Kabul, Washington, Caracas
Leopoldo Puchi|
La retirada de las tropas de Estados Unidos de Afganistán pudiera sugerir que en Washington se ha producido una redefinición sobre su presencia en el mundo y sus relaciones con otros países, lo que favorecería una evolución positiva de las negociaciones indirectas que sostiene con Venezuela, así como del proceso interno de pacificación en curso, en el marco del diálogo iniciado en México.
Dos hechos alimentan la percepción de que en la élite estadounidense se ha producido una modificación de su política internacional. De una parte, la declaración de Joe Biden en la que afirma: “No fuimos a Afganistán para construir el país. Y es el derecho y la responsabilidad solamente del pueblo afgano de decidir su futuro y cómo desean gestionar su país”, lo que se traduciría en que no habría intervenciones para crear democracias.
El otro hecho corresponde a la lectura según la cual EEUU se retira porque ha sufrido una derrota absoluta y no habría obtenido nada de su ocupación de Afganistán.
Ahora bien, en ambos casos, la interpretación que se hace no corresponde plenamente a la realidad. No ha habido un viraje, ya que en las ocasiones anteriores en que EEUU ha invadido o intervenido para cambiar gobiernos no lo ha hecho para construir países o exportar democracia, sino en razón de sus intereses geopolíticos.
Como dice la célebre sentencia de Lord Palmerston, “No tenemos aliados eternos, y no tenemos enemigos perpetuos. Nuestros intereses son eternos y perpetuos, y nuestra obligación es vigilarlos”. De manera que las banderas ideológicas cumplen un papel justificativo en las cruzadas que se emprenden.
Archipiélago
Tampoco es correcto considerar que EEUU sale de Afganistán sin haber logrado objetivos en función de su liderazgo mundial. Ciertamente, el caos de la evacuación representa una imagen de debacle, debilidad y desorden, ‘impropia’ de una superpotencia. Y, por supuesto, el retirarse sin doblegar ni conquistar tiene el sabor de una derrota, pero el objetivo de la represalia, real y simbólica, por la destrucción de las Torres Gemelas, tuvo sus resultados iniciales.
Y el objetivo estratégico de contener a fuerzas y movimientos que utilizan el método del terrorismo para oponerse al control por EEUU del Asia Central y del Medio Oriente fue alcanzado parcialmente.
Sobre el terreno permanecerán fuerzas aliadas de EEUU que incidirán en la región, en la medida que la estrategia central es que un archipiélago de países, envueltos en convulsiones, no se asocien al crecimiento de otras potencias como Rusia, China, Irán, que han emergido y han roto la unipolaridad heredada del fin de la Guerra Fría.
Amenaza inusual
Ya que la interpretación que se hace de lo ocurrido en Afganistán no corresponde a la realidad, no puede hablarse de que se ha producido un viraje en la política estadounidense, por lo que las tensas relaciones entre Washington y Caracas continuarán bajo el pulso trazado por la declaratoria de 2015 de Venezuela como amenaza inusual y extraordinaria, definición que nada indica que será retirada luego de lo sucedido en Afganistán.
Solo una actitud muy inteligente y firme de los países latinoamericanos podrá hacer entender a las élites estadounidenses la necesidad de un viraje profundo que permita de verdad “respetarnos y caminar juntos”, sobre la base de una nueva política de Estado que le ponga fin a la doctrina Monroe, en tanto que cuadro normativo de sus relaciones con el continente.
Acuerdos parciales
Entretanto, sin esa redefinición, las negociaciones Caracas-Washington, reiniciadas de forma indirecta en México, difícilmente alcanzarán acuerdos de profundidad, sino de carácter parcial, lo que obviamente no se puede desestimar, aunque la meta deseable tendría que ser de un alcance mayor.
Por el momento, EEUU se ha negado a una negociación directa y no ha dado signos de que abandonará la estrategia de poder dual, lo que limita el horizonte de entendimientos, aunque es posible que haya convenios para el uso de algunos fondos de Venezuela.
En cuanto a la dimensión interna del conflicto, hoy son más numerosos los segmentos dispuestos a acogerse al proceso de pacificación facilitado por el diálogo de México, lo que se reflejará en la participación en las elecciones regionales de noviembre. Proceso de entendimiento que tendrá que ser acompañado por medidas de reinstitucionalización, en lo inmediato y en el futuro, que lo garanticen y abran otras puertas para nuevos avances.