Con la muerte de Fidel, se terminó el siglo 20: escriben Cuevas, Pedranzini, Rodríguez y Carmona

Fidel-Castro1917-2016: El siglo XX

Rafael Cuevas Molina|

El siglo XX se abrió a la historia con el triunfo de la gran Revolución Rusa de 1917 que mostró, por primera vez en la historia de la humanidad, la posibilidad que los oprimidos de la Tierra accedieran al poder e iniciaran la construcción de una sociedad que avizoraba en lontananza, como horizonte utópico,  la desaparición de las clases sociales y el Estado en un mundo en el que reinaría el comunismo.

¿Cómo llegaría el ser humano a ese estadio superior del desarrollo social? Según Marx, a través de la acción consciente de aquella clase social que no tenía nada que perder más que sus cadenas, el proletariado, que no haría más que montarse sobre la cresta de la ola que arrasaría al capitalismo, víctima de sus propias contradicciones.

Esa ola arrasadora no se daría, sin embargo sino hasta que en el capitalismo las fuerzas productivas no hubieran adquirido un grado tal de desarrollo que permitieran que la sociedad pudiera distribuir la riqueza y bienestar que, hasta entonces, una solo clase social, la burguesía, monopolizaba en detrimento de las mayorías. A esto Marx y Engels le llamaron la revolución proletaria que, para que fuera viable, debería ser mundial.

*Presidente AUNA-Costa Rica


Anxo 1

cuba fidel 1980Encendió las esperanzas de un continente

Maximiliano Pedranzini|
“Ved esta gran sala. Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor.”, decía José Martí, tras la muerte del gran filósofo alemán y padre del socialismo científico Karl Marx en 1883. ¡Y como no retomar estas palabras del “apóstol de la independencia cubana” sobre su compatriota y discípulo libertario Fidel Castro Ruz!, fenecido luego de nueve décadas de vida, siete de ellas dedicadas a la incansable lucha por la liberación de su pueblo, siguiendo los pasos del maestro, quien luchó más de medio siglo antes por la independencia definitiva de la nación a la que ambos ofrecieron su sacrificio, su honra, su fuerza, su espíritu, su ética revolucionaria…

En suma, su vida, no en el sentido de cambiarla por la muerte insensata, sino en el sentido de que a la lucha hay que vivirla, vivificarla, sentirla honda y acabadamente, para enseñarla y que los próximos aprendan de ella. No se enseña si se apuesta por la muerte; no se aprende si los que nos deben enseñar están muertos. Los libros que fueron escritos alguna vez fueron escritos por los vivos son letra muerta si no se tiene la capacidad de resucitarla, de devolverle esa vida con la que alguna vez fueron escritos.

Los libros en este sentido tienen un gran poder, pero limitado. Se necesita a los maestros para que nos enseñen y en esta enseñanza revivan las letras. Maestros que sean pedagogos de su propia experiencia histórica, de su propia memoria, y para ello necesitan permanecer vivos hasta que los designios de la naturaleza digan lo contrario. Porque sin los vivos, sin su persistencia y obstinación sobre la tierra, no hay revolución, no hay nada. Ergo, Fidel fue la más grandiosa obstinación que hayamos tenido sobre nuestro continente y sobre la faz del planeta. De eso no cabe duda.

Fidel enseñó a las generaciones de la segunda mitad del siglo XXque a la lucha hay que acuñarla en vida; no alcanza sólo con la repetición o la reproducción de los ideales de un proyecto revolucionario. La vida de un líder, de sus militantes, son la mejor y más clara luz para cualquier lucha. Fidel lo demostró eligiendo un camino distinto al que sus camaradas y compañeros eligieron durante muchos años y que esas decisiones hicieron que fuera testigo de cómo muchas y valiosas vidas se perdieran entre las cenizas de la historia.

Con Raúl Roa
Con Raúl Roa

Fidel continuó, demostrando que su vida, a partir de la revolución de 1959, tenía un propósito, uno solo que se fue abriendo camino en varias direcciones, y su nombre se fue haciendo en cada una de ellas, con la vida a cuestas en cada paso, con cada caminar. “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino: se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.”, como versa el célebre poema de Antonio Machado, encarna tanto la figura de Fidel como la de la propia revolución. Fidel y la revolución se hicieron camino al andar. Decimos, convencidos de que es así, que Fidel es la revolución y la revolución es Fidel, y al andar, se hace la revolución, que es el camino, único e inagotable; y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar, que la vieja historia de despojo y dominación colonial que el pueblo cubano ha sufrido por casi 500 años. La dictadura pro-yanqui de Fulgencio Batista fue la última senda que la revolución juró no volver a pisar.

Ese ha sido Fidel. Un nombre que por sí solo significa mucho. Tanto que el imperio ha querido desasearse de él incontables veces, en un tiempo donde todo era posible, hasta una guerra nuclear a escala mundial, y ahora lo vemos Tiene un peso y una dimensión que trasciende cada uno de los horizontes que entretejen la historia y que lo han tenido como protagonista.

Escribía Martí sobre Marx, como pudo haber escrito sobre su coterráneo una centuria más tarde: “Ved esta sala: la preside, rodeado de hojas verdes, el retrato de aquel reformador ardiente, reunidor de hombres de diversos pueblos, y organizador incansable y pujante. La Internacional fue su obra: vienen a honrarlo hombres de todas las naciones. La multitud, que es de bravos braceros, cuya vista enternece y conforta, enseña más músculos que alhajas, y más caras honradas que paños sedosos. El trabajo embellece. Remoza ver a un labriego, a un herrador, o a un marinero. De manejar las fuerzas de la naturaleza, les viene ser hermosos como ellas.”(José Martí, “Honores a Karl Marx, que ha muerto”,La Nación,Buenos Aires, 29 de marzo de 1883, enObras Completas, tomo 9, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 388).

El cetro en la palabra de Martí, tan fuerte, sagaz e intensa, que estoy convencido que se las hubiese dedicado al “Caballo” -como le decían a Fidel-, cuyo jinete ha sido el pueblo. La revolución de los trabajadores es un hecho inexorable de la historia cubana, y con ella, la Internacional de la dignidad, que fue su más grande obra.

El mundo ha sido testigo del peregrinaje de sus habitantes, del itinerario que los guía sobre su cuerpo, y como éste está signado por un espíritu de cambio. Fidel recorrió el mundo con un itinerario bien definido, sin medias tintas, sin concesiones ni conciliaciones con los que, por naturaleza social, no lo merecían. Un itinerario que se fue forjando a medida que lo fue recorriendo, y tuvo una preferencia geográfica marcada por sus ideales y práctica revolucionarias: el “Tercer Mundo”.

Ccuba fidel hasta la victoriaompartió escenario con líderes que tuvieron la misma visión anticolonialista y de liberación nacional como Agostinho Neto (Angola), Sankara (Burkina Faso), Allende (Chile), Nasser (Egipto), Nehru (India), Sukarno (Indonesia), Tito (ex Yugoslavia), Malcolm X (EE.UU.) y ZhouEnlai (China), entre otros. Fidel convirtió a La Habana en la capital latinoamericana de la revolución y cuna del socialismo. Nuestra América con Cuba como su voz prometeica se hizo escuchar y le puso los pelos de punta al monstruo imperialista del norte. La toma del cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 fue el inicio en la construcción de este proceso, la primera prueba para demostrar de que estaban hechos.

Tres meses después llegaría el juicio y su histórica defensa, tan propia como cada convicción que la sostenía: “la historia me absolverá”. Creo, sin embargo, que no era necesario esperar que la historia escrita con puño y letra de los vencedores y con la sangre de los vencidos lo absolviera. Una acción promovida desde la ética revolucionaria no requería ningún tipo de absolución, mucho menos la que viene de arriba. Decía Martí sobre Marx: “Karl Marx estudió los modos de asentar al mundo sobre nuevas bases, y despertó a los dormidos, y les enseñó el modo de echar a tierra los puntales rotos.” (J. Martí, “Honores a Karl Marx, que ha muerto”,ob. cit., p. 388). Fidel hizo lo mismo por estas latitudes y lo llevó a la praxis concreta y real. Siguió los pasos teóricos y éticos de su otro maestro. Despertó a los dormidos del continente, sin duda, y fue un poco más allá en esta quimera por poner de cabeza al mundo.

Los pueblos, con su nobleza innata y alma combativa, comienzan a asumir la partida de Fidel, a aceptar su ausencia que sin duda deja un vacío difícil de llenar, sobre todo para los de Nuestra América, que vieron en Fidel el faro para iluminar su derrotero. Martí inspira este pesar con sus palabras: “Lengua áurea, caudalosa y vibrante habla el espíritu de América, cual conviene a su luminosidad, opulencia y hermosura. O la literatura es cosa vacía de sentido, o es la expresión del pueblo que la crea; los que se limitan a copiar el espíritu de los poetas de allende, ¿no ven que con eso reconocen que no tienen patria, ni espíritu propio, ni son más que sombras de sí mismos, que de limosna andan vivos por la tierra?

¡Ah! Es que por cada siglo que los pueblos han llevado cadenas, tardan por lo menos otro en quitárselas de encima.” (J. Martí, “Rafael Pombo”, en La América, Nueva York, abril, 1884, en Obras Completas, tomo 7, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 408). La última oración de esta frase es contundente y vale la pena reiterarla: “(…) por cada siglo que los pueblos han llevado cadenas, tardan por lo menos otro en quitárselas de encima.” Estamos frente a la tesis de la dependencia, no únicamente de Cuba, sino de toda América Latina, desde el río Bravo hasta Tierra del Fuego, que ha encerrado nuestro devenir histórico y sellado nuestro destino.

Este sello vino a romperlo Fidel un 1° de enero de 1959, y desde entonces Cuba ha resistido con entereza e hidalguía cada embate propinado por el imperialismo: invasiones, conspiraciones, cientos de intentos de asesinato por parte de la CIA a Fidel en cuatro décadas, bloqueo económico y financiero, etc. Pero no han podido poner de rodillas a esta pequeña isla con un pueblo que se paró como un gigante entre los gigantes. No por su poderío bélico y financiero o su descomunal demografía, sino por su dignidad. Eso enorgullece a cualquier latinoamericano, hijo de esta tierra.

La desigualdad, la explotación, la lucha de clases, el imperialismo son los males que gobiernan al mundo y definen el destino de los pueblos. Fidel se propuso lucharcontra estas injusticias cruzando el mar Caribe, convencido que ese era el único camino posible para liberar a la humanidad: la insurrección organizada. La presidenta electa de Brasil Dilma Rousseff dijo sobre Fidel: “Fue un visionario que creyó en la construcción de una sociedad fraterna y justa, sin hambre, sin explotación, en una América Latina unida y fuerte”. Sintetiza el carácter que tuvo a lo largo de toda su vida. Muchos vieron, antes y después de Fidel, lo que era Fidel, en lo que se iba a convertir: un visionario que hizo de la praxis revolucionaria un modo de vida, para él y para millones de personas.

Dice Martí: “Una vez reconocido el mal, el ánimo generoso sale a buscarle remedio; una vez agotado el recurso pacífico, el ánimo generoso, donde labra el dolor ajeno como el gusano en la llaga viva, acude al remedio violento.” (J. Martí, “Un drama terrible”, La Nación, Buenos Aires, 1° de enero de 1888, en Obras Completas, tomo 11, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p. 337). La síntesis del espíritu de la revolución cubana en la prosa martiana o una parte de ella. En una carta de Fidel al comandante Hugo Chávez decía: “Viviremos siempre luchando por la justicia entre los seres humanos sin temor a los años, los meses, los días o las horas, conscientes, humildemente, de que nos tocó vivir en la época más crítica de la historia de nuestra humanidad.”(Carta de Fidel Castro a Hugo Chávez, 17 de febrero de 2013).

Con esa visión global de la realidad, impregnada de una profunda sensibilidad y conciencia histórica, Fidel le hablaba, como en sus muchas epístolas, a Chávez, dándole el lugar y la legitimidad que el comandante de la Revolución Bolivariana se había ganado a fuerza de lucha. Estas tantas palabras forman parte de bendición del otrora comandante de la Revolución Cubana a un proceso que le devolvió las esperanzas al sur del continente, luego de años de neoliberalismo. Fidel era una viva inspiración para aquellos procesos que buscan la liberación nacional, los de ayer y los de hoy.

Ahora esta inspiración descansa, como tantas otras y esto genera, por lo menos a mí, un desasosiego. Pero la vida es finita y 90 años es un largo recorrido para alguien que ha hecho de cada uno de esos años una pieza en el rompecabezas de nuestra historia, uno más importante que el otro a medida que iban aumentando esos años. Ahora su extenso periplo llegó a su final, con noventa piezas que retratan la historia más extraordinaria de Nuestra América y el mundo.

Fidel, sólo Fidel. Un nombre como umbral de una gigantesca historia. En uno de los recientes homenajes realizados en Cuba, las palabras, muchas de ellas envueltas en lágrimas, sólo hablaban de gratitud y de persistencia de su legado. No por solemnidad, sino por ser consecuentes y mostrar coherencia a un cambio histórico que pasó de generación a generación desde la caída de la dictadura de Batista. Sin embargo, no se deja entrever, bajo ninguna sospecha, el fin de una etapa. No se vislumbra eso, más allá de la muerte del líder histórico.

Pareciera que, pese a la importancia de su estrella, la revolución trasciende a su líder y fundador. Y eso, naturalmente, es plausible, por el bien del pueblo cubano y de la humanidad. Cuando EE.UU. y Europa enviaban ejércitos imperialistas para invadir naciones soberanas, Cuba enviaba contingentes humanitarios con médicos para salvar millones de vidas. Esto es imperativo recordarlo y reafirmarlo en estos tiempos pre-apocalípticos donde el capitalismo se ha convertido, en cinco siglos de existencia, en la amenaza sistémica más real que haya conocido la humanidad.

Y esto Fidel lo sabía mejor que nadie. Su posición antiimperialista fue inminente y categórica. Un bloque económico que aún continua, es razón suficiente para denunciar al imperialismo, y Fidel lo vino haciendo por más de medio siglo, aunque su delación fue más allá de las fronteras de la isla y miraba siempre hacia el Tercer Mundo, comenzando por el sur de nuestra región. En la carta a Chávez, reafirmaba esta sentencia: “Cuando el campo socialista se derrumbó y la URSS se desintegró, el imperialismo, con el puñal afilado de su bloqueo se proponía ahogar en sangre a la Revolución Cubana (…)”(Carta de Fidel Castro a Hugo Chávez, 17 de febrero de 2013).

La Asamblea se levanta ante la memoria de su líder eterno, sin el más mínimo atisbo de obsecuencia e hipocresía, muy comunes en sociedad políticas burguesas como las nuestras, donde el corazón de un pueblo se abre para aclamarlo. Es la despida del último revolucionario que haya dado Latinoamérica.

Con su muerte, se termina el siglo XX. El siglo más extenso de la historia moderna, en contraste a lo aseverado por el historiador británico Eric Hobsbawm,quien lo caracterizó como el siglo corto (1914-1991), desde la “Gran Guerra” hasta la caída del bloque soviético. Fidel escapa a esta concepción temporal,la atraviesa, trasciende a ella, a sus límites, porque trascendió al olvido de la historia, narrado y rubricado por el poder del capitalismo triunfante de los 90. Ergo, Fidel representó ese siglo, lo encarnó significativamentey lo llevó a nosotros hasta el final de sus días.

fidel-fin1Un hombre entre dos siglos que llevaba consigo los pesos y contrapesos del anterior, y eso es una carga pesada. El espesor de una larga historia cuyas dimensiones residían en su figura. No podemos, por lo tanto, pensar a Fidel con la perspectiva conceptual de Hobsbawm. Es casi un ejercicio inverosímil, porque la superó formidablemente. Con Fidel como parámetro del tiempo, el último siglo ha sido vasto. Una centuria que terminó más tarde de lo esperado,como las ilusiones que alguna vezhubieron en ella. Ahora, el largo siglo XX ha llegado a su fin, por lo menos el que comprende a América Latina. No obstante, esperamos que la Revolución Cubana continúe indemne su curso por el largo camino de la historia.

Si se ha dicho, con certeza y propiedad, que el escritor José Lezama es un “cubano universal”. Entonces, ¿qué podríamos decir de Fidel Castro? Con justicia, el otro gran cubano universal, sin duda. Un militante y, además, un intelectual de la revolución más que comprometido con la causa que desvela a nuestros pueblos, con una visión antiimperialista de las más claras y lúcidas de este tiempo. Con Fidel, la revolución y el socialismo en América Latina se ha universalizado, siendo el último bastión que está de pie sobre el globo y que todavía no lo han podido derrumbar.

Este 25 de noviembre ha muerto Fidel, mas no su legado. Eso es fundamental. Pero si los vivos no lo continúan por y para las próximas generaciones, no lo perpetúan en el tiempo, el arduo trabajo de una revolución puede desmoronarse en cuestión de tiempo y desaparecer, como tantas otras revoluciones a lo largo de la historia. Ese fuego entre siglos que encendió las esperanzas de un continente entero, puede llegar a extinguirse, y eso es lo que más tememos.

*Ensayista. Miembro del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”, de Argentina.

Anexo 2

Y ahora, que no está

fidel-fin-24Sergio Rodríguez Gelfenstein|

Al parecer, mi artículo sobre la transición en Cuba, despertó cierto interés y algunos de ellos, me escribieron opara recordar mi libro publicado en 1993 con el sugestivo título de ¿Y cuándo Fidel no esté?, insinuándome que hablara de ello. Aunque en agosto del año pasado, escribí sobre el tema, me pareció válido rememorarlo a partir de la dinámica que ha adquirido el mismo tras el fallecimiento del líder cubano Fidel Castro.

Inquieto por la situación que habría de crearse cuando ello ocurriera, en fecha tan lejana como 1991 me propuse indagar acerca del pensamiento y la visión de los jóvenes cubanos sobre el tema. Entre diciembre de ese año y enero de 1992 realicé en La Habana una serie de entrevistas a mujeres y hombres cubanos que bordeaban los 30 años. Trece de estas entrevistas dieron origen en 1993 a este libro con portada del artista plástico Aníbal Ortizpozo y publicado por el Vicerrectorado Administrativo de la UCV que conducía el profesor Elías Eljuri, en coedición con la revista Ko´eyú Latinoamericana que dirigía el entrañable amigo Joel Cazal.

En la presentación del libro se expone que el mismo cubre” un espectro de la juventud cubana suficientemente representativo a pesar que el imperativo del regreso nos obligó a postergar otras conversaciones que también tentaban nuestro interés”.

Hoy, ante la fatalidad del hecho cierto: la desaparición física del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro, me parece muy pertinente, dar a conocer nuevamente la respuesta final a la pregunta que cierra la entrevista (que además es la última del libro) a Bruno Rodríguez Padilla,   quien en ese momento, a sus 33 años, era miembro del Buro Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), y director de su órgano oficial, el periódico Juventud Rebelde. Desde marzo de 2009, Rodríguez Parrilla, quien es abogado de profesión, es el ministro de relaciones exteriores de Cuba y desde diciembre de 2012 miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, la más alta instancia de conducción política del país.

Las opiniones dadas hace 25 años por el hoy Canciller cubano cobran gran vigencia y legitimidad cuando se observan en el contexto del momento actual que vive Cuba.  Quisiera extraer dos respuestas de la entrevista que podrían dar luces a aquellos que se inquietan por la llamada “transición cubana” y suponen que la misma comenzó ahora, tras el fallecimiento de Fidel.

Ante la pregunta de ¿Qué significa para un joven cubano en lo individual, y qué significa para tu generación, “mantener el poder conquistado en 1959 en las nuevas condiciones” (difíciles por lo demás?), Bruno afirmó que: “Yo conquisté el poder con un año de edad, en el 59. Se oye mucho en el mundo discutir sobre el poder, sobre cuotas de poder: Mi generación participa del poder, como participan las otras, lo que no quiere decir que la Juventud (Se refiere a al UJC. Nota del autor) no favorezca procesos que aceleren la promoción social de los jóvenes, la presencia de los jóvenes  en las tareas vitales del país, incluso en los niveles de dirección y en las responsabilidades políticas y estatales  más importantes: por eso más que consecuencias de una política , es consecuencia de un hecho de la realidad, como te decía la juventud tiene el espacio que nadie le ha dado, sino que se lo ha ganado con su presencia, donde se decide la Revolución, donde se hace la revolución todos los días. Si tú te pones a revisar la composición del partido, de los órganos locales de gobierno, de los aparatos económicos, de las empresas encontrarás a una generación muy fuerte representada, incluso a generaciones más jóvenes. Eso significa que nosotros asumimos siempre una gran responsabilidad, de hecho sentimos la responsabilidad de compartir el poder de una manera importante. No pretendemos mayores ni menores cuotas de poder, porque en una revolución que sobrevive en las circunstancias actuales, no es realista pretender distribuir el poder en cuotas”.

chefidel1Agregó que: “Esta es una Revolución y un país cuyo poder se sustenta en las mayorías. Lo único que nos queda son las mayorías. A un amigo le preguntaba hace poco: ´¿Ustedes piensan abandonar, dejar la Revolución?`. Él decía ´Eso no lo podemos hacer porque en Cuba lo único que hay es Revolución y mosquitos`. De manera que nosotros participamos del poder de la Revolución en todos los órdenes, en lo que hacemos y en la mayoría que aportamos. El día que la Revolución no tenga una sustancial mayoría, dejará de ser, y dejará de ser una Revolución auténtica”.

Finalmente, la indagatoria cerró con la siguiente pregunta: “¿Consideras que tu generación está capacitada para asumir responsabilidades superiores? Y entre otras cosas algo que en Cuba es una realidad: ¿podrán suplir el ascendiente moral, la capacidad y la experiencia de la generación que derrocó a Batista, en particular el presidente Fidel Castro? ¿Crees que les den esa posibilidad de sustituirlos?

He aquí su respuesta: “En lo personal me siento cumpliendo funciones y asumiendo tareas muy responsables. Me es difícil decir si estoy preparado para desarrollar nuevas responsabilidades en el entendido de responsabilidades superiores. Francamente no me siento desbordado, pero si ante una responsabilidad que considero muy grande, está relacionada con un trabajo en la Juventud y con la dirección de un periódico en las condiciones actuales del país. Es difícil imaginarme una tarea que me sea más complicada. Me siento privilegiado de tener una responsabilidad, la cual todos los días se me presenta difícil, me exige soluciones y me deja poco tiempo.

En lo personal, estoy preparado para hacer varias cosas distintas. He tenido una vida muy dispersa. Fui bastante tiempo dirigente estudiantil, soy abogado, trabajé en los medios académicos, fui profesor universitario, trabajé en los sectores artísticos y literarios ya en la Juventud, estuve en las Fuerzas Armadas un tiempo, estuve en el trabajo internacional de la Juventud y en el servicio exterior y ahora soy director de un periódico, es decir, he hecho cosas bastante diferentes”.

Agregaba más adelante “Hay gente con una visión extraña de la juventud, a veces peyorativa, son los que hablan mucho de la madurez, como si fuera cronológica, y uno no conociera gente muy madura y muy joven y gente muy inmadura y poco joven, como los conozco yo también.

En fin, en esto hay que avanzar, pero, creo que esta es una generación que dispone de un espacio amplísimo, dispone de todo el espacio que se ha ganado, lo cual es decir mucho, y también es decir que los espacios de que no se dis¬¬pone hoy, son espacios a ganarse.

La Revolución es mucho más que Fidel. Sin lugar a dudas que su peso y su participación son extraordinarios, sobre todo en la conducción de este momento súper crítico, no sólo de la Revolución, sino de la historia nacional, pero estoy convencido que no se trata de salir a buscar otro Fidel, entre otras cosas porque no se puede. Tuvimos un Martí, y no tenemos otro, tenemos ahora a Fidel, y soy un convencido, no vamos a tener otro, porque eso es irrepetible, pero hay una generación, (política más que biológicamente hablando) de la que han surgido una cantidad importante de compañeros cuya madurez es capaz de suplir el vacío que deje la dirección histórica de la revolución. Si eso saliera mal, querrá decir que nos equivocamos rotundamente y lo que hicimos tuvo poco valor, pero es necesario decir que una de las extraordinarias virtudes de Fidel, es precisamente ser portador de ese concepto, el haber inculcado eso, el abrir esos canales de participación, y estoy seguro que sin Fidel, todo el mundo, quien esté y quien no esté en la dirección, sentirá una responsabilidad mayor que la que siente hoy.

Bruno Rodríguez, hoy canciller
Bruno Rodríguez, hoy canciller

El relevo de la Revolución está asegurado por la Revolución misma. Es parte de la obra de la Revolución. Ella existe hoy y seguirá existiendo, porque como hasta hoy, en cada momento ha habido una generación que ha asumido su responsabilidad con la patria, y lo que es más importante, ha gestado y ha hecho crecer el relevo necesario”.

Inquieto por la situación que habría de crearse cuando ello ocurriera, en fecha tan lejana como 1991 me propuse indagar acerca del pensamiento y la visión de los jóvenes cubanos sobre el tema. Entre diciembre de ese año y enero de 1992 realicé en La Habana una serie de entrevistas a mujeres y hombres cubanos que bordeaban los 30 años. Trece de estas entrevistas dieron origen en 1993 a este libro con portada del artista plástico Aníbal Ortizpozo y publicado por el Vicerrectorado Administrativo de la UCV que conducía el profesor Elías Eljuri, en coedición con la revista Ko´eyú Latinoamericana que dirigía el entrañable amigo Joel Cazal.   En la presentación del libro se expone que el mismo cubre” un espectro de la juventud cubana suficientemente representativo a pesar que el imperativo del regreso nos obligó a postergar otras conversaciones que también tentaban nuestro interés”.

Hoy, ante la fatalidad del hecho cierto: la desaparición física del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro, me parece muy pertinente, dar a conocer nuevamente la respuesta final a la pregunta que cierra la entrevista (que además es la última del libro) a Bruno Rodríguez Padilla,   quien en ese momento, a sus 33 años, era miembro del Buro Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), y director de su órgano oficial, el periódico Juventud Rebelde. Desde marzo de 2009, Rodríguez Parrilla, quien es abogado de profesión, es el ministro de relaciones exteriores de Cuba y desde diciembre de 2012 miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, la más alta instancia de conducción política del país.

Las opiniones dadas hace 25 años por el hoy Canciller cubano cobran gran vigencia y legitimidad cuando se observan en el contexto del momento actual que vive Cuba.  Quisiera extraer dos respuestas de la entrevista que podrían dar luces a aquellos que se inquietan por la llamada “transición cubana” y suponen que la misma comenzó ahora, tras el fallecimiento de Fidel.

Con juscelino Kubitchek
Con juscelino Kubitchek

Ante la pregunta de ¿Qué significa para un joven cubano en lo individual, y qué significa para tu generación, “mantener el poder conquistado en 1959 en las nuevas condiciones” (difíciles por lo demás?), Bruno afirmó que: “Yo conquisté el poder con un año de edad, en el 59. Se oye mucho en el mundo discutir sobre el poder, sobre cuotas de poder: Mi generación participa del poder, como participan las otras, lo que no quiere decir que la Juventud (Se refiere a al UJC. Nota del autor) no favorezca procesos que aceleren la promoción social de los jóvenes, la presencia de los jóvenes  en las tareas vitales del país, incluso en los niveles de dirección y en las responsabilidades políticas y estatales  más importantes: por eso más que consecuencias de una política , es consecuencia de un hecho de la realidad, como te decía la juventud tiene el espacio que nadie le ha dado, sino que se lo ha ganado con su presencia, donde se decide la Revolución, donde se hace la revolución todos los días. Si tú te pones a revisar la composición del partido, de los órganos locales de gobierno, de los aparatos económicos, de las empresas encontrarás a una generación muy fuerte representada, incluso a generaciones más jóvenes. Eso significa que nosotros asumimos siempre una gran responsabilidad, de hecho sentimos la responsabilidad de compartir el poder de una manera importante. No pretendemos mayores ni menores cuotas de poder, porque en una revolución que sobrevive en las circunstancias actuales, no es realista pretender distribuir el poder en cuotas”.

Agregó que: “Esta es una Revolución y un país cuyo poder se sustenta en las mayorías. Lo único que nos queda son las mayorías. A un amigo le preguntaba hace poco: ´¿Ustedes piensan abandonar, dejar la Revolución?`. Él decía ´Eso no lo podemos hacer porque en Cuba lo único que hay es Revolución y mosquitos`. De manera que nosotros participamos del poder de la Revolución en todos los órdenes, en lo que hacemos y en la mayoría que aportamos. El día que la Revolución no tenga una sustancial mayoría, dejará de ser, y dejará de ser una Revolución auténtica”.

Finalmente, la indagatoria cerró con la siguiente pregunta: “¿Consideras que tu generación está capacitada para asumir responsabilidades superiores? Y entre otras cosas algo que en Cuba es una realidad: ¿podrán suplir el ascendiente moral, la capacidad y la experiencia de la generación que derrocó a Batista, en particular el presidente Fidel Castro? ¿Crees que les den esa posibilidad de sustituirlos?

He aquí su respuesta: “En lo personal me siento cumpliendo funciones y asumiendo tareas muy responsables. Me es difícil decir si estoy preparado para desarrollar nuevas responsabilidades en el entendido de responsabilidades superiores. Francamente no me siento desbordado, pero si ante una responsabilidad que considero muy grande, está relacionada con un trabajo en la Juventud y con la dirección de un periódico en las condiciones actuales del país. Es difícil imaginarme una tarea que me sea más complicada. Me siento privilegiado de tener una responsabilidad, la cual todos los días se me presenta difícil, me exige soluciones y me deja poco tiempo.

En lo personal, estoy preparado para hacer varias cosas distintas. He tenido una vida muy dispersa. Fui bastante tiempo dirigente estudiantil, soy abogado, trabajé en los medios académicos, fui profesor universitario, trabajé en los sectores artísticos y literarios ya en la Juventud, estuve en las Fuerzas Armadas un tiempo, estuve en el trabajo internacional de la Juventud y en el servicio exterior y ahora soy director de un periódico, es decir, he hecho cosas bastante diferentes”.

Agregaba más adelante “Hay gente con una visión extraña de la juventud, a veces peyorativa, son los que hablan mucho de la madurez, como si fuera cronológica, y uno no conociera gente muy madura y muy joven y gente muy inmadura y poco joven, como los conozco yo también.

En fin, en esto hay que avanzar, pero, creo que esta es una generación que dispone de un espacio amplísimo, dispone de todo el espacio que se ha ganado, lo cual es decir mucho, y también es decir que los espacios de que no se dispone hoy, son espacios a ganarse.Fidel Castro

La Revolución es mucho más que Fidel. Sin lugar a dudas que su peso y su participación son extraordinarios, sobre todo en la conducción de este momento súper crítico, no sólo de la Revolución, sino de la historia nacional, pero estoy convencido que no se trata de salir a buscar otro Fidel, entre otras cosas porque no se puede. Tuvimos un Martí, y no tenemos otro, tenemos ahora a Fidel, y soy un convencido, no vamos a tener otro, porque eso es irrepetible, pero hay una generación, (política más que biológicamente hablando) de la que han surgido una cantidad importante de compañeros cuya madurez es capaz de suplir el vacío que deje la dirección histórica de la revolución. Si eso saliera mal, querrá decir que nos equivocamos rotundamente y lo que hicimos tuvo poco valor, pero es necesario decir que una de las extraordinarias virtudes de Fidel, es precisamente ser portador de ese concepto, el haber inculcado eso, el abrir esos canales de participación, y estoy seguro que sin Fidel, todo el mundo, quien esté y quien no esté en la dirección, sentirá una responsabilidad mayor que la que siente hoy.

El relevo de la Revolución está asegurado por la Revolución misma. Es parte de la obra de la Revolución. Ella existe hoy y seguirá existiendo, porque como hasta hoy, en cada momento ha habido una generación que ha asumido su responsabilidad con la patria, y lo que es más importante, ha gestado y ha hecho crecer el relevo necesario”.

*Internacionalista venezolano.


El internacionalista Fidel Castro

Ernesto Carmona|

fidel-fin26Fidel Castro ingresó a la Historia como uno de los grandes personajes latinoamericanos de todos los tiempos. Condujo una revolución que logró consolidarse en las narices del imperio y desde el gobierno de Cuba desafió a EEUU apoyando los esfuerzos revolucionarios latinoamericanos. Puso en jaque a los poderes coloniales y neo-coloniales europeos y estadounidenses al dirigir, desde La Habana, las exitosas expediciones internacionalistas cubanas contra la invasión del sur de Angola por los racistas del apartheid de Sudáfrica y, por el norte, de las tropas de Zaire (ex Congo belga) enviadas a desmembrar esa nación por Mobutu Sese Seko, el títere africano de Europa y EEUU que asesinó a Patricio Lumumba.

Sangre cubana hizo posible la extinción del régimen segregacionista de Sudáfrica y apoyó las luchas por la independencia de Angola, Argelia, Cabo Verde-Guinea Bissau, Namibia, Zimbabwe (ex Rodhesia) y otras naciones africanas que seguían sometidas al colonialismo europeo y al neocolonialismo, como Etiopía.

Fidel adquirió una estatura política mundial equiparable a la del Che Guevara y Simón Bolívar. Sus hechos políticos y militares quedaron registrados en sus escritos y discursos, entrevistas, libros de memorias e incluso biografías de sus detractores. Su pensamiento y acción mantienen plena vigencia en el siglo 21 y cualquier opinión suya merece titulares de la prensa mundial desde hace más de 50 años. Su liderazgo sobrevivió la agresividad constante de 11 presidentes de EEUU, desde D. Eisenhower a B. Obama, y supo evadir más de 600 intentos y conspiraciones de asesinato. ¿Cómo se mantuvo al frente de la jefatura del estado de Cuba prácticamente medio siglo? La vigencia del pensamiento político de Fidel Castro sólo tiene el precedente de los grandes líderes continentales de la lucha anticolonial del siglo 19, por ejemplo Bolívar, San Martín, Toussaint Louverture, entre otros.

La vida pública del líder cubano ha sido un libro abierto desde que inició sus actividades políticas en la Universidad de La Habana y comenzó a aparecer en la prensa cubana de fines de la década de los años 40 del siglo 20. Sin embargo, los vacíos de información suelen llenarse con mitos y mentiras, que de tanto repetirse terminan por considerarse “verdades”. Incluso, ciertos autores distorsionan su origen familiar presentándolo como supuesto “hijo bastardo de un latifundista analfabeto”1, o especulan sobre su vida privada personal, sus mujeres e incluso sus hijos, tejiendo una telaraña de pretendido misterio.

La vida de Fidel es la historia de la Revolución Cubana, que ha motivado libros y películas, pero aún así muchos aspectos relevantes quedan en la penumbra, la ignorancia o el relleno de la mentira. Las generaciones jóvenes y quienes no conocieron de cerca los hechos históricos que Fidel comenzó a protagonizar en América Latina desde fines de los ‘40 tienen generalmente la visión distorsionada de su historia personal y política, aquella imagen construida por la propaganda estadounidense. Ocultar la verdad o distorsionarla es tarea permanente de los mega consorcios periodísticos y la “industria cultural” estadounidense que penetra a todo el planeta con los bestsellers de una seudo literatura dirigida, el cine tipo Hollywood y la producción de películas de TV-basura de las grandes cadenas corporativas. Esta crónica apenas pretende rasguñar el muro de la desinformación.

El origen
Fidel Alejandro Castro Ruz fue el tercer vástago de una familia rural de clase media-alta acomodada, fundada en “segundas nupcias” por el emigrante español Ángel María Bautista Castro Argiz. Nacido en el día de San Hipólito y San Casiano, el 13 de agosto de 1926, en Birán, Provincia de Oriente –hoy llamada Granma–, Fidel comenzó a adquirir notoriedad política como dirigente estudiantil cuando cursaba la carrera de derecho en la Universidad de La Habana, donde ingresó en septiembre de 1945.

Eb plena crisis de los misiles
Eb plena crisis de los misiles

Pero su mayor proyección internacional como dirigente político de nuevo estilo en América Latina provino de su primer esfuerzo por iniciar una guerra popular contra la dictadura de Fulgencio Batista a partir de la captura del Cuartel Moncada, la segunda fortaleza del ejército del dictador, y otras edificaciones emblemáticas del oriente cubano. A pesar del fracaso de su primer intento, la guerra contra la tiranía de Batista comenzó igual, sólo que un poco más tarde… y culminó con éxito. No sólo se destruyó una dictadura, sino que se creó una nueva sociedad a 150 km del imperio estadounidense.

En la madrugada del 26 de julio de 1953, un grupo de 165 jóvenes comandados por Fidel Castro atacó simultáneamente varios objetivos militares y símbolos del poder en las cercanías de Santiago, en el oriente cubano. El grueso de los combatientes, reclutados personalmente por Fidel, se concentró en asaltar el Cuartel Moncada, sede del regimiento Antonio Maceo. Otras unidades se encargaron del Hospital Civil y del Palacio de Justicia de esa ciudad, mientras otro grupo atacó sincronizadamente el cuartel militar Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, ciudad oriental de tamaño mediano, ubicada cerca de la Sierra Maestra. Para estas acciones militares Fidel reclutó y adiestró a un pequeño ejército de hasta 1.200 jóvenes cubanos2.

Si el liderazgo del grupo que asaltó la fortaleza del ejército le dio a Fidel Castro una importante proyección internacional, un impacto mucho mayor provocó su posterior autodefensa –“La Historia me absolverá”– pronunciada el 16 de octubre de 1953, durante el juicio contra los jóvenes rebeldes. Su exposición fue un ensayo incisivo sobre la historia y la realidad presente de Cuba y América Latina, desarrollado de memoria ante los jueces, en incomunicación absoluta y sin libros de historia ni textos jurídicos para consultar. La profundidad de esta alocución lo consagró como un estadista, forjador y conductor de revoluciones.

Reconstruida después en prisión por su propio autor, esta notable y documentada pieza oratoria se difundió rápidamente como un programa de gobierno que se convirtió en un clásico del pensamiento político y un dramático reclamo de libertad comparable al “Reportaje al pie del patíbulo” del periodista checo Julius Fucik, asesinado por los nazis en Berlín, el 8 de septiembre de 1943, o la autodefensa de Jorge Dimitrov cuando fue acusado del incendio del Reichstag perpetrado por el nazismo alemán.

La victoria en Cuito
La victoria en Cuito

Tras su auto defensa, Fidel siguió haciendo noticia. Bajo la presión de la fama internacional y la solidaridad mundial concitada por el preso político, la dictadura de Batista tuvo que liberarlo de la prisión de Isla de Pinos, el 15 de marzo de 1955, y dejarlo partir al exilio en México. A fines del año siguiente, exactamente el 2 de diciembre de 1956, Fidel reapareció en Cuba al mando de 82 combatientes que navegaron desde México, a bordo del pequeño yate Granma, para dar inicio a la campaña militar que pasaría a la Historia como la guerrilla de la Sierra Maestra. A bordo también llegó a la isla un argentino entonces desconocido, Ernesto Guevara de la Serna, “el Che”. La guerra contra la tiranía desatada por Fidel y sus hombres logró el apoyo del pueblo y, finalmente, la lucha armada erradicó al dictador Fulgencio Batista, quien huyó del país durante la noche de año nuevo del 1º de enero de 1959, dos años y un mes después del desembarco del Granma.

El padre
Cuando llegó a Cuba a cumplir con su servicio militar en el ejército colonial, el joven soldado español Ángel María Bautista Castro Argiz jamás se imaginó que allí engendraría doce hijos y que uno de los nueve que sobrevivieron hasta la edad adulta sería jefe del Estado durante casi medio siglo. El progenitor arribó como recluta hacia 1895, con un poco más de 20 años. Cuba todavía era colonia española y justo comenzaba su segunda guerra por la independencia.

El joven gallego alcanzó a vivir los últimos estertores del imperio colonial hispano en tierras americanas. Durante un par de años sirvió en la fuerza militar colonial en suelo cubano, pero el ingreso de EEUU a la guerra definió rápidamente la suerte de España y Puerto Rico en América y Filipinas en Asia. El futuro padre de Fidel Castro retornó a su país en agosto de 1898, al igual que miles de soldados de la corona española repatriados tras la derrota. La superioridad bélica del naciente imperio estadounidense se impuso rápidamente sobre el gastado colonialismo hispano.

Pero el ex conscripto gallego regreso a la isla al año siguiente, exactamente el 4 de diciembre de 1899, día de su cumpleaños número 24. Esta vez no llegó para hacer la guerra sino a construirse un destino. Este regreso fue clave para lo que ocurriría exactamente 60 años después, el triunfo de la Revolución conducida por el hijo del inmigrnte. Por angas o por mangas hechos simples de la vida humana traen consigo grandes sorpresas y parabienes. Cumplida con creces la tarea, el hombre de Birán regresa ahora al terruño oriental.