¿Quién es Marine Le Pen?/ Nacionalismo vs globalismo y el fascismo del siglo XXI

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Christine Ockrent|

Recuerdo vívidamente la primera aparición televisiva de la candidata presidencial francesa Marine Le Pen. Fue apenas antes de la campaña presidencial de 2002 y yo tenía que moderar un debate en la televisión pública francesa. Para un equilibrio político, necesitábamos un representante del Frente Nacional (FN) de extrema derecha, por entonces encabezado por el padre de Le Pen, Jean-Marie Le Pen. Bruno Gollnisch, director de la campaña de Jean-Marie y su aparente heredero, rechazó nuestra invitación y ofreció, en cambio, enviar a Marine.

Fue obviamente una treta que Gollnisch le jugó no sólo a un medio considerado hostil, sino también a la propia Le Pen —una rival con la que se sentía molesto porque, en su opinión, había sido indebidamente promovida por su padre en el aparato del FN—. Le Pen era una abogada de 33 años prácticamente desconocida y con poca experiencia, aunque con un instinto evidente para las frases de impacto. Al final, el plan de Gollnisch puede haber producido un efecto indeseado: a los pocos días de la aparición de Le Pen, el titular en una revista semanal decía: “¿Qué hay de nuevo en el FN? ¡Marine!”.

Le Pen, de 73 años, recibió el 17% de los votos en la primera ronda de la elección presidencial, dejando fuera de la segunda ronda al ex primer ministro socialista Lionel Jospin. Pero ciudadanos de todas las tendencias luego votaron en contra de Le Pen en un llamado “frente republicano”, lo que le dio al candidato conservador Jacques Chirac una victoria contundente con el 82% de los votos.

Quince años más tarde, Marine Le Pen ha eclipsado a su padre, al convencer al 21,3% de los votantes franceses de elegirla para suceder a François Hollande en el Palacio del Elíseo. Pero, para ganar la segunda vuelta, tendrá que derrotar a Emmanuel Macron, el candidato de centro de 39 años que terminó delante de ella en la primera vuelta, con el 24% de los votos.

No le resultará más fácil de lo que le resultó a su padre. Considerando que tanto el republicano François Fillon como el socialista Benoît Hamon rápidamente salieron a apoyar a Macron después de la primera vuelta —Hamon llamó a Le Pen “enemiga de la República”—, podría estar gestándose otro “frente republicano”, aunque de mucha menor escala.

Pero Le Pen es dura y una gran creyente en su propio destino. Sus esfuerzos por modernizar la imagen del FN ya lo han transformado, pasando de ser un movimiento marginal para convertirse en una fuerza política importante. Aunque abandonó su intención de rebautizar al FN “Bleu Marine” (Azul Marina), debido a la atracción perdurable del nombre original entre sus votantes de más edad, esa estrategia refleja el culto a la personalidad que ha alimentado, caracterizado por la eliminación del disenso y hasta de su propia sobrina, Marion Maréchal Le Pen, una estrella política en ascenso.

El éxito de Le Pen refleja un tipo de lavado ideológico, que ha llevado adelante con su asesor más cercano, Florian Philippot, un “tiburón” refinado y conocedor de los medios, que jura haber decidido sumarse a Le Pen por su talento, no por su ideología. En verdad, la dupla ha revestido al FN con varias capas de pintura fresca —todas azules, blancas y rojas, por supuesto—.

Desde temprano, Le Pen hizo campaña como su padre: utilizó su estructura pesada y su ceño fruncido para intimidar a los oponentes, forzó su voz de fumadora para hacer conocer su punto de vista y nunca jugó la “carta de la mujer”. Pero, a la larga, descubrió que podía desempeñar otro papel. Más delgada, mejor vestida y con un tono más suave, desarrolló una suerte de carisma que le permitió llegar a una variedad más amplia de seguidores, desde jóvenes desempleados hasta la clase media desencantada, desde policías preocupados por perder el control hasta una segunda y tercera generación de inmigrantes que querían cerrarles las puertas de Francia a los extranjeros.

El proceso de desdemonización del FN exigió que Le Pen abandonara no sólo la retórica pestilente transmitida por su padre, sino también a su propio padre. En el verano de 2015, Marine expulsó a Jean-Marie del partido que él mismo fundó en 1972. El hombre la demandó en los tribunales, pero terminó claudicando pocos meses después.

Por supuesto, aun si Le Pen ha abandonado los pronunciamientos antisemitas, la nostalgia vocal por la Francia de Vichy, las reminiscencias orgullosas de la guerra de Argelia y hasta a su propio padre, ha seguido alimentando la hoguera populista. Hizo campaña en contra de la inmigración, del Islam, de la globalización, del multiculturalismo, de la OTAN, de las elites, del “sistema”, de los mercados, de los medios y, sobre todo, de la Unión Europea —el monstruo supuestamente responsable de todos los males de Francia—.

No importa que a los 23 miembros del FN en el Parlamento Europeo se les pague con dinero de la UE, o que la propia Le Pen esté siendo investigada judicialmente por malversación de fondos públicos. Para muchos franceses, la angustia por el estatus, el enojo por la situación económica y el miedo al terrorismo son mucho más importantes.

Le Pen también se ha esforzado en fortalecer su estatus internacional. En enero, esperó en vano en Nueva York, con la esperanza de ser abrazada por Donald Trump —un hombre que, según ella, había copiado parte de su propia fórmula política para ganar la presidencia de Estados Unidos—. En Moscú, se reunió con el presidente ruso, Vladimir Putin —no para pedir dinero, como se apresuraron a aclarar las autoridades del partido, sino para discutir el estado del mundo—.

Al frente de las encuestas de opinión semana tras semana, Le Pen y su nuevo FN parecían haberle encontrado la vuelta. Pero hace dos semanas el barniz comenzó a cuartearse. Sus mítines se volvieron más eléctricos y su discurso, más brutal. En la misma sintonía que su padre negador del Holocausto, dijo que Francia no era responsable por deportar judíos a los campos de concentración nazis. ¿Fue un lapsus freudiano, fatiga de campaña o un intento deliberado por garantizarles a los viejos militantes del FN que la jefa no se descarriló?

Sea como fuere, unos 7,6 millones de votantes ahora han reconocido a Le Pen como la persona correcta para liderar a Francia (un total probablemente favorecido por un atentado terrorista en los Campos Elíseos tres días antes de las elecciones). Y si bien su combinación de reformulación y demagogia probablemente no sea suficiente para garantizarle la presidencia, Le Pen ya logró transformar el rostro y la psiquis de Francia para un largo futuro.

*Fue directora ejecutiva de France24 y RFL. Artículo publicado en la sección Tribuna de El País, España


Nacionalismo vs globalismo y el fascismo del siglo XXI

Wim Dierckxsens, Walter Formento|  Los resultados electorales de la primera vuelta en Francia son: Macron 24%, Le Pen 21,3%, Fillon 20,1%, Melenchon 19,6%, nos muestran el triunfo electoral de la estrategia del Globalismo Financiero, donde la combinación de monopolio de la comunicación mediática y de redes sociales, atentados terroristas y fragmentación de propuestas electorales, dio los resultados donde el candidato globalista Macron con una minoría de votos 24% pasa a la segunda vuelta enfrentado a quien planifico que fuese su mejor escenario, el Frente Nacional de Marine Le Pen con 21,3%.

Un escenario donde pudiera enfrentar a quien pudiera fácilmente estigmatizar como la “candidata del Fascismo”, por la histórica posición de su padre.

En la primera vuelta electoral era central que no hubiera mayor polarización. Que si hubiera una continuidad de acciones terroristas del globalista Isis. Para que la paridad entre Fillon y Le Pen se resolviera mínimamente a favor de Le Pen. La única a la que Macron podría vencer en segunda vuelta planteando que él es la Democracia, la Republica y la Igualdad enfrentados al Fascismo autoritario, anti-democrático y anti-republicano.

Además, Macron se presentó como el candidato sin partido, sin aparato, sin pasado y sin “deudas con la historia”. Fue el candidato de los grandes medios globales que actúan como el gran partido globalista en la sombras –´the global party in the shadows´-; de las grandes capacidades globales para-militares con nombres de utilería y pertrechados con la mejor de las armas y entrenamiento; de las viejas cities financieras globales con su histórica responsabilidad en las crisis financieras y sus negocios con la guerra militar y con la guerra financiera, que desembocan luego en la gran guerra mundial de 1914, de 1939 y luego la guerra de Vietnam.

El gran derrotado y vencedor fue el partido socialista francés, el neo-socialismo francés lo llamaríamos siguiendo la línea global de partidos socialdemócratas que pasaron a ser copados por sus cúpulas por el globalismo financiero neoliberal. Es el gran vencedor porque ha sido parte central en la estrategia de hacer ganar a Macron en primera vuelta y prestar todos los recursos para las maniobras que llevaron a François Fillon a una derrota por estrecho margen. Pero también es el gran derrotado porque al calor de su defección histórica surgen y se consolidan otras plataformas de ruptura altermundistas como la de Jean-Luc Mélenchon (que obtuvo alrededor del 19,2% de los votos, es decir más de ocho puntos más que en 2012, un incremento muy significativo).

La alternativa de Mélenchon no es destructiva sino transformadora, pese al absurdo signo de igualdad que se le pone con Le Pen en los medios de comunicación globales (“populismos” de uno u otro signo), pero preocupa, seguramente, aún más que Le Pen. Había cierta decepción pero no ambiente de derrota en medios del movimiento altermundista ´La Francia Insumisa´ de Mélenchon. A partir de ahora “la izquierda” son ellos, dicen, y su perspectiva de futuro no es mala. La izquierda francesa se ha reinventado en esta campaña. Mélenchon se negó en un primer momento a dar una recomendación de voto para la segunda vuelta y anunció una “consulta pública” a su movimiento.

Al lado de eso, el Frente Nacional recibirá votos de la derecha enfadada: “aquellos que tienen la sensación de que les han robado las elecciones”, dijo el vicepresidente del Frente Nacional, Florian Philippot, refiriéndose al escándalo del Penélopegate que en enero acabó con el indiscutible liderato de Fillon en esta carrera y que muchos de sus electores consideran una jugarreta planificada.

Los medios de comunicación han interpretado la postura reflexiva de Mélenchon como tibieza en la condena de la “extrema derecha”. El ´estás con nosotros o estás contra nosotros´, como orden para la segunda vuelta electoral (ballotage), es un mecanismo discursivo que impide una salida limpia.

Es muy importante hacer observable esta nueva arquitectura electoral y su modo-de-producción del escenario electoral, que tiene el objetivo de imponer a los candidatos-sin partido-sin historia que representan al 1% de la población mundial.

El triunfo no tan seguro de Macron en la segunda vuelta

No habían terminado aún de apagarse las luces de la primera vuelta de las elecciones en Francia y los principales candidatos ahora eliminados, exceptuando a Jean-Luc Melenchon, han llamado a sus electores a votar por Macron para evitar que gane Marine Le Pen. Con ello los grandes medios anuncian por anticipado una victoria de 60/40% a favor de Macron en la segunda vuelta.

Es preciso saber, sin embargo, que 8 de los 11 candidatos que concurrieron a las elecciones son más soberanistas que globalistas. El voto sumado de todos ellos supera el 50% de lo expresado y el malestar por la desposesión de Francia va aún más allá. En una jugada de gran calado que pilló desprevenido a casi todo el mundo, la candidata “ultraderechista” a la presidencia de Francia, Marine Le Pen, anunció ayer que pondrá a un gaullista soberanista y social, el abogado de 56 años Nicolas Dupont-Aignan, como primer ministro, si el domingo que viene gana las elecciones. A veinte puntos de distancia del joven exministro Emmanuel Macron (según pronósticos mediáticos), Le Pen lanza diariamente, una tras otra, peligrosas cargas de profundidad destinadas a reducir esa ventaja anunciada por los grandes medios.

Atacó allí donde puede pescar más votos: la derecha enfadada que considera que le han robado estas elecciones porque si no hubiera sido por el escándalo del Penelopegate, su eliminado candidato, François Fillon, sería el finalista más claro. Un verdadero torpedo para tentar hacia su campo a todo ese descontento. Sentado a su lado, el nuevo aliado de Le Pen evocó una “urgencia nacional”: “No vamos a permitir por cobardía dejar que elijan a Macron, que continuará multiplicada por diez la catastrófica política de Hollande”, dijo. “Franceses, despertad, ¿creéis que como gaullista tomaría la decisión de esta alianza si la situación del país no fuera gravísima?”. El anuncio se hizo en el Ayuntamiento de Yerres, localidad al sur de París de la que Dupont-Aignan es popular alcalde desde hace 22 años.

Con esta alianza, Le Pen no sólo profundiza su reivindicación de respetabilidad, sino que suaviza de paso su retórica antieuropea: al firmar un acuerdo con Dupont-Aignan. De esta forma ha podido justificar su marcha atrás en materia de salida del euro, que ya estaba a la vista que en la cumbre que la extrema derecha celebró en enero en Coblenza se apuntó como objetivo a la “Europa de las naciones”. Desde que Le Pen y Wilders (Holanda) con partidos nacionalistas de otras naciones formaron el partido trans-europeo  este cambio de rumbo político era de esperar. “Si logramos llegar al poder en cada nación, podremos reorganizar Europa”, dijo Le Pen en Coblenz. Ojo, entonces, con los torpedos de Marine Le Pen, cada vez mejor dirigidos.

La posición de Emmanuel Macron, el más claro representante de la globalización en Francia, por tanto, es mucho menos clara de lo que plantean los medios y bastante engañosa por lo demás. Macron y su movimiento constituyen un lobby y una burbuja que no se sabe por cuánto tiempo va a poder mantenerse. Su victoria es probable pero de ninguna manera segura y en todo caso parece un último cartucho, un último recurso antes de la erupción. En junio le esperan elecciones legislativas y no está nada claro cuántos diputados Macron obtendrá con su recién creado movimiento. Los tendrá muy probablemente a costa de los socialistas como los grandes perdedores. Sin embargo Jean-Luc Melenchon y Marine Le Pen juntos pero no revueltos bien le podrían bien dejar en minoría.

Después de la primera vuelta de las elecciones Marine Le Pen, como líder del Frente Nacional y candidata a la presidencia de Francia habló ante su gente afirmando que es la globalización lo que pone en peligro a Francia. Pareciera que es Marine Le Pen y su partido, quienes están ganando moralmente las posiciones que podríamos calificar más de izquierda que de derecha y en todo caso jamás de ultra derecha a como lo presentan los grandes medios. Le Pen cree en la soberanía nacional y en una Europa autónoma de los mega-poderes, ya no refiriéndose para ello tanto a Bruselas sino al globalismo. En su política internacional, Le Pen pretende ser más cooperativa con Rusia y el presidente Putin en materia de Medio Oriente, Ucrania y el tema energético. Su partido es muy escéptico frente a la OTAN y naturalmente da gran prioridad a los intereses nacionales.

No es extraño entonces que el voto al Frente Nacional se componga masivamente de trabajadores que han abandonado no solo los partidos de derecha como los Republicanos, sino también los de la llamada ´izquierda´ (el Partido Socialista). Estos dos partidos fueron los grandes perdedores en estas elecciones y por primera vez en la historia de la posguerra ninguno de los dos gobernará en Francia. Estamos de acuerdo en que no solo los rusos apoyarán a la señora Le Pen sino que en un futuro no lejano observaremos que Jean-Luc Melenchon, líder del partido ´Francia Insumisa´, trabajara junto con la señora Le Pen en la formación del mismo bando anti-globalista.

Entonces, ¿Quiénes son los fascistas hoy?

Para los globalistas el futuro presidente de Francia debe ser, sea como sea, Emmanuel Macron, un candidato al estilo de Hollywood y de la gran comunicación sin partido; pero como “ex” cuadro de la Casa Rothschild, que cuenta con el respaldo de todos los patrones de las corporaciones que cotizan en la Bolsa de París, cuenta también con las plataformas globales de medios a su favor para formar opinión pública con el fin de orientar subjetividades y llegar al gobierno. Plataforma global de medios y redes sociales que son centrales para el Gran candidato sin partido político, y que viene a negar los partidos políticos.

Macron tiene por objetivo profundizar la reforma laboral, a la que ya se opusieron el 67% de los franceses, sin que la mayoría de ellos se decidieran a salir a la calle la pasada primavera. Si el Hollande-ismo tuvo que imponer aquella reforma eludiendo al parlamento, vía el artículo 49/3 de la Constitución, Macron adelanta que dictaminará el código de trabajo por decreto. Al mejor estilo de trato burocrático-administrativo de los CEO´s con “su personal” en las corporaciones. Lo anterior deja entrever el carácter autoritario que tendrá un posible gobierno de Macron, que no es otro que el aprehendido en su formación en la empresa privada.

Hoy sobran los títulos mediáticos que consideran y nos fuerzan a considerar que el actual Frente Nacional es una amenaza «fascista» y que Macron es el único que puede salvar a los franceses de esta amenaza. El credo es que el nacionalismo ha conllevado históricamente al fascismo y esta historia se estaría repitiendo hoy. Sin embargo, a pesar de todo lo que afirman los prejuicios profundamente anclados en las mentes, la principal característica de los partidos fascistas es que son parte y cuentan con el gran apoyo de los poderes financieros, particularmente el que se retrasa en la puja interimperialista. Este no es el caso del Frente Nacional que no forma parte de ninguno de los dos lados de la puja inter-imperial financiera. La otra característica sería que a la unanimidad del gran capital a nivel nacional, le seguiría una unidad de la Nación que borrase todas las diferencias. Tampoco esto es el caso. En Francia, a nivel nacional ya no hay gran capital, este se ha desarrollado en escala y hoy es gran capital continental europeo. En la escala nacional solo hay pequeño empresariado, muchos pero pequeña empresa.

En verdad, casi en todos los países donde resurge el movimiento de los nuevos excluidos (Occidente sobre todo), ascienden los llamados movimientos nacionalistas y xenofóbicos con luchas en defensa de su lugar en el mercado laboral, de mercancías y por su identidad nacional, aunque sea a costa de otros, fomentando con ello el racismo y la xenofobia. Dichos movimientos que surgen, solo adquieren carácter fascista en la medida en que sean parte subordinada a un proyecto burgués-capitalista fascista. La xenofobia y el racismo existen antes del desarrollo de un movimiento pro-capital financiero Fascista.

Resultado de imagen para francia finanzasEs en la guerra interimperialista entre capitales financieros, que la estrategia fascista del capital financiero reaparece envuelta en los viejos ropajes de xenofobia, racismo, anti-rothschild para confrontar a la gran banca financiera global, anti-minorías para combatir a los trabajadores organizados en sindicatos y partidos, etc. Esta guerra económica entre capitales financieros expresa la iniciativa del capital global que avanza enfrentado al continental que se retrasa, es este último el que lleva la lucha de la economía a la política y corporativiza la política para cerrar el paso ascendente de aquel. El fascismo como estrategia y modo de aparecer, está en relación directa con la guerra económica interimperialista, es parte constituyente de esa relación social de producción de poder/valor/estado. Los pueblos con sus mayorías: trabajadores, productores, pequeños empresarios, nada tienen que ver directamente. Solo son llamados y utilizados por las fracciones de capital como base de maniobras, como en toda guerra capitalista. El Fascismo es parte de la guerra entre capitales financieros, de la confrontación aguda entre las fracciones dominantes y de esa relación social es que emerge.

Si hoy la confrontación está establecida entre el capital financiero global que asciende y el capital financiero continental que se retrasa, el fascismo brota de esta relación social. No puede haber en lo nacional ningún actor que pueda encarnar uno de los lados de esta relación social fascista de poder. Por otro lado, se hace entendible porque Macron (Rothschild) y sus instrumentos de comunicación global necesitan como estrategia electoral llamar a LePen: “el peligro fascista”, apelando a la historia sucedida entre 1930-1950 y no al presente.

Así como hoy en día hay exclusión a nivel de sectores populares, la hay también de la burguesía nacional e incluso de la oligarquía continental. Hoy no solo la burguesía nacional (francesa, holandesa, etc.) está a la defensiva sino incluso la continental lo está en mayor medida frente al globalismo financiero, o sea la oligarquía Europea está a la defensiva ante el avance del capital financiero globalizado de la misma manera que lo está el Continentalismo norteamericano del NAFTA. Donde incluso sí sería pertinente hablar aun de un poder industrial-militar que existe aunque menguado.Resultado de imagen para francia FASCISMO

Charles Hugh Smith, afirma que hay tres elementos esenciales para delimitar fascismo. Un Estado controlado por elites (financieras) corporativas que gobiernan la sociedad y la economía como una clase unificada monolítica. Una elite financiera que se retrasa en la batalla económica contra otra fracción de capital financiero que avanza, y por ello necesita corporativizar la sociedad, convocando y conformando las corporaciones de trabajadores y de pequeños empresarios, etc. para expulsar/reducir a cero los disidentes y la lucha interna que debilita. La necesidad viene de su debilidad en la órbita económica y por lo tanto debe compensarla conformando fortaleza en la órbita política.

La elite financiera globalista hoy busca imponer la conformidad con valores y opiniones que reafirman la opinión de la elite a través de los medios de comunicación y mediante el sistema educativo. Las disidencias por definición son consideradas noticias falsas o son llamadas expresiones de odio. A los partidos que cuestionan el neoliberalismo, sean de izquierda o de derecha los tildan de populismos, es decir, poco serios. La disidencia no solo es reprimida mediante los grandes medios al poner en ridículo a los disidentes sino llega también a encarcelamientos extra-legales e incluso desapariciones y asesinatos. Reprimir investigaciones escépticas y alternativas ya es fascismo.

A partir de lo anterior tenemos que constatar tristemente que hoy en día son los llamados partidos socialistas y socialdemócratas (la llamada ´izquierda´) que han bajado a niveles ideológicos y políticos fascistas. Es una gran ironía de la historia tener que observar que el Partido Socialdemócrata de inspiración marxista, creado por Wilhelm Liebknecht y August Bebel en 1869, dando nacimiento al Partido Obrero Socialista de Alemania, que años después adoptó el nombre definitivo que mantiene en la actualidad de Partido Socialdemócrata y que entre 1880 y 1914  asumió plenamente las tesis marxistas, no solo cayó luego en el revisionismo o reformismo encabezado por Eduard Bernstein, sino que ha degenerado incluso en el partido político de la elite corporativa globalista, transformándose en base partidaria para el fascismo.

Con ello la izquierda histórica quedó moralmente en bancarrota y no es extraño que su base social la abandone en masa, como está sucediendo con el Partido Laborista británico y pasó en estas elecciones recientes en Holanda y Francia.  Es realmente una paradoja histórica que hayan sido precisamente los partidos socialdemócratas y los llamados partidos socialistas que han estado presentes siempre en la lucha contra el capital, que hoy sean instrumentos y parte en la defensa del capital financiero globalizado.

Resultado de imagen para francia hollandePara ser ciudadanos iguales el partido socialista francés, por ejemplo, le dio inicio bajo el presidente saliente Francois Hollande, en 2012-2013, con su ley del «Matrimonio para todos». Esa ley fue presentada como algo que establecería la igualdad entre todos los ciudadanos, independientemente de la orientación sexual de cada cual. Esa noción liberal e individualista del ser ´ciudadano progresivo´ vino a reemplazar a la noción emancipadora, anticapitalista, abarcadora, anti-jerárquica, igualitaria y sensible de clase social, que había florecido con la socialdemocracia aun en los años 60 y 70.

Nuevamente como en el Reino Unido y EE.UU., el gran capital financiero neoliberal global logra imponer el concepto de “movimiento social de nuevas minorías” que será base para el copamiento y vaciamiento de los partidos revolucionarios en reemplazo del concepto de movimiento organizado de la clase trabajadora. Este llenaba y vertebraba el partido con los dirigentes sindicales y aquel, el neoliberal, vacía el partido y lo destruye como tal, para que reemerja solo como Logo y Símbolo al servicio del partido mediático global, que es la negación del concepto de partido.

El resultado final fue que estos partidos propagaron un “neoliberalismo progresista”, amalgama de truncados ideales de emancipación y formas letales de financiarización. Ante los ojos de la feminista Nancy Fraser, las propias feministas y Wall Street eran aves de un mismo plumaje, perfectamente unidas en la persona de Hillary Clinton.

Tenemos que recalcar que la principal característica de los partidos fascistas es el apoyo que reciben de los grandes poderes financieros que definitivamente no están del lado de Le Pen. Desde hace tiempo señalamos que el mayor peligro de un fascismo no se encuentra hoy en el nacionalismo sino en la dificultad de los globalistas para imponer un estado global bajo hegemonía de la Cities de Nueva York y Londres mediante sus fuerzas financiero-económicas. Si se dejara que las cosas se definan por la vía económica, las posibilidades que el Universalismo Multipolar triunfe sobre el globalismo son más grandes que pequeñas. Son los globalistas, apoyados por el partido demócrata en EUA bajo la administración de Obama, que amenazan con el uso de fuerzas extraeconómicas. La amenaza de una guerra con Rusia se vislumbraba claramente desde el gobierno de Obama. La creación de un cerco de misiles alrededor de Rusia y China solo se puede interpretar de una manera.

El hecho es que son los mismos globalistas que acusan a los partidos como el de Marine Le Pen, como ultra derechista y fascista en la estrategia de advertir/instalar sobre los peligros de un nuevo nacionalismo y fascismo que solo nos llevaría a la guerra, los que llevan adelante una estrategia fascista de golpes de comunicación y de terror, para poder “vender” y que las mayorías electorales “compren” que la única salida es la propuesta del globalismo con su creación de un Estado global.

No es probable que Trump se deje llevar por una aventura bélica riesgosa en el mundo, pero que se incline por el bluff es bien probable. La gran inseguridad en torno a la amenaza de una nueva guerra mundial, sin embargo, bien podría ser el momento ideal para dejar caer la economía norteamericana en una mega-crisis, que de todas formas se estaba anunciando. Es obvio que los globalistas van a atribuir el desastre económico y político a un gobierno nacionalista como el de Trump. De ello se encargarán los medios dominantes. El objetivo final es acusar a los nacionalismos de los desastres económicos, políticos y militares en el mundo para que los globalistas, en última instancia, aparezcan como los grandes salvadores del sistema al ofrecer la vacuna contra los peligros que ellos mismo generan y publicitan.

La dirección definitiva en relación a, si el mundo se mueve hacia un Estado Global unipolar o más bien en dirección al Universalismo multipolar, depende no en pequeña medida del camino que sigua Trump. Si el actual presidente decide articular con el proyecto de las Rutas de la Seda y el Banco Asiático de Inversiones, el mundo va en la dirección del Universalismo Multipolar (tema que se discutía el día 6 abril en la reunión con Xi Jimpinp, cuando en la madrugada del 7 lo interrumpió el bombardeo de la OTAN a Siria), si en cambio se supedita a las fuerzas del continentalismo a través de ceder ante el Estado Profundo, el camino hacia una confrontación con Rusia, China, India, Irán, etc., se vuelve más probable.

Estos países no renunciarán a su soberanía nacional y tendrán junto con los países de Eurasia incluso opciones de segregarse del “Mundo Occidental”. Es más, el Universalismo Multipolar al ser la principal fuerza económica productiva en el mundo tiene más probabilidades de posponer una crisis económica profunda que el “Occidente” compuesto por EE.UU., Europa y Japón. Por la misma razón los globalistas son la fuerza política más dispuesta a todo para no perder una hegemonía ya en crisis desde el 2008. Aquí está el verdadero peligro del fascismo en el siglo XXI. Un enfrentamiento militar entre las dos fuerzas mundiales sería el peor escenario para el mundo entero.

Macron y su misión para la City de Paris

Macron es un claro y definido partidario de la Tercera Vía al estilo Blair y Clinton. Su plataforma ´En Marche´ en apariencia y como fachada es el proyecto de una sola persona, más la gran plataforma global de comunicación/producción de sentido y subjetividades. En esencia está siendo monitoreada por el Instituto Montaigne y sus mega-corporaciones incluyendo el gigante en bienes y raíces Unibail-Rodamco, el gigante de la industria astronáutica Safran y el mega-banco BNP Paribas. Después del Brexit, el capital financiero globalizado percibe que puede perder la batalla con el Continentalismo de la Unión Europea asociado al Universalismo.

La misión de Macron será que París sea el reemplazo de la City de Londres que necesita con urgencia el globalismo financiero, porque a partir de Brexit, la City londinense ha perdido mucha de su influencia sobre la Unión Europea, puede incluso perder incluso su derecho a ser parte del Espacio-Económico-Europeo (EEE) lo cual sería un golpe de nivel estratégico y sigue perdiendo más cada día que Teresa May avanza.

Todas las transferencias bancarias realizadas en Europa pasan, en principio, por agencias de clearing (clearing houses), por donde transitan todos los capitales y los valores mobiliarios, acciones y obligaciones de los bancos que cooperan con estas agencias. Estos organismos tienen como clientes bancos y sociedades comerciales o industriales que les confían el cuidado de equilibrar el saldo de las operaciones de transferencia. Trescuartas partes de estas actividades en euros tienen actualmente lugar en la City de Londres. Tratase de un monto 850 mil euros diarios que da empleo a 83 mil empleados. Después del Brexit, los clearinghouses en la City de Londres ya no estarán bajo control del Banco Central Europeo (ECB) sino del Banco Central de Gran Bretaña. El ECB considera que todas las transacciones en euros han de tener lugar en el continente europeo y no más en la City de Londres. La salida de la City de Londres podría implicar que la actividad con 83 mil empleos podría ir a Paris, Frankfurt o Ámsterdam

Con Macron en la presidencia, el rol de la City de Paris será fortalecido por el capital financiero globalizado que necesita una base alternativa a la milla cuadrada londinense, que en gran parte migrará de la base en Londres a la City de Paris. Su misión será sustituir a Londres para seguir confrontando y debilitando desde dentro a la Unión Europea y en lo posible lograr la desintegración de la misma en favor de la estrategia de poder del capital financiero globalizado, para lograr la instauración de un estado global ya “en marcha”. Claro que todo este cambio de base le llevara un tiempo al globalismo financiero que no tiene, pero si logra consolidarse desde Paris sus movidas complejizaran el escenario de pujas.

Para lograrlo el capital financiero globalizado está a la defensiva ante el avance del Universalismo Multipolar desde China y Eurasia. Para ello Francia tiene que asegurar que las relaciones de la UE van a seguir tensas con Rusia e evitar que la UE opte por unirse al Universalismo Multipolar. Con el universalismo va a crearse una zona vastísima de mercado libre que abarca Rusia, China y el sudeste asiático” y, el Reino Unido y la Corona misma están apostando a beneficiarse potencialmente de este cambio, después del Brexit, posición en la cual no se encontraría si permaneciese en la Unión Europea.