Cuba, intervención humanitaria , terror mediático y un Biden irresoluto

Álvaro Verzi

Xinhua/Joaquín Hernández
571

Pedir una intervención humanitaria en Cuba es pedir una intervención militar estadounidense, señaló el canciller cubano, Bruno Rodríguez, quien acusó a Washington por los disturbios del domingo pasado, de la intensificación del bloqueo impuesto desde 1962 y de la elaboración de una campaña, desde el 5 de julio, en favor de una injerencia en la isla.

Intervención humanitaria fue lo que ocurrió en Yugoslavia en 1999, los bombardeos de la OTAN contra los estudios de televisión, contra los objetivos civiles de Belgrado, fueron una intervención humanitaria sin autorización del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La invasión a Granada fue también una intervención humanitaria, recordó en conferencia de prensa.

Es difícil creer que un movimiento de esa magnitud, como el ocurrido el domingo 11, no obedezca a razones profundas dentro de la sociedad cubana. Pero es obvio que todas las operaciones exteriores se montan sobre ellas y las aprovechan.

Es cierto que el domingo hubo manifestaciones en muchas ciudades/pueblos de Cuba. En algunos lugares cientos en otros miles. Esto tiene causas objetivas, la situación económica está dura. En medio de la dura situación económica, el detonante fueron apagones de más de 12 horas por averías, que hizo que en algunos pueblos se le echara a perder la comida a la gente.

La primera manifestación, en San Antonio de los Baños, fue pacífica. Otras también. Pero inmediatamente se suman igual sectores delincuenciales que salen apostando a la violencia. Tras eso se articuló la maquinaria de convocatoria vía redes sociales, que hizo que se extendieran rápidamente por otros pueblos y ciudades

Desde afuera empezaron a incentivar –por twit y redes sociales- los hechos violentos, con mentiras, noticias y fotos falsas, llamamientos indirectos, muy bien diseñado, para arrasar todo por vías violentas.

Obviamente –y no es nuevo- el gobierno cubano no le ha dedicado tiempo y esfuerzo para explicar lo más claro posible las dificultades económicas. Explicarlo todo no solo a los revolucionarios, , sino a sectores no militantes que no apuestan a la violencia.

Muchas veces se repite a modo resumen que “la culpa es del bloqueo”, lo que si bien es real, no es la foto completa, pero no se ha buscado la forma de que el mensaje llegue a todos, permeaba a toda la ciudadanía. A falta de información veraz, se difunde por redes una campaña con mentiras para contrarrestar «la culpa del bloqueo», con argumentos simplones como que hay dinero para las tiendas en dólares, pero no para el pueblo común que no maneja divisas.

Hay quienes dicen que ésta puede ser la hora de una transición en Cuba, otros señalan que no debe ser del tipo la de las “Revoluciones de Colores” del este europeo, pero sí de un reacomodo, algo así como lo que plantea Silvio Rodríguez.

Desde la izquierda latinoamericana, algunos pensadores alertan que democracia y libertad son viejas aspiraciones socialistas bloqueadas por el stalinismo y afines, pero enseguida otros replican que hay que conocer a Cuba, su historia y su realidad sociocultural, y no proyectar sobre ella la sombra de «totems» de una u otra tribu.

Hay algo en que todos están de acuerdo; abogar por el desbloqueo, es la única opción para acelerar cualquier cambio en Cuba

El Presidente Díaz Canel pidió salir a las calles a defender la Revolución y eso ha ocurrido. También aclaró en un twit que aunque no se apostaba a la violencia revolucionaria se reprimiría la violencia contrarrevolucionaria.

El gobierno apostó a una conferencia de prensa donde el canciller Bruno Rodríguez respondiera a corresponsales extranjeros, que no presentaron preguntas agresivas. Caracterizó bien las manifestaciones: hay gente con demandas legítimas, incluso revolucionarios, que no entienden la situación económica grave del país, pero hay provocadores que tratan de canalizar esas demandas a «tumbar el gobierno»

Hasta ahora, comunicativamente se ha hecho énfasis en demostrar que hay una campaña externa, real, tratando de desestabilizar el país, convocando a la violencia, e incluso llamando a la intervención extranjera. Pero faltó la primera parte: explicar cuál es la situación crítica y cómo solucionarla.

Bruno estuvo centrado en enviar un mensaje claro al gobierno estadounidense y en especial al presidente Joe Biden, sobre todo cuando se refirió a la campaña orquestada desde sectores mayameros financiados por el gobernador republicano de la Florida, que es una provocación al gobierno de Biden.

Si no flexibiliza el bloqueo hacia Cuba se le crean tensiones con el sector progresista del Partido Demócrata (ver las declaraciones de Meeks); y si flexibiliza, se le crea una crisis con los sectores conservadores de su partido, como es el caso del anticubano Bob Menéndez. El problema para Biden es que puede perder la mayoría de un solo voto en el Senado, poniendo en riesgo toda sus reformas económicas internas y su política internacional.

El mensaje obligaba al gobierno Biden a sincerar su posición, salir al descubierto, o se deja manejar por los sectores trumpistas del partido Republicano /y sus cómplices demócratas) con el riesgo de repetir la experiencia de Mariel, o comienza a delinear una política de menos agresión y mayor acercamiento a Cuba.

Biden en su laberinto

Ya en marzo, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, había dicho que «Un cambio de política hacia Cuba no se encuentra actualmente entre las principales prioridades del presidente Biden», tras la designación de Cuba como un estado patrocinador del terrorismo. Seis meses después quedó en claro que en medio de las crecientes crisis desde Nicaragua hasta Afganistán, el equipo de Biden no estaba listo para dirigir su atención a Cuba.

Esta semana, Biden expresó su apoyo a los manifestantes cubano, describiendo las protestas como un llamado de atención a la libertad, pero para los analistas de Washington, su política hacia Cuba sigue siendo un misterio y pareciera haber sido superada por los hechos, obligada por la realidad sobre el terreno a lidiar con un problema al que inentó restarle prioridad.

Los analistas se preguntan si alentará más manifestaciones, si agregará más sanciones, si mantendrá las vigentes desde el gobierno de Donald Trump (a pesar de sus promesas de campaña), si descartó la idea de reforzar lazos dipomáticos y/o comerciales con La Habana.
¿Biden alentará más manifestaciones? ¿Apoya su equipo agregar nuevas sanciones o mantener vigentes las sanciones de la era Trump? ¿Está ahora descartada la idea de reforzar los lazos diplomáticos y comerciales? La minuciosa revisión de la política hacia Cuba por parte de la Casa Blanca ahora corre el riesgo de ser superada por los acontecimientos actuales y por las presiones del poderoso lobby cubano de Miami.

“La cosa política fácil de hacer es emitir demandas de libertad sin hacer nada”, dijo Ben Rhodes, asistente del expresidente Barack Obama, quien ayudó a diseñar la apertura diplomática de la administración de éste hacia Cuba. «Simplemente no creo que ese sea el enfoque que va a ser constructivo aquí».

Antes de las protestas, señalan reportes de inteligencia, los funcionarios estadounidenses estaban analizando qué podían hacer para aliviar el sufrimiento del pueblo cubano, lo que incluía aliviar las restricciones de viaje, así como los límites en la capacidad de las personas para enviar dinero a familiares y otras personas en la isla, cambios que el propio Biden discutió en la campaña.

El régimen necesita entender que el cambio en Cuba traerá un cambio en las sanciones», no un cambio en quién ocupa la presidencia de Estados Unidos, dijo el demócrata (y anticubano) Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, defendió a la administración por no convertir a Cuba en una prioridad de política exterior y dijo que es “comprensible” dados los desafíos actuales con China, Rusia e Irán.

“Pero ahora que el pueblo cubano ha salido a las calles, creo que la administración tendrá que buscar opciones que pueda ejercer en apoyo del pueblo cubano”, dijo Menéndez, quien ofreció una lista de sus sugerencias de políticas que están bajo consideración.

Las protestas harán menos probable que la administración Biden revierta las restricciones. “Simplemente no se van a hacer políticamente vulnerables levantando las sanciones, haciendo retroceder las políticas de Trump, cuando los republicanos de inmediato lo martillearán y dirán que es un regalo para el régimen cubano”, dijo Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano.

Las protestas de Cuba se producen en medio de una crisis política en la cercana Haití que también está provocando la preocupación de Estados Unidos por un éxodo haitiano. “Ninguno estaba en la agenda. Pero han sido obligados a volver al quemador delantero”, dijo Shifter. «Biden fue tomado por sorpresa y [la administración tiene] que encontrar la narrativa correcta para esto y salir adelante».

La capacidad de Biden para maniobrar en la política hacia Cuba se restringirá más a medida que se acerquen las elecciones de mitad de período de 2022.

Líderes republicanos como Marcos Rubio, que jugó un papel importante en la política de línea dura hacia Cuba de la administración Trump, ya estaban criticando a Biden por no tener una respuesta inmediata a las protestas. “La falta de comentarios del presidente Biden ayer dejó en claro que no tiene interés en apoyar al pueblo cubano mientras se levanta contra el régimen autoritario”, dijo Rubio.

A muchos preocupa la posibilidad de que se derrame en una crisis migratoria, dado que en los últimos meses creció el número de cubanos que llegan por tierra y mar (unos 500 fueron interceptados y repatriados, frente a 49 en 2020 y 313 en 2019, según la Guardia Costera de Estados Unidos). Pero Washington ya no tiene una política de inmigración que dé la bienvenida a los cubanos cuando llegan a EEUU.

Julie Chung, subsecretaria interina de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, exigió que el gobierno cubano «escuche las demandas de sus ciudadanos». Pero en un momento pareció canalizar un espíritu revolucionario, escribiendo: “¡El pueblo cubano ha esperado bastante por ¡Libertad!”.

El representante Carlos Giménez, un republicano cubanoamericano que representa al sur de Florida, instó el lunes a Biden, en una carta compartida con POLITICO, a retirar a Chung de su puesto de líder en asuntos del hemisferio occidental en el Departamento de Estado por lo que llamó una “declaración inconexa y tonta». Chung había dicho que las protestas eran para “expresar preocupación por el aumento de casos/muertes de COVID y escasez de medicamentos”.

Biden “debería asegurarse de que nos mantenemos del lado del pueblo cubano contra este régimen vicioso”, dijo Elliott Abrams, alto funcionario del Departamento de Estado durante la presidencia de Donald Trump. «Eso significa apoyo retórico, apoyo en organizaciones internacionales y una negativa absoluta a debilitar las sanciones mientras el régimen brutaliza a la población».

Entre los progresistas, sin embargo, existe la creencia de que las sanciones estadounidenses contra Cuba no tienen más probabilidades de tener éxito ahora que en las últimas seis décadas.

La guerra mediática

Una operación en redes sociales realizó un uso intensivo de bots, algoritmos y cuentas recién creadas para hacer coro a los mensajes de la campaña contra el gobierno de Cuba en los últimos días y que derivó en las protestas del domingo pasado, asegura el especialista en Internet Julián Macías Tovar.

El análisis del plan, compuesto por tres fases, estudió los más de dos millones de tuits con la etiqueta #SOSCuba, que comenzó pidiendo ayuda humanitaria, y detectó que se lanzó desde fuera de la isla, dado que la primera cuenta que usó esa mención con información relacionada a la crisis del Covid-19 en Cuba se ubicó en España.

La campaña, de acuerdo con Macías, fue lanzada desde el exterior y tiene como referente al argentino Agustín Antonneti, operador político de la derecha, miembro de la Fundación Libertad, que ha participado en varias operaciones contra los procesos de izquierda en América Latina, entre ellos contra el presidente Andrés Manuel López Obrador, y el golpe de Estado contra el ex mandatario boliviano Evo Morales, en noviembre de 2019.

Otros hechos fabricados en las redes sociales sirvieron para asegurar que la base naval de Guantánamo, territorio usurpado a Cuba, recibió flotillas de embarcaciones de combate a la espera de una orden de intervención.

Hubo anuncios falsos de salidas ilegales con lanchas procedentes de Estados Unidos para buscar a balseros e invasiones que esperaban en los límites de las aguas territoriales cubanas. En redes circularon imágenes que se atribuían a las protestas del domingo en Cuba, que en realidad eran de la celebración en Buenos Aires por el reciente triunfo en la Copa América y de las protestas en Egipto, hace dos años.

Colofón

El secretario de Estado Antony Blinken desestimó las acusaciones de que Estados Unidos orquestó las protestas, diciendo que las manifestaciones eran un «reflejo» del agotamiento del pueblo cubano con la represión y la mala gestión del gobierno. Blinken obviamente no habló de otras manifestaciones en América Latina, como las protagonizadas en Brasil contra las políticas del ultraderchista Jair Bolsonaro y por los más de 540 mil muertos por inasistencia durante la pandemia.

Medios cibernéticos estadounidenses señalan que sectores influyentes en Washington están sumamente interesado en una toma contundente del poder en Cuba, ya que esto aumentará significativamente la influencia de EEUU y brindará protección contra el posible despliegue de bases militares rusas, armas tácticas y estratégicas en la isla.

Los analistas coinciden en que las causas de las protestas pudieron estar relacionadas con la iniciativa estadounidense. Pero el despliegue de buques de guerra estadounidenses frente a las costas de Cuba no solo puede agravar significativamente la situación en el territorio de la isla, sino que también permite a Washington organizar un bloqueo naval de Cuba, cuyas consecuencias preferimos ni considerar.

*Sociólogo venezolano, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)