Cuba, Uruguay y el doble rasero de la derecha

Nicolás Centurión

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La relación diplomática entre Uruguay y Cuba ha surcado por todo tipo de situaciones en sus más de 100 años de historia. Hoy las manifestaciones en la isla caribeña, donde el coro de “demócratas” a nivel internacional y regional con un nado sincronizado, al menos sospechoso, vuelven a poner a Cuba en el centro del debate y divide a la sociedad uruguaya.

Los vínculos entre Uruguay y Cuba se remontan al siglo XIX. En abril de 1887 y hasta 1896, el héroe cubano José Martí había recibido el nombramiento de Cónsul uruguayo en Nueva York mediante decreto del entonces presidente uruguayo, Máximo Tajes.El nombramiento de Martí tuvo el respaldo de quien fuera su amigo, el cónsul saliente, Enrique Estrázulas, que lo recomendó por su talento, cultura, integridad personal e ideas políticas avanzadas, en líneas generales congruentes con la política exterior uruguaya de aquellos años.

Las relaciones diplomáticas entre Uruguay y Cuba se iniciaron en setiembre de 1902.  El 12 de enero de 1961, bajo el gobierno del colegiado del Partido Nacional, fue expulsado del país el embajador cubano Mario García Incháustegui. La decisión estuvo a cargo de Benito Nardone, líder ruralista y anticomunista, que declaró al embajador como persona «non grata» por haber colaborado supuestamente con trabajadores uruguayos en conflicto.

El 17 de agosto de ese mismo año, el día que Ernesto Che Guevara se dirigió a los uruguayos desde el Paraninfo de la Universidad, un profesor uruguayo, Arbelio Ramírez, resultó asesinado durante la represión a los manifestantes. Todo apunta que la bala era para el revolucionario.

En 1964 Uruguay rompió relaciones con Cuba, siguiendo la recomendación de la Asamblea de la Organización de Estados Americanos, celebrada en Punta del Este, pese a que se abstuvo de votar la resolución.

En 1985 se reanudaron los vínculos diplomáticos y comerciales durante el primer mandato presidencial de Julio María Sanguinetti del Partido Colorado, luego de 12 años de dictadura militar. Uruguay pasó a ser el primer país en retomar relaciones desde la decisión de la OEA.

En 1995 el presidente cubano, Fidel Castro, realizó su primera visita a Uruguay desde las inundaciones de 1959. Ese año Uruguay no votó contra Cuba en el ámbito de la Organización de Naciones Unidas (ONU).

En 2002 el gobierno cubano acusó de «trasnochado y abyecto judas» al presidente Jorge Batlle. Este anunció la «ruptura» de relaciones diplomáticas. El presidente uruguayo en ese entonces buscaba desesperado un préstamo de Estados Unidos para que el país no cayera en default, cuestión que el Fondo Monetario Internacional pedía con urgencia.

Batlle hizo uso de su amistad con George W. Bush, que surgió por la adulación del primer mandatario oriental al ALCA. De allí se desprende el acercamiento carnal hacia Estados Unidos y el exabrupto con Fidel Castro.

Las relaciones diplomáticas tuvieron un nuevo retorno en 2005 con el centroizquierdista Frente Amplio en el gobierno.

En el 2013, el entonces presidente José Mujica y su canciller Luis Almagro visitaron la isla. Por su parte, Almagro señaló que para su delegación constituye un alto honor realizar esta visita y reconoció especialmente la solidaridad de Cuba con los uruguayos durante “los duros años de la dictadura militar” en su país.

Definió a Cuba como el país más generoso de América Latina durante décadas, y destacó su papel en muchas de las principales luchas en el continente y en otros lugares del mundo.

Injerencia

Con el cambio de signo en el gobierno uruguayo a partir de 2019, las relaciones con Cuba también han cambiado. A pesar de que el presidente Luis Lacalle Pou había manifestado en más de una ocasión que su gobierno no se iba a guiar por afinidades ideológicas, en su asunción de mando en marzo de 2020, no invitó a los mandatarios de Cuba, Nicaragua y Venezuela.

En recientes declaraciones, Lacalle dijo que Cuba es “una dictadura que, obviamente, no respeta los derechos humanos”, y opinó que “en los estrados internacionales en los cuales participa Uruguay, este tipo de cosas hay que manifestarlas claramente”.

“No sorprenden declaraciones sobre Cuba del presidente Lacalle Pou, denotando una vez más su desconocimiento de nuestra realidad”, escribió en Twitter el canciller cubano, que añadió: “El coraje y la libertad del pueblo cubano se han demostrado durante seis décadas frente a la agresividad de EEUU, y frente a la provocación”.

La celeridad con que el presidente Lacalle Pou se pronunció sobre Cuba fue asombrosa. No lo hizo con lo que sucedía en Chile, Colombia. Incluso invitó a la ex dictadora boliviana Jeanine Añez a su asunción de mando. No se ha pronunciado por las elecciones peruanas y menos aún por lo que acontece en Haití.

Es más, el presidente Lacalle Pou siempre sostiene que no corresponde inmiscuirse en asuntos de otros Estados, pero aquí no vaciló y se sumó al coro de las derechas continentales e izquierdas de cafetín que se dan la mano en la crítica a la revolución cubana.

Las derechas conservadoras de Uruguay no escatiman en adjetivos y rimbombantes editoriales. El diario oficialista El País calificó de “baño de sangre” la muerte de un ciudadano cubano en la manifestación. Repudiable por cierto, pero han hecho caso omiso a todo lo que sucede en el continente. Desde la invasión al Capitolio en Estados Unidos hasta el asesinato de un presidente por sicarios colombo-yanquis.

Tampoco se sorprendieron cuando el ministro de Salud de su propio gobierno dijo que un 15% de los fallecimientos por Covid-19 fueron evitables. Estamos hablando de más de 800 personas, pero eso quizá sea un baño de sangre silencioso. Se llegó por parte del gobierno y sus defensores al rango máximo de hipocresía.

Primero este extracto del diario El País donde al criticar al socialismo cubano parece que está describiendo al propio capitalismo: “Muchas veces se critica a las democracias liberales que funcionan en economías de mercado por las desigualdades que generan, pero pocas veces se dice que las sociedades socialistas son mucho más injustas porque allí existe una cúpula que acapara la riqueza mientras la inmensa mayoría de la población vive en la pobreza más absoluta.”

Magnitudes

El mes pasado el Partido Nacional, partido del presidente Lacalle Pou, saludó al Partido Comunista Chino por sus 100 años. Lo mismo hizo el Secretario General del Partido Colorado, Julio María Sanguinetti. Parece que las cuestiones de las libertades, los derechos humanos y el comunismo son un tema de magnitud y de potencia económica.

A China se la saluda, a Cuba como es una pequeña isla en el mar Caribe, se pide intervención e injerencia. Doble rasero absoluto. El bloqueo ha brillado por su ausencia en todos los argumentos de las derechas reaccionarias. Si es nombrado, entra en la categoría de “excusa”. Basta con imaginar por cinco segundos a Uruguay con bloqueo y las conclusiones serían irrefutables.

Así y todo la Revolución cubana logró que cuatro millones de personas en el mundo recuperen la vista gracias a sus médicos y su Operación Milagro. De esa enorme cifra, 100 mil son uruguayos, que de manera gratuita han vuelto a ver. Otros quinientos pudieron estudiar medicina en la isla y la lista la podríamos seguir. Como dijo el propio Almagro, párrafos atrás, la ayuda de Cuba en tiempos de dictadura fue fundamental para Uruguay.

Hoy Almagro, y desde hace varios años, cumple el papel de Ministro de Colonias, como dijera el propio Fidel Castro calificando a la OEA; en un rol nefasto y totalmente alineado con los intereses de la Casa Blanca, ignorando atrocidades y masacres y muy empeñado en atacar a Venezuela y todo lo que se ordene desde Washington.

Para los que piden una intervención y se olvidan que Estados Unidos, la OTAN y sus aliados no mandan médicos ni maestros, sino militares, muerte y devastación, sería bueno que repasaran lo que ha sucedido en Oriente Medio o simplemente repasen la historia de cualquier pueblo latinoamericano y del Caribe.

Justamente esta última zona sufre días convulsos. Si cae Cuba, el efecto dominó seguirá por Venezuela, Nicaragua y no se detendrá. Cuando las barras y las estrellas asoman, las garras del Cóndor vuelven a afilarse.

 

* Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)