Cómo se superan las crisis económicas

El multiplicador.

John Maynard Keynes expresa el efecto positivo de las inversiones públicas sobre el monto de la ocupación a través de una relación a la cual se denomina “el multiplicador”, desarrollada por primera vez por el economista RF Kahn, y resumida por Keynes en el sentido de que “si la propensión a consumir en varias circunstancias hipotéticas (juntamente con otras condiciones) se da por conocida y concebimos que las autoridades monetarias u otras públicas tomen medidas para estimular o retardar la inversión, el cambio en el monto de la ocupación será función del cambio neto en el volumen de la inversión”.

Según el mismo resumen, Kahn “pretendía sentar principios generales para calcular la relación cuantitativa real entre un incremento de la inversión neta y el aumento de ocupación total que le acompañará”. De acuerdo con Keynes, el multiplicador de inversión (k) indica que “cuando existe un incremento en la inversión total, el ingreso aumentará en una cantidad que es k veces el incremento de la inversión”.

En su aplicación a las Finanzas Públicas, Harold R Somers lo define como “el número por el que un incremento inicial de los gastos públicos debe multiplicarse a fin de obtener el aumento del ingreso atribuible a esos gastos públicos” (Harold R Somers: Finanzas públicas e ingreso nacional. P 54).

El multiplicador de la producción.

Esta nueva concepción de la utilidad del gasto público no se fundamenta necesariamente en las ventajas para la comunidad de los bienes o servicios costeados con él. Define la utilidad de tales erogaciones en relación de su eficacia para poner en marcha procesos de producción, no importa cuán estéril pueda ser su resultado inmediato. Así, Keynes indica que “los gastos ‘ruinosos’ (wasteful) de préstamos pueden, no obstante, enriquecer al fin y al cabo a la comunidad.

La construcción de pirámides, los terremotos y hasta las guerras pueden servir para aumentar la riqueza, si la educación de nuestros estadistas en los principios de la economía clásica impide que se haga algo mejor”. En el mismo orden de ideas, propone el célebre ejemplo conforme al cual “si la tesorería se pusiera a llenar botellas viejas con billetes de banco, las enterrara a profundidad conveniente en minas de carbón abandonadas, que luego se cubrieran con escombros de la ciudad, y dejara a la iniciativa privada, de conformidad con los bien experimentados principios del laissez-faire, el cuidado de desenterrar nuevamente los billetes (naturalmente obteniendo el derecho de hacerlo por medio de concesiones sobre el suelo donde se encuentran) no se necesitaría que hubiere más desocupación, y con ayuda de sus repercusiones, el ingreso real de la comunidad y también su riqueza de capital probablemente rebasarían en buena medida su nivel actual”.

El economista sueco Gunnar Myrdal opina que “nada es técnicamente más fácil que poner en marcha un auge”, y que esto “podría hacerse, por ejemplo, sembrando billetes de a dólar a manera de abono desde aviones” (Gunnar Myrdal: El reto a la sociedad opulenta. Cap. IV. Pág. 78. Fondo de Cultura Económica. México, 1964).

Pirámides, catedrales, ferrocarriles.

El que el gasto público fuera aplicado a fines inmediatamente productivos podría, paradójicamente, dificultar el objetivo deseado de estimular la inversión privada y el consiguiente proceso económico, por cuanto, como señala Keynes, “desde el momento en que el valor de una casa depende de su utilidad, cada casa que se construya sirve para reducir la renta probable que puede obtenerse de las futuras construcciones y, por tanto, disminuye el atractivo de futuras inversiones similares, a menos que la tasa del interés esté bajando pari passu”.

Este contraste entre la inversión directamente productiva y aquella aplicada a un fin sin utilidad inmediata es planteado por el mismo autor en los términos siguientes: “el antiguo Egipto era doblemente afortunado, y, sin duda, debió a esto su fabulosa riqueza, porque poseía dos Qué se puede encontrar dentro de las pirámides de Egipto, centro América y demás?actividades: la de construir pirámides y la de buscar metales preciosos, cuyos frutos, desde el momento que no podían ser útiles para las necesidades humanas consumiéndose, no perdían utilidad por ser abundantes. La Edad Media construyó catedrales y cantó endechas. Dos pirámides, dos misas de réquiem, son dos veces mejores que una; pero no sucede lo mismo con dos ferrocarriles de Londres a York” (Op. cit. pp. 130 y ss).

Estas medidas que amplifican la intervención económica estatal dentro de límites moderados, constituyen, según Keynes, “el único medio practicable de evitar la destrucción total de las formas económicas existentes”, es decir, del sistema capitalista de propiedad privada de los medios de producción (Op. cit. Cap. 24: Notas finales sobre la Filosofía Social a que podría conducir la Teoría General. Pág. 364).

Keynesianismo militar.

La aplicación de las ideas keynesianas sacó a las economías occidentales del foso en el cual las habían sepultado tanto sus propias dinámicas destructivas como el anatema liberal contra el gasto y la intervención del Estado. Ambas herramientas ayudaron al capitalismo a sobrevivir a las sucesivas depresiones del sistema, y de paso permitieron una relativa elevación del nivel de vida de los trabajadores. Lamentablemente, también se aplicó un “keynesianismo militar” consistente Revolución - Qué es, tipos, ejemplos y en la economíaen provocar guerras para justificar la sobreproducción de bienes que, como los armamentos, “no podían ser útiles para las necesidades humanas consumiéndose”, y “no perdían utilidad por ser abundantes”. Así, de las crisis económicas surgen guerras, y de las guerras, crisis económicas.

Revolución o Nada.

En resumen, nunca se ha salido de una crisis económica aplicando medidas liberales o neoliberales de extrema restricción del gasto público, disminución del circulante y pauperización radical de los trabajadores mediante salarios inferiores al nivel de la subsistencia que paralicen o clausuren la demanda de bienes y servicios. Keynesianismo, Revolución o Nada. Y para los países en vías de desarrollo, mejor Revolución, que llevó en pocas décadas a la Unión Soviética al estatuto de segunda potencia del mundo, y a China al sitial de primera.