Oposición venezolana, con rumbo fijo y sin fe

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MARCOS SALGADO | La Plaza Venezuela de Caracas no es un buen lugar para finalizar una marcha. O sí, según se lo mire. El chavismo la suele utilizar como punto de partida en movilizaciones hacia el centro. Pero este sábado la oposición culminó allí lo que prometían sus voceros sería una masiva movilización para repudiar al gobierno, pero al cabo fue apenas un modesto mitin que sirvió para poner en escena a algunos candidatos a alcaldes y desnudó otra vez la formidable crisis del costado político de la conspiración permanente contra el primer gobierno chavista.

23-11-2013-HCR-MARCHA-23N-HG-8-1-630x378La plaza Venezuela, en rigor, no es una plaza. Es una gigantesca redoma dominada casi por completo por una imponente fuente. Al sur limita con una avenida importante, de unos cinco canales, al norte, por un más pequeño espacio donde convergen tres calles y al este remonta una calle de tres canales estrechos con una mínima acera de un lado y una protección que la divide de la salida de un túnel vehicular del otro.

En esa pequeña gaveta de no más de 15 metros de ancho por sesenta de largo se realizó un acto que congregó, según los cálculos más optimistas, unas 5.000 personas. Aunque la convocatoria, profusamente difundida por la prensa opositora y viralmente reproducida en las redes sociales, invitaba también a una marcha, esta nunca llegó a ser.

Quienes arribaban a la plaza desde el este de la ciudad lo hacían caminando por el bulevar de Sabana Grande, donde decenas de miles de personas a lo largo del gran paseo realizaban compras navideñas o formaban multitudinarias colas ante las grandes tiendas que fueron obligadas por el gobierno de Nicolás Maduro a bajar sus precios de usura, verificados especialmente en artículos importados con dólares entregados por el Estado al baratísimo cambio oficial de 6,30 bolívares por dólar.

A veinte bolívares se vendía el agua en el mitin opositor. Y a veinticinco tres latitas de cerveza. En menos de un minuto los vendedores ambulantes crearon ofertas y combos, al verificar que los engavetados se desvanecían más rápido que el agua entre los dedos.

Minutos antes, su “líder”, Henrique Capriles, los había enviado a casa, tras un discurso en donde aseguró que se debe ganar la calle, y reeditó el esquema tradicional de la oposición: vamos a votar porque vamos a ganar, pero si perdemos hubo fraude porque el sistema electoral está controlado por el régimen.

Más temprano otros referentes opositores (la mayoría candidatos a alcaldes en municipios metropolitanos) condenaban al gobierno por la detención de Alejandro Silva, el “jefe de giras” (así se lo definió) de Capriles. Mientras unos decían que estaba “desaparecido”, otros aseguraban que estaba preso en la Dirección de Inteligencia Militar y otros hasta contaban que lo habían visitado y recibido su mensaje de confianza y aliento. En la tarde del sábado el opositor (de quien se sospecha tramaba sembrar violencia en su propio acto) fue liberado.

Sobre los golpes dados por el gobierno a la especulación y la usura, nadie decía nada. La estrategia en ese punto fue prometer que todo estará peor en enero, que los comerciantes deberán cerrar, que las empresas no tendrán insumos. El caos que pronosticaban (y planificaban) para octubre de 2013 cambió de fecha ahora para enero de 2014.

¡Quieren que esto sea Cuba! gritaba en solitario una señora un buen rato después del acto de la gaveta a quienes esperaban en una larga fila que comenzaran las ventas rebajadas en una sucursal de la cadena Traki. Los de la cola le retiraban la mirada con fingida desatención, como quien busca evitar a un loco en el Metro.