Perú: Una guerra que comienza
Gustavo Espinoza M.
La cancioncita que cantaran con tanto entusiasmo los niños de la escuela 72015 de Accopata, se tornó viral. Hoy, la entonan en todas partes. Incluso hace unos días Danzantes puneños y Sikuris, se dieron el lujo de desfilar ostentosamente por la Plaza de Armas de Lima y al pasar ante el frontis de Palacio de Gobierno, tocaron y entonaron la misma canción ante el estupor y el desconcierto de la Guardia del lugar.
Y no podría ser de otra manera, porque no es ésta una canción cualquiera. Es casi un Himno de la resistencia ciudadana. Recoge el sentimiento de millones de peruanos que no aceptan la imposición vigente, esa que deriva no del rechazo al “Golpe de Estado de Pedro Castillo” repetido como un sonsonete por los conductores de los programas de la Tele; sino del repudio al otro, al real, efectivo y letal Golpe que consumara la extrema derecha el 7 de diciembre pasado; y que despertara la más viva repulsa ciudadana.
Fue esa expresión multitudinaria la que encendió la ira de Dina, y la llevó a pedir la intervención de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos en nuestro territorio. Si los Infantes de Marina no resolvieran el asunto, aún existe otra carta escondida: la OTAN, esa que hoy enfrenta a Rusia desde suelo ucraniano.
Tal vez esté eso en los planes de Dina, o de su Ministro favorito, para encarar esta guerra contra los niños de Puno, y que se extiende al país entero. Después de todo, trasladar el escenario bélico a América y forjar aquí un “Frente Continental contra el Terrorismo” sería una bandera para los monopolios, y un negocio para los mercaderes de la guerra.
Es gravísimo el paso que ha dado el gobierno de Boluarte. Si antes cometió gruesos errores que lo dejaron sin piso; éste le servirá para cavar su sepultura. Recibirá una repulsa planetaria. Y es que pedir la intervención de un ejército extranjero para encarar problemas de su gestión, no lo hace ningún gobierno.
Y es que constituye una afrenta a la Soberanía y un atentado descomunal contra la Independencia Nacional; cuando no una grosera intromisión de otro gobierno en los asuntos internos de un país.
¿Cuál habría sido la reacción de la prensa peruana en el supuesto negado que un gobierno peruano -cualquier gobierno- pidiese la intervención del Ejército Bolivariano de Venezuela, por ejemplo; qué habría dicho si unidades militares cubanas hubiesen arribado al Perú para enfrentar la sedición reaccionaria? Si tal cosa hubiese ocurrido, se trasladaría a Lima el centro bélico mundial, con el aplauso de los panelistas de la Tele.
Si de modo general es oprobioso que un gobierno recurra al expediente usado por Dina y los suyos; es aún peor que las tropas “convidadas” operen -como está previsto- en gran parte del territorio nacional: Loreto. Ucayali, Huánuco, Junín, Pasco, Huancavelica, Apurímac, Cusco y Puno. Vale decir la Amazonia, la Sierra y el Sur Andino, serán escenario de una guerra que se inicia, entre el Ejército estadounidense y las poblaciones del Perú.
¿Y qué hará allí la tropa yanqui? Enfrentará a los que no se rinden, a las que ponen resistencia al gobierno del 7 de diciembre; es decir, se enfrentará a peruanos desafectos del régimen. ¿Y cómo lo hará? Con tácticas militares y armas de guerra. Y para eso, hará uso de la “experiencia acumulada”, es decir, lo hecho ya en otras latitudes enfrentando al “terrorismo”.
¿Enseñará al Ejército peruano cómo incendiar aldeas, como en Vietnam, o cómo interrogar prisioneros para asegurar “que hablen”? Ellos tienen la experiencia de la cárcel de Abu Ghraib, considerado el Centro Clandestino de Reclusión más siniestro descubierto en el siglo XXI.
Y tienen también otras prácticas: Realizaron, sólo en 5 años (2002 y 2007), 1,245 vuelos clandestinos desde Irak para trasladar ilegalmente a supuestos “terroristas” a través de países europeos y afincarlos en Guantánamo. Después de todo, acá vendrán a lo mismo: a “acabar con el terrorismo” entre junio y diciembre (plazo prorrogable, claro).
Que no quepa duda: esta no será una “guerra limpia”. Será lo que los expertos llaman “una guerra no convencional” y enfrentará a un enemigo “que no da la cara”. Volverán a tener vigencia cálculos de un antiguo militar peruano vinculado a estos menesteres: “si matas a 60 campesinos, podrás tener la certeza que cayeron cuando menos, 4 senderistas”. Habrá sangre y muerte, desaparecidos, torturados, confinados, mutilados. La guerra será sucia en todo su esplendor.
No hay que olvidar que en materia de guerras, Estados Unidos tiene el mayor “expertise”. El Demócrata Barack Obama -Premio Nobel de la Paz-bombardeó 8 países. Y si su país hizo guerras desde su fundación, no ganó una. Las mantuvo el tiempo que pudo porque eran boyante negocio del Complejo Militar Industrial que tiene el Poder tras Barras y Estrellas.
Esto no es un juego, entonces. Ya tuvimos antes la aciaga experiencia de la “Operación Ayacucho” a mediados de los años 60 cuando nuestras poblaciones fueron bombardeadas con Napaln, como ocurría en el extremo oriente. Hombres, mujeres y niños peruanos serán las víctimas.
Es común decir que todos saben dónde y cuándo comienza una guerra así. Lo que nadie sabe, es cuándo y cómo termina.
Aquí, en la primera etapa de la confrontación entre el gobierno de diciembre y el pueblo, se registraron más de 70 muertos. ¿Cuántos más habrá en esta nueva etapa? ¿Cuántos muertos quieren los impulsores de esta guerra? El estribillo de la canción, lo sigue preguntando
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.