Eurocopa: Fútbol, fascismo, racismo, homofobia

En las anteriores ediciones de la Eurocopa, y los partidos de las ligas nacionales, se han presenciado múltiples expresiones de racismo, homofobia y sexismo en los estadios. Pero esta vez ha sido más pronunciado y virulento debido a las condiciones políticas, económicas, sociales y de guerra que vive Europa. El fútbol queda atado a esta condición.

Todo parecía propicio para que miles en Europa se dieran cita en los estadios y gozaran del espectáculo de la pelota redonda, al menos eso era de imaginar, así el fútbol más que deporte haya terminado por convertirse en un negocio de altos kilates, en conducto para la circulación y acumulación de inmensas sumas de dinero, ocasión para apuestas –legales e ilegales–, al igual que oportunidad para la venta y consumo de sustancias sicoactivas de diverso tipo.

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Pero en este 2024 la geopolítica global se ha impuesto en el rodar de la número 5, en especial la guerra en Ucrania, factor que ha desatado la exposición de lasdiferentes organizaciones, así como de barras de fútbol fascistas en los estadios. Se dice que tanto en Europa central como en el este, el miedo a la guerra por un lado y las posiciones guerreristas por otro catalizan estos momentos. Ese miedo es promovido por los poderes imperiales, principalmente en Alemania y Francia, y por los medios de comunicación hegemónicos.

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De esta manera, cuando la Otan hace llamados a la guerra contra Rusia, y en defensa de Ucrania, con eco en los grandes medios de comunicación, la rusofobia caldea los ambientes, no pudiendo quedar ajena a este momento político la Eurocopa en Alemania. El avance del fascismo, que otros denominan extrema derecha, y otros más, de forma muy confusa califican como extrema derecha fascista y extrema derecha no fascista, amplía sus ecos por todo el territorio europeo, con ecos potentes en política electoral y en el deporte-espectáculo.

Es un fenómeno de reacción y radicalización de amplias franjas sociales, que va ganando espacio en una región del mundo impactada por el gradual desmonte del Estado de bienestar y por la consecutiva llegada de inmigrantes, producto de lo cual esta parte del mundo es hoy un mosaico de pueblos desplazados por el empobrecimiento y la guerra, que conviven con los nacidos raizales. Es así como este continente, que agrupa  448.7 millones de habitantes, suma 27 millones –el 6,1 del total de la población– provenientes de otras partes del mundo, en especial de África. Gentes de otros orígenes territoriales y ya integradas a un espacio que pueden haber sentido en un principio como distinto al suyo, pero que ya no es así. De esta manera, en la Eurocopa han jugado en selecciones 82 jugadores hijos de inmigrantes que son europeos, de un total de 624 convocados.

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Según el Instituto Nacional de Estadísticas, Alemania y Suecia son los países de la Unión Europea con más inmigrantes. En Alemania el 19 por ciento de la población nació en el extranjero, el 17,1 de España, el 16 de Portugal y el 13 por ciento de Francia.

Algunos, que tal vez no sean pocos, se resisten a esta realidad. Según la Uefa, se han detectado en redes sociales 4.656 mensajes racistas. El futbolista Saka, de origen nigeriano, inmigrante y de la selección inglesa, ha sido duramente ofendido, Tchouameni, de origen camerunés pero francés, fue ultrajado por una camada de derechistas del Real Madrid. Se burlan de todos los jugadores de origen inmigrante, sin embargo la selección de fútbol de Países Bajos, históricamente blanca y defensora de la xenofobia, con fanáticos que atacan a lo africanos, tiene 16 de sus 26 jugadores de origen inmigrante. Hijos de inmigrantes desde el Caribe, o hijos o nietos de origen africano. Los inmigrantes en ese país son el 25 por ciento de la población.

Pero también los cánticos racistas o antiinmigrante que se escucharon en los estadios se debieron a hechos  secundarios, como en el caso del capitán de la selección de Suiza, Granit Xhaka, nacido en Basilea, pero hijo de padres pertenecientes a una etnia albanesa y llegados desde Kosovo. O de Kalhanoglu, líder de la selección de Turquía pero nacido en Mannheim, Alemania.

Acción y presión con claros tintes xenófobos, pero también políticos. La Uefa que se precia de ser una organización “sin ánimo de lucro y neutral” respecto de las ideologías, prohibió la bandera de Rusia en cualquiera de las manifestaciones deportivas, aunque esa selección estaba excluída de la Eurocopa. Pero no solo eso, siguiendo las orientaciones de la Fifa de no aceptar “símbolos que promuevan el odio”, como la bandera palestina, se ha tenido que enfrentar con el hecho de la proliferación de símbolos fascistas en todos los estadios y en todos los partidos.

La Uefa piensa que con sanciones económicas va a erradicar el fascismo, el racismo y la homofobia de los escenarios deportivos. Fuera de todo realismo y comprensión del momento actual en el mundo, en especial en la periferia europea, se niega a ver y valorar lo que está sucediendo, la guerra en Ucrania, así como la masacre del pueblo palestino, sucesos que tensionan las contradicciones y diferencias nacionales, exacerbando sentimientos de odio a lo que no es europeo, blanco, heterosexual y patriarcal, así como sentimientos anticoloniales y antiimperialistas, hermanados con iniciativas solidarias y denuncia de lo que está en curso.

Qué es el Batallón Azov, chivo expiatorio de Rusia, entre el heroísmo y el  fantasma nazi | PerfilAsí, pese a lo pretendido por la Uefa, las banderas del Batallón Azov, A30B de Ucrania, símbolo de los fascistas que combaten contra Rusia, ha ondeado varias veces en los estadios y el futbolista Román Zazulya ha dicho que la Uefa “debe dejar que se muestre esa bandera, símbolo de la resistencia ucraniana contra la criminal Rusia”.

Como expresión similar, la Uefa sancionó al jugador turco Damiral, en el partido que su país jugó contra Austria, por hacer con los dedos el símbolo de los “lobos grises”, organización fascista turca. La organización IB llevó una pancarta que decía “salvemos a Europa”, ¿de quiénes?, de Rusia. Croatas y albaneses llevaron pancartas que decían “muerte a los serbios”. Los fascistas alemanes, a su vez, izaron telas con la leyenda: “Alemania para los alemanes”.

Como parte de esta misma disputa, la Brigada de los Cárpatos de Hungría, una de las barras más violentas de Europa, se manifestó con su uniforme negro en apoyo a la selección de ese país. En los estadios también apareció la bandera del llamado “Ejército de Liberación de Kosovo”, mientras que aparecían pancartas que decían “Kosovo es Rumania”, y otras que decían: “Kosovo es Serbia, y “Besarabia” es Rumania”. Por Besarabia designan a Moldavia.

También aparecieron banderas aludiendo a “la Gran Rumania”, “la Gran Albania”, “La Gran Hungría” aludiendo a las poblaciones húngaras que viven en Ucrania y Rumania. Un despertar de nacionalismo ultra, que raya con la pesadilla.

Además de todo esto, también aparecieron cánticos homofóbicos en los estadios. Recientemente fue aprobada una ley antidiversidades sexuales en Hungría, y en protesta ante ello, en el partido Alemania vs. Hungría, la alcaldía de Múnich, por medio de la Uefa, pretendió iluminar el estadio de esa ciudad con las colores del movimiento Lgbtiq+. Iniciativa prohibida por la Fifa, diciendo que se podía iluminar cualquier estadio menos, ese día, aquel donde se jugaba el partido antes indicado. Las acusaciones de racismo tensionan la Eurocopa

Es una disputa abierta, con consecuencias de todo orden. Así, los cánticos homofóbicos y sexistas a la vez que dejan invisibilizado el bisexualismo y homosexualismo de los jugadores, también se promueven “el macho de la cancha”, el más “gladiador”, los que representan el “poder histórico del europeo”.

En Europa, dentro de la llamada agenda verde, se promueve el respeto a las diversidades sexuales, haciendo pasar posiciones fascistas, de derecha extrema, como la posición del feminismo, ocultando su real trasfondo bajo la calificación de “agenda woke”, golpeando así a todos los nuevos derechos democráticos, sexuales, ecológicos, inclusivos, del cuidado,  animalismo, que precisamente es lo woke.

De esta manera, la Eurocopa 2024, a la vez que mostró fútbol, también permitió ver, una vez más, como ese continente es un crisol de ciudadanos inmigrantes, con sus selecciones inevitablemente obligadas a contar con esos talentos venidos de otras partes del mundo, sacando a flote que lo de nación tiene sus límites y está ante realidades y nuevos debates, atizados por jóvenes que hasta en un 50 por ciento le dan cuerpo a un seleccionado de fútbol de un país u otro.

Una reacción y un debate atizado por posiciones derechistas que pretende atrincherarse en el color de su piel, en la predominancia de su idioma, en ciertos valores que ya no son de reconocimiento pleno. Y, en el trasfondo de todo ello, la disputa entre potencias e imperios por el control de territorios y países, desplegando en cuerpo ajeno guerras que hoy son locales pero que mañana podrían volver a desangrar todo el “viejo continente”.