Ernesto Villegas: “convenceré a los opositores de que han votado en contra de sí mismos”

CLODOVALDO HERNÁNDEZ | El saliente ministro del Poder Popular para la Comunicación y la Información asume con entusiasmo su primer reto electoral: reconquistar la Alcaldía Metropolitana para que esta instancia comience a remar en la misma dirección que el Ejecutivo Nacional, la Alcaldía de Libertador y el Gobierno del Distrito Capital.

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Ciudad CCS

Es domingo en la tarde, es decir, que apenas han transcurrido unas horas desde que el presidente Nicolás Maduro anunció oficialmente que Ernesto Villegas (Caracas, 1970) será el candidato revolucionario a la Alcaldía Metropolitana. Sin embargo, el periodista, aún en su despacho de ministro del Poder Popular para Comunicación e Información, le dice a alguien por teléfono que ya está metido de lleno en su nuevo reto. “Estoy convencido de que voy a ganar mi vaina”, exclama.

—¿Qué hizo usted mal para que lo castigaran?

—No creo que sea un castigo, sino más bien un privilegio, esto de representar a la Revolución Bolivariana en la capital política de América Latina, es una enorme responsabilidad que asumo con agradecimiento y absoluto compromiso. Ahora, seguramente hice mil cosas malas porque quien mucho hace, mucho yerra. Un Gobierno que hace un millón de cosas, por supuesto que ha de cometer errores. Funcionarios ocupados de un millón de asuntos, cometen más errores que aquellos que se dedican a hacer turismo y a pantallear, como bastante vemos en el campo de la derecha.

—Usted ha dicho que un revolucionario debe estar presto a ir donde lo manden. Pero, ¿no sería bueno que la Revolución dejara a sus cuadros en los cargos por tiempo suficiente para que desarrollen una obra?

—Es que los tiempos políticos son distintos al tiempo cronológico. Lo decía Fidel Castro, citando a Bernard Shaw, palabras más, palabras menos, que unos minutos con una dama muy hermosa pueden ser una eternidad, mientras pueden pasar horas en la vida de un ser humano que sean un desperdicio total. Los meses que yo he pasado aquí en el Ministerio han sido siglos en intensidad, en emociones, en altos y bajos del ánimo nacional. Para un ser humano común y corriente como yo, que ha sido fundamentalmente reportero, la sola noticia de que el presidente Chávez quería nombrarme ministro de Comunicación e Información fue un impacto. Y luego, compartir con él, aunque haya sido por poco tiempo, fue algo extraordinario: estar al lado de un personaje de la historia, de los que nace uno cada cien o doscientos años. Él me plantea que hagamos una nueva política comunicacional y que me convierta en el líder de un verdadero sistema de medios de comunicación. Eso no fue cualquier cosa, no es como que te digan “prepárate una torta de pan”, sino que implica un arduo trabajo, hacer una radiografía completa de este mecanismo comunicacional. Luego se atravesó la enfermedad del Comandante y ese tiempo en el que hubo que gerenciar comunicacionalmente ese asunto, para el cual no había un recetario. Hubo una campaña electoral en medio de la enfermedad del Presidente y todas las perturbaciones derivadas de las interpretaciones de la Constitución. Luego vino el desenlace fatal y las nuevas elecciones. En fin, que estuve aquí como tres siglos en tiempo político.

—De todo lo que pensó hacer cuando el Comandante Chávez le dio la responsabilidad, ¿qué diría que está mejor logrado hasta ahora?

—Corresponde a los demás hacer el juicio definitivo sobre el paso de un funcionario por un cargo. No es elegante que yo mismo me evalúe. Pero avanzamos mucho en la implantación del Sistema Bolivariano de Comunicación e Información (Sibci), que pretende trascender la noción de islas que caracteriza al aparato comunicacional del Estado. Es un proceso en desarrollo, está en gerundio porque no es algo que se decrete. En el caso de la comunicación popular, me causa muchísima satisfacción que un periodista con carnet como yo haya cosechado una relación afectiva con un mundo lleno de comunicadores sin carnet, como es el de la comunicación popular. Y nótese que digo comunicación popular porque no se trata solo de los medios alternativos y comunitarios, sino que es un concepto más amplio. Cuando Chávez dijo, en aquel Consejo de Ministros del golpe de timón, ilustraba acerca de la necesidad de que en el barrio, en la esquina, hubiese alguien con una corneta, voceando las buenas nuevas de la Revolución, muchos se burlaron del símbolo de esa política, que son los megáfonos en manos del pueblo, pero yo me pregunto: ¿Qué dictadura le entrega megáfonos a la gente?, ¿qué dictadura quiere tener a un pueblo que tenga la capacidad de alzar su voz y amplificarla? Yo creo que las dictaduras hacen exactamente lo contrario.

—Durante su gestión ocurrió la salida del aire de La Hojilla en VTV y de Buenas Noches en Globovisión. Inevitablemente, mucha gente de bando y bando lo interpretó como un intercambio de piezas del ajedrez mediático. ¿Lo hubo?

—Estos siglos que estuve aquí han estado llenos de casualidades. Te puedo asegurar que una cosa no tuvo que ver con la otra. Más bien nos sorprendió que ese programa (Buenas Noches) saliera del aire. Esos episodios tuvieron una dinámica distinta. Lo que pasa en Globovisión obedece a la dinámica de un partido político. Lo que pasa es que muchos periodistas no se dan cuenta de que son unos asalariados y se ofenden cuando los empresarios venden sus medios y ellos cambian de patrono.

—Después de lo que dijo la Fiscalía acerca de la autenticidad del audio de Mario Silva, ¿seguirá La Hojilla fuera del aire o podría revisarse la medida?

—La verdad es que no he recibido ninguna instrucción con respecto a este espacio. Yo mismo estuve dos años fuera de pantalla. Fue un tiempo que aproveché muchísimo: fundé un periódico, escribí un libro…Nosotros no nacemos pegados ni a un cargo ni a una cámara de televisión. Lo que sí digo es que ese programa hizo un aporte bien importante, hay que hacer un reconocimiento al papel cumplido por ese espacio, sobre el cual podemos tener opiniones disímiles respecto al estilo del compañero Mario Silva. Su labor en el desmontaje de matrices fue fundamental para clarificar infinitos asuntos. El desenfado con el que el compañero trabajó esos temas, difícilmente pudo haberlo tenido un periodista profesional. La denuncia sistemática de conductas reñidas con la ética por parte de periodistas y medios fue una de las líneas de ese programa. La explicación pedagógica de ciertos asuntos habría que resaltarla, más allá de los excesos que puedan haberse presentado. Pero en eso nadie está libre de pecados ni puede lanzar la primera piedra. Por otro lado, hay que decir que La Hojilla se convirtió en un pretexto para justificar las más aberrantes desviaciones del periodismo profesional. Si esas desviaciones son cuestionables en alguien que no es periodista universitario, más lo son en el caso de los que sí lo son y tienen unos postulados éticos que respetar. Muchos de quienes usaron La Hojilla como una hoja de parra para tapar sus propias desviaciones, excesos o defectos, se olvidan de qué fue primero. A esas personas les recuerdo que La Hojilla no existía en el año 2002, sino que fue una respuesta a lo que había ocurrido antes: nada menos que un golpe de Estado.

Remar en la misma dirección

—¿Tiene sentido la Alcaldía Metropolitana en vista de lo que son actualmente sus competencias frente a las del Gobierno del Distrito Capital?

—Sí tiene sentido que haya instituciones al servicio de los ciudadanos y de la ciudad, parte de un gobierno eficiente y comprometido con líneas comunes de trabajo. Si remamos en la misma dirección que otras instancias de gobierno para solventar los problemas de la ciudad, vale la pena. Lo que no tiene sentido es que esté al servicio de la conspiración y el sabotaje, que siga en manos de personajes que se dedican a echar carro y a remar hacia atrás y a conspirar. Existiendo esta alcaldía y teniendo asignados recursos que podrían servir para mejorar la calidad de vida de la gente, ¿por qué permitir que sigan desviándose hacia los planes de la derecha más atrasada, reminiscencias de un pasado oprobioso y corrupto? Yo me pongo a disposición de Caracas para hacer equipo con Jorge Rodríguez y Jacqueline Faria para llevar adelante el destino de esta capital política de América Latina, haciéndola más humana y más vivible. La muestra la pueden dar los ciudadanos que disfrutan de las plazas públicas recuperadas, de los kilómetros de calles bulevarizadas, del rescate de espacios que estaban condenados a la miseria y al vicio. Aun en aquellas jurisdicciones donde hay gobernantes de la derecha, hay un campo amplio para entenderse: la seguridad, la movilidad, la mitigación de riesgos, la preservación del ambiente.

—En el mejor de los casos para la Revolución, viendo las tendencias electorales, usted tendrá que gobernar con tres alcaldes opositores. ¿Tiene sentido intentar coordinar con esas fuerzas políticas, a sabiendas de lo que han hecho hasta ahora?

—Nosotros queremos ganar en todas las jurisdicciones en las que vamos a postular candidatos y, obviamente, siempre será más fácil entenderse con funcionarios que comulguen con un mismo proyecto. Sin embargo, hay experiencias en las que se da esa coordinación con otros factores. Por ejemplo, recientemente hubo una ocupación de un terreno cerca de la autopista de Prados del Este y actuaron conjuntamente la Guardia Nacional Bolivariana, la Policía Nacional Bolivariana y la Policía de Baruta. Lo importante es que en ningún caso quede de lado nuestro compromiso con los más pobres. No nos vamos a plantear ni el pacto de Punto Fijo ni pacticos de Punto Fijo, pero en casos puntuales, la coordinación es perfectamente posible.

—Desde el punto de vista electoral, a usted le toca la tarea nada fácil de convencer a los electores de unos municipios que han estado manifestándose de manera sostenida a favor de la oposición. ¿Cómo piensa lograrlo?

—Demostrándoles que muchos de ellos votaron contra sí mismos porque tienen unas gestiones de Gobierno Municipal y regional que son insufribles, pero cuando han tenido que optar entre un chavista y cualquier cosa, han preferido cualquier cosa. Ese no es el camino, no se trata de elegir cualquier cosa: un dinosaurio, un fósil que se niega a extinguirse. Hay que apostar al futuro y mi propuesta encarna a esa Caracas nueva que ya comienza a asomarse.

—¿En qué medida la negativa gestión de Ledezma es culpa de él y en qué medida lo es de que la Alcaldía Metropolitana haya perdido parte de las competencias que tuvo cuando estuvieron en ese cargo Alfredo Peña y Juan Barreto?

—Más bien esas atribuciones le hubiesen causado dificultades superiores para desarrollar una buena gestión. Con menos tareas pudo cumplir un mejor trabajo. Pero, no es tanto lo que yo diga. Mejor es preguntarles a los habitantes de estos municipios, qué ha hecho la Alcaldía Metropolitana por sus comunidades…

—Usted fue el vocero oficial del Gobierno acerca de la salud del presidente Chávez y por eso algunos sectores lo han calificado de mentiroso y manipulador… ¿No hubiese sido más fácil ser candidato a la Alcaldía antes de ser ministro?

—Los hechos son testarudos, no puedo plantearme escenarios hipotéticos. Yo sé que si hubiese competido para el Míster Venezuela hubiese salido derrotado, pero tendría experiencia electoral… Pero eso que dicen de mí, no lo dice la opinión pública en general, sino el líder negativo de la Mesa de la Impunidad (Henrique Capriles) que tiene una rara obsesión con el presidente Maduro y también conmigo…. No comprendo la fijación conmigo porque yo era apenas un ministro y él se cree presidente…

—…Y eso que no ganó el Míster Venezuela…

—Sí, a pesar de eso tiene una fijación, pero eso que él dice de mí no tiene nada que ver con lo que la gente dice en la calle. La gente común y corriente, incluyendo amigos antichavistas, me expresan comprensión y hasta agradecimiento por haber acompañado al país durante un trayecto emocional muy intenso de una manera serena y ponderada.