La negociación es inevitable para ambas partes

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Reinado Bolívar|

El Presidente de los Estados Unidos de México, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que su gobierno está dispuesto a acoger las negociaciones de paz para Venezuela. La primera ha sido cuando en Uruguay se creó el Mecanismo de Montevideo en el cual junto a Uruguay, Bolivia y los gobiernos del Caribe, expusieron una hoja de ruta para una Negociación de la partes en Venezuela.

La propuesta del Mecanismo de Montevideo, con la participación de México que de esa forma se retiraba de la parcialidad del llamado “Grupo de Lima”, está acorde con los Mecanismos de Solución Pacífica de Controversias que establece el Capítulo VI de la Carta de la ONU. Así mismo se ajusta al Capítulo VIII de la misma Carta, que da prioridad a los grupos regionales en la búsqueda de soluciones para la paz y la seguridad internacionales de sus regiones. Todo ello para llegar al extremo de la aplicación de las sanciones multilaterales de carácter jurídico, económico y militar del Capítulo VII de la mencionada Carta.

El Mecanismo de Montevideo, podría en estos momentos asumir para Venezuela y la subregión un papel tan importante como el Grupo de Contadora en 1983 en los conflictos de Nicaragua, Guatemala, El Salvador y Honduras. La primera tarea de aquel grupo, liderado por México, fue la de lograr que toda la región reconociera la autodeterminación, soberanía e integridad de los países mencionados, aún con la oposición férrea de EEUU. El grupo actuó sin esperar la aceptación de todas las partes involucradas, al considerar que lo primero era lograr que los países del mundo, particularmente de América, reconocieran los principios del Derecho Internacional.

Ninguno de los gobiernos del Grupo Contadora era de izquierda, o centro izquierda, creían en el respeto a los principios del derecho internacional y estaban convencidos del papel de América Latina y el Caribe de garantizar la soberanía y autodeterminación de los pueblos del continente. Miguel de la Madrid (México), Belisario Betancur (Colombia), Ricardo de la Espriela (Panamá), Luis Herrera Campins (Venezuela), dirigían en 1983, año de la fundación de Contadora, sus respectivos países. El Grupo Contadora presentó a la ONU una propuesta que contenía tal declaración de principios internacionales.

Haciendo analogía con el papel de Contadora en aquella crisis de dimensiones subregionales, y con lamentables expresiones de violencia y guerra civil –lo cual no sucede en Venezuela–, en la situación venezolana es necesario que el Mecanismo de Montevideo haga comprender a los Estados que, insólitamente, han abandonado los principios de la Carta de ONU, deben respetar sin exigencias, ni presiones ilegales la soberanía y la autodeterminación del pueblo de Venezuela. Este es el paso previo a una negociación.

Una vez alcanzado este estatus, lo cual significa reconocer que las partes deben ser estrictamente venezolanas, vendría entonces la elaboración de una agenda que ha de seguir la tesis de una negociación colaborativa, por objetivos –la más deseable–, o de compromiso, dado el desarrollo de las circunstancias, siempre a la luz de los intereses de la Patria.

Los escenarios de negociación para Venezuela

Como en los casos de Nicaragua, Irán, Rusia, Cuba y Zimbabue, el gobierno de EEUU ha tomado medidas unilaterales contra Venezuela haciendo caso a la Carta de la ONU, la cual no autoriza las acciones hostiles de un Estado sobre otro salvo en defensa propia. EEUU no reta a la ONU, la menoscaba en su esencia multilateral, en su condición de garante de la paz y la seguridad internacionales. Las administraciones estadounidenses, en especial la de Trump, están en una confrontación abierta contra el multilateralismo. EEUU no acata ningún instrumento multilateral que pueda afectar sus intereses presentes o futuros, por ello no ha firmado el Estatuto de Roma (Corte Penal Internacional), Protocolo de Kioto (ambiente) y se retiró de la UNESCO. EEUU ha retrotraído su relación con el mundo al siglo XIX

Ahora bien, sabe EEUU que la situación nacional en Venezuela, políticamente está clara. Por ejemplo, no ha habido sacudones sociales por la asfixia económica a la población. Los ataques contra el sistema eléctrico no ocasionaron la violencia que se hubo en ciudades como Nueva York, Chicago y Los Ángeles cuando en sus grandes apagones. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) da constantes pruebas de su apego y defensa de los altos ideales patrióticos. En suma, se desvanece el escenario de un golpe de estado con operadores internos.

El plan de un presidente ficticio fracasó el primer mes, porque no hay en el mundo gobierno sin control de la población, de las instituciones, de la emisión de documentos. Por más “reconocimientos” sin fundamentos jurídicos de la derecha internacional con gobiernos de América y Europa, bien conocen en esas latitudes que aquella entelequia carece de legitimidad y legitimidad. En Venezuela hasta los seguidores del autoproclamado saben quién gobierna al país y de la procedencia electoral que da legalidad al presidente constitucional Nicolás Maduro.

Ante estas premisas, EEUU que no renuncia a su papel de actor principal en la crisis de Venezuela, de ductor del mundo, acentúa la asfixia económica hacia este país. Pocas veces los bloqueos económicos unilaterales funcionan, porque en una “comunidad internacional” de unas 200 países, siempre habrá gobernantes que no caigan en la presión estadunidense de culpar a un gobierno bloqueado financieramente de su propia crisis.

Cuando los gobiernos de EEUU aplican medidas unilaterales -prohibidas por la ONU- lo hacen convencidos de que aún detentan la hegemonía mundial, obviando el desarrollo de poderes nacionales que han surgido o consolidado en Asia y Europa, como los casos China, Rusia, India, Turquía, Irán que no le son tan afines, y que en lo energético, económico y militar infunden respeto, conformando polos de poder distintos al norteño.

EEUU puede jugarse una aventura militar, lo cual para un estado armamentista siempre será una opción. Para ello necesita el respaldo económico de sus socios europeos, de algún país asiático y otro oceánico. Las guerras contra Afganistán, Iraq y Libia fueron patrocinadas en un buen porcentaje por Europa Occidental, varios países del Golfo Pérsico, Japón y Australia.

Tal vez, el dinero que están sustrayendo de las cuentas oficiales de Venezuela en el exterior, de CITGO, no les sea suficiente para atacar a un país que tiene equipamiento militar ruso de última generación, en especial aéreo, campo donde EEUU gusta iniciar sus “operaciones de libertad”; porque por tierra sería una osadía, puesto que el pueblo estadounidense no quiere ver urnas cubiertas con su bandera nacional. De eso se cuidó mucho Obama. Por ello desarrollaron los aviones no tripulados y misiles inteligentes, los mismos que las baterías anti aéreas sirias derribaron con facilidad usando tecnología rusa, muy conocida en la FANB.

En la nueva geopolítica mundial, EEUU no renuncia a imponer su forma de ver “la libertad”. Ahora todas sus operaciones unilaterales llevan el mote de “libertad”. Por ejemplo, la Operación Libertad Duradera, que aniquiló a Afganistán en 2001; la Operación Libertad para Iraq”, que devastó a Iraq en 2003. “Libertad” es un sustantivo muy ambiguo para los gobiernos de EEUU al que terminan interpretando como “libertad para acabar con todo aquello que impida el cumplimiento de nuestros objetivos”. En Venezuela, la ultraderecha ha denominado sus acciones desestabilizadoras con ese mismo conector oposición – gobierno EEUU: “Operación Libertad”. Una simple analogía con Afganistán e Irak nos da sus características. Nada es casual en política internacional.

Quien inicia una guerra espera triunfar para llegar con la mayor fortaleza a una negociación final. A las negociaciones se va fortalecido, debilitado o en equilibrio. A EEUU le gustaría que sus operadores negociasen con un gobierno debilitado, como lo hizo el sandinismo a la mesa en 1989, luego de la acción de paramilitares “contras” y de un criminal bloqueo económico. No quiere repetir una experiencia como la de Cuba, que lejos de debilitarse se fortaleció interna y diplomáticamente, al punto de que Obama, en 2016, se abstuvo en la votación contra el embargo cubano. Menos quiere recibir una nueva humillación como la que le acaba de dar Corea del Norte. Al gobierno de EEUU le resultaría más beneficioso, como es obvio, dejar de inmiscuirse en los asuntos internos de Venezuela. A Trump le convendría que sus asesores estudien la Teoría del Método Racional de Toma de Decisiones.

Cuando las fuerzas revolucionarias venezolanas detienen los intentos de golpes contra el gobierno constitucional, este se fortalece y la oposición golpista se debilita.

El bloqueo económico aupado por la oposición venezolana, es su principal fortaleza, pues crea una perturbación material y emocional en la población, donde sectores de la oposición, sienten la necesidad creciente de cambiar el gobierno por cualquier método, incluida una “operación libertad”.

Para continuar oxigenando su estrategia al gobierno ficticio, EEUU continúa una ofensiva diplomática que busca ampliar la matriz contra la legitimidad del gobierno constitucional de Venezuela. Desechada ya las banderas de la migración y de la “ayuda humanitaria”, que quedó sin asidero por la disposición de organismos como la Cruz Roja y la Media Luna Roja de prestar asistencia técnica humanitaria, se escoge el falso estandarte de “Venezuela amenaza para la paz y seguridad regionales”, para adaptarse a los objetivos de la ONU. La escalada internacional estadounidense quiere debilitar a la Revolución Bolivariana y llevarla a una negociación en debilidad, a una capitulación.

Antecedentes recientes de diálogo y negociación en Venezuela

En la Venezuela de esta V República, luego del golpe de estado de abril de 2002 y el petrolero de diciembre de 2002, el gobierno del Presidente Hugo Chávez convocó al liderazgo opositor, nucleado en la “Coordinadora Democrática”, a una mesa de diálogo que terminó siendo una mesa de negociación. En ella, como buen oficiante, estuvo el Secretario General de la OEA, César Gaviria, quien mantuvo una actitud muy cercana a la parte opositora. La negociación estuvo acompañada por un grupo de países amigos, entre los que figuraban Portugal, México, Brasil, Chile, España y EEUU.

En aquellas tormentosas negociaciones se concertaron la realización de un referendo revocatorio, siempre que se recogieran las firmas válidas. Aunque se comprobó que la oposición llevó firmas planas y falsas, el Presidente Chávez prácticamente aceptó el reto a través de lo que llamó “La Batalla de Santa Inés”, recordando “el reto entre el Florentino y el Diablo” –el bien y el mal–, ganado por el primero. Aquellas negociaciones abordaron también la composición del CNE que debió ser designado por el Tribunal Supremo de Justicia, ante el desacuerdo que había en la Asamblea Nacional, donde ningún sector tenía la mayoría de dos tercios.

Esa negociación, caracterizada por posiciones casi inamovibles, no estuvieron exceptas de las presiones opositoras. Primero el paro insurreccional que afectó al cien por ciento la producción petrolera, con riesgo de voladura de buques, simultáneamente con la toma de la Plaza Altamira por un grupo de oficiales desertores de la FANB. Sin embargo, pese a desacuerdos en la oposición la mayoría de sus partidos, aceptaron la representatividad de los que fueron a las mesas. Para 2016 no fue igual, los sectores opositores se desarticularon y dieron al traste con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

A finales de 2007, el Presidente Hugo Chávez otorgó una amnistía de amplio espectro que favoreció a los golpistas de 2002-2003 en la búsqueda de una conciliación nacional, quitando a la oposición a la oposición la matriz de opinión de que había de “los presos políticos”. No obstante, los golpistas absueltos volverían a las actividades ilegales y desestabilizadoras, y a todo el que era detenido por delinquir o por escaparse de la justicia, lo llamaban “preso político”, una nueva forma de impunidad que posicionaron en varios gobiernos de derecha, aliados políticos de la oposición venezolana.

En 2017, se instaló nuevamente una mesa para diálogo en República Dominicana. En tales conversaciones, que comenzaron en Venezuela en 2016, con el acompañamiento de algunos ex presidentes como José Luis Zapatero y Martín Torrijos, el enviado especial del Estado Vaticano, así como de UNASUR, mecanismo que tenía un importante peso, y que luego sería disminuido a fin de sacarlo del papel eminente que le correspondería en el caso Venezuela como lo establece el Capítulo VIII de la ONU, y que ahora debería tomar el Mecanismo de Montevideo, liderado por el Gobierno de México, siguiendo las pautas que en su momento tuvo el Grupo Contadora.

El diálogo en Santo Domingo, tuvo como anfitrión al gobierno dominicano, presidido por Danilo Medina, y la facilitación de los actores de 2016. No obstante, dichos “diálogos”, como se comprobaría luego, fueron una negociación “evitativa”, dado que la contraparte de la oposición no tenía la auctoritas para firmar acuerdos, pues respondía a los mandatos del gobierno de EEUU, y el anfitrión no fue imparcial, como quedó demostrado en su posición tomada al lado del llamado Grupo de Lima.

En la versión final del acuerdo no firmado de Santo Domingo estaba una cláusula sobre el papel las elecciones presidenciales para mayo de 2018, a las cuales acudieron candidatos opositores que fueron excluidos por la MUD de las mesas de negociación. Como colofón, en el transcurso de las conversaciones, varios delincuentes políticos, recibieron beneficios procesales tales como libertad condicional o casa por cárcel. Algunos huyeron del país para continuar la conspiración internacional.

El gobierno de EEUU, que desde el Decreto Obama (2015) contra Venezuela, viene escalando en la conflictividad, escogió al operador más ultraderechista del oposicionismo venezolano (Voluntad Popular), e intervino directamente para desaparecer, literalmente, de la escena política a los otros liderazgos opositores que desde 2004, luego del referendo, copaban la escena. Los pocos disidentes que hoy quedan, no representan peso alguno en la toma de decisiones oposicionistas.

La mesa en República Dominicana dejó como lección la infructuosidad de negociar con contrapartes sin liderazgo, tutelada por intereses externos (EEUU). De allí que para allanar el camino, el Mecanismo de Montevideo debe persuadir a la ONU, y con ella a toda América Latina y el Caribe, que tiene que respetarse la autodeterminación de Venezuela para negociar entre partes exclusivamente nacionales. Insistimos en que esa es una gestión que pueden hacer a motus propio, siguiendo el método del Grupo Contadora.

La situación venezolana amerita, luego de aclarado el camino en la pre negociación, un compromiso de los negociadores de obrar con agilidad, rapidez y sentido táctico, ante la evidencia de la falta de colaboración de los sectores adversos a la Revolución Bolivariana, ambas partes deben comprometerse a unas conversaciones que arrojen resultados lo más pronto posible. Aquí la facilitación o mediación será esencial, tanto en la elaboración de los puntos a negociar como del desarrollo de las conversaciones.

La negociación es inevitable para ambas partes

Aunque parezca lejana, la negociación será inevitable hasta para los que la niegan. Europa cada vez se verá más enredada en la interpretación jurídica de la situación de hecho en Venezuela. La posición europea con el caso de sus empresas en Cuba, indica que puertas adentro, en varios gobiernos de ese continente, las luces del conocimiento y el análisis ya llegan a los decisores y dejan ver la silueta de un EEUU que quiere volver a ser el poder hegemónico mundial, lo cual no conviene a una Europa que apenas empieza a salir de serias dificultades regionales.

No pasará como en Libia donde una intelectualidad de izquierda perezosa para investigar aceptó la versión de CNN de un Gadafi tirano; o la alternativa occidental de que para salvar a Iraq había que matar a Hussein, o, como pidieron ciertos trasnochados jeques árabes, el asesinato de Bashar al Asad en Siria, como lo hicieron con Arafat en Palestina. Una izquierda o políticos de centro que nada aprendieron de los magnicidios contra los líderes socialistas africanos. Esto no va a pasar en Venezuela, aunque ya lo intentaron en agosto de 2018.

Negociar es la vía más saludable, si se va a ella con claridad, principios, objetivos primordiales y con fuerza. Esa intelectualidad sea europea o estadounidense que ya no es solo la de los publicitados escritores, noveles o políticos estrellas, sino también la de los movimientos sociales, alternativos y voces orgánicas, está tomando cartas en el asunto Venezuela, mostrando lo que las grandes cadenas de tres letras archivan o editan.

Negociar fortalecidos es una potencial vía para la Revolución Bolivariana, por lo que debe continuar concienciando al Pueblo sobre los pasos que da, los peligros que se ciernen, nuestra historia heroica; con negociadores en una conjunción de experiencia, formación, y energía, e incorporando activamente al Pueblo.

Todo el aparato comunicacional, partidista, comunal, patriótico debe volcarse a explicar, informar, escuchar, orientar a toda la población por igual. Que cada venezolano y venezolana internalice que lo fundamental es ser patriota, nacionalista, que podemos superar nuestras diferencias internamente, lo cual no significa que seamos ideológicamente iguales, sino que siendo diferentes podemos vivir juntos bajo las reglas de la convivencia humana y de un contrato social establecido en la Constitución, las leyes, las costumbres, bajo las reglas de nuestra democracia participativa y protagónica.

Todo el aparato productivo del Estado, desde el pequeño agricultor al empresario, debe ser apoyado y activado. La gran fortaleza de países como Siria, además del apoyo diplomático y de la alianza con Rusia, Irán y China fue lo que pudo mantener, aún en guerra, a buena parte de sus agricultores produciendo sus cultivos tradicionales. Hacer lo que mejor se sabe hacer y donde mejor se puede hacer, es la consigna de una agricultura exitosa, a la cual se suma semillas, abono y agua.

Mantener el pueblo activo, en la producción endógena, y movilizado en la defensa de su soberanía. Los gobiernos progresistas que pierden la calle, pierden el poder político. La oposición venezolana está muy lejos de ganar la calle porque sus métodos violentos y su complicidad con la asfixia económica están al desnudo. La Revolución Bolivariana en ningún momento ha abandonado el escenario popular. Por ello, el gobierno de Trump tomó directamente el testigo, el protagonismo injerencista. Los venezolanos deben hacer valer su autodeterminación.

Las partes o actores de la negociación

Conocer a la contraparte es nodal para sentarse a negociar con ella. Saber que la conflictividad no bajará durante el desarrollo de las mesas; estar seguro de que el lugar para negociar debe ser un Estado-Nación que garantice la neutralidad y el apego al capítulo VI de la Carta de la ONU.

Una negociación que no pierda de vista todo lo que se quiere lograr, lo que puede en un momento esperar, pero sobre todo que no renuncie a los principios que dieron y dan sustancia a la Revolución; de lo contrario sería acomodaticia. En ese sentido, estudiar a fondo los posibles objetivos de la oposición, algunos en apariencia evidentes, pero que ocultan sus verdaderas intenciones.

La fortaleza opositora del bloqueo económico y financiero que orquesta EEUU de manera ilegítima, unilateral, afecta a todos los sectores de Venezuela: Bolivarianos, opositores y no militantes. Sabe que mientras éste se acentué obliga al gobierno a buscar soluciones de emergencia y afecta el desarrollo normal del Plan de Gobierno. La mayor debilidad de la Revolución Bolivariana, es también económica, acentuada por el bloqueo estadounidense, la caída de la producción petrolera y el no tener un aparato productivo que garantice la abundancia de bienes de consumo, en especial en agricultura y cría. El factor monetario, es parte de la presión económica, mas no sería determinante si hubiera una importante oferta nacional de productos básicos.

Para una negociación óptima, Venezuela y los garantes de las conversaciones, sea como grupo de contacto, facilitadores o mediadores, deben exigir a los actores internacionales el apego a la Carta de la ONU. El Mecanismo de Montevideo tiene que hacerlo –porque grupos como el de Lima son una circunstancia política, como lo fue Peña Nieto, sus acciones circunstanciales no son política de Estado–, porque es un deber de los gobernantes regionales luchar para que Nuestra América no sea recolonizada por imperio alguno.

López Obrador, el Mecanismo de Montevideo, el NOAL, el Secretario General de la ONU, el ALBA deben llamar a todos los gobiernos de América Latina y del Caribe a poner por encima de cualquier ideología política la soberanía nacional, el derecho de cada Estado-Nación a resolver sus problemas políticos internamente; deben exhortar a la ONU a exigir de EEUU y de Europa Occidental el respeto a estos principios y a cesar en la aplicación de sanciones unilaterales. La Asamblea General de la ONU, dado que el caso Venezuela fue colado por EEUU hasta el Consejo de Seguridad, tiene que pronunciarse sobre el deber de sus miembros a no injerir en los asuntos internos de Venezuela y a respetar los métodos de solución pacifica de controversia.

Por último, las venezolanas y venezolanos desde hace años han elegido una forma pacífica de convivir o coexistir, signada por la Constitución de 1999, cuyos preámbulo y tres primeros artículos establecen el ideal de Estado-Nación y Pueblo que queremos. Recomendamos su concienzuda lectura, memorización e interpretación a cada persona nacida o que habite esta Patria, a los habitantes de los pueblos del mundo, en especial a aquellos con injerencia en las conversaciones relacionadas con Venezuela. Pueden comenzar con el Artículo 1, que resume todo lo que es el interés supremo de la Patria:

Artículo 1. La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional.

*Exvicecanciller venezlano