Nada detiene el show mediático judicial del avión venezolano varado en Buenos Aires

Marcos Salgado |

Una empresa automotriz con terminales en varios países del continente se queda sin stock y su proveedor de autopartes fleta de emergencia varios vuelos entre México y Argentina. Uno de los vuelos lo realiza la empresa Emtrasur, de reciente creación, filial de la estatal venezolana Conviasa, que incursiona desde el año pasado en el negocio de las cargas aéreas de gran porte (como lo han hecho muchas aerolíneas, para campear los efectos de la pandemia).

Para lo cual Conviasa compró un rara avis, el único Boeing 747-300 que sigue activo, a la empresa iraní NAFT Airlines, que lo vende con un servicio de asistencia que incluye la capacitación de las tripulaciones del comprador. Por eso, el avión vuela desde hace semanas y a varios destinos con dos tripulaciones venezolanas (14 personas) y media decena de instructores iraníes.

El 6 de julio el avión vuela desde Querétaro, en México, al aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, con la carga de asientos y otras piezas para Volskwagen. Como el aeropuerto de Ezeiza está cerrado por niebla, aterrizan en Córdoba. Allí varios aficionados a la aviación registran en video el último Boeing 747-300 operativo.

El cerco

Después, comienza un sucesión de hechos provocados, en donde lo único casual y natural es la niebla en Ezeiza. Cuando ésta se disipa, el avión llega finalmente a Buenos Aires, sin inconvenientes en la aduana, para la descarga, ni en migraciones, para los tripulantes. Pero allí comienza el cerco: la empresa Shell, a la que habían contratado el servicio de reabastecimiento de combustible para el regreso del avión, se niega a cumplir lo pactado, argumentando que el avión podría tener problemas con los Estados Unidos.

La tripulación compra entonces el combustible en Montevideo, y presenta un plan de vuelo que es aprobado tanto por Argentina como por Uruguay (como en cualquier vuelo). Con combustible mínimo, el avión parte a Montevideo. Volando sobre el Rio de la Plata, se cierra el cerco: Uruguay le impide el ingreso a su espacio aéreo. Según el ministro de Defensa uruguayo, se debió a que la aeronave “tendría” una restricción y “estaría observada por varios países”. Así, en potencial. El gigantesco avión, con poco combustible, regresa a Ezeiza, donde todo esta listo para que comience el acto cúlmine del show.

Las autoridades argentinas que antes no vieron nada irregular, ahora dicen que el regreso llamó la atención, entonces revisan nuevamente el avión, y a sus tripulantes. Con el avión varado en Buenos Aires sin combustible, los medios, los especialistas de todo en Twitter, y el lobby israelí a través de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) confluyen en el juego que mejor juegan y que más les gusta: confundir y llevar agua para su molino.

Hasta aquí, lo único que podría parecerse mínimamente a un delito es la estafa de Shell, que no le vendió a la tripulación los miles de litros de combustible que habían comprado. La llave vital para todo lo que vendría después.

Vamos a judicializar

Aunque no hay delito, el juez cercano al aeropuerto de Ezeiza, Federico Villena, arranca una causa judicial e incorpora a la DAIA, claro, como querellante. Mientras los medios edulcoran el “caso” con todo lo que tenga a mano (medias verdades, mentiras, especulaciones, todo vale). Importante para la teatralización del asunto, el juez ordena un allanamiento en el hotel donde la tripulación espera. Revisan pasaportes (los mismos que antes había revisado la oficina de migraciones, dos veces y con lupa, sin novedad).

Mientras tanto, los medios dicen que el piloto de la aeronave es miembro del cuerpo de Guardianes de la Revolución de Irán. Revelación necesaria para reimpulsar el show. Según los medios y los especialistas en todo, el capitán Ghasemi Gholamreza, forma parte de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC). El ministro del Interior de Argentina, Aníbal Fernández, tratando de hacerse un lugar en el show, por qué no, sugiere que esto podría ser verdad, pero no lo confirma. Por el contrario, anuncia que se cotejaran las huellas con Interpol, un sabroso condimento de película de espías. Todo suma.

Gholamreza el militar, Gholamreza el piloto

Pero la inteligencia argentina (o quien pasó el dato) solo se limitó a googlear el nombre, y así apareció el general de Brigada Gholamreza Ghasemi, comandante de la 92 División de Ahvaz, héroe de la guerra contra Irak, quien falleció en abril de 2012.

Un informe exhaustivo puede consultarse a esta hora en este hilo en Twitter, del sitio web de minería de datos La Tabla, que hizo lo que ningún medio en Argentina se animó a hacer: verificar. ¿Para qué arriesgarse a verificar si nos podemos topar con la verdad?

La Tabla confirma que el Ghasemi Gholamreza del avión varado en Buenos Aires es casi 30 años menor que el militar fallecido, es piloto y CEO de NAFT Airlines (la vendedora del avión a Conviasa). Es decir, perfectamente puede concluirse que encabeza el grupo de instructores, como parte del acuerdo de venta del avión. Pero la explicación más simple no es la correcta si atenta contra el show.

Los atentados de Buenos Aires

La “conexión iraní” en el “avión fantasma” (la profusión de títulos con pounch siempre es importante), sigue su curso apuntalada en un show que se mantiene con una multitud de especulaciones y en la memoria fresca de los atentados contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992 y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994, donde murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas.

El atentado contra la AMIA es una herida abierta en la sociedad argentina, que no puede cerrar por el fracaso de la investigación judicial y la consecuente impunidad de los responsables.

Desde el primer día, el “caso AMIA” fue escenario de operaciones políticas nacionales e internacionales. La interna entre el presidente Carlos Menem y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, primero. Luego la estigmatización de Estados Unidos e Israel contra la República Islamica de Irán en el marco de la instalación del fantasma del terrorismo tras los atentados de 2001 en Estados Unidos. Y más acá en tiempo, la operación de lawfare contra Cristina Fernández por el memorándum de entendimiento con Irán y hasta el suicidio del fiscal de la Unidad AMIA, Alberto Nisman, como pase de factura de la inteligencia heredada que la ex presidenta intentó desarticular. Son solo alguna de las operaciones que se montaron aprovechando el estupor de las argentinas y los argentinos tras los atentados impunes y la repercusión internacional.

Esto sigue siendo así y el caso del avión varado en Buenos Aires y el circo mediático lo confirman. Ya no importa cómo termine el caso, y si la inexistencia de delito termina imponiéndose (aunque a estas horas, es difícil percibir donde terminará el show, incluyendo la posibilidad de algún reclamo de embargo estadounidense sobre el Boeing 747-300). Pase lo que pase, este incidente ya deja algunas conclusiones iniciales.

Una, la persecución contra Irán y Venezuela va más allá de las sanciones “formales” de Estados Unidos y se vale también de inasibles informes de inteligencia. Así, el gobierno argentino (cuyo presidente denunció las sanciones contra Venezuela y Cuba la semana pasada, en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles) queda enganchado en este entramado y se compromete aún más con la sarta de declaraciones desaguisadas y desarticuladas de ministros, diputados, jefes de inteligencia, etc.

Dos, la renovada hegemonía del show mediático y judicial, como cabeza visible de una entente que incluye, en este caso, al lobby israelí promovido por la cúpula política de la comunidad judía local, que apuntala una peligrosa estigmatización con crecientes rasgos xenófobos: todo iraní es un terrorista hasta que se demuestre lo contrario. Como todo ruso es un agente de Putin hasta que demuestre lo contrario, y así. Esto cabe también para una tripulación venezolana, que siempre deberá demostrar que no es agente del castrocomunismochavismomadurista.

Se naturalizan situaciones muy peligrosas a futuro, y el gobierno argentino, en este caso, no parece demasiado dispuesto a (o no sabe cómo) frenar el circo.

* Periodista argentino del equipo fundacional de Telesur. Corresponsal de HispanTv en Venezuel, editor de Questiondigital.com. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).