Días peligrosos
Elías Jaua
Especialmente a Robert, lo matan por joven, por inteligente, por ser portador de futuro, porque saben que causa dolor y que ese dolor se convierte en rabia que nos lleve a confrontarnos.
Asesinatos como los de Robert y María, son los detonantes de la llamada “Guerra de perros” ejecutada hoy tristemente en buena parte del norte de África y el Medio Oriente por parte de la OTAN. Es por ello que la palabra valiente y responsable del Presidente Nicolás Maduro, en la siembra de nuestros compañeros el pasado viernes, tiene que ser bien valorada por nosotros en el chavismo, y ojala por alguien de la oposición.
Dijo el Presidente Nicolás que por encima de los dolores debemos seguir luchando como siempre lo hemos hecho los revolucionarios, a nuestros mártires los honramos con lealtad y lucha; debe haber justicia constitucional con los responsables materiales e intelectuales, pero la mayor justicia seguirá siendo una revolución triunfante y nuestra victoria será la paz. Yo comparto plenamente esa posición. Es la conducta de un bolivariano y chavista.
Nuestro Libertador Simón Bolívar, llegando a Venezuela, en diciembre de 1826, para intentar evitar su separación de Colombia, la grande, le escribe al General Salom: “Aunque me cueste la vida, voy a impedir la guerra civil”. El Comandante Chávez fue en este tema, como en todos, un fiel seguidor de la doctrina bolivariana. Lo demostró, a riesgo de su propia vida, el 4 de febrero de 1992, el 11 de abril de 2002, en el referéndum del 2007 y en muchas otras ocasiones.
Pero la victoria de la paz no depende sólo del Presidente y de nosotros en el Chavismo, debería ser una corresponsabilidad con la oposición, pero ahí está la dificultad. En la derecha venezolana no se observa honestidad para este propósito.
Tomemos por caso la posición de Capriles respecto a la línea violenta expresada en la llamada “Salida”. En entrevista, realizada por Elizabeth Fuentes y Juan Carlos Zapata, el pasado 24 de Julio, éste reveló, refiriéndose al fracaso de La Salida, “La crisis económica y social era la que nos iba a permitir empujar la crisis política; pero se hizo al revés”. De seguido afirma: “Plantearon una crisis política sin que la crisis económica y social hubiese hecho lo que tenía que hacer”.
Es claro, él no está en desacuerdo con provocar la crisis política, sino que hay que esperar que la guerra económica haga su trabajo de generar una explosión social. No hay voluntad democrática y de dialogo en esas afirmaciones, como tampoco la tuvo el 14 de abril de 2013, cuando mandó a sus seguidores a “descargar la arrechera”. Pareciera que no es Capriles un interlocutor sincero para un dialogo a favor de la paz y la estabilidad de la Patria.
Otro mensaje negativo, a favor del propósito del dialogo y la paz, es la reciente designación del Sr. Torrealba como Secretario de la MUD, el perfil de “desclasado”, es decir de un sujeto político que proviniendo de la clase trabajadora, reniega en la práctica de su origen de clases, o se presta para servir a intereses contrarios a la misma; lo convierte, como su historial lo confirma, en un sujeto fascistoide, que desconoce a la fuerza popular que es el chavismo, de manera virulenta.
Ambos ejemplos, son malas señales desde el lado opositor. ¿Pero qué hacemos? ¿Pisamos el peine de la violencia fascista? No, el camino es el señalado por el Presidente Maduro, pero no es una tarea exclusiva de él, es de todos.
La violencia fascista en su afán de provocar la guerra civil, se escuda tras el manto de la delincuencia común, es así como en los últimos meses hemos visto como son asesinados artistas, deportistas, dirigentes comunales, oficiales destacados de nuestra Fuerza Armada Bolivariana, estudiantes queridos, sacerdotes, jóvenes en general con el fin de generar conmoción y desesperanza.
Al respecto es necesaria una profunda autocritica, en todos esos casos los cuerpos de seguridad y los órganos de justicia tienen respuesta fácil y rápida: fue el hampa común. Y los medios de la derecha amplifican esas versiones que desde los cuerpos policiales se filtran, antes de ser oficiales. El pueblo que sabe, clama en el desierto denunciando a las bandas criminales y sus propósitos políticos, que operan con control territorial en sus barrios y caseríos. No dejemos solos al pueblo y al Presidente. Quienes tienen responsabilidad en esta materia, tienen que asumir este tema de las bandas criminales, como un asunto de seguridad nacional y de la vida de la República, y no de simple delincuencia común.
La dirigencia política y social de la Revolución, en todos su niveles, también tenemos que hacer un esfuerzo superior en ejercer el liderazgo positivo en las comunidades, no pueden ser las mafias, de todo tipo, la que tomen el liderazgo de nuestra pueblo. Es nuestra responsabilidad.
De igual manera, no podemos renunciar a seguir hablándole a los que se oponen a la Revolución Bolivariana, allí hay decena de miles de hombres y mujeres que no comparten el camino del fascismo, que no se burlan de la muerte de Robert y María, que les duele y les preocupa como a nosotros, sobre todo por el futuro de sus hijos e hijas. El artículo de Luis Vicente León del día de ayer, humanamente honesto, es una expresión de ese sentimiento. Con ellos y ellas construyamos una sociedad donde quepamos todos, con nuestras diferencias, con justicia, igualdad y dignidad.
Pero a la corriente fascista, debemos decirle con claridad, no confundan nuestra responsabilidad con debilidad, los vamos a enfrentar y a derrotar, por el derecho a vivir en paz que tenemos todos los venezolanos y venezolanas, no importa como pensemos políticamente.
Tomando la letra de mi querido profesor Earle Herrera digo, el próximo miércoles va ser duro. En la reunión de la Vicepresidencia de la región capital de nuestro PSUV, las sillas de Eliecer Otaiza y de Robert Serra estarán vacías. No nos vamos a acostumbrar a enterrar a nuestro Camaradas, no nos acostumbramos en los 80’, ni en los 90’, cuando cayeron por decenas nuestros mártires, no lo vamos hacer ahora. ¿Y qué vamos hacer? ¡LUCHAR HASTA VENCER!
A los 40 años de la caída del líder revolucionario chileno Miguel Henríquez, en combate contra la dictadura fascista de Pinochet, decimos como ayer, “por nuestros mártires, ni un minuto de silencio, toda una vida de combate”. Hoy decimos, por ellos y ellas, toda una vida de lealtad y victorias.