EEUU: Pornografía y sociedad

DAVID BROOKS| La palabra vagina provocó una disputa política; el jerarca católico estadunidense de mayor rango involucrado en el ya eterno escándalo de pederastia por líderes espirituales fue condenado penalmente; el técnico asistente de uno de los equipos de futbol americano universitario más destacados de la nación también fue sentenciado por abusar sexualmente de menores de edad y la ofensiva contra el derecho de las mujeres continúa sin tregua, en días en que la perversidad fue lo más notable en las noticias.

Y es que, a veces, para resumir los acontecimientos más destacados de este país no se puede evitar material sólo para adultos y más perversos que lo peor de la pornografía.

Jerry Sandusky, de 68 años, ex técnico asistente del equipo de futbol americano de la Universidad Estatal de Pensilvania (más conocida como Penn State), fue declarado culpable de abusar sexualmente de 10 niños, todos provenientes de hogares pobres y necesitados, a quienes conoció a través de su organización de caridad para apoyar a jóvenes con problemas sociales. El jurado lo encontró culpable de 45 de 48 acusaciones, y mientras se deliberaba sobre el caso su hijo adoptivo declaró públicamente por vez primera que su padre también abusó sexualmente de él. Fue el fin de la larga caída de un “héroe local” y de un escándalo que también obligó a renunciar a una de las figuras deportivas legendarias del país, Joe Paterno, recientemente fallecido, técnico del equipo y jefe de Sandusky.

No tan lejos del juicio de Sandusky, monseñor William Lynn fue declarado culpable de poner en peligro a menores de edad por encubrir actos de pederastia de varios curas en la arquidiócesis de Filadelfia en años recientes. Lynn, quien fue el principal asistente y consejero del difunto arzobispo de Filadelfia, ahora es el prelado de mayor rango de la Iglesia católica de Estados Unidos condenado penalmente por los escándalos de abusos sexuales de curas bajo su supervisión.

Mientras tanto, líderes republicanos de la Cámara de Representantes de Michigan castigaron a dos legisladoras estatales demócratas al prohibirles el uso de la palabra durante un día en el pleno de la cámara por la “incivilidad” que mostraron durante un debate sobre el derecho al aborto; la razón real, según una de ellas, fue por atreverse a usar la palabra vagina. Y es que al expresar su oposición a una medida contra el aborto concluyó su intervención declarando ante sus colegas: “estoy muy halagada de que todos ustedes estén tan interesados en mi vagina, pero ‘no’ es no”. Más tarde, en declaraciones al público, comentó: “No deberíamos estar legislando páginas si uno no puede decir ‘vagina’”. Pocos días después, miles se manifestaron en apoyo a las legisladoras. Hubo una lectura pública de Los monólogos de la vagina, con la participación de su autora, Eve Ensler, frente al capitolio estatal.

Mientras tanto, entre tantos escándalos sexuales, el nivel de ignorancia sobre la biología de la procreación es tal vez lo más obsceno. Según una encuesta reciente de Gallup, 46 por ciento de estadunidenses es creacionista –Dios creó a los seres humanos en los últimos 10 mil años, tal como establece la Biblia–; otro 32 por ciento considera una evolución de más tiempo –millones de años–, pero que Dios guió el proceso. Sólo 15 por ciento piensa que los humanos son parte de una evolución natural, sin intervención divina. Pero aún más sorprendente es que 46 por ciento –mismo porcentaje que la población general– de egresados universitarios es creacionista. O sea, como afirma la columnista Katha Pollitt, de The Nation, estiman que el cuento de Adán y Eva es literalmente cierto, o sea, casi la mitad de los estadunidenses rechazan la evidencia abrumadora sobre la evolución.

Así, entre la ignorancia y la perversión, no pocos líderes políticos, religiosos y comunitarios/caritativos se disfrazan de maestros, jueces y defensores de la moralidad en este país sólo para revelarse como (casi siempre) hombres asustados y perversos. Ante todo esto la pornografía comercial parece ser mucho menos nociva para la salud pública y social. Por lo menos no pretende ser otra cosa.