Obama da señales de cuatro años más de malas relaciones con América Latina
MARK WEISBROT | El viernes pasado, en una entrevista en Miami, el presidente Obama fue muy lejos al lanzar insultos gratuitos hacia el presidente Hugo Chávez. Haciendo esto, él no solo ofendió a la mayoría de los venezolanos, quienes votaron para reelegir a su presidente el 7 de octubre, sino que ofendió incluso a muchos que no votaron por él. Chávez está luchando por su vida, recuperándose de una complicada operación de cáncer. En América Latina, como en la mayoría del mundo, esta innecesaria difamación de Chávez por parte de Obama, constituye una violación no sólo del protocolo diplomático, sino también de comunes estándares de cortesía.
Quizá algo incluso más importante es que las inapropiadas calumnias de Obama, enviaron un desagradable mensaje al resto de la región. Mientras Obama puede salirse con la suya con cualquier cosa en la mayoría de los medios de comunicación, se puede estar seguro de que sus comentarios fueron notados por los presidentes y ministerios de Relaciones Exteriores de Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia y otros. El mensaje fue claro: podemos esperar cuatro años más con las mismas políticas fallidas, políticas de Guerra Fría, para América Latina, las que el presidente George W. Bush defendió y Obama continuó en su primer mandato.
Estos presidentes ven a Chávez como un amigo cercano y un aliado; alguien quien los ha ayudado y ha ayudado a la región. Como millones de venezolanos, ellos están orando por su recuperación. Al mismo tiempo, ven a Washington como responsable de las malas relaciones entre Estados Unidos y Venezuela (al igual que con el hemisferio en general), y estos desafortunados comentarios son una confirmación adicional de ello. En 2012, durante la Cumbre de las Américas, Obama se encontró tan aislado como lo estuvo George W. Bush durante la notoria Cumbre de 2005. Aquello fue un cambio radical respecto de la Cumbre de 2009, donde todos –inclusive Chávez– saludaron calurosamente a Obama y vieron en él la posibilidad de una nueva era en las relaciones EE.UU.-Latinoamérica.
Para estos gobiernos, las invectivas de Obama sobre las “políticas autoritarias” de Chávez y la “represión de los disidentes”, huelen mal; incluso ignorando el momento de la ofensiva. Venezuela acaba de tener unas elecciones en las que la oposición, la que detenta la mayoría de los ingresos y la riqueza del país, así como el control de la mayoría de los medios de comunicación, movilizó a millones de votantes. La participación electoral fue del 81 por ciento de los votantes registrados, con alrededor del 97 por ciento de registro de los votantes en edad de votar. El gobierno no “reprimió a los disidentes”, no lo ha hecho así en otras elecciones, o incluso cuando los disidentes cerraron la industria del petróleo y paralizaron la economía en 2002-2003; acciones que habrían sido ilegales y bloqueadas por las fuerzas del Estado en los Estados Unidos. Los manifestantes pacíficos en Venezuela son mucho menos propensos aser golpeados, atacados con gases lacrimógenos o disparados con balas de goma por las fuerzas de seguridad, de lo que lo son en España, y probablemente en la mayoría de otras democracias.
Sí, ha habido abusos de autoridad en Venezuela, como en todo el mundo, tal como el presidente Obama debe saber. Fue Obama quien defendió el encarcelamiento sin juicio por más de dos años y medio, y el abuso de Bradley Manning durante su detención; que fue condenado por el Relator especial de las Naciones Unidas contra la tortura. Es Obama quien se ha rehusado a conceder la libertad al activista de la población indígena estadounidense Leonard Peltier, ampliamente conocido en el mundo como un prisionero político, ahora en una prisión de Estados Unidos por 37 años. Es Obama quien reclama el derecho, y lo ha usado, para matar a ciudadanos estadounidenses sin detención ni juicio.
Venezuela es un país de ingreso medio, donde el Estado de Derecho es relativamente débil, como lo es el Estado en general (de ahí lo absurdo de tildarlo de “autoritario”). Sin embargo, al contrastarlo con otros países de similar nivel de ingresos, este no destaca por nada en el ámbito de los abusos de los derechos humanos. Ciertamente, no existe nada en Venezuela comparable a los abusos perpetrados por los aliados de Washington, tales como México; u Honduras –donde candidatos a cargos políticos, activistas de la oposición y periodistas son a menudo asesinados. Y gran parte de las investigaciones académicas elaboradas acerca de la Venezuela bajo Chávez, muestran que ésta es más democrática y con más libertades civiles que nunca antes en su historia.
Por el contrario, nosotros en Estados Unidos no lo estamos haciendo tan bien en comparación con nuestra propia historia y nuestro nivel de ingreso. Hemos sufrido una seria pérdida de libertades civiles bajo las administraciones de George W. Bush y del presidente Obama. Y por supuesto, si contamos las víctimas de los crímenes de EE.UU. en el extranjero –los civiles y niños asesinados por ataques con drones (aviones no tripulados) en Afganistán y Paquistán, por ejemplo– es el presidente Obama, el que tiene una “lista de personas a asesinar”, tiene poco margen para criticar casi a ningún presidente de otro país.
“Quisiéramos ver una relación sólida entre nuestros dos países, pero no vamos a cambiar las políticas que tienen como prioridad que haya libertad en Venezuela”, dijo Obama, de acuerdo a la Associated Press.
No puedo pensar en nadie que crea que la política de Estados Unidos en Venezuela, desde el golpe militar de 2002 en el que Washington estuvo implicado, a la continución de financiamiento hoy en día a los grupos venezolanos de la oposición, tenga algo que ver con la promoción de la “libertad”. Esto fue sólo otro insulto público más.
El gobierno venezolano respondió con enfado ante los comentarios. Pero quizá serían más indulgentes si supieran lo poco que sabe el presidente Obama –quien nunca puso un pie en América Latina antes de ser presidente– acerca de Venezuela o la región.
Cuando el presidente Obama se reunió con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo:
“Esto me da la oportunidad para remarcar el extraordinario progreso que Brasil ha llevado a cabo bajo el liderazgo de la presidenta Rousseff y de su predecesor, el presidente Lula, al pasar de la dictadura hacia la democracia…”
Por tanto, si Obama (y su equipo) ni siquiera sabía que la dictadura brasileña llegó a su fin más de una década antes de que Lula fuese elegido en 2002, ¿cómo puede esperarse que él sepa algo de Venezuela? Quiero decir, Brasil es un país grande, más grande que el Estados Unidos continental, y la sexta economía más grande del mundo.
Obama despidió a su consejero de Seguridad Nacional para Latinoamérica después de la debacle en la Cumbre de 2012. Él debería despedir al inepto que lo alimentó con esos insultos que profirió en la entrevista en Miami, al igual que al incompetente que lo hizo pasar vergüenza en frente de la presidenta de Brasil. Y así podría limpiar su gabinete de los guerreros de la Guerra Fría de los años 1950 que siguen en el Departamento de Estado. Esta bien si a él no le interesa América Latina –es mejor para la región y el mundo- pero él y su administración están creando un montón de hostilidad inecesaria.
Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.