Venezuela: el complicado camino a las elecciones de noviembre

570

Marcos Salgado |

Falta mes y medio para las elecciones para gobernadores y alcaldes en Venezuela, unas elecciones que tienen un condimento central: el regreso a las urnas de toda la oposición, incluída la que adoptó el esquema del “poder dual” diseñado en la Casa Blanca en Estados Unidos, con otro presidente y otro “poder ejecutivo” paralelo al que preside Nicolás Maduro. Ya se sabe que esta estrategia fracasó. 

Ahora, a un mes y medio de la elección, todos los sectores siguen diciendo que participarán. La oposición, en principio, aparece dividida en dos sectores. Uno, el de Alianza Democrática, compuesto por los sectores que ya participaron en las presidenciales de 2018 y que tienen representación parlamentaria, pequeña, en la Asamblea Nacional, luego de las elecciones del año pasado. El otro sector va a las elecciones reeditando con el nombre de Mesa de la Unidad Democrática, y son los partidos o sectores de partidos que siguieron la estrategia destituyente de la Casa Blanca de cuatrienio Trump. 

Este sector se atribuye ser el más grande de la oposición, pero desde 2015, cuando se presentaron para la anterior elección parlamentaria y lograron importante mayoría. Pero hoy por hoy su incidencia real es un misterio, hablando en términos electorales.

El desafío de este sector es convencer a quienes prometieron una y otra vez que iban a salir ya de Nicolás Maduro y que la estrategia era “calle, calle y más calle”. Si pueden lograrlo o no, es un enigma que flota en el aire, y para el que nadie parece tener respuesta. 

En principio, este sector hasta ahora destituyente tiene en noviembre el desafío de superar al otro sector de la oposición, que ya viene participando en elecciones y tiene un piso de votación de unos 2 millones de votos. Después, deberán superar, o al menos competir, con el aparato organizativo del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que ha demostrado ser una maquinaria electoral aceitada, con una piso de entre 4 y 5 millones de votos. 

Así, el único camino para los opositores duros para hacer un buen papel es convencer de que ahora sí hay que votar, a los mismos millones que hasta hace nada les decían que elecciones nada de nadas. Todo un desafío. 

Tal vez por eso ya hay quienes están tratando de frenar motores, y enturbiar un poco el ambiente. Empezando por la Unión Europea, que hace pocos días firmó un acuerdo técnico con el Consejo Nacional Electoral de Venezuela para participar como observadores en las elecciones. Pero días después fue Josep Borrell, el mismísimo “canciller” europeo el que violó este acuerdo, con unas declaraciones en las que no disimuló el apoyo a los opositores radicales y hasta dijo que las elecciones de noviembre serán legítimas solo si ellos, los europeos, determinan que lo fueron. 

¿Sigue dispuesto el gobierno venezolano a permitir una dizque “misión de observación” que puede ser el huevo de la serpiente si la parcializada UE decide decir que hubo fraude? Por ahora, hay un impasse, la autoridad electoral le reclamó a los europeos que aclaren las declaraciones de Borrell y se disculpen. El presidente de la Asamblea Nacional y jefe negociador por el gobierno declaró que si vienen en esa plan, mejor que no aterricen en Caracas. 

Mientras, este domingo que pasó en Venezuela se llevó a cabo con buena participación el tradicional “simulacro electoral” donde los electores pudieron ensayar su voto con la misma boleta electrónica que se utilizará en noviembre. Un noviembre que está cerca, pero parece lejos.