En riesgo de desaparecer el Plan de Recuperación Económica y el Bs Soberano: Propuesta para evitarlo
Oscar Fabián Forero-15yÚltimo|
En las vísperas de cumplirse los primeros 90 días del Plan de Recuperación Económica ya va siendo hora de los primeros análisis. Entre otras cosas, porque se supone -así se ha repetido incontables veces desde el Ejecutivo- que los mismos son de “evaluación y ajuste“. De más no está decir que dichos análisis enfrentan la severa dificultad de la ausencia casi total de indicadores oficiales, sin embargo, hay problemas y realidades que por su envergadura saltan a la vista. Oscar Javier Forero a un paso adelante en esta dirección y nos ofrece su perspectiva de lo que ha sido hasta ahora el desempeño del Plan, de lo que podría pasar de seguir la tendencia que llevan ciertos procesos y termina planteando algunas alternativas de acción.
El pasado 20 de agosto el Jefe de Estado anunció la puesta en marcha de un Plan de Recuperación Económica que, más allá de sus detractores o simpatizantes, significó un punto de quiebre para con la agónica inacción a la que éramos conducidos desde hace por lo menos 3 años.
Por primera vez en un buen tiempo, el Presidente de la República reconocía una serie de errores que han coadyuvado, junto al creciente y cada vez más preocupante ataque político-financiero internacional, a la profundización de la crisis.
Esta actitud, que podría considerarse como normal en muchas otras latitudes, es y representa un momento que indudablemente nos conducirá a otro escenario distinto al que nos llevaba el laissez faire, laissez passer (dejar hacer, dejar pasar) que tristemente venia llevando a cabo el Ejecutivo.
Con la puesta en marcha del Plan se generaron múltiples expectativas hacia el fracaso o éxito del mismo. El propio Presidente de la República habló de dos años para comenzar a ver el esperado crecimiento en la economía venezolana.
No obstante, considero que se quedó corto en estas estimaciones: por un lado, la crisis tardó por lo menos cuatro años en traernos a este escenario. De igual forma, las medidas anunciadas tras 90 días del plan son insuficientes para las exigencias del propio engranaje económico y del país.
El conjunto de medidas gubernamentales tienen otro nudo crítico: dentro del Gobierno venezolano existen infinidad de problemas que dificultan la toma de decisiones y que abiertamente se evidencian, cada vez con mayor incidencia, dada la propia angustia que conlleva la interminable crisis.
Uno de los principales es la falta de unidad, dígase cuerpo, entendiéndose éste como un todo. Lamentablemente, no todos los involucrados en temas estratégicos como el económico están remando hacia el mismo rumbo, lo que dificulta tanto la toma de decisiones como la aplicación de las mismas. Esto se puede fácilmente evidenciar con la política cambiaria: se derogó la ley de ilícitos cambiarios, comprendiéndose como la antesala para eliminar el fatídico DICOM, a pesar de ya estar eliminada la mencionada ley, el propio Ejecutivo continua manteniendo una tasa de cambio que nuevamente raya en lo absurdo.
Otro aspecto que dificulta el funcionamiento y la propia eficacia que en este momento debería tener el Gobierno tiene que ver con la palpable improvisación. Si algo impide la obtención de logros y objetivos propuestos es la carencia de decisiones previamente analizadas y estudiadas. Si bien los procesos de planificación, y más en ciencias sociales, no pueden ser rígidos, una cosa es la aparición o el fortalecimiento de variables que afecten el plan y otra es desorientar la propia gestión de gobierno en un ir y venir, en un “anuncio de anuncios que nunca llegan y que terminan diluyéndose en el olvido”.
Sobre este punto en particular y a modo de ejemplo mencionaré sólo uno: la nueva política con respecto a la gasolina. Desde el pasado 20 de agosto se ha diferido el tema, a la fecha se desconoce si se aumentará el precio del combustible, su costo, cómo funcionará el subsidio, entre muchas otras incógnitas. Ello ha originado un clima de incertidumbre que termina por reflejarse en las crecientes colas para surtir en estados como Lara, Portuguesa, Carabobo y Aragua, los cuales comienzan a parecerse, por la propia escasez, a Táchira y Zulia.
Existen otros aspectos más que juegan un papel fundamental en el éxito o no del Plan de Recuperación: la aptitud, compromiso patriótico, revolucionario y capacidades técnicas de Ministros, Viceministros, asesores, Directores de instituciones y un largo etcétera, son también fundamentales para que el propio Gobierno pueda comprender las raíces y los orígenes de la crisis, así como las primordiales acciones a tomar para lograr contener la hiperinflación, la escasez, el desabastecimiento y el caos en los servicios.
De no garantizarse este punto elemental se podría estar hablando, con toda la convicción y el convencimiento del caso, de un paraguas como herramienta fundamental e inequívoca para detener de una vez por todas la tormenta (que ya pasó a vaguada sin siquiera darnos cuenta) pero que, dado el propio desconocimiento del tema, seguimos considerando una simple llovizna próxima a desaparecer.
Precisamente esto le está ocurriendo, desde un inicio, al Plan de Recuperación Económica. Si bien y como anteriormente mencione, el plan tiene aspectos importantes, como el hecho de que se tomen medidas, esto no es suficiente para garantizar el éxito del mismo. Pareciera que quienes lo impulsan no comprenden el origen y la raíz del problema, pareciera que subestiman temas estratégicos, pareciese que no aprenden de los errores.
En un artículo anterior, dejaba claro algunos temas con los que quiero insistir en esta ocasión:
“A la fecha, por los menos 5 de los principales 8 marcadores del mercado paralelo que a diario se publican por twitter son estimados en Cúcuta, esto da luces para comprender que solucionar el problema del contrabando traspasa obligatoriamente de nuestras fronteras. Tal situación lleva a asegurar que las distorsiones que aquejan nuestra economía, a nivel externo, continuarán operando con total normalidad (…) no habrá medida, acción o maniobra que funcione, tal como se planea, puesto que inmediatamente se anuncia es burlada por el entramado que opera en torno a la economía delictiva tanto dentro como fuera del país.”
Más adelante señalaba que:
“La mezcla de variación abrupta (de precios) a lo externo, con congelación a lo interno resulta sumamente atractiva para el contrabando de alimentos (…) mientras nos deprecien el bolívar ahora “soberano” de la forma en que lo hacen seguiremos viendo salir de nuestras fronteras muchos de los alimentos que deberían copar los anaqueles venezolanos, además de que seguiremos en una ineludible escalada de precios”.
Nuestro país se acerca poco a poco al colapso, esta es una realidad inobjetable. Dicho colapso se evidencia en el franco deterioro de los servicios, en la abrumadora escasez, en el cierre de miles de comercios, en la paralización absoluta de cientos de empresas estatales, en el abandono de los puestos de trabajo de miles de personas que decidieron, en el mejor de los casos, salir de la economía formal a la economía informal, también se puede evidenciar el colapso al que nos acercamos, en la cada vez más limitada gestión de gobierno: no hay presupuesto público, de institución o ministerio, que aguante la creciente hiperinflación.
Con los primeros anuncios del plan se sintió un significativo alivio en el hogar de las familias más golpeadas por la crisis. El trabajador venezolano pasó de ganar 30 bolívares soberanos a percibir 1.800. En términos reales pasó de comprar medio cartón de huevos a lograr adquirir hasta 16 cartones del mismo.
Sin embargo con el paso de los días la inflación ha seguido en ascenso, los precios acordados, tal como se había estimado, no funcionaron y el salario se estancó. Si bien se anunció inicialmente un anclaje que evitaría el incremento de la brecha entre poder adquisitivo e inflación, éste hasta la fecha ha demostrado estar mal diseñado, pues se continuó manteniendo un marcador del dólar que solo sirve de estorbo.
El Ejecutivo Nacional podría eliminar el dólar preferencial (DICOM) y terminar por liberar la tasa de cambio (lo cual inicialmente, con la derogación de la Ley de Ilícitos Cambiarios, se pensó que ocurriría). Esto establecería un único marcador de cambio determinado por el mercado que, con el anclaje del salario al petro (y el posterior anclaje de segundo grado al dólar), obligaría a actualizar los sueldos de manera periódica, evitando por ende la pérdida continua del poder adquisitivo de los ciudadanos.
En un mercado “normal”, libre de distorsiones exógenas como las que sufre Venezuela, sin agentes internos apostando por la depreciación artificial de la moneda, ésta podría ser una de las soluciones más inmediatas para evitar el empobrecimiento perenne de millones de venezolanos que obtenemos ingresos en bolívares. Pero, lamentablemente el escenario económico nacional es altamente complejo lo que no permite que se solucione un tema tan elemental como la pauperización del trabajo. Liberar la tasa de cambio anclando de manera indirecta el salario a la divisa estadounidense, dejando que nuestra moneda siga siendo depreciada por factores externos, podría aliviar el problema más no reduciría la creciente hiperinflación, estimada para 2019 en 13 millones por ciento, lo que a la larga sería insostenible.
Desde hace por lo menos 30 años la tasa de cambio que rige la relación dólar/bolívar y peso/bolívar ha sido determinada por los Operadores Cambiarios Fronterizos, coloquialmente conocidos como Casas de Cambio, apostados en la zona fronteriza colombo venezolana. Por muchos años hubo una interesante cantidad de cambistas ubicados en territorio venezolano, principalmente en San Antonio del Táchira y Ureña, pero éstos desaparecieron tras la disposición de la SUDEBAN de 2010 que las ilegalizó, dada la vulnerabilidad del sistema financiero fronterizo para efectuar grandes procesos de lavado de dinero.
Con el establecimiento del control de cambio en 2003, el mercado ilegal hizo su aparición y para ello ya existía una estructura lo suficientemente fuerte como para sustentarlo. El enorme flujo de divisas que ingresaron a Venezuela, producto del crecimiento en el precio del barril de petróleo y el posterior egreso dada las exorbitantes importaciones, muchas veces fraudulentas, sirvió de fuente para alimentar la ilegalidad y a su vez para enriquecer a empresas de maletín, funcionarios públicos, transnacionales y por supuesto, el propio sistema fronterizo que se encargó de triangular buena parte de estos ingresos.
Progresivamente, el mercado paralelo se fue transformando, también perfeccionando, gracias a los propios errores del Estado y al dejar hacer, dejar pasar de organismos como el Banco Central de Venezuela que con una actitud impávida permitieron y aún permiten que nuestro signo monetario sea depreciado arbitraria y desastrosamente, sin que se tome decisión alguna.
En Turquía, la lira perdió 40% en un par de semanas, el gobierno turco acusó a los Estados Unidos de aplicar una guerra económica para afectar las finanzas de Ankara. Actos eguido, el gobierno de Erdogan y el Banco Central de dicho país, no se quedaron en la mera denuncia, sino que, entre otras medidas de protección, le inyectaron 6.000 millones de dólares al mercado para obligar la baja del dólar. A la fecha, tres meses después de las fuertes depreciaciones, la lira ha recuperado 21% su valor con respecto a la divisa estadounidense.
En Venezuela, en los últimos tres meses, el dólar se ha incrementado 466%, en lo que va de año, 24881% y en los últimos dos años 1,5 millones por ciento. Ante semejante debacle, inaudita en el mundo, el Gobierno venezolano sigue viendo la depreciación como un simple espectador en un mercado donde escasean la toma de decisiones en la misma proporción que escasean las divisas.
Ante un desplome tan significativo no hay economía que soporte semejante descalabro sin caer en una grave crisis como la que padece Venezuela. Amerita por cuanto entender que mientras no se le dé especial atención a la depreciación arbitraria y artificial (pero que impacta en la realidad de toda la economía venezolana), los problemas se mantendrán.
El Plan de Recuperación Económica debe plantearse la mejora progresiva de nuestro signo monetario, bajo un enfoque totalmente diferente al que tradicionalmente ha tenido el Estado venezolano. Seguir tercamente determinando el valor de la divisa norteamericana a través de “decretos” es un absurdo, tan absurdo como continuar pensando que los precios se controlarán con gacetas, providencias y más fiscales en las calles. La hegemonía en el marcador del mercado de divisas no lo maneja desde hace mucho tiempo el Estado, el mudar de dólares a yuanes, rublos, rupias o euros como unidad contable de tranza no cambiará la realidad del mercado.
De no tomarse acciones efectivas para contener, de manera progresiva, la depreciación que sufre nuestra moneda el Plan de Recuperación fenecerá con la misma rapidez que sucumbieron los antecesores planes: Ofensiva Económica (2014), Estado Mayor para la Recuperación Económica (2015), Plan de Emergencia Económica (2016), las Seis Líneas de Acción (2016) y los 15 motores de la Agenda Económica (2016-2017). Peor aún más allá del fracaso de otro plan, más allá de un nuevo revés, lo realmente grave es que, dada la complejidad de la crisis muy probablemente estemos, unos con mayor responsabilidad que otros, cavando la tumba de nuestra unidad monetaria vigente desde 1879: El bolívar.
El desplazamiento que poco a poco viene teniendo nuestro signo monetario con respecto al uso de otras monedas como el peso colombiano y el dólar, no es más que el preludio de su desaparición. Grandes tiendas por departamentos como Traki tienen el atrevimiento de establecer cajas especiales para “pago en divisas”, locales nocturnos del Parque Nacional Waraira Repano bajo administración de Inparques ofrecen placenteras noches de fiesta tasadas en dólares, otros establecimientos no tan osados negocian directamente con los consumidores el pago, de los bienes y servicios que ofrecen, en divisas a través de transferencias bancarias internacionales. En fin, es un preludio bastante doloroso para quienes comprendemos las implicaciones no sólo económicas, sino simbólicas que esto conlleva en el devenir de la patria.
Para evitar el fenecimiento del Plan de Recuperación Económica y la desaparición del bolívar como unidad monetaria del país y sus ciudadanos, se debe optar por recuperar la soberanía económico-cambiaria del país. La mejor forma de combatir este flagelo no es ignorándolo o esperar que este se canse de atacarnos, cual ejercito ya exhausto de masacrar, sino estableciendo un robusto mercado cambiario apostado al lado venezolano que compita con el que a la fecha nos agrede. Dicho sistema debe reunir una serie de requisitos básicos para que tenga éxito:
1.- Aperturar una amplia oferta de casas de cambio en las principales ciudades del país, con especial énfasis en San Cristóbal, San Antonio del Táchira y Maracaibo, que genere un contrapeso real al sistema financiero que ampara el gobierno neogranadino y que logre captar el enorme flujo de recursos que circulan en esta zona. Del lado colombiano operan por lo menos, de acuerdo a la CEPAL, 1400 agentes entre operadores cambiarios, cajoneros, quienes llevan a cabo la tranza en una mesa y manoteros, los que efectúan cambio de bolívares a pesos y viceversa apostados en cualquier esquina sin ubicación específica.
2.- Tener como práctica comercial el dumping, esto implica pagar una tasa de cambio, para el venezolano, más atractiva que la pagada por sus competidores en Cúcuta. Si en territorio colombiano se ofrecen 10 pesos por bolívar, como ocurre a la fecha, el sistema financiero establecido en Venezuela debe pagar 12 o 13 bolívares por peso. Esto atraerá una importante cantidad de usuarios que estarán dispuestos a efectuar la tranza de bolívares a pesos que en gran medida representa el grueso del mercado, a su vez obligará a los cambistas ubicados del otro lado de la frontera a subir la cotización.
3.- Funcionar sin limitaciones burocráticas. En 2017 se aperturaron un conjunto muy limitado de Casas de Cambio (únicamente de Italcambio) en Táchira y Zulia, lo engorroso del proceso dio pie al nacimiento de gestores, la tasa de cambio era 4 veces superior a la determinada por Cúcuta, ello contribuyó a que la experiencia no funcionara y a engrosar los bolsillos de pequeños grupos que se dedicaron a multiplicar por 4 cualquier inversión.
4.- Operar con amplia oferta de divisas (especialmente pesos colombianos), para permitir la tranza de bolívares a pesos y viceversa. El ejecutivo tiene las herramientas comerciales y financieras para obtener la fuente que alimente, por lo menos en un corto y mediano plazo, el mercado cambiario.
5.- Paralelamente a ello se debe poner en funcionamiento una estrategia de denuncia internacional, ante organismos multilaterales, donde se deje evidencia del daño que la economía delictiva, muchas veces amparada por el Estado colombiano le hace a la República Bolivariana de Venezuela. Existen las herramientas jurídicas para demostrar que Colombia lleva a cabo prácticas de economía desleal, financiamiento y apoyo al terrorismo, promoción y permisividad hacia el contrabando, entre otros delitos.
6.- Establecer alianzas con sectores productivos, pertenecientes a la economía formal, tanto del lado venezolano como del lado colombiano, que se encuentren ampliamente golpeados por el deterioro de las actividades comerciales legales en la frontera. Es medular comprender que detrás de la opulencia que viene dejando la economía delictiva en ciudades como Cúcuta, Bucaramanga o Arauca, existe una economía formal que se encuentra duramente golpeada por el contrabando y la depreciación tan profunda del bolívar.
7.- Establecer alianzas con sectores políticos, académicos e intelectuales que aboguen por el establecimiento de una tasa de cambio razonable, que genere complementariedad, y no saqueo, entre los pueblos.
8.- Intervenir en la economía. El Banco Central de Venezuela no puede seguir siendo un simple espectador. Existe un marco jurídico que le obliga a velar por la estabilidad de nuestro signo monetario, dicho marco jurídico debe inexorablemente cumplirse.
9.- Liberar el dólar. En reiteradas ocasiones hemos escuchado a voceros gubernamentales argumentando que el control cambiario es una medida política y no económica, muy probablemente sea así, solo que los resultados evidencian que tanto política como económicamente el control cambiario ha sido un verdadero fiasco, especialmente en los últimos años. A la fecha dicho control está diseñado para que el asalariado venezolano tenga gastos calculados en dólar no oficial e ingresos calculados en dólar oficial, lo cual representa una completa desventaja para las finanzas de cualquier familia.
10.- Publicar información económica oficial. El país pareciera estar manejado como una tienda familiar, con mucha improvisación y desorden, lo cual no ayuda para nada a salir de la crisis. En resumidas palabras: Se le debe hablar con la verdad al pueblo, esto será el primer paso para comenzar a ofrecer un clima de tranquilidad, aun cuando los números sean absolutamente negativos.
Evidentemente hay otras acciones por tomar, la crisis que atraviesa el país es de amplias dimensiones, pero se considera que éstas que menciono podrían ayudar a evitar el fenecimiento del Plan de Recuperación y la desaparición del bolívar, no por decreto, sino por desuso comercial dada la asombrosa pérdida de valor que día a día resiste nuestra moneda y que innegablemente tiene un fin o punto de no retorno. Esperemos dicho punto de no retorno aún no haya llegado sin siquiera habernos dado cuenta.