Argentina: El “albertismo”, su construcción y problemas
Juan Guahán-Question latinoamérica
Argentina sigue a la deriva buscando, sin mayor éxito, alimentar a sus escasos pobladores y su lugar en el mundo, como país. En esa frenética búsqueda todo dirigente político, aunque sea de pequeña monta, sueña con su “ismo” que trascendiendo y superando otros liderazgos arraigue en la historia.
Algunos de estos “ismos” políticos tienen antiguas raíces (radicalismo, peronismo, comunismo, anarquismo, socialismo). Otros más recientes o contemporáneos confían o confiaban en que los recovecos de la historia le permitan hacer trascender sus momentos de poder y gloria haciéndolos más imperecederos (kirchnerismo, cristinismo, macrismo).
A esta última categoría ahora se ha incorporado el “albertismo” como el modo de darle continuidad a esa coincidencia de razones que ubicará a Alberto Fernández en la cúspide de la administración estatal de nuestro país.
El “albertismo”
Pero ¿qué cualidades o condiciones rodean a este personaje para disputar ese lugar y cuáles son sus posibilidades para pasar de ser un protagonista más del “peronismo” o del “kirchnerismo” o “cristinismo” a tener vuelo propio y compartir el podio con esos predecesores?
Fue el ubicuo Sergio Massa, peronista sumado a la alianza Frente de Todes, quien colocara en el escenario político la idea del “albertismo” como una forma de identificación del futuro presidente, su política y forma de agrupamiento. Lo más significativo es tratar de desentrañar qué pretende hacer, con quiénes aspira realizarlo, cuál es en ese destino su competencia y las posibilidades de llevarlo a la práctica.
En cuanto a sus pretensiones está claro que no piensa modificar sus prácticas anteriores, todas guiadas por el más absoluto pragmatismo. Surfeando sobre olas de un juvenil nacionalismo cercano a un peronismo con posiciones lejanas al progresismo, allí siguió como funcionario duhaldista, menemista y luego kirchnerista. Coordinando el “Grupo Calafate”, se abrió paso en la política mayor. La Jefatura de Gabinete fue el premio y su amistad con el Grupo Clarín la razón de su separación. Después de navegar en aguas masistas y randazistas, restableció vínculos con Cristina y ella lo ungió para el cargo que seguramente ocupará.
Nada indica que sea Alberto el protagonista de giros drásticos o políticas extremas. Habrá que ver si la actual situación tolera el pragmatismo de esas respuestas “moderadas” fundadas en un peronismo tradicional, próximo a la social democracia, actuando en condiciones límites.
Justamente, esas posiciones fueron valoradas por la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner para colocarlo en el lugar que ocupa. Desde allí serviría (y sirvió) como puente con una buena parte del peronismo y de la sociedad que repudiaba al macrismo pero tampoco quería volver al cristinismo.
Los gobernadores que, en su mayoría dudaban sobre su posicionamiento electoral encontraron un lugar más acogedor. Algunos lo hicieron después de un reencuentro –luego de muchas rispideces- entre Cristina y Massa. La bronca que Mauricio Macri había concitado, encontró su contrapartida en esa unidad del peronismo. Todo lo demás es conocido y en las elecciones primarias (PASO) fue demostrado.
Con esa carta de triunfo en la mano empezó a florecer el “albertismo”. Esa “moderación” del peronismo tradicional encuentra en los gobernadores sus principales protagonistas. Los mayores aliados del “albertismo” ya no serán la juventud o los sindicalistas, sino el poder territorial de esos gobernadores.
“Albertismo” y “cristinismo”: sus perspectivas de evolución
El “albertismo” constituye un intento de síntesis entre peronismo, kirchnerismo y cristinismo, bajo las condiciones de la realidad actual. Obviamente su mayor problema es dar una respuesta a esta dolorosa situación socioeconómica y financiera, de un país con hambre y prácticamente en default.
Inmediatamente después, en la lista de problemas, le sigue la omnipresencia de Cristina, su historia y las expectativas de sus seguidores trasmitida -más allá de la voluntad de los mismos- en una presión que demanda respuestas inmediatas.
No parece que la expresidenta, agobiada por la situación (de salud) de su hija y acosada por diversas cuestiones legales, tenga la voluntad de confrontar –en lo inmediato- con el “albertismo”. El peso político de su figura, su fuerte presencia en diputados con más de 70 legisladores de “La Cámpora” kischnerista y su control del Senado, junto a la capacidad movilizadora de sus huestes, le dan fuerza suficiente para presionar sobre el futuro Presidente, sin necesidad de confrontar abiertamente.
Es mucho más lógico suponer que deje en la responsabilidad y espaldas del futuro Presidente dar las respuestas centrales a los graves problemas actuales y luego de observar los resultados de la misma, obrar en consecuencia.
Es posible pensar que las elecciones de medio término –dentro de dos años- sean el punto de definición sobre tales actitudes. Es difícil predecir si el “albertismo” y su alianza se consolidará como el sector hegemónico; si el cristinismo -de la mano de Cristina y un futuro para su hijo Máximo- dará un paso al frente.
O si retornará una corriente más conservadora, ahora enarbolada por el macrista jefe de gobierno de Buenos Aires Rodríguez Larreta, si a éste le sonríe el triunfo porteño el 27 de octubre. Todas estas hipótesis no deben descartar la posibilidad que el agravamiento de la actual crisis desate un vendaval que arrase con todo o parte de este andamiaje y abra un futuro inesperado.
ONU: Macri muestra la cara de graves problemas
Esta semana se realizó una nueva edición de la Asamblea General de la ONU. Es sabido el modo que esta organización, la mayor parte de las veces, juega al sostenimiento de las políticas de las grandes potencias. Pero también es cierto que allí encuentran eco cuestiones que preocupan a la humanidad y que hay momentos en los que se logra que los pueblos empobrecidos y sometidos hagan oír su voz.
Este año, en el marco del cambio climático, se pudo escuchar la voz de cuatro jóvenes. Por lejos, la mayor trascendencia la tuvieron las palabras de la joven sueca Greta Thunberg de 16 años, con sus brillantes y desafiantes palabras “han robado mis sueños y mi niñez con sus palabras huecas…estamos en el comienzo de una extinción masiva, y todo en lo que pueden pensar es en dinero”.
Es posible que la cultura occidental -que controla el sistema comunicacional- encontrara en ellas la ratificación de su pretendida supremacía cultural y ética sobre los demás pueblos.
Pero la voz de un joven argentino, Bruno Rodríguez de 19 años, fue aún más precisa; recordó “Vengo de un país de Latinoamérica. La historia de nuestra región es la de cinco siglos de saqueo… Para nosotros, el concepto de justicia ecológica y medioambiental está ligado al de derechos humanos, justicia social y soberanía nacional en relación a nuestros recursos naturales”.
También pasó por la Asamblea General de la ONU el Presidente Mauricio Macri. Los ejes de su discurso recorrieron el pedido de colaboración a los iraníes para combatir el terrorismo, la condena de Hezbollah, la denuncia a Venezuela por violación a derechos humanos y la tradicional e histórica reivindicación por Malvinas.
Pero el marco fue totalmente distinto a lo acontecido un año atrás cuando el mundo consideraba que podría continuar en el gobierno después de este 2019. Hoy, cuando la posibilidad de su continuidad es casi nula, el mundo lo ignora.
La perspectiva que el FMI le enviara ya la cuota pendiente de 5.400 millones de dólares fue prácticamente desechada por los principales funcionarios de ese organismo a las pocas hora de su reunión con Macri. Dichos fondos serán parte de las negociaciones con el próximo gobierno.
En ese sentido el propio Alberto ya anunció que aspira a negociar, ampliando los plazos de pago en algunos años (entre 2 y 5), sin quitas y abonando los intereses. Para hacerlo confía en el crecimiento de la economía y el incremento de las exportaciones. Esa es la base económica de su plan de gobierno, en lo que respecta al pago de la impagable deuda eterna que padecemos.
Esta cuestión se integra a los seis puntos del proyecto económico del “albertismo”: Tipo de cambio competitivo y estable; Superávit comercial; Superávit fiscal;. Acumulación de reservas; Desendeudamiento y Bajar la inflación.
*Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)