo de hombre”, me trajo una guerra que era para mí desconocida y me enseñó lo que había sido un conflicto tan terrible y tan inútil como la guerra del Chaco; y después su extraordinario “Yo supremo” que a la hora de hablar de las novelas de dictadores, es imprescindible. Rulfo y Roa Bastos que son dos maestros de países tan distantes entre sí, hablan sin embargo de dos tipos de caudillismos que al fin y al cabo vienen a ser el mismo.
En el caso de “Cien años de soledad” nos interesa ver cómo los jóvenes se acercan a un clásico de esta naturaleza. Si lo han leído, si no lo han leído, si les interesa, si ya no les interesa este tipo de literatura. También vamos a tener una mesa sobre Gabo periodista. Periodistas y escritores hablarán sobre cuánto el periodismo latinoamericano le debe a él.
-En América Latina siempre hubo una muy interesante tradición de escritores que ejercían el periodismo, no solo como cronistas, sino que eran a la vez muy buenos periodistas además grandes escritores. ¿En Centroamérica sigue existiendo esta tradición?
-Si, pero transformada. Yo creo que es una tradición que fundan Martí, Darío, Lugones, Gutierrez Nájera, es decir que la funda el modernismo. El periodismo moderno lo funda el modernismo. Solemos olvidar que eran grandes poetas, pero eran grandes periodistas. Periodistas en el sentido de que no solo escribían bien, escribían un periodismo literario, sino que estaban preocupados de la modernidad y de todo lo que todo lo que tenía que ver con la política, con los conflictos sociales. Darío dice en el prólogo de “Cantos de vida y esperanza” que se interesa por la política porque es universal. Se interesaban en distintos temas contemporáneos, que es lo que es en definitiva el periodismo. No eran periodistas líricos, sino periodista de la contemporaneidad.
Hoy el periodismo se ha salido de la vaina de los diarios y ha pasado al de las revistas, de los blogs, de los sitios de internet. Vuelvo a referir al excelente grupo de periodistas de “El faro” que crearon en Centroamérica este tipo de periodismo investigativo, que es a la vez un periodismo muy riguroso en cuanto a lenguaje y en cuanto a las investigaciones novedosas que llevan adelante.
Yo creo que hay una resurrección del gran periodismo en América Latina, pero como decía no está vinculada a los diarios. Los diarios limitan cada vez más tiraje, su número de páginas y el espacio que conceden a los periodistas
-¿Qué piensa a propósito de estos nuevos espacios digitales de escritura?
-Estamos ya en el futuro. Estamos contemplando un cambio de época periodística muy profundo, que se viene acentuando. Los periodismos impresos que no quieren desaparecer, tienen que entender ya esto del mundo digital, para que cuando se terminen los impresos, me parece que esta es la tendencia, estén preparados para el mundo digital.
Estas son tendencias de la civilización, yo no las veo con alarma, sino como transformaciones que la imponen la necesidad de los tiempos. En la medida en que los que leemos periódicos nos vamos haciendo más viejos, los que vienen detrás ya no los leen. Buscan información a través de otros instrumentos.
-¿Qué es lo que quieren significar con el lema de esta edición, “Nosotros los otros”?
-Se trata de pensar que la tolerancia frente al otro o entender al otro no es suficiente. Tenemos que trasladarnos hacia el otro. La literatura es un vehículo excepcional para ese traslado. Se puede ser el otro. Entrar en la piel del otro y ver el mundo como lo ve el otro. Ese asunto de identidad y extrañamiento, tiene que ver con las minorías de todo tipo, con las preferencias sexuales, con las minorías raciales, los migrantes, con los muros que se levantan frente a ellos. Ese es el enfoque.