La CIA y el Pentágono admiten que EEUU perdió la primacía
Telma Luzzani
Ted Snider, especialista en política exterior e historia de Estados Unidos, reprodujo esta semana un impactante sincericidio del actual director de la Agencia Central de Inteligencia, William Burns, ante una audiencia selecta del Instituto Baker, en la Universidad de Rice, Texas. El jefe de los espías no sólo admitió que el mundo ya no es unipolar sino que EEUU tampoco puede garantizar su papel dominante en ese mundo.
“Ya no somos el único pez gordo en el bloque geopolítico”, aseguró el pasado mes de abril en la universidad tejana. “Tenemos buenas cartas, incluso mejor que las de nuestros rivales, pero nuestra posición en la cabecera de la mesa no está garantizada”.
Aunque estaba claro que los rivales eran Rusia y China, el jefe de la CIA siguió con la metáfora de la partida de naipes (o el Gran Juego) para profundizar su análisis. “China no se conforma con tener un asiento en la mesa. China quiere dirigir la mesa”, mientras que Rusia “decidió volcar la mesa por completo”. Pocas semanas después, en el mes de mayo, emprendió un viaje encubierto a China. Burns fue embajador en Moscú durante la presidencia George Bush hijo, es decir, conoce muy bien a los dos “rivales”.
Sus declaraciones dicen mucho más de lo que quisiera. Ted Snider lo decodifica en su artículo “Una mala semana para Estados Unidos” publicado en el sitio Antiwar.com: “EEUU ya no es la única potencia hegemónica en el mundo. China está intentando mediar en la paz. Quizás, lo más importante de este escenario no es, como dijo Burns, que la ‘posición de EEUU en la cabecera de la mesa no está garantizada’, el punto es que ni siquiera su lugar en la mesa está garantizado”.
Otro dato. El miércoles pasado, 7 de junio, el jefe del Estado mayor Conjunto, Mark Milley, habló de un mundo multipolar. “Cada vez es más claro que estamos en un entorno internacional multipolar con al menos tres grandes potencias: Estados Unidos, China y Rusia. Tres es más complicado que dos, y ciertamente mucho más complicado que uno”, dijo en la ceremonia de graduación de la Universidad de Defensa Nacional.
La diplomacia y la guerra por la psique global
El gran cambio al que alude Ted Snider se hizo patente con la victoria diplomática de China, en marzo pasado, cuando logró revertir años de hostilidades entre Irán y Arabia Saudita y concretar lo que parecía imposible: que ambos países restablecieran lazos diplomáticos. EEUU no sólo no estuvo sentado en la mesa de negociaciones, sino que tuvo que soportar el segundo desplante de Arabia Saudita, en pocas semanas. La monarquía saudita ha sido, hasta hace poco, un aliado clave para el dominio estadounidense en Medio Oriente. El primer desplante fue en octubre de 2022 cuando Riad decidió desobedecer a Washington y seguir la orientación de Moscú en cuanto a los recortes de la producción de petróleo en el marco de la OPEP plus.
Convertirse en el hacedor de la paz y la concordia en un escenario tan complejo como el actual otorgaría, a cualquier nación, un lugar de liderazgo incuestionable. Está claro que ésa es la hoja de ruta del gobierno comunista chino. En su determinación por liderar la diplomacia global, se ha propuesto ahora un objetivo mayor: la paz entre Rusia y Ucrania, con el apoyo de varios países europeos.
Li Hui, diplomático chino y asesor en asuntos Euroasiáticos, visitó a fines de mayo, durante doce días, Ucrania, Polonia, Francia, Alemania, Bélgica y Rusia. Otra vez EEUU quedó fuera de la mesa de juego. Li viajó con el plan de paz de 12 puntos lanzado por China hace algunas semanas, para encontrar una solución política a la crisis, al parecer con escasos resultados.
Los triunfos diplomáticos son parte de la mutación. Las transformaciones estructurales hacia un nuevo orden global multipolar no sólo requieren de muchísimo tiempo, sino que se despliegan en múltiples niveles. La dimensión geopolítica, las batallas comunicacionales, el enfrentamiento de modelos económicos y financieros, la disputas en el campo de la ciencia y la tecnología, la variable militar son las primeras que entran en juego y, por lo tanto, son las más visibles.
Pero la metamorfosis que se proponen China y Rusia va más allá. “Los cambios nunca vistos en cien años” de los que habló Xi Jinping en Moscú, en marzo pasado, no aluden a una simple alternancia de sistemas económicos y políticos sino a un verdadero cambio de época. Apuntan a una mudanza profunda que incluye también los legados culturales; el sistema de valores y creencias; los mandatos históricos en los que cada pueblo se referencia.
El diseño sino-ruso abarca “tanto una guerra por la psique global como otra de desgaste en el campo de batalla (aunque eso también es un componente vital para cambiar el espíritu de la época global)”, reflexiona Alastair Crooke, ex diplomático y ex espía británico de origen irlandés, en un artículo de lectura obligatoria, “Xi y Putin están montando múltiples caballos”, en el sitio Periodismo Internacional Alternativo.
“El proyecto sino-ruso es polifacético”, continúa Crooke. “No sólo pretende que el mundo deje de estar sometido al modelo neoliberal anglosajón. No sólo cuestiona los fundamentos filosóficos del sistema “anglo” de política y economía que sostienen al ‘orden basado en reglas’, como lo denomina Washington. El proyecto pretende además desarrollar una alternativa y está diseñado para llevar el cambio a todo lo que no ha cambiado.”
Llámese monarquía absoluta u orden mundial basado en reglas, siempre los sistemas se basaron en “principios filosóficos que se creen universales, pero que, en realidad, son específicos de un momento concreto de la historia”, subraya el británico. De ahí que la derrota del sistema “anglo” de política y economía, debe darse en todas las dimensiones además de la bélica.
China lo sabe y ha preparado para eso su Iniciativa de Civilización Global. Al presentarla en marzo de este año, el presidente Xi apuntó a la “necesidad de buscar nuevos modelos de desarrollo para la humanidad que trasciendan los viejos paradigmas que han mostrado no ser el camino adecuado para el bienestar de todos los pueblos”.
El presidente chino identificó tres problemas:
- la desigualdad y la mala distribución de la riqueza
- la brecha que esta desigualdad produce deteriora con rapidez el entorno ecológico y la salud del planeta
- la mentalidad de Guerra Fría que, en lugar de trabajar en la solución de los problemas comunes, divide y crea desconfianza entre las naciones.
La respuesta es colectiva, afirmó Xi. “Hay que dejar de lado los egoísmos y prejuicios ideológicos propios de siglos pasados” y presentó cinco propuestas:
- poner al pueblo en primer lugar y asegurarse de que el desarrollo esté centrado en la gente;
- adherir al principio de independencia (soberanía) y explorar caminos diversificados siempre pensando en una civilización ecológica;
- defender los principios fundamentales (valores comunes de la humanidad) y abrir nuevos caminos
- ayudar a otros a tener éxito, al buscar el éxito propio y asegurarse de que todos puedan disfrutar de los resultados
- avanzar y garantizar un liderazgo firme sobre la modernización.
La propuesta china es ambiciosa y, tal vez, utópica. Pero los dados están echados y el futuro es irreversible.
* Periodista y escritora argentina especializada en política internacional.Sus libros: Territorios vigilados. Cómo opera la red de bases militares norteamericanas en Sudamérica, Venezuela y la revolución: escenarios de la era bolivariana (2008) y en colaboración Cartografías de poder y descolonialidad (2014). Colabora con el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).