Villegas: “El arma atómica para comunicar es el pueblo, no la burocracia”

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CLODOVALDO HERNÁNDEZ | En entrevista para el diario que dirigió hasta hace pocos días, el flamante ministro de Comunicación e Información de Venezuela asegura que se mantendrá, en lo posible, de bajo perfil. “No creo que un ministro de Comunicación deba andar por ahí pescueceando para salir en los medios. Si me toca ser vocero, lo seré, pero no más allá de eso”, puntualiza.

 

Ciudad CCS

—Julio Borges quiso “salir a enamorar chavistas”. Usted ha dicho que la Revolución debe hablarle a los no convencidos. ¿Será como salir a enamorar antichavistas?

—¡Dios me libre de emular la expresión que a la inversa acuñó Julio Borges, pero sí sé que hay mucha gente que está del lado de allá que debería estar del lado de acá. Algunas lo están por razones que exceden lo comunicacional, pero con más información, reconocimiento y respeto podrían tener otra posición. No es que se vuelvan chavistas, sino de darles elementos para que, aun con la crítica, dejen de votar contra sí mismos, de tener una posición política suicida, contra su familia, contra su clase social. Además, incluso los que no se van a convencer tienen derecho a estar informados y es nuestra obligación informarles.

—Las audiencias están segmentadas: quienes leen, oyen o ven medios de la derecha no quieren informaciones ni opiniones sospechosas de chavismo, mientras los revolucionarios no quieren opositores en los medios públicos. ¿Cómo romper ese bloqueo?

—Primero, la comunicación de la Revolución es más que los medios públicos. Hay acciones políticas que tienen un efecto comunicacional y deben ser pensadas como tales. La comunicación es un hecho político y los hechos políticos son comunicacionales. No podemos reducir los desafíos de la comunicación bolivariana a un problema del Ministerio o de los medios. Hay mucho por hacer en materia de contenidos, de discurso periodístico, en los campos de la educación y la cultura, hay un amplio territorio más allá de los extremos que están bloqueados. Pronto vamos a convocar a unas jornadas de reflexión y acción comunicacional para construir una propuesta colectiva, en el espíritu autocrítico que el Presidente ha pedido. No será una discusión infinita, una torre de Babel que no conduzca a nada, ni tampoco un debate tecnocrático de sabihondos. Copiaremos de la experiencia lograda en la consulta pública en materia de seguridad ciudadana.

—El Presidente arranca esta nueva fase subrayando la necesidad de comunicar mejor. ¿Él ha adquirido una conciencia más profunda sobre ese tema?

—Es una preocupación añeja del Presidente. Fue el primero de catalogar la comunicación como la falla tectónica de la Revolución. Él, con razón, ha dicho que no tenemos un verdadero Sistema Nacional de Medios Públicos, pero hay que reconocerle a la gestión de Andrés Izarra el avance en la coordinación, especialmente en el aspecto técnico. Ahora debemos reflexionar más sobre los contenidos que les damos a esos “hierros”.

—El Presidente planteó lograr otro nivel de la comunicación popular, al que caricaturizó con el cuento de llegar con un caballo y un megáfono a la plaza de un pueblo a difundir noticias. ¿Esas modalidades, como la difusión a viva voz, carteleras y periódicos murales, tienen cabida en un momento de gran desarrollo de medios virtuales y electrónicos?

—Bueno, el Presidente no lo caricaturizó, lo ilustró. Otros quisieron caricaturizar lo que él dijo… Esas modalidades son absolutamente pertinentes. En Ciudad CCS colocamos el periódico en la calle, en una cartelera, y es satisfactorio ver a los transeúntes leyéndolo. Las experiencias con esas formas alternativas demuestran que la supuesta comunicación de masas muchas veces deja por fuera a las masas. Se tiende a creer que todo el mundo lee periódicos, ve televisión, tiene Twitter y Facebook. No es cierto. Podemos hacer intervenciones quirúrgicas comunicacionales para llegar a públicos específicos. Esto es importante sobre todo para un gobierno hiperactivo como este, que tiene más de 500 obras esperando ser inauguradas.

—Por cierto, ¿volverá Aló, Presidente?

—No estoy autorizado para decirlo. Pero es posible. Chávez va tomando decisiones de manera estratégica.

—Informar sobre obras del Gobierno tropieza con otro gran obstáculo: mucha gente no lo toma como periodismo, sino como propaganda. ¿Cómo superar esa barrera?

—Es uno de los grandes desafíos: comunicar con credibilidad. Más que la declaración de un funcionario, debemos mostrar el testimonio de un pueblo. El arma atómica de la Revolución para comunicar es el pueblo, no la burocracia, ni el tono engolado de la información oficial. Si el pueblo está participando no hay que bajarle una información, sino de acompañarlo en esa participación, es decir, comunicar en lugar de divulgar. Más que cuántas viviendas se construyeron, debemos mostrar a las familias que las reciben creando formas de convivencia y organización y presentar también las deficiencias, los errores, porque la información oficial no puede ser decir que todo es color de rosa. También hay que mitigar la cultura de la transmisión en vivo y fortalecer la capacidad de preparar productos más reposados y estables.

—Hay temor en la “infantería comunicacional”, los que se han fajado con los medios opositores más duros, ante la posibilidad de que estos cambios signifiquen un ablandamiento, una desautorización para ellos. ¿Qué les dice?

—No hay que bajar la guardia frente a la amenaza que supone un enemigo que no es majunche, pues se trata del gran complejo industrial, militar y financiero mundial. Hago un reconocimiento a quienes han estado en la primera línea de combate. No le resto méritos a nadie, pero debemos tener la capacidad de hacer los ajustes necesarios para el momento histórico. Un Gobierno con tanta actividad debe fijar la agenda pública, no estar subyugado por la de Globovisión.

Un ministro que fue bombero

Ernesto Villegas Poljak (Caracas, 1970) es periodista egresado de la Universidad Central de Venezuela, donde realizó también estudios (no concluidos) de Derecho. Graduado en la Escuela Técnica Industrial de Coche (en electrónica), su vida parecía enrumbarse lejos del periodismo, donde ya brillaban sus dos hermanos mayores, Mario y Vladimir. Pero el oportuno consejo de un amigo del primero, el periodista Héctor Landaeta, lo animó a seguir ampliando la dinastía.

En su fogueo profesional ha trabajado para empresas privadas como El Nuevo País, Quinto Día y El Universal. Es autor del libro Abril, golpe adentro, sobre los sucesos de 2002. Hasta el momento de ser designado ministro de Comunicación e Información, fue moderador de Venezolana de Televisión y director de Ciudad CCS.

De niño y adolescente fue bombero voluntario y quién quita que los conocimientos que adquirió en las brigadas de jóvenes apagafuegos le sirvan en su nuevo rol. “El Presidente me dio esta responsabilidad inmensa, lo cual le agradezco mucho, pero no voy a ser yo, con una varita mágica, quien haga todo lo que está pendiente”, advierte.

Revela que se mantendrá, en lo posible de bajo perfil. “No creo que un ministro de Comunicación deba andar por ahí pescueceando para salir en los medios. Si me toca ser vocero, lo seré, pero no más allá de eso”, puntualiza.

¿Cómo se siente en el rol de entrevistado, luego de tanto tiempo de ser quien hacía las preguntas?, le preguntamos. Y responde: “Envidioso, je, je”.