El gobierno de Lula en el laberinto neoliberal
Jeferson Miola
En el libro The Old is Dying y lo nuevo no puede nacer, Nancy Fraser resume bien el desafío de la izquierda y el progresismo frente a la compleja crisis del capitalismo en la fase de ultra-financierización. Para Fraser, el tipo de cambio que exigimos sólo puede venir de otro lugar, de un proyecto que es, como mínimo, anti-neoliberal, si no anti-capitalista.
Ella entiende que tal proyecto puede convertirse en una fuerza histórica sólo cuando gana cuerpo en un bloque contra-hegemónico. Sólo uniendo una política de distribución fuertemente igualitaria con una política de reconocimiento sustancialmente inclusivo y sensible a la clase, podemos construir un bloque contra-hegemónico capaz de llevarnos más allá de la crisis actual, en la dirección de un mundo mejor, dijo.
Se necesita «romper definitivamente con la economía neoliberal. El neoliberalismo, bajo cualquier manto, no es la solución, sino el problema».
Fraser advierte que si se fracasa ahora en la concretización de alternativas antineoliberales, «prolongaremos el interregno actual, un intervalo de tiempo entre el viejo orden moribundo y el nuevo orden que aún no ha logrado convertirse en hegemónico, y estaremos infringiendo a la clase obrera y a los oprimidos una exposición cada vez más amplia de síntomas morbosos, sufrimientos, explotación, violencia y derrotas.
En el discurso en la ONU [19/9], bajo un análisis convergente con el diagnóstico de Fraser, Lula destacó que la ultraderecha surge de los escombros del neoliberalismo. Es decir, la arrastrada crisis neoliberal funciona como una «incubadora» de los fascismos contemporáneos y neofascismos, en el que los bufones y demagogos magnetizan corazones y mentes de vastas mayorías populares engañadas, desesperadas y resentidas por el anuncio de las proclamadas promesas neoliberales de prosperidad, paz, bonanza y crecimiento individual por mérito propio.
En una entrevista durante la COP28 [5/12], Lula advirtió del peligro de enormes reveses derivados de las recientes victorias de la extrema derecha en Holanda y Argentina.
La victoria de Milei, un resultado sociológica y racionalmente impensable en un país como Argentina en otros tiempos, refleja la incredulidad de amplios estratos sociales y electorales del peronismo con las desastrosas decisiones de Alberto Fernández, tomadas en el marco del neoliberalismo y obedientes a las imposiciones de austeridad del FMI.
El resultado neto de estas políticas fue el desprendimiento de las bases sociales y electorales del peronismo y su desplazamiento automático a la extrema derecha, sin haceer siquiera pit stop, detenerse en la derecha tradicional que aún quedaba: la coalición de Maurício Macri y compañía.
Chile, mientras tanto, tal vez debería ser considerado un «marcador del peligro fascista», aún más preocupante que los ejemplos citados por el presidente Lula. Entre la rebelión popular de 2019 y la época actual, hubo una impresionante aceleración de la coyuntura política y social en el vecino país andino. En un sentido claramente antipopular y antidemocrático.
La creencia de la mayoría insurgente del país de que Chile pasaría de cuna a tumba del neoliberalismo, no resitió a pocos meses de gobierno de Gabriel Boric. Además de los errores infantiles, el gobierno de Boric también ha apostado todas las fichas en la gestión de la profunda crisis neoliberal con recetas neoliberales. La derrota del proceso constituyente y la erosión de la popularidad del gobierno son los principales saldos de estas opciones.
Estas dinámicas nacionales ofrecen pistas sobre las raíces de este fenómeno que resurge en la historia como un movimiento de fuerza perturbadora, que se expande a escala mundial como respuesta del capitalismo a la crisis aguda/crónica de la ultrafinancierización capitalista.
El análisis de Nancy Fraser muestra los dilemas, límites y, sobre todo, los peligros para el gobierno de Lula, que sufre de dos síntomas que esta pensadora estadounidense describe. Por un lado, el gobierno de Lula está preso en el laberinto neoliberal al tomar decisiones de austeridad económica y fiscal, cuyas principales expresiones son el marco fiscal y la irrazonable obsesión con el déficit cero.
Y, por otro lado, en lugar de conformar un bloque «contrahegemónico capaz de llevarnos más allá de la crisis actual», como aboga Fraser, Lula se vuelve cada vez más rehén del sistema anti-republicano de achaque, chantaje y extorsión de un Congreso corrupto.
La reversión de las expectativas sociales generadas con la victoria del 30 de octubre puede comprometer la gobernabilidad y la supervivencia no sólo del gobierno, sino de la propia democracia brasileña. Será el precio amargo que se pagará por la opción de actuar como coadministrador de la crisis neoliberal, en lugar de responder a las emergencias sociales y nacionales desde una perspectiva antineoliberal.
Cuando Lula vuelve a pedir la reacción de los movimientos sociales y de los partidos de base para apoyar al gobierno, puede llegar tarde. La gente, en su mayoría, ya puede ser secuestrada por el encanto del fascismo y sus redes efectivas de agenciamiento de afectos resentidos.
*Miembro del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)