México y Goliat: Unidad nacional: ¿para qué y entre quiénes?

José Valenzuela Feijóo|

El modelo neoliberal mexicano, vigente en el país desde 1982, ha provocado efectos desastrosos en el grueso de la población. Luego de tres décadas y media de vigencia, el producto por habitante está cuasi estancado, la distribución del ingreso se ha tornado brutalmente desigual y al finalizar 2016, la población que opera en ocupaciones informales (la marginalidad) se acerca a un 60% del total. Y las perspectivas para los próximos dos años son aún peores. En el país, el modelo neoliberal ha perjudicado a la aplastante mayoría. Y de acuerdo a estudios muy serios, ha beneficiado a un delgado 3-5% de la población.

En este marco, el triunfo de Trump en EE.UU., de acuerdo a sus declaraciones, podría provocar un serio quebranto en el funcionamiento del neoliberalismo mexicano. Esto, a partir de la política proteccionista y de reestructuración del TLC que impulsa Trump. Con ello, los que en México se han beneficiado del modelo, han entrado en estado de shock. El mundo se les viene encima y el terror los sobrecoge. También, entran en una especie de crisis de credibilidad: ¿cómo es posible que el gran patrón, el gran orientador y gurú, los empiece a traicionar? Es decir, ¿cómo es posible que les cambie las reglas del juego y que, como en tiempos de los reyes merovingios, empiece a adorar lo que había quemado y a quemar lo que había adorado, digamos el mal llamado “libre comercio” (que de libre nada tiene)?

La reacción de la cúpula neoliberal (banqueros, exportadores, políticos que les sirven) ha sido bastante patética: “Trump está loco” (antes sostuvieron que su triunfo era imposible), “Trump no sabe de teoría económica” (¿no es sabihondo como el canciller Videgaray?), “Trump se estrellará contra las duras realidades, al igual que todos los populistas”. Todas estas manifestaciones son simples expresiones de miedo, de quien ve que de súbito se le aparece la guadaña de la muerte. Y se puede constatar que no hay ningún afán por entender racionalmente el porqué del triunfo de Trump. Y no es necesario invocar a Freud o a Carl G. Jung, para advertirlo: el triunfo de Trump es una muy clara expresión política del fracaso y crisis estructural del modelo neoliberal en Estados Unidos.

El bloque de poder o cúpula neoliberal mexicana tiene razón en algo no menor: las orientaciones de política económica que pudiera impulsar Trump deben atascar y dañar seriamente el funcionamiento del modelo económico que tanto los ha beneficiado. Y como es lo usual en todas las clases dominantes, piensan o proclaman que lo que es bueno para ellos, es bueno para todo el país. Por lo mismo pasan a señalar lo que creen es una igualdad matemática: lo malo para el neoliberalismo mexicano es también muy malo para el pueblo mexicano.

En consecuencia, han pasado a promover la necesidad de una unidad nacional: “Todos en defensa de la patria amenazada”. En lo cual, según señala la regla, por patria amenazada se entiende “el modelo neoliberal mexicano amenazado”. Como tal vez diría Salinas de Gortari, emulando a Thiers, “la patria soy yo, queridos compatriotas”. En resumen, lo que es el interés particular de la clase o fracción dominante, se presenta como el interés general de la nación, de todas las clases, incluyendo a las más perjudicadas. Esta transfiguración es lo propio de toda ideología dominante, la que no es sino la ideología particular y propia de la clase dominante. La contraparte de ese dominio ideológico de los de arriba, valga el recuerdo, es la vigencia de un pueblo masoquista. Y un pueblo es masoquista cuando apoya a la clase que lo explota. Es decir, cuando no tiene conciencia de cuáles son sus reales intereses. Los cuales, en el caso que nos interesa son absolutamente opuestos al esquema neoliberal.

El verso de la unidad

El presidente Peña Nieto y su grupo obviamente no quiere recitar los versos de Neruda: “es la hora de partir, oh abandonado”. Junto con llamar a la “unidad nacional”, ha sido muy claro en la defensa del neoliberalismo: “Hoy cuando el mundo en distintas partes se cuestiona los beneficios de la apertura comercial, los beneficios del libre comercio en México están claramente acreditados. Por eso, hoy México dobla su apuesta. México seguirá creyendo en la apertura, en el libre comercio, como un pilar que depara desarrollo y prosperidad para los mexicanos”. (Discurso de Peña Nieto, ante la 33 Asamblea General Ordinaria del Consejo Nacional Agropecuario, 2/02/2017. Citamos según Presidencia de la República, página electrónica).

En este llamado a la unidad nacional para defender al neoliberalismo mexicano, resalta también el papel de los politicastros (¿o sirvientes?) de siempre. Es el mismo presidente del Senado (militante del PRD) el que solícito ha llamado a “la unidad nacional para defender a la patria amenazada”. En verdad uno no debería sorprenderse ante estas actitudes.

Para el pueblo, para la inmensa masa de los perjudicados por el modelo neoliberal, ¿cuál pudiera ser la alternativa? Obviamente, la única salida racional y justa es la completa liquidación del modelo neoliberal. Y es en torno a esta meta central que el pueblo debe llamar a la unidad nacional. Es decir, contraponer a la unidad neoliberal, la unidad del pueblo mexicano. Y no confundir lo que es el México neoliberal con el México que responde al pueblo mexicano. Entre uno y otro hay diferencias abismales y del todo antagónicas: lo que es bueno para unos es muy malo para los otros. Esta es la real disyuntiva que deberá afrontar el país en los meses que vienen.

En todo caso, conviene advertir: una salida de corte popular no es la única opción ante la crisis neoliberal. Cuando las crisis son muy profundas, se suelen abrir no una sino varias opciones o rutas de salida. Tampoco son múltiples y mucho menos arbitrarias: en la historia, el libre albedrío no lo manejan ni los curas. Dejando los buenos deseos para las abuelitas (no las de Caperucita), se puede indagar en lo que el presente encierra como posibilidades históricas.

¿Qué alternativas se pueden perfilar en el país?

 Una, puede ser la preservación del modelo neoliberal. Equivale a hundirse en un pantano pestilente que aniquila y descompone todo. En ausencia de fuerza política opositora, puede ser “la” alternativa.

Dos, pudiera emerger una solución autoritaria de ultraderecha, encabezada por militares y apoyada por el gobierno de EE.UU. La penetración del narcotráfico, la descomposición económica, social y moral, pueden ser su justificación. Y siguiendo el ejemplo de Trump y de movimientos más o menos análogos en Europa y otras latitudes, esta ruta podría asumir algunos ingredientes populistas.

Tres, una alternativa de ruptura con orientación socialista. Por ahora, con fuerza escasa y muy poco probable. A la larga-larga, con un potencial muy elevado.

Cuatro, una alternativa demo-burguesa. Esta ruta enarbolaría un programa de industrialización que rescatara el mercado interno y que recibiera un fuerte apoyo o impulso del Estado. Asimismo, que mejorara la distribución del ingreso y el peso de las ocupaciones productivas.

En términos de su potencial político, es posible que las alternativas dos y cuatro sean las más probables en el plazo corto y medio. En términos de su contenido democrático, es claro que las alternativas tres y cuatro son las únicas que pueden satisfacer esos principios. Con un agregado a subrayar: la alternativa demo-capitalista llega a ser satisfactoria y plena sólo en la medida que exista un fuerte movimiento socialista que la presione y empuje.

*Publicado en “Punto Final”, edición Nº 870, 3 de marzo 2017.