Una necrológica del cascarrabias Alexei Navalny

Jeremy Morris | 

Carismático e inteligente. Pero intensamente consciente de sí mismo como ambas cosas. Enojado, frustrado, y por una buena razón. Quizás imprudente, sin pensamiento estratégico. Estrecho de miras e ingenuo. ¿Quién podría representar mejor a todo un grupo? La brillante e irreprimible clase media liberal.

Sí, por encima de todas las demás cosas, Navalni era un talismán: tenía poderes mágicos sobre su pueblo, pero era poco estimulante para los demás. Para algunos representaba la esperanza de una Rusia diferente. Representaba la responsabilidad individual encarnada, la competencia (las elecciones “justas” son “competitivas”), la autorrealización. Un antídoto personal contra la apatía.Era un hombre serio, entusiasta, algo a lo que aspirar. Un anacronismo (“fuera del tiempo”) en un sistema diseñado para restar poder y desmotivar, cerrar filas y vigilar las espaldas…al final trascendió sus verdaderas opiniones para convertirse en un símbolo de la incapacidad de Rusia de encontrar una salida a la política personalista.

El martirio fue una elección. La gente no lo dirá, pero habría sido mejor que se hubiera salvado. La suya fue una postura con más principios que muchas otras, pero que también revela la naturaleza personalizada de su atractivo y su política: era “anti-Putin” y así se ubicó a propósito. Y está claro que Putin se sintió personalmente desafiado en cierto plano, de ahí su negativa a nombrarle siquiera.

Pero el anti-Putin contiene muchos ingredientes del propio Putin, como muchas personas señalan (en privado, por supuesto) incluso ahora. El estilo por encima de la substancia. El carisma cultivado que se deriva de un tono masculino bastante arrogante a la autoridad (a muy, muy pocas feministas se les ha concedido tiempo en antena para expresar su profundo malestar con su lenguaje). El ensayo temporal e inconstante de diferentes ideas y lemas. La imaginación política superestrecha, hasta podría decirse que “antipolítica” (la lucha contra la corrupción no es política).

Tras forjarse una carrera como bloguero y activista, en 2013 Navalni se presentó como candidato a la alcaldía de Moscú (podría haber ganado en una contienda justa). Los rusos menos expertos en Internet apenas sabían de él, más allá de su nombre. Una medida de cómo el aumento de la represión consigue que el tiempo sea elástico en Rusia nos la da el que parezca como si el periodo 2013-2020 (hasta su envenenamiento) hubiera sido corto, pero hubiera transcurrido toda una época entre su regreso a Rusia en enero de 2021 y su muerte casi exactamente 3 años después.

Los occidentales le prestaban demasiada atención a Navalni porque creían que captaba una especie de zeitgeist ruso de la década de 2010. Pero el verdadero zeitgeist era un desconocimiento general por parte de esa clase media liberal: estaban tan implicados en el La muerte de Alexéi Navalny deja a la oposición rusa en estado de comamantenimiento del sistema desigual del capitalismo en red de amiguetes como la élite. Navalni hizo campaña contra la corrupción electoral y política, y su éxito fatal fue investigar el enriquecimiento personal sin medida de los dirigentes. Pero sus más fervientes partidarios también se encontraban entre los principales beneficiarios del sistema.

Constituye un malentendido pensar que su “oposición liberal” (la de cualquiera) excluía el nacionalismo, incluso el chovinismo. Un modelo de individualismo en un entorno hostil, un hombre hecho a sí mismo que cree en la justicia invisible del mercado es algo que le vuelve a uno miope y propenso a culpar a los demás de la propia desgracia. Aquí, en Rusia, el liberalismo consiste en protección frente al Estado rapaz y responsabilidad personal por los propios actos. Pero estar a favor de una “leal competencia” puede significar también proteger a los rusos “étnicos” de los “inmigrantes”.

Navalni se mostró claramente hostil a personas que tienen todo el derecho a vivir y trabajar donde quieran en Rusia, ciudadanos rusos de hecho, que resultan ser musulmanes y están racializados como tales. Es un error considerar que canaliza “astutamente” el sentimiento nacionalista de forma aceptable para los rusos urbanos. En un país con millones de musulmanes y una rica diversidad -y donde la desigualdad y la etnicidad van de la mano-, jugar la carta de la raza demuestra, en el mejor de los casos, inmadurez política y eso resultó ominoso.

ALEXEI NAVALNY DIRECTO | Muere Alexéi Navalny, DIRECTO: última hora y reacciones a la muerte del líder opositor rusoEn tercer lugar, se le alabó por su supuesto giro hacia las “cuestiones sociales”(sic) en 2018, como si se tratara de un giro inteligente. De hecho, llegaba varios años tarde, y, dado que llegaba demasiado tarde, no logró tener resonancia. La “esfera social” apenas era visible para Navalni, excepto en sentido negativo: que la corrupción empobrece al Estado y al individuo. Representaba todo lo ingenuo de los liberales rusos: “si pudiéramos seguir siendo un país normal como los Estados Unidos, todo lo demás encajaría”. En cierto sentido, su línea ideológica se remonta a los muchachos del Komsomol que privatizaron las oportunidades en las postrimerías de la Unión Soviética y se hicieron ilusiones de que estaban construyendo un mercado en el que todos prosperarían.

Su desagrado honesto y por principio ante la corrupción nunca condujo a un diagnóstico de las causas profundas. La corrupción era un subproducto de la transformación social total que la élite y gran parte de la nomenklatura soviética habían elegido y apoyado activamente desde 1990. La corrupción exacerbó la desigualdad, pero el pecado original del saqueo económico y la Las imágenes de la vida de Alexei Navalny, el opositor que se convirtió en el enemigo número uno de Putindestrucción al por mayor requería una política más radical para repararlo. Entre 2009 y 2011, realicé muchas entrevistas políticas a votantes de a pie. Navalni les caía realmente mal por su ingenuidad y petulancia (consideraban que el problema consistía simplemente en sustituir a “ladrones y maleantes” por representantes “honrados”).

Su logro de movilizar a la clase media para que intentase realmente hacer política fue loable, pero estaba también condenado al fracaso. Hay que verlo a la luz de otras personas igualmente bienintencionadas en las sociedades democráticas que piensan que pueden romper la política de cárteles desde dentro, a través de las urnas o de una oferta más atractiva en la política electoral.

Como fenómeno político, Navalni constituye una advertencia. Como cualquier proyecto carismático, demuestra que sin un movimiento que pueda conectar a diferentes tipos de personas y mostrarles que tienen intereses materiales comunes, no basta con lemas ingeniosos, redes sociales y organización de la juventud urbana.

Los reportajes de los medios de comunicación (al igual que las descripciones exageradamente elogiosas de los estudiosos académicos) mostraban lo excepcional que era y cómo un individuo puede convertirse en símbolo del cambio para mucha gente… pero las personas excepcionales no cambian verdaderamente la historia, a pesar de lo que pretende mostrar una visión popularizada de los “grandes hombres”. Los Churchill, Stalin, Trump son, en última instancia, sólo parte de las Oponerse a Putin, arriesgar la vida: Alexei Navalny es el último en una larga lista de envenenamientosestructuras de sentimiento que dictan sus épocas respectivas. Navalni era, a pesar de todo, un anacronismo no tan diferente de Putin: desfasado respecto a lo que quiere la mayoría del pueblo ruso.

*Profesor de Estudios Rusos y Balcánicos en la Escuela de Cultura y Sociedad de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), es especialista en la Rusia postsoviética, sobre la que escribe una aguda y minuciosa bitácora con el título “Postsocialism”.