¿Qué saben los estadounidenses heridos en la caída del avión panameño en Colombia?

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En Colombia continúa la polémica sobre el avión caído en la región del Chocó, mientras las autoridades panameñas guardan silencio.

1c94f0d32f2dc2d8e457ebeba5f3ff24_XLKaos en La Red

“El avión bimotor Dash 8, de matrícula N35PIT, con 6 ocupantes a bordo, 5 estadounidenses y un oficial panameño, habría explotado en el aire, según testimonio de los habitantes del sector El Morro, en Acandí, Chocó, donde se precipitó a tierra.”

“El Dash 8, de bandera panameña, estaba dotado con un sistema de supresión de ruido y vibración llamado Quaiet, un sistema de visión con cámaras infrarrojas para leer calor, capaces de tomar fotografías y videos de objetos y personas en el terreno a 15 mil pies de altura, incluso de noche, y un sistema para evadir radares.”

“Cuatro de los 6 ocupantes de la aeronave murieron en el siniestro aéreo, entre ellos el oficial panameño Lloyd Nuñez, los sobrevivientes fueron trasladados a Medellín y Bogotá. Sus identidades son un misterio.”

El hecho conocido el 5 de octubre pasado, confirma la participación directa de Panamá en el conflicto colombiano y la colaboración que brinda en las activdades de espionaje de Estados Unidos cuyos detalles han sido difundidos por Eduard Snowden, informante, antiguo empleado de la Agencia Central de Inteligencia y de la Agencia de Seguridad Nacional.

Las operaciones que se realizan, que incluyen patrullaje en espacio aéreo de Colombia y otros países, forman parte del acuerdo Salas-Becker suscrito por ambos países (Panamá y Estados Unidos).

A continuación este interesante artículo del periodista colombiano, Juan Restrepo, del pasado 10 de noviembre.

Extraños sobrevuelos en el espacio aéreo colombiano

A raíz del incidente protagonizado por dos bombarderos rusos que sobrevolaron territorio colombiano hubo todo tipo de declaraciones; desde la “prudente” reacción de la Cancillería hasta la recomendación de que se derribe las naves que reincidan en semejante violación a la soberanía que hizo el inefable senador Roy Barreras, perejil de todas las salsas de la política patria.

A uno le gustaría que la belicosidad y energía que manifiestan algunos prohombres nacionales cuando se sienten ofendidos y con “dolor de patria” por las afrentas que llegan del exterior fueran iguales para todos ya sea frente a los rusos, los norteamericanos o los mongoles.

Hace unas semanas, cayó un avión norteamericano en Chocó. La nave, un Dash8 con cinco estadounidenses y un panameño procedente de Balboa en Panamá, realizaba –según informó la prensa en su momento- “sobrevuelos de vigilancia en la frontera colombo-panameña y tenía base de operaciones en el país vecino”. Como consecuencia del accidente murieron cuatro de los tripulantes y dos salieron con vida aunque con heridas muy graves.

La información que se tuvo sobre este incidente fue escueta y se olvidó pasadas unas horas. Por supuesto no hubo la menor información de la embajada norteamericana y tampoco hubo preocupación por parte del señor Barreras ni de ninguna de las voces alteradas con el incidente de los aviones rusos.

¿Sabía la Aeronáutica Civil de ese sobrevuelo nocturno, ya que ocurrió a la 1:00 de la madrugada? ¿Se preguntó alguien por la naturaleza de esas actividades, aunque fuera por simple curiosidad? ¿La denodada lucha contra el narcotráfico da patente de corso a los norteamericanos para sobrevolar el territorio colombiano a su antojo?

Los dos supervivientes de este misterioso vuelo nocturno, ambos norteamericanos, fueron llevados a la Fundación Santa Fé, en Bogotá, en donde fueron atendidos en principio por facultativos de ese centro asistencial. Llegaron con quemaduras del 40% en el cuerpo y uno de ellos con fractura de cadera. Su estado era grave y los médicos de la Santa Fé –por razones eminentemente profesiones- se interesaron por saber en qué circunstancias había ocurrido el accidente.

Según el testimonio que dio allí uno de los supervivientes –y aquí viene un elemento que debería interesar a las autoridades colombianas puesto que ocurrió en su espacio aéreo-, “cuando sobrevolaban la zona, la nave explotó en pleno vuelo”, contó un testigo de la conversación. El hombre narró la odisea vivida hasta que encontraron un poblado desde donde pudieron pedir auxilio, pero al poco tiempo de este primer intercambio de información entre médicos y pacientes, las dependencias de la Santa Fé fueron “tomadas” por personal norteamericano.

Llegaron médicos, diplomáticos, agentes sin uniforme y mariners que impusieron la ley del silencio a los accidentados. Aplicaron sus propios protocolos de tratamiento retirando sondas y vendajes y reemplazándolos por los que llegaban en sus ambulancias. Encriptaron la historia clínica de los heridos que se encontraba en los computadores de la institución y ningún profesional de la Santa Fé tuvo ya más acceso ni a esa información ni a los dos pacientes que habían llegado horas antes en tan lamentable estado.

Al día siguiente -acompañados por sus esposas, que habían sido traídas desde Panamá- los dos norteamericanos fueron trasladados en sendos aviones-hospital hacia un centro de quemados en Huston. ¿Se ha interesado alguien del gobierno por un avión que “explotó en pleno vuelo” sobre Chocó? ¿Algún indignado senador se ha preocupado por la aplicación de unos protocolos tan discutibles en un centro hospitalario colombiano por parte de ciudadanos norteamericanos?

Antes de declarar la guerra a Rusia, si es que vuelve a haber un incidente como el de los Tupolev, podrían los ofendidos ciudadanos cuestionarse por incidentes como el arriba descrito ya sean norteamericanos, rusos o mongoles sus protagonistas.