Uruguay: Se rompió la máquina de humo, cerró la agencia de publicidad de Lacalle
Nicolás Centurión
A inicios del gobierno del derechista Luis Lacalle y por un período prolongado, su estrategia comunicacional fue infranqueable. Pequeños actos, sencillos, mediáticos, virales, hacían parte de la agenda presidencial y dotaban al mandatario de un halo de impermeabilidad. La oposición frenteamplista no acusaba el golpe de la derrota en 2019 y Lacalle se granjeaba por todos lados ostentando su banda presidencial.
Todo parecía fríamente calculado. Lacalle estaba blindado politicamente, todo sumaba a su imagen pública –que, pese a los sucesivos actos de corrupción- paradójicamente hoy sigue alta- y sus buenos modales. Incluso cuando surgía algún escándalo, el presidente parecía estar en un domo apartado de la realidad y ni siquiera era salpicado por lo que habían cometido funcionarios de su gobierno, ministros o personas de su confianza e íntimo entorno.
El frenteamplismo calificaba al gobierno como una “agencia de publicidad” que promocionaba más al presidente que a los eventuales logros gubernamentales. Otros, lo calificaban como una “máquina de humo” que pretendía desviar la atención de los índices y fracasos de la actual administración.
Lo cierto es que la máquina se rompió y la agencia de publicidad cerró. Se le acabó el tiempo al gobierno de Lacalle. Se secó de ideas, de propuestas y ahora solo apuesta a confrontar en este año de campaña electoral.
Todo tiene su inicio…
Volvamos a los inicios de este gobierno. Apenas 13 días después de la asunción, llegó la pandemia. Todos los días en horario central el Presidente Lacalle daba una conferencia de prensa y cuando no era él, lo hacía el Prosecretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, hoy candidato presidencial por el Partido Nacional y delfín de Lacalle.
Ambos marcaban la agenda y a pesar de que el covid se llevaba toda la atención y las preocupaciones, el Presidente lograba minutos todos los días en las televisiones de todos los uruguayos, sin que fuese un desgaste y tranascurriendo los primeros días de gobierno en la llamada “luna de miel”.
Luego vino la andanada de pequeños sucesos que pretendían mostrar a Lacalle como alguien cercano, afable, pueblerino, simpático. Al contrario de su origen de alcurnia, de oligarca, hijo de presidente y de un linaje de políticos y una facción política con un fuerte sentido de clase. En resumen, quitarle el mote de “cheto”. Incluso se trabajó en su dicción y su tono de niño rico.
Entonces a Lacalle lo encontrábamos en un puesto de frutas y verduras descalzo, comprando, de barba y musculosa. Cuando le pedían una foto él mismo tomaba la selfie y ya lo dejó como marca registrada. Andaba en moto, surfeaba. Cualquier cosa que hacía, Lacalle tenía una cámara cerca y prendida para captar el momento. Hasta lo agarraron recogiendo un papel del suelo y dándoselo al propio camarógrafo casual. Un presidente ecologista, mire usted.
Y también su final…
Podemos poner como mojón, como inicio del fin la frase de Lacalle a raíz de una nueva filtración de chats que lo compromete con su excustodio -hoy preso por cuatro delitos- y que marca el estado de ánimo del gobierno: “La verdad que bailar al ritmo de la música de quienes filtran informaciòn parcializada ya nos tiene acalambrados”, dijo.
Esta frase denota hastío, cansancio y algo peor aún para el propio Lacalle: no está marcando agenda. Los tópicos de interés los está marcando el periodismo y no así el gobierno. El centro de debate pasa por los escándalos del gobierno que sólo atina a echar culpas a las anteriores administraciones del Frente Amplio y donde a la táctica del Presidente -“no sabe nada”, “no tiene nada que ver”, o solo “pasó a saludar”- le van quedando pocos créditos.
Por otro lado, la oposición tampoco ha sabido imponer su agenda, sus propuestas y su confrontación al gobierno. Algunos sectores dentro del Frente Amplio ya se ven ganadores y han optado por no confrontar con el gobierno ahora, pero tampoco prácticamente desde que empezó. Estos sectores están enfocados en un entrismo, en las elecciones internas y en la campaña, pero la gente sigue sufriendo las políticas de este gobierno.
“FA actuará con “cautela republicana” y no emprenderá acciones judiciales por el seguimiento a Marcelo Abdala con conocimiento de Lacalle Pou” tituló La Diaria, refiriénose al escándalo del espionaje de la oficina del mandatario al presidente de la central obrera PIT-CNT.
“El presidente de la fuerza política, Fernando Pereira, señaló que tampoco se convocará a una movilización, por lo menos, antes de las elecciones internas, y reconoció que “muchos compañeros” piden “acciones más duras.”
“El juicio político requiere la configuración de un delito grave, y hasta ahora nosotros no hemos encontrado un delito grave”, sino “un conjunto de irregularidades que dañan la institucionalidad de la República”, afirmó. Según el presidente del FA, “la mejor forma de cambiar este estado de situación” es “cambiar el gobierno” en las urnas el próximo 27 de octubre.
Han pasado cuatro años y el periodismo ha sido el único que le ha colado una bala al chaleco de protección del gobierno de la coalición derechista. El sindicalismo ha podido poner algunos temas en debate y conseguir algún logro. La recolección de las firmas para el plebiscito por una reforma de la seguridad social son un hito, pero aun no está en debate. Recién cerca de las elecciones nacionales en octubre se discutirá sobre el tema.
Las propuestas en esta primer etapa de las elecciones han brillado por su ausencia y parece que la campaña del Frente Amplio será similar a la de la Coalición de derechas que triunfó en el 2019: unirse por el espanto que significa el adversario.
La agencia de publicidad cerró. La máquina de humo se rompió. El Frente Amplio no se enteró.
* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP).Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)