Chomsky y Pollin: Sólo una transición puede impedir que la Tierra se vuelva inhabitable
Pronto se sobrepasará el peligroso umbral del calentamiento; hay que obligar a quienes están en el poder a cambiar el rumbo
El cambio climático “está haciendo inhabitable a nuestro planeta”, dijo en marzo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. La amenaza de una inminente crisis del medio ambiente se ha vuelto muy tangible y los científicos del más alto nivel nos advierten que la Tierra muy probablemente sobrepasará pronto el peligroso umbral del calentamiento, a menos que actuemos ahora.
Sin embargo, la brecha entre lo que le ocurre al planeta y lo que se necesita, en términos de acción sobre el clima, crece en vez de disminuir porque, como lo señala Noam Chomsky en esta entrevista conjunta con Robert Pollin, “así es como funciona el sistema”, si las fuerzas colectivas no obligan a quienes están en el poder a cambiar el rumbo. Más aún: se vuelve cada vez más evidente que una transición es fundamental para una acción transformadora del clima que beneficie a trabajadores, comunidades y a todas las regiones del mundo. Pollin demuestra lo que esa transición implica y por qué es tan importante.
Chomsky es profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts y uno de los académicos más citados a nivel mundial. Pollin es codirector del Instituto de Investigación de Economía Política de la Universidad de Massachusetts Amherst. Ambos trabajan en un nuevo libro sobre la emergencia climática.
C. J. Polychroniou: Si el nexo entre la política y los intereses económicos es lo que impide estrategias coherentes para detener la destrucción ambiental y evitar que el calentamiento global empeore, ¿qué formas existen para salir de este predicamento?
El pretexto tecnológico
Noam Chomsky: El peligro actual es que lo que tiene que hacerse para eliminar los combustibles fósiles se está dejando de lado, con el pretexto de que algún remoto avance tecnológico futuro llegará para rescatarnos. Mientras tanto, podemos quemar la Tierra, seguir financiando a la industria de los combustibles y permitirle que tenga ganancias tan abultadas que ya no sabe qué hacer con su increíble riqueza.
La industria, por supuesto, recibe con beneplácito ese pretexto. Tal vez incluso regale algo de su dinero a la captura del carbono, en una cantidad apenas equivalente a lo que le costaría un error de redondeo contable, con tal de que se conserven las condiciones que la benefician: el financiamiento por parte del amable contribuyente y sin correr riesgos.
El elemento dominante de las políticas estadounidenses es el dinero. Los partidos políticos son, antes que nada, cuentas de banco que deben llenarse. Los votantes podrían ser el motor de la política, pero no es lo más fácil, a menos que estén dispuestos a invertir mucho tiempo y esfuerzo en hacer que el sistema funcione a la par que las organizaciones a las que controlan, como los sindicatos o las formaciones políticas comunitarias auténticas, pero en general los únicos recursos políticos que pueden ser financiados son los que viven en el sistema, a veces, como distractores útiles.
La brecha entre lo que se necesita en términos de acciones ambientales y climáticas y la realidad parece expandirse en vez de reducirse.
Científicos brasileños reportan que algunos sectores de la selva ya están en un punto de no retorno, convertidos en sabana, destruidos permanentemente.
“Los amos de la humanidad”
La elección de Lula en 2022 dio la esperanza de que se pondrá fin a la devastación. Como ministra de medio ambiente nombró a Marina Silva, una activista valiente y dedicada con una impresionante trayectoria. Pero “los amos de la humanidad” que son dueños de la economía (según la frase de Adam Smith) nunca descansan. Congresistas de oposición están minando la jurisdicción de Lula.
Aquellos que esperan salvar al mundo tampoco descansan. Los ecologistas brasileños buscan colaborar con las comunidades indígenas que han sido los guardianes de la selva, para así tener más alcance.
Hay también otros frentes. El Washington Post dio buenas noticias sobre China. De acuerdo con muchos estudios citados por el diario, el gigante asiático está muy avanzado, en comparación con el resto del mundo, en “la creación de baterías sustentables, paneles solares y otros elementos fundamentales en la transición energética, avanzando de manera agresiva” hacia las fuentes renovables, con lo que “ha dejado atrás a Estados Unidos en términos per cápita”. Este último es un término muy relevante.
Polychroniou: Bob, una “transición justa” se considera esencial para avanzar en un ambicioso cambio de políticas ambientales. ¿Por qué esta “transición justa” es tan crucial para una acción climática efectiva y cómo afecta a los ciudadanos promedio?
Robert Pollin: Las inversiones en energía eficiente y renovable para construir la infraestructura global y llegar a cero emisiones será una importante fábrica de creación de empleos, y para ello, salvar al planeta es muy favorable. Esto, desde luego, es lo opuesto a las conclusiones de gente como Donald Trump, que son muy comunes en todo el espectro político.
La transición hacia las energías limpias es una máquina para crear nuevos empleos, pero también es cierto que salir del esquema de la industria del combustible fósil inevitablemente tendrá pérdidas para trabajadores y comunidades que hoy dependen de ella: enfrentarán despidos, pérdida de ingresos, y habrá déficits en los presupuestos públicos que sostienen escuelas, clínicas y la seguridad pública.
Estas políticas deben apoyar también a los trabajadores que requieran ser reubicados a otras áreas de trabajo, requieran capacitación o vivir en otra zona. Estas formas de apoyo deben considerarse suplementarias pues, por sí solas, no sirven para proteger a los trabajadores del riesgo de experimentar pérdidas en su calidad de vida.
No hay escasez de oportunidades para revitalizar a comunidades que dependen de los combustibles fósiles a través de la creación de proyectos innovadores de energías limpias. Cabe reconocer que la Ley de Reducción de la Inflación de la administración Biden –que principalmente promueve el financiamiento de la inversión en proyectos de energías limpias– busca financiar planes así a gran escala. Naturalmente, los republicanos en el Congreso trataron de matar este financiamiento mediante el debate sobre el techo de la deuda, que afortunadamente terminó sin que lograran su objetivo.
Todo país importa
Polychroniou: ¿Qué implicará esta transición mundial y qué tipo de nuevas relaciones de poder necesitan crearse dado que el mundo sigue dividido entre naciones ricas y pobres?
Pollin: Dejemos claro que no es viable un programa de estabilización climática que se aplique sólo a los países ricos. Todas las naciones, en todos los niveles de desarrollo, deben reducir a cero sus emisiones para 2050. Es verdad que actualmente China, Estados Unidos y la Unión Europea (UE) juntos producen 52 por ciento de las emisiones globales de CO2. Pero esto también significa que si, milagrosamente, China, Estados Unidos y la UE las redujeran a cero mañana, todavía tendríamos que eliminar casi la mitad de esas emisiones.
Más aún: si las economías en crecimiento como India e Indonesia continúan impulsando su desarrollo con energías fósiles, no lograremos reducir las emisiones, para nada, en 2050, aunque las tres potencias lleguen a cero. Todo país importa si en realidad queremos lograr ese objetivo.
Por lo tanto, hay que reconocer que el programa del Nuevo Acuerdo Verde debe tener un enfoque global. Las transiciones justas para los trabajadores y las comunidades se aplican por igual a economías de bajos ingresos. Para empezar, la inversión en programas de transición hacia energías limpias será el mayor motor para la creación de empleos en ambos tipos de economías.
Debemos preguntarnos: ¿Quién pagará por el Nuevo Pacto Verde en países de bajos ingresos? Eliminar las energías fósiles de estas economías también provocará pérdidas para quienes dependan de esta industria y los trabajadores y comunidades requerirán apoyo para la transición.
Sigue siendo necesario movilizar fondos de inversión hacia países de bajos ingresos, a una velocidad y escala sin precedentes. Ya vemos que pese a varios pronunciamientos y promesas, los capitalistas privados no están dispuestos a hacer esto solos.
Aunque una planta de carbón, un hotel, tiendas de chocolate, una película y la ampliación de un aeropuerto, son esfuerzos que en nada combaten el calentamiento global, nada evitó que los gobiernos reportaran este financiamiento a Naciones Unidas como parte de lo que deben pagar a los países pobres como la ayuda que les prometieron para combatir el calentamiento global.
*Economista y especialista en Ciencias Políticas. Colabora en la plataforma de noticias Truthout, Ha trabajado en numerosas universidades y centros de investigación en Europa y Estados Unidos y escrito libros en colaboración con Noam Chomsky.