Bolivia: tras el intento de golpe, sigue la disputa entre evistas y arcistas
Rubén Armendáriz
El presidente boliviano Luis Arce aseguró que su gobierno defenderá la democracia, estabilidad y bienestar de los bolivianos “cueste lo que cueste”, porque está dispuesto a “pagar el precio” de este compromiso, como se lo demostró en el fallido golpe de Estado.
“Siempre defenderemos la democracia, la estabilidad y el bienestar de las y los bolivianos, cueste lo que cueste. Lo dijimos antes y lo reafirmamos ahora, estamos dispuestos a pagar el precio”, afirmó en respuesta a los pronunciamientos institucionales contra el golpe de Estado fallido. El golpe militar fallido del 26 de junio es síntoma de las dificultades del Movimiento Al Socialismo (MAS) para garantizar la estabilidad política. La fractura entre Luis Arce y Evo Morales, bien explotadas por la derecha, ensombrece el futuro de Bolivia.
Si se engorda la opinión de autogolpe en Bolivia se contribuiría a deslegitimar al gobierno de Arce, que es decir al Movimiento al Socialismo (MAS). Las pugnas internas entre Evo Morales y Luis Arce sólo las pueden resolver ellos, a menos que una figura con ascendencia les haga entender el grave peligro de sus posturas.
Que los sacrificios de activistas, amas de casa, defensores del territorio, campesinos y una pléyade de representantes del campo popular se vayan al traste por vanidades e incapacidad para procesar con madurez las inevitables diferencias que surgen al interior de todo movimiento político y de todo grupo humano sería sin duda un motivo de tristeza e inquietud para Bolivia y para todas las personas que anhelan alternativas al capitalismo depredador impuesto por Washington y abrazado por las derechas en casi todo el planeta, señala un editorial del diario mexicano La Jornada.
Un descarrilamiento del MAS sería también un agravio a los cientos de miles de personas que se enfrentaron a la violencia del Estado oligárquico vigente hasta 2006, incluidas las decenas que perdieron la vida en la resistencia contra la estigmatización de los usos tradicionales de la hoja de coca, en las guerras del gas y del agua de hace dos décadas, y en el gobierno de facto de Jeanine Áñez tras el golpe de Estado de 2019.
García Linera
Entrevistado por La Jornada de México, el exvicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera (2006-2019), condenó la pérdida del horizonte estratégico de los adversarios reales a enfrentar y el enfrascamiento en pugnas personalizadas y muy mezquinas dentro del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), del cual es militante.
Para él, “dentro del bloque nacional popular hay una pérdida del horizonte estratégico, de los adversarios reales a enfrentar y un enfrascamiento en pugnas personalizadas y muy mezquinas. Ambos líderes, el estatal y el social, son responsables del deterioro. No se debate cómo salir de la crisis económica, lo único es quién debe ser el candidato para 2025. Esto hay que ubicarlo en un contexto histórico: el fin del momento hegemónico del proceso de cambios progresistas y el inicio de la fase administrativa y fragmentada”.
Aunque fue el segundo al mando del ex presidente Evo Morales durante más de una década, García Linera considera que tanto el histórico dirigente cocalero como el mandatario actual, Luis Arce, son responsables del deterioro en el bloque nacional popular y de la parálisis política que agrava las dificultades económicas del país.
Esta deriva es lamentable por su potencial para llevar al colapso del ciclo progresista y facilitar el regreso de las derechas oligárquicas que durante la práctica totalidad de la historia boliviana usaron al Estado como una plataforma de enriquecimiento individual y faccioso.
Sería particularmente deplorable porque significaría un retroceso catastrófico en materia de igualdad, combate a la pobreza, construcción de la soberanía nacional, protección del medio ambiente y, ante todo, en la construcción de una sociedad plurinacional en la que se puso fin a la centenaria opresión racista en la que los pueblos indígenas, mayoritarios en la población nacional, se encontraban excluidos de la toma de decisiones públicas.
Algunos analistas aventuran que Arce no quiere seguir como Presidente, pero de haber sido un autogolpe, los riesgos podían haber sido catastróficos, si la derecha fascista y la extrema derecha, militar y civil, junto a la embajada de Estados Unidos se montaban en el mismo. Otros indican que el gobierno de Arce es cómodo a Estados Unidos, pero él ha mantenido a Bolivia junto a las causas que enarbolan los gobiernos progresistas y por la integración latinoamericana y caribeña.
Arce no es Evo, pero tiene muchos puntos a su favor y llegó a la Presidencia, cerrándole el paso a la derecha fascista. Arce ha demostrado que no es un (traidor como el expresidente ecuatoriano) Lenin Moreno, como quieren hacerlo aparecer. Tampoco el país no es el mismo de los tiempos del auge de los hidrocarburos y las protestas aumentan.
Garía Linera mantiene su crítica al enfrentamiento entre el líder del MAS y el Presidente Arce, disecciona el grave desvío de políticas «de los últimos cinco años», sin diferenciar la gestión de Jeanine Añez de la de Arce. Señala que «El tránsito hacia esa fase no se está sabiendo conducir de manera sana, generosa y heroica, sino mezquina, desordenada y de baja estrategia, dando lugar a la fragmentación del bloque popular»
Añade que “las reformas económicas de segunda generación necesariamente pasan por restablecer la fuerza económica del Estado, que se perdió en los últimos cinco años. En nuestro tiempo, 65 por ciento de las exportaciones las hacía el Estado, hoy es de 25 por ciento y los privados 75. Así tenemos un Estado que no puede controlar el tipo de cambio, que perdió su fuerza redistributiva y la capacidad de inversión pública”.
El intelectual y exvicepresidente señala que se necesita un periodo de transición para restablecer el poderío económico del Estado con el control del comercio exterior, donde todos los exportadores durante un periodo temporal tengan la obligación de liquidar sus dólares en el Banco Central para resolver el malestar popular y de sectores medios por la ausencia de dólares.
Asimismo, dice, es necesaria una reforma impositiva progresiva que grave las mayores fortunas, a quienes tengan más de un millón de dólares, sin tocar a los sectores medios y populares, para reducir el déficit que es de 11 por ciento, y rediseñar el tema del litio: “hemos perdido casi cinco años, una barbaridad, primero con el golpe en 2019 y después con las políticas erráticas de Luis Arce, tenemos cero que no sea lo que hizo Evo”.
Tras admitir que la izquierda está fracturada en Bolivia, señala que implementar reformas que le devuelvan al proceso la mística y el entusiasmo hoy perdidos: “hay un malestar silencioso y apatía”.
Añade que “el gobierno de Arce ha fallado en la estrategia del litio porque no fue asumido como un proyecto presidencial, lo dejó en manos improvisadas, en la batalla contra Evo se deshizo de todo el equipo que nos acompañó durante 13 años para colocar gente que recién comenzó a ver en la tabla periódica de los elementos qué significaba litio”.
El 2025
En 2025, los bolivianos elegirán a un nuevo presidente. El único partido con posibilidades serias de triunfo es el Movimiento al Socialismo, el MAS, el conglomerado de organización sociales, sindicales e indígenas que en 2006 llevó a Evo Morales al poder. La asunción del primer presidente de origen aymara en la historia del país fue un hito para Sudamérica.
Desde entonces Bolivia entró en un acelerado proceso de reformas, con la nacionalización del gas como emblema de los nuevos tiempos. La economía creció, nació una nueva clase media indígena y, sobre todo, el país entró en un largo período de estabilidad política tras décadas de golpes de Estado recurrentes. García Linera, define ese período del MAS como “el momento progresista” del cambio.
La disputa entre ambos comenzó el mismo día de la asunción de Arce, el 8 de noviembre de 2020, cuando en su discurso de posesión obvió nombrar a Morales, que acababa de regresar de su exilio político en Argentina. “Evo, al no tener lugar, presiona con la gestión y Arce no puede dejar que esa presión se incremente. En el marco de esa tensión nace la fuerza renovadora, el “arcismo”, que quería cambiar de cuadros y se oponía a todo lo que había alrededor de Evo”, señala la politóloga Susana Bejarano.
El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo habla de “diferencias obvias” con Morales. “Él ve y concibe al MAS desde la persona y nosotros lo concebimos desde las organizaciones sociales”, dice. Desde el sector de Morales, acusan al arcismo de hacerle el juego a la derecha política, querer apropiarse con prebendas de una base social que no le pertenece y olvidar los principios revolucionarios del movimiento.
La injerencia de Milei
La cancillería boliviana anunció el retiro de su embajador en Buenos Aires, en protesta por una declaración por escrito del presidente argentino Javier Milei, en la que calificó de falsa denuncia el fallido golpe de Estado contra el mandatario Luis Arce, en declaraciones “inamistosas y temerarias”.
El gobierno de Arce también cruzó a Argentina por haber dicho que Bolivia tiene 200 presos políticos. En ese sentido destacó que “es un exceso y una negacionismo inaceptable” e invitan a “informarse y actuar en el marco de los principios de respeto de la soberanía y no intervención en asuntos de otros Estados”.
También Evo Morales le contestó a Milei.” Condenamos de la manera más enérgica las declaraciones de intromisión e injerencia del presidente de Argentina, Javier Milei, los asuntos de los bolivianos serán resueltos por los bolivianos”, señaló en sus redes.
En 2019, cuando una asonada militar desalojó a Evo Morales de la presidencia, Argentina, entonces gobernada por Mauricio Macri, envió equipamiento militar que fue utilizado por el ejército y la policía boliviana, en la represión de las manifestaciones con saldo de unos 40 muertos.
*Periodista y politólogo, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)