Elon Musk, Twitter y los monopolios de la atención
Guillermo Zapata
Durante las revueltas de la Primavera Árabe, en 2011, hubo una reunión de los máximos responsables de Twitter para debatir qué mejoras o cambios debían implementar en su invento/ empresa. De esa reunión salió una interesante conclusión: no sabían muy bien qué tocar porque no sabían muy bien para qué servía Twitter.
La compra de Elon Musk de este invento/empresa no ha aclarado aún para qué va a servir la máquina/empresa, pero sí nos devuelve algunos elementos a tener en cuenta sobre lo que está pasando en el mundo que atraviesa economía, tecnología, atención, información, reputación y política.
El valor de compra de Twitter (44.000 millones de dólares) nos dice que es posible que eso que estábamos haciendo allá dentro podría ser algo parecido a trabajar. Al menos nos dice que algo de lo que producimos en Twitter tiene un valor muy importante, más todavía si tenemos en cuenta que es con muchísima diferencia la red con menos usuarios del mundo (322 millones), nada ver con Facebook (2900), Instagram (1000) o Tik Tok (800). La importancia de Twitter tiene que ver, fundamentalmente, con su capacidad para construir opinión pública internacional.
Elon Musk ya ha usado Twitter para intervenir directamente en el mercado. Eso quiere decir que valor, mercado y opinión son elementos interrelacionados y plantea la pregunta de si es razonable que la maquinaria digital de construcción de opinión pública más importante del mundo esté en manos de una única persona y que dicha persona sea un multimillonario con intereses económicos en muy diversos charcos en los que podrá intervenir gracias a aquello que acaba de adquirir.
Cory Doctorow, escritor, hacker y miembro de la Electronic Frountier Foundation publicó en agosto de 2020 un ensayo llamado ¿Cómo acabar con el capitalismo de la vigilancia? donde plantea una respuesta sencilla a una pregunta aparentemente difícil de resolver. Lo que está sucediendo con las redes y sus herramientas no es un problema nuevo, hipercomplejo e inabordable para los estados sino básicamente un problema de monopolios. Luchar contra los monopolios de la atención a través de la democratización de internet es la forma de abordar este problema general del que esta adquisición parece ser el último gran episodio.
Una forma de abordar dicha democratización pasa por recordar el papel que los estados tienen en la actual configuración de la red o la forma de abordar la libertad de expresión, etc. Cuando el dedo apunta a la Unión Europea, los idiotas miramos a Elon Musk. Por otro lado, ¿cómo no mirarle? Precisamente su condición de personaje tiene que ver con esas mismas formas de ir configurando la atención como monopolio. Hemos pasados de unas redes horizontales y anónimas a unas redes verticales y personalistas, donde atención equivale a valor y las mismas lógicas del lenguaje que invitan a ser disruptivo en los negocios invitan a serlo en la comunicación pública.
Pero, ¿qué querría decir democratizar internet? Voy a poner un ejemplo que creo puede resultar ilustrativo. Imagina que desde tu cuenta de Whatsapp mandas un mensaje a la cuenta de otro persona en Telegram y le llega. Imagina que una tercera amiga tiene Signal y que puede escribir a cualquiera de los dos anteriores, imagina que una cuarta persona tiene una pequeña empresa que dispone de un servicio de mensajería instantánea y también podría mandar mensajes sin hacer nada especial al resto. Esta es una arquitectura de red abierta e interoperable.
Es como funciona el correo electrónico, que no te dice que solo puedas mandar correos de Gmail a Gmail o de Hotmail a Hotmail. Ahora imagina una arquitectura similar para servicios como Twitter. Pensemos que tú tuvieras un usuario en una red de microbloggin (Twitter, Parler, Mastodon, una creada por una pyme de tu ciudad natal, etc.) y pudieras mandar mensajes o seguir usuarios de cualquier de las otras. Eso haría que el elemento “atención” no fuera el determinante para elegir una u otra, sino otras cuestiones relacionadas con el servicio, el tipo de comunidad, la gestión del cuidado y la libertad de expresión, etc. Algo que hoy no puedes hacer porque irte de Twitter es como saltar de un avión sin paracaídas a una isla deshabitada.
Una parte del debate en las redes de personas preocupadas por las consecuencias que la presencia de Elon Musk podría tener en la red social ha llevado a la posibilidad de marcharse a otro “lugar”. No es una propuesta nueva. Cuando Donald Trump fue expulsado de Twitter prometió generar su propia red social que, hoy por hoy, es un fracaso absoluto.
El motivo es precisamente esa condición de monopolio de la atención. Salir de Twitter es salir de la relación social que produce Twitter, de los vínculos que genera. No quiere decir que tal cosa no sea posible, lo que ha sucedido con Netflix en los últimos meses es un ejemplo de deserción masiva que nos indica que estos fenómenos suceden en el momento en que existe competencia posible, pero mientras el movimiento sea entre herramientas cuya arquitectura reproduzca las lógicas del monopolio y la aceleración de la atención, habremos resuelto poco.
Por eso, la salida al problema que plantea Musk (o Facebook o Amazon) pasa por lo legislativo y también por la acción colectiva frente al gesto individual. El debate y las apuestas no se pueden encerrar entre irse o quedarse de Twitter, hay que abrir la mirada.
* Guionista y escritor, cortometrajista, novelista y político español. Fue Concejal presidente de los distritos Fuencarral-El Pardo y Villaverde en el Ayuntamiento de Madrid.