Díaz Rangel: Trump y Venezuela/ Britto García: Principios fundamentales/ Stelling: La verdad inasible

Trump y Venezuela

Eleazar Díaz Rangel.|

– Hace poco escribí que “…Estados Unidos, mientras Donald Trump fuese presidente de ese país, no abandonaría su política contra Venezuela, dirigida a desestabilizar su gobierno y ‘rescatar la democracia’, pese a todas las intenciones y esfuerzos del presidente Maduro por normalizar esas relaciones”.

Sin embargo, esa línea agresiva de Trump puede cambiar sólo si se debilitan las posiciones de Washington. Me explico, que deba retroceder en sus enfrentamientos con la Unión Europea, que igualmente no tenga éxito en sus choques con China y Rusia, y finalmente, que pierda las próximas elecciones legislativas y quede en minoría en el Congreso.

Y si se le añade que no encuentre apoyo en los presidentes latinoamericanos para una aventura militar -quizás, salvo Colombia-, entonces Trump se vería obligado a ceder. En situación de tal debilidad tendrá que recoger sus cañones y hasta acceder a atender las propuestas de Maduro de algún tipo de negociación.

  • EEUU y sus aliados, con Francia la cabeza, atacaron a Siria con fósforo blanco. Nada de raro tendría que los medios occidentales acusen a la aviación rusa de tales ataques.

Principios fundamentales

Luis Britto García|

Un país nace de pleno derecho al darse una Constitución y muere de hecho al admitir que sean destruidos sus Principios Fundamentales.

Un texto constitucional puede alumbrar soberanías o abortar colonias.
Dispone el artículo 1 de los Principios Fundamentales de la Constitución vigente: “La República Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional, en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador. Son derechos irrenunciables de la Nación la independencia, la libertad, la soberanía, la inmunidad, la integridad territorial y la autodeterminación nacional”.
Renunciar a cualquiera de estos derechos fundamentales es entregarlo todo.

Decía Juan Jacobo Rousseau que nadie puede consentir en ser esclavo, pues la locura no crea derechos.

Tampoco puede una República renunciar a darse sus propias leyes, a ejecutarlas con sus propias autoridades y a resolver con sus propios tribunales las controversias que dicha ejecución suscite, pues al ceder cualquiera de dichos atributos de la soberanía se convierte automáticamente en colonia.

Por lo mismo que nadie puede voluntariamente dejar de ser libre, menos puede un país renunciar a la inmunidad: al derecho de resolver las controversias sobre sus cuestiones de interés público con sus propios tribunales, sin que sus sentencias puedan ser anuladas o enmendadas por cortes, árbitros o jueces extranjeros.

El artículo 2 de la Carta Magna consagra “como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.

No puede la Constituyente violar el doblemente consagrado principio de igualdad otorgando mayores derechos a un sector de los venezolanos que a otro por razones de cultura, raza, etnia, ascendencia o creencias, y mucho menos confiriéndole mayores derechos que a los venezolanos a personas o empresas extranjeras.

Así como es irrenunciable para la Nación la autodeterminación nacional, lo es para el ciudadano la lealtad única, exclusiva y excluyente hacia Venezuela. Nadie puede servir a dos patronos, ni puede subsistir una República cuyos ciudadanos deban lealtad hacia otro u otros Estados diferentes, posiblemente antagónicos.

Quien pisotea principios prepara su fin.

La verdad inasible

Maryclen Stelling|

Hoy día, cuando se aborda el tema de la disputa política, se denuncia y analiza la relación entre verdad, mentira y el poder, ya sea con fines de mantenimiento o de adquirirlo.

El gran reto es desnudar y develar la relación entre verdad y política o, por el contrario, el nexo entre mentira y política. En ese sentido, el desafío para políticos, comunicadores y analistas es desentrañar, navegar y/o sobrevivir entre la “verdad factual” o verdad de hecho y la “verdad de razón” o verdad de discurso, relatos y narrativas. En el meollo de la discusión está la supuesta intención de propagar ficciones ofrecidas como verdades. En ese sentido, lo que “define a la verdad de hecho es que su opuesto no es el error ni la ilusión ni la opinión (…) sino la falsedad deliberada o la mentira”.Resultado de imagen para verdad mentira y poder

Ante tal fenómeno emergen una gran variedad de conceptos que pretenden dar cuenta de la compleja realidad político-comunicacional. Noticias falsas (fake news), posverdad y hechos alternativos; sociedad posfactual, pospolítica y regímenes de posverdad; “era posmoral” caracterizada por engaños, mentiras emotivas y operaciones, donde ya no se trata de la verdad sino del hacer creer…

Ante el imperio y poder de las redes, ante el dominio indiscutible de la verdad discursiva masificada y viralizada, se decreta la derrota del interés por la veracidad de la noticia (verdad factual) y por la centralidad de la fuente. Ello en concomitancia con la disminución de las capacidades críticas de lectura para discriminar entre verdad, falso y mentira.

De allí que “posverdad” se ha definido como “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Estudiosos del tema señalan como características de la posverdad: la mentira, la desinformación, las medias verdades y falsedades que se multiplican en las redes. La intensidad en los juegos del lenguaje, montajes, contradicciones deliberadas, sobreactuaciones y simulacros. La apelación a la vía emocional, el énfasis en el “hacer creer” y en las “apariencias verdaderas”. Mientras que desde el sujeto receptor, cual víctima gozosa y pasiva, se resalta la “actitud de resistencia emocional ante hechos y pruebas objetivas”.

Para los consumidores de información, el reto que se plantea es entre el hacer creer, la ingenuidad y el quiero creer.