A May le salió el brexit por la culata: conservadores pierden mayoría en Gran Bretaña

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Marcelo Justo|

Las elecciones son cada vez más una caja de sorpresas en todo el mundo. Así, los conservadores, favoritos de las encuestas, perdían su mayoría absoluta parlamentaria, según las últimas proyecciones de la BBC. De confirmarse esta tendencia, lejos de obtener el mandato contundente que buscaba para las negociaciones por el Brexit con la Unión Europea, May quedó a años luz de los 100 escaños que predecían los sondeos y tendrá que formar alianzas con otros partidos para gobernar.

El líder del partido Laborista, Jeremy Corbyn, es el gran ganador de la jornada a pesar de salir segundo en la elección. Corbyn aumentó considerablemente el porcentaje de votos que consiguió su predecesor Ed Miliband en las elecciones de 2015 y obtuvo excelentes resultados en Londres, Gales, las grandes ciudades como Manchester y Liverpool, y hasta en Escocia, donde en 2015 había sido borrado del mapa. El resultado reivindica su liderazgo y el programa electoral de izquierda que revirtió el retroceso laborista de los últimos años.

La elección también dio dos grandes derrotados: los nacionalistas escoceses pro-europeos, el SNP, perdió numerosos escaños y los nacionalistas y antieuropeos del UKIP vieron pulverizado el 13,4% de los votos que habían obtenido en 2015.

Cuando Theresa May convocó a elecciones anticipadas en abril tenía 20 puntos de ventaja en los sondeos y 330 de los 650 escaños en juego, es decir, mayoría propia, aunque vulnerable a los rebeldes pro-europeos de su propio partido.  En contraste el laborismo tenía 229 escaños y una proporción del voto que apenas había superado el 30 por ciento en 2015, además de quedar reducido a un solo escaño de los 59 en juego en Escocia, territorio vital para su posibilidad de formar gobierno.

Apenas cerrada la votación a las 2200 hora local se publicaron las bocas de urna conjunta de la BBC, ITV y Sky, la medición que más se ha acercado al resultado final en las últimas elecciones. La boca de urna le daba  la victoria a los conservadores, pero perdían la mayoría absoluta que tenían mientras que el laborismo ganaba unos 34 escaños. Con tantos errores en las encuestas, la última palabra le pertenecía a ese complejo mosaico de motivaciones políticas que son los 650 distritos electorales en juego, repartidos entre Inglaterra (533), Escocia (59), Gales (40) e Irlanda del Norte (18), las cuatro patas de ese conjunto a veces indescifrable que es el Reino Unido.

En la campaña May se presentó como la cara del Brexit en un intento de hacerle olvidar al norte de Inglaterra que era una conservadora y que otra primer ministro Tory, Margaret Thatcher, había destruido la base industrial de esa región del país en los 80. En unos 71 distritos la diferencia a favor de los laboristas era menor que el voto a favor de UKIP que, en caso de inclinarse por los conservadores y no los laboristas, podrían significar escaños para el partido de May que en mayo había asegurado que eran el partido de la “clase trabajadora”. La derrota de los conservadores en el norteño cinturón industrial de Hartlepool a manos de los laboristas, anunciada a las 2 de la mañana, puso fin a esta expectativa tory.

Con 73 escaños, la capital Londres era uno de los pocos lugares aparte de las grandes ciudades y el norte del país, donde el Laborismo y los comentaristas anticipaban una buena elección. Una sorprendente encuesta hace una semana le daba a los laboristas una amplia ventaja sobre los conservadores en la capital. ¿Cuán amplia sería a la hora de contar los votos?

En el distrito de Battersea, en manos de la secretaria de finanzas Jane Ellison, los conservadores tenían una ventaja de más de 7 mil votos. La laborista Marsha de Cordoba revirtió esta diferencia y le ganó por dos mil votos: Ellison perdió simultáneamente la banca y el ministerio. En Wandsworth se producía el mismo panorama que se repetía en escaño tras escaño de Londres. Putney, en el suroeste de la ciudad, fue uno de los pocos consuelos de los conservadores: la ministra de educación Justine Greening conservó su escaño.

Jeremy Corbyn, por su parte, fue reelecto en su distrito londinense de Islington norte.

El resultado parcial y las proyecciones indican que Theresa May apostó a una victoria aplastante en base a la ventajas en los sondeos de 20 puntos hace solo siete semanas. Esa victoria no se dio. El respaldo que esperaba conseguir no lo obtuvo. Si efectivamente tiene que gobernar con el apoyo de otros partidos, será un gobierno extremadamente débil para conducir la negociación diplomática más importante del Reino Unido en 50 años: su separación de la Unión Europea.

*Publicado en Página12

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Brexit, terrorismo y profundo debate sobre el futuro del paísCorbyn saluda antes de votar en el distrito de Islington en Londres. Condujo al Partido Laborista a una buena elección.
Federico Larsen|Este jueves en el Reino Unido se celebraron elecciones generales anticipadas. Lo que debía ser un trámite para los conservadores se transformó en un profundo debate sobre el modelo de país.

La campaña electoral británica se puso más interesante de lo que cualquier analista podía pensar en sus comienzos. Cuando en abril pasado la actual primera ministra, Theresa May, anunció la convocatoria a elecciones generales anticipadas, nadie podía prever un escenario como el que se presenta a pocas horas de los comicios.

En ese entonces la estrategia de May era clara: una victoria contundente, con más de 18 puntos de ventaja, le entregaría una mayoría sólida en la Cámara de los Comunes y hundiría las esperanzas del cuestionado líder opositor, Jeremy Corbyn, de construir una alternativa sólida a su gobierno conservador. Una vez cerrado el trámite electoral, y refrendado su liderazgo -Theresa May asumió tras la renuncia de David Cameron, necesita entonces legitimar su cargo en elecciones-, podría encarar su plan de divorcio de la Unión Europea y negociar las cláusulas del famoso Brexit con mayor espalda. Sin embargo varias sorpresas se interpusieron en su proyecto.

En primer lugar, su estrategia frente a los negociadores europeos se vio rápidamente entorpecida por la firmeza con la que éstos se opusieron a las pretensiones británicas. No habrá aceleración del proceso, cuyo comienzo fue fijado para el 19 de junio próximo, ni contemplaciones acerca de lo que el gobierno británico deberá pagar en concepto de obligaciones asumidas con los 27 países de la Unión Europea (UE): 100.000 millones de euros.

Ante el desafío, la primera ministra, digna representante de los Tories ingleses, redobló la apuesta prometiendo una salida “dura” de la UE y beneficiosa para los británicos. “Strong and Stable” (“Duro y estable”), se convirtió en el lema de la campaña conservadora. Pero esta primer sorpresa comenzó a resquebrajar el apoyo “seguro” con el que contaba antes de comenzarse la campaña.

El segundo punto de inflexión se registró el 16 de mayo pasado, cuando el candidato del Laborismo, Jeremy Corbyn, presentó su programa electoral. En él, el otrora partido de los trabajadores e intelectuales de la izquierda inglesa, devenido en ejecutor del neoliberalismo de fin de siglo, renovó su imagen y volvió a seducir al progresismo británico.

Nacionalización de trenes, agua, correos y energía, impuestazo a los salarios más altos, protección del empleo, garantía de los derechos ciudadanos a los europeos residentes en el país y aumento al 26% del impuesto a las transacciones financieras, son algunas de sus propuestas. El Laborismo de Corbyn despertó el interés de miles de británicos, y especialmente de los sectores más jóvenes y contrarios al Brexit, con una campaña antiajuste que parece haber dado en el blanco.

El tercer cambio en el escenario político del Reino Unido llegó con los atentados de Manchester y Londres de las últimas semanas. En ambos casos, los dos principales candidatos intentaron acumular consensos a partir de enrostrar al otro sus pecados frente a la crisis terrorista. Y esto a pesar de haber vivido la década con la menor cantidad de actos de este tipo en la historia reciente del país.

May denunció cierta simpatía de su oponente hacia grupos como Hamas o Hezbollah, por unas declaraciones que Corbyn había pronunciado en otro sitio y tiempo. El opositor pidió que el gobierno haga público un informe confeccionado por el gobierno desde principios de 2016, que revela la financiación que reciben los grupos jihadistas en el Reino Unido, y que complicaría a uno de los principales socios internacionales de los conservadores, la monarquía saudita. Asimismo, Corbyn culpó a la primera ministra de acompañar los recortes de presupuesto que sacaron de las calles a 20 mil policías armados, los mismos que los medios convirtieron en héroes tras su intervención en los ataques del sábado en la capital.

Ese es, en efecto, el hilo conductor de la campaña laborista: anular los efectos de los siete años de ajuste conservador sobre la sociedad, principal causa, según ellos, del voto favorable a la salida de la UE.

En octubre de 2010, el gobierno británico anunció un ajuste fiscal que redujo en 130.000 millones de dólares el gasto estatal y eliminó medio millón de puestos de trabajo en el sector público. En 2011 los estatales protagonizaron la más grande huelga de la historia del sector en el Reino Unido. Aprovechando la ola austericida que se cernía sobre toda Europa tras la crisis financiera de 2008, los sectores más nacionalistas en ese entonces lograron sumar consensos en contra de los culpables: la UE y los migrantes. En 2013 el entonces primer ministro David Cameron impuso el mayor ajuste fiscal de la historia del Reino Unido. Disminuidos los subsidios sociales, los destinados a los hogares de bajos recursos, reformadas las prestaciones sociales públicas, Londres decidió al mismo tiempo alivianar en un 5% la presión fiscal sobre los salarios más altos. En 2015 otros 37.000 millones de euros fueron arrancados del gasto social.

Para el laborismo, obligar a May a un gobierno de minoría y la pérdida de representantes en el legislativo, ya podría considerarse una victoria, frente a las perspectivas de hace unos meses.