Ruido de sables
ELEAZAR DIAZ RANGEL |Con esa expresión, ruido de sables, se identifica en América Latina la existencia de algún movimiento al interior de las fuerzas armadas de grupos de oficiales, generalmente de coroneles hacia abajo, con apoyo de civiles de derecha, organizados y decididos a subvertir el orden constitucional y mediante golpes de Estado deponer a gobiernos electos, legítimamente establecidos, aunque no siempre de orientación democrática pese a su origen.Últimas Noticias
La historia de nuestros países en todo el siglo XX está plagada de esa concepción golpista del poder, que una vez triunfantes devenían en dictaduras militares que ahogaban las libertades públicas y se mantenían con regímenes de terror y el apoyo de Estados Unidos, si es que no habían sido instigados por el Pentágono, y defensores de la “Doctrina de Seguridad Nacional”. Algunas de esas dictaduras conservaron el poder durante décadas, como la del general Stroessner (Paraguay), y países hubo donde los golpes de Estado se producían a cada rato (Bolivia); algunos eran dirigidos contra gobiernos de centro-izquierda, (Gallegos, Arbenz, Goulart, Frondizi, Allende), o excepcionalmente, para imponer gobiernos con esa orientación: Omar Torrijos (Panamá), general Velasco Alvarado (Perú) y general Juan José Torres (Bolivia), y en ocasiones para derrocar a un mismo político hasta cinco veces como es el caso de Velazco Ibarra (Ecuador).
Del Diccionario Temático abreviado iberoamericano extraigo de su definición de golpe de Estado: “Recurso político utilizado normalmente por las clases dominantes para mantener su hegemonía en el poder (o recuperarla, DR)… Es ejecutado por fuerzas militares, por presiones ejercidas normalmente, por grupos económicos y/o intereses extranjeros. El golpe de Estado puede proceder también de decisiones internas de los militares, vinculados a proyectos de corte populista…”.
¿Y por qué ese comentario? ¿Acaso se escuchan esos ruidos? No, es a propósito de que hoy se cumplen 65 años del derrocamiento del presidente Rómulo Gallegos, y el colega Enrique Rondón me preguntó por radio, qué diferencia hay entre la situación de entonces y la de hoy.
En mi opinión, existen dos diferencias sustanciales; una, esos años eran de golpes y dictaduras militares en América Latina apoyadas desde Washington, y era natural que las Fuerzas Armadas venezolanas resultaran contaminadas; en esa época Chorrillos, en Perú, fue escuela para oficiales pregolpistas, y Pérez Jiménez fue uno de sus destacados alumnos. E, internamente, las relaciones de AD con las FAN no pudieron ser más melindrosas, de elogios y adulancia, sin ningún esfuerzo por lograr cambios en la conciencia de sus oficiales a favor de la democracia y la constitucionalidad.
La situación de hoy en América Latina es radicalmente distinta. ¿Desde cuándo no se escuchan ruidos de sables en Argentina y Bolivia, por ejemplo? Además de los cambios habidos en el seno de casi todos los ejércitos de la región, ha habido otros más importantes con los avances hacia la integración. Unasur fue fundamental para abortar los intentos sediciosos en Bolivia y en Ecuador y, en cualquier imprevisto, están decididas a emerger para enfrentar y aislar situaciones golpistas.
Y en el interior, alguna vez me lo comentaba José Vicente Rangel, y más recientemente el almirante Orlando Maniglia, sobre la transformación de la Fabn, cada vez más conscientes de su rol en este proceso y en defensa de la democracia y de la constitucionalidad.
En el legado de Hugo Chávez, seguramente estos cambios en la institución, en su oficialidad y en sus tropas, es de lo más trascendente de la influencia que ejerció. Bastaría recordar que en 2002-2003, durante los 62 días de paro, sabotaje y oficiales “alzados” en Altamira, no hubo ni un conato de alzamiento de una compañía o de un batallón, siendo ese como fue el momento de mayor debilidad de Chávez en el poder. Hoy, en ningún país suramericano existe una mayor identificación Fuerza Armada-pueblo como aquí.
Lo que no niega los esfuerzos de la ultraderecha, con oficiales retirados sin mando alguno, y los deseos del Pentágono y sus servicios de inteligencia por infiltrar la institución armada.