El covid-19 y un nuevo equilibrio de poder

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Roberto Chiazzaro|

Cerca de  finalizar la Segunda Guerra Mundial, EEUU y sus aliadas europeas (sin Rusia) se reunieron  en la denominada  Conferencia de Bretton Woods,  marcando el rumbo del funcionamiento económico mundial en Occidente a partir de sus resoluciones, en el marco del nuevo mundo bipolar.

De allí surgieron  algunas Instituciones como  el FMI, el Banco Mundial y el GATT, las cuales facilitaron enormemente el movimiento de capitales y de mercaderías, propiciando así el desarrollo e intensificación del comercio internacional, dando comienzo  al proceso de la llamada globalización contemporánea y  a uno de los periodos más prósperos del mundo desarrolladoOportuno aniversario de Bretton Woods | Expansión

En  América latina, mientras tanto,  en un fenómeno  proporcionalmente inverso, comnzaron a  pauperizarse los pueblos, con la caída de los modelos ISI y el regreso a la dependencia en precios y cantidad de los commodities, proceso lento y continuo de lo que será la gran crisis estructural de  las economías latinoamericanas.

Treinta años  más tarde, la crisis del petróleo de mediados de los años 70 impactó fuertemente en la estructura de la economía mundial. Las grandes empresas multinacionales buscaron los medios para  recuperar la rentabilidad perdida, desarrollando  un nuevo sistema de producción global. Los gobiernos  recortaron  los beneficios del  “Estado de Bienestar” que se habían logrado  a lo largo de los  años dorados,  de posguerra.

La posibilidad de generar un nuevo sistema de producción, se debió a la concurrencia de varios factores como la reducción de los costos en el  transporte y los adelantos de las tecnologías de la informática y las comunicaciones (TICs), que permitieron el desarrollo de las redes de producción, o cadenas de valor.

Esto implicó que las empresas multinacionales, de los países desarrollados, trasladaran parte de sus procesos productivos a países en desarrollo. Se buscaba combinar la tecnología, innovación y conocimiento de los países desarrollados con los menores costos de mano de obra, la abundancia de materias primas de los países sub desarrollados, junto a sus ventajas logísticas,  fundamentalmente en el  sudeste  asiático y China, receptores   principales de esta  deslocalización de la producción.

La caída del Muro de Berlín,  y el fin del bipolarismo, dio inicio a la hegemonía de EEUU, al “fin de las ideologías” y el comienzo del neoliberalismo que, como  bien sabemos, postula las virtudes de la apertura comercial y del libre mercado, dejando de lado la práctica de políticas proteccionistas y el rol del Estado en la conducción, intervención y regulación  de los procesos económicos, delegando estas funciones en la iniciativa privada..

En nuestra América Latina, tempranamente, la Escuela de Friedman (neoliberalismo) tuvo un fuerte desarrollo, a partir de la instauración de la dictadura militar chilena de Augusto Pinochet, junto al resto de las dictaduras del Cono Sur, luego de la represión y el ajuste autoritario de la década del  70, durante la cual se llevaron a la práctica, en forma estricta, la aplicación de los postulados del Consenso de Washington.

Para el final de los años 90, el proceso de globalización contemporánea y el desarrollo de la deslocalización de las transnacionales, había alcanzado su máximo  potencial con la libre circulación de capitales, junto con la implantación, exacerbada, de la sociedad de consumo, generadora, junto  con el crédito, de una demanda que activó los procesos de  producción, destinados a satisfacer la misma.

La globalización contemporánea y la deslocalización implicó, también, la uniformización y simplificación de los procedimientos y regulaciones nacionales e internacionales con el fin de mejorar las condiciones de rentabilidad, competitividad y seguridad  jurídica para las inversiones llevadas a cabo por estas grandes  empresas multinacionales.

De allí la proliferación de Acuerdos de Libre Comercio y de  Tratados Bilaterales de Inversión en el seno de las economías de los países emergentes, con el  objetivo de  otorgar seguridades jurídicas a las inversiones provenientes del mundo desarrollado , cediendo soberanía al capital transnacional.

Tres acontecimientos impactaran en este proceso, durante el SIGLO XXI

El 11 de setiembre del 2001 se produjo en EEUU el atentado contra las Torres Gemelas y el Pentágono,  causando miles de víctimas inocentes, dando  inicio a la llamada “guerra contra el terrorismo”, que  comenzó  por  la invasión de EEUU y sus aliados a Afganistán, para seguir en 2003 con  la invasión a Irak.Se cumplen 18 años del ataque a las Torres Gemelas: el atentado en ...

Sin bien los regímenes de los talibanes y de Sadam Hussein  fueron derrocados, la resistencia a la presencia de los EEUU en esa región sigue siendo sumamente activa. Esta experiencia bélica  ha sido la guerra más prolongada a la cual se ha enfrentado EEUU a lo largo de su historia.

Actualmente, tanto  en Afganistán como en Irak, EEUU ha firmado sendos acuerdos de paz, fijando  cronogramas para retirar sus efectivos militares, reconociendo, por la vía de los hechos, la derrota militar, al no haber podido lograr sus objetivos a lo largo de más de 18 años de guerra.

El costo en vidas humanas, heridos y todo tipo de efectos colaterales, para ambos bandos ha sido y es incalculable: miles de muertos y heridos, países colapsados y sumidos en la miseria por los efectos de una guerra imperialista, que con el pretexto de aniquilar el terrorismo y la posible existencia de armas de destrucción masiva, buscaba apropiarse de los recursos de ambas naciones agredidas.

Para el Imperio estadounidense, el costo económico de estas guerras fue incalculable. Más allá de  los beneficios del complejo militar industrial que sostiene su economía, el Tesoro de los EEUU se vio notablemente afectado, generando  enormes déficits en la economía local, más allá  de la  pérdida de prestigio a nivel mundial.

En setiembre del 2008,el segundo acontecimiento que incidió negativamente en el desarrollo del proceso de globalización, se produjo con  la caída de Lehman Brothers,  detonante de  una crisis económica y social de tal magnitud que -podemos afirmar- el sistema capitalista aún no ha podido superar.

Lehman Brothers cae: la mayor crisis económica - Sus orígenesEl  incremento exponencial  de la desigualdad que se generó, la traslación hacia el resto del mundo de la crisis, impactando en Europa, fundamentalmente en los PIGS  ( Portugal, Italia, Grecia y España -Spain, en inglés- ). PIGNS es la  denominación dada por los propias potencias europeas a las economías  débiles con balanzas de pago desfinanciadas, que han ido mermando la hegemonía estadounidense y de sus aliados, así como  la de sus empresas multinacionales.

Además, el proceso de deslocalización de la producción fue generando, a modo de bumerán, el surgimiento de un competidor a la hegemonía estadounidense en todos los planos: la República Popular China.

Convertida en  segunda potencia económica mundial, compite con EEUU, incluso en el campo de las TICS. Digamos que fue la potencialidad de la economía China la que, en gran medida, permitió sortear al sistema capitalista los efectos de la crisis del 2008.

En el plano militar, lejos está China de competir con el potencial estadounidense. Sin embargo,  su alianza estratégica con Rusia, en todos los campos, permite que sea considerada un rival de fuste.

Recientemente, en una de las últimas aventuras militares (en Siria), en la cual se vieron involucrados EEUU y sus aliados occidentales, el resultado final fue adverso  para Washington. Su intervención  fue un fracaso y una clara demostración de deslealtad para con sus aliados, los kurdos.

Estos  hechos han logrado que se operen modificaciones sobre las bondades del libre mercado y los postulados del neoliberalismo.  Ahora, en el discurso económico, comienza a hacerse notar la presencia de posturas que nos alertan sobre  el ingreso a una nueva etapa que podría denominarse de  desglobalización.containers vinos trump

En la historia del capitalismo ha sido recurrente la existencia de estos ciclos de apertura y de proteccionismo, que según  el economista Ruchir Sharma, abarcan décadas de la historia. Esto no  implica el fin de la globalización, sino que, ésta, reduce notoriamente su intensidad.

Cuando nos referimos a la desglobalizaciòn,  hacemos referencia a una etapa del desarrollo económico internacional, en la cual se opera un notorio retroceso en los flujos internacionales de mercancías, servicios, capitales y personas, que con los efectos producidos por la crisis del 2008, se  agudiza y acelera.

El aumento del proteccionismo, manifestación más notoria  de las políticas adoptadas por la Administración Trump, y la intensificación de la guerra comercial con China, es una clara muestra de lo que venimos analizando.

La deslocalización de la producción industrial generó en todos estos años importantísima pérdida de puestos de trabajo bien remunerados en la industria manufacturera, que  la promesa de Trump de recuperarlos, explica en gran medida  su asombroso triunfo electoral, sumándose a lo que venía sucediendo en Europa con la llegada de partidos nacionalistas, aislacionistas y proteccionistas, siendo el Brexit la máxima expresión de este fenómeno.-

 El desarrollo de  este  proteccionismo llevado a cabo por Trump ha significado la elevación de aranceles, el incentivo a las multinacionales a retornar con sus unidades productivas a EEUU (reshoring) y ha dejado de lado la celebración de  megaacuerdos internacionales, como el TPP, y el retorno a la celebración de acuerdos bilaterales, en los cuales EEUU pueden sacar mayor provecho de sus ventajas asimétricas en las negociaciones con los países emergentes.

Otros factores que han incidido en este proceso  de desglobalización,  han sido el aumento de los salarios en el  destino de las deslocalizaciones, siendo el caso de China el más relevante,  generando así, una merma en la rentabilidad. Y  además  la preocupación  vinculada a la seguridad, por parte de las empresas multinacionales, como  consecuencia de las operaciones de compra venta  y la pérdida de control de sectores estratégicos por parte de los estados origen de estas multinacionales.

El coronavirus es el tercer acontecimiento  que ha detonado en este contexto; una pandemia de la que no tenemos todavía idea de cuáles serán sus efectos a largo plazo, pero que  ha desatado ya una profunda crisis social y económica  a nivel mundial, interpelando todas las relaciones vinculantes, sean laborales, sociales, personales o  de producción.

La forma de intentar controlar sus efectos,  lo que se logra sólo con el confinamiento social, están parando al mundo, lo cual implica graves riesgos económicos, pero sin alternativa. Mantener  las poblaciones  dentro de sus casas, implica (y está bien hacerlo)  deprimir  al máximo la demanda, afectando traslados de personas y mercaderías  y el movimiento turístico mundial.

Ahora bien, esta crisis ha tenido la triste virtud de demostrar la gravedad que ha implicado esta globalización en materia de suministros de  medicina, la dependencia  casi absoluta de productos farmacéuticos fabricados  en China, India, Alemania o  EEUU  y el escaso o nulo desarrollo de la investigación y desarrollo de productos medicinales, en los países emergentes,  con la honrosa excepción de Cuba.

Deberíamos haber tomado recaudos con la crisis griega, ya que los laboratorios amenazaron con su retiro si se les ponían impuestos para superar la crisis en el  2010.

Se analiza, entonces, la conveniencia de reducir la dependencia de suministros en localizaciones alejadas, desde los propios centros de la economía mundial,  lo cual impulsa una tendencia que ya se venía registrando.  El proteccionismo, que en una situación como la que estamos atravesando, se reafirma, potencia a  su vez la deslocalización en un marco regional o de proximidad.

Tal circunstancia valoriza la necesidad  de profundizar los regímenes de integración regional, en contraposición con los anuncios e intenciones de  los gobiernos de derecha de flexibilizar el Mercosur y  propiciar acuerdos bilaterales con  EEUU.

Estamos, pues, ante un nuevo orden mundial, que  abrirá las puertas de un nuevo relacionamiento entre estados y dentro de los mismos, con el desafío más importante  de reconocer que ya la centralidad del mundo no girara en torno a Occidente, sino que tendrá su epicentro en el sudeste asiático, junto a otros actores.

El covid-19 nos está dejando un mundo en clave de  preguntas y redireccionamiento geopolítico.

 

* Licenciado en relaciones exteriores, Profesor de historia, Exdiputado del Frente Amplio, Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Socialista del Uruguay