Venezuela: ¿Lucha de Clases o Guerra Económica?
Mario Sanoja Obediente Iraida Vargas-Arenas|
En esta hora crucial para la Revolución Bolivariana, las y los historiadores tenemos el deber de comunicarle tanto a los venezolanos y venezolanas de a pie como a los lectores de otros países, conocimientos que les ayuden a tomar conciencia de los procesos históricos que explican la situación contemporánea de crisis en Venezuela, causada por la guerra de clases económica y mediática impuesta a nuestro pueblo por el capitalismo neoliberal para derrocar la Revolución Bolivariana.
Es necesario explicar igualmente que en la Venezuela de hoy coexisten el viejo modelo rentista de la burguesía que ha entrado en crisis como consecuencia de la baja mundial de los precios petroleros, y el modelo poscapitalista o socialista de la Revolución Bolivariana que ha permitido a nuestra nación salir adelante, hacia el futuro, creando una agenda económica que promueve una economía productiva, fundamento de nuestra soberanía nacional.
La ideología del modelo rentista
El modelo rentista venezolano -cuyos orígenes se remontan al siglo XVIII- alcanzó a desarrollarse plenamente alrededor de 1930, cuando se inicia el auge de la industria petrolera controlada por las transnacionales estadounidenses y europeas. El apogeo de la producción petrolera ocasionó el quebranto estructural y la casi
desaparición del orden agrario tradicional venezolano que se sustentaba principalmente en la exportación de café y de cacao.
Hasta aquellas fechas Venezuela era una sociedad básicamente rural, con un incipiente proceso de urbanización. La economía no petrolera era controlada por una burguesía integrada por una elite latifundista y un sector comercial, usurero, con poca iniciativa productiva, acompañados por una pequeña burguesía dependiente de la burocracia gubernamental. Esta pequeña burguesía estaba a su vez conformada por profesionales liberales, pequeños comerciantes y artesanos locales.
La referencia a un editorial del diario El Agricultor de mayo 1844 sirve para describir la ideología fascistoide que animaba a aquella oligarquía de comerciantes cuando dice: “La República de Venezuela es el patrimonio de los banqueros…todos sus habitantes deben contribuir a acrecentar sus riquezas (de los banqueros)… el banco
favorecerá a su falange de usureros…para chupar la última gota de sangre que aún circula por las venas del Estado….no puede quedar gota en sus miserables cuerpos. Que trabajen, porque para eso nacieron. Que trabajen y suden en el campo y los talleres como bestias de carga, pues la holganza y la riqueza se hicieron solo para el poderoso…(1).
La crueldad de la guerra económica que nos hace en este momento la clase empresarial heredera de aquellos “tenderos enriquecidos” -como los llamaba Vallenilla Lanz- al provocar intencionalmente la carencia de alimentos y bienes de consumo diario en general para rendir por hambre nuestra fe revolucionaria, muestra claramente el origen de la ideología esclavista que sigue animando a los miembros de Fedecámaras, Consecomercio, la mafia episcopal, la MUD y afines.
La cultura del petróleo
El avasallante desarrollo de la industria petrolera dislocó violentamente las antiguas tradiciones laborales, deslocalizó territorialmente a la población venezolana, alteró todas las variables fiscales, financieras y comerciales del “ancien regime”, y los patrones de consumo. En resumen, estimuló el nacimiento de una cultura petrolera (2) y un modo de vida rentista que se alimentaba de las grandes transformaciones industriales que tomaron lugar en la
posguerra de la 1ra Guerra Mundial, donde comenzaba a despuntar el imperialismo estadounidense.
La antigua economía agropecuaria venezolana estaba, hasta entonces, en las manos de una elite latifundista cuyos orígenes históricos se remontan hasta el mismo siglo XVI, vinculada por su carácter agroexportador al capital internacional. La cultura generada por esa forma económica extensiva se expresaba como un modo de vida rural que daba trabajo a un importante contingente de población: peones en situación servil, bodegueros, artesanos, comerciantes y distribuidores de mercancías agro-artesanales e importadas, profesionales liberales e integrantes de la burocracia estatal y comercial que devinieron en consumidores de aquellas mercancías.
El modo de vida rentista
La economía petrolera se caracteriza por ser una forma de explotación intensiva de un recurso natural no renovable, que emplea muy poca fuerza de trabajo, pero es productora de una elevada tasa de ganancia. Ello trastornó la antigua sociedad rural venezolana. A partir de dicha forma se originó una cultura petrolera y un modo de vida rentista consumista correlativo que castraron la capacidad productiva de la sociedad venezolana y exaltaron al rango de valor social la posesión de bienes materiales y el éxito económico individual en detrimento de los valores que propugnan de solidaridad social.
El modo de vida rentista consumista se desarrolló a la par de una economía basada fundamentalmente en la mono-exportación de petróleo y en la importación de bienes de consumo o industriales, ya manufacturados en el extranjero y en partes o sustancias para su ensamblaje en el país.
Neocolonialismo y desigualdad social
La industria petrolera se constituyó, desde 1930, como un enclave neocolonial dentro del Estado nacional venezolano, creado por la dictadura militar de Juan Vicente Gómez como la base material necesaria para consolidar la penetración imperialista estadounidense.
El enclave petrolero neocolonial poseía su propio régimen cambiario, su régimen laboral y de salarios, sus escuelas, su sistema de salud y un modelo de poblamiento territorial que, a través de la infraestructura
de los campos petroleros pudo inducir la representación física de la división territorial en clases sociales en los centros urbanos, entre alta burguesía, clase media o pequeña burguesía y un vasto sector de trabajadores y trabajadoras pobres y de desempleados. (3)
La sociedad rentista consumista venezolana, particularmente la minoría urbana de clase alta y clase media logró alcanzar una elevada capacidad para modernizarse, para acumular capitales, para importar y para obtener acceso a los estilos de vida característicos de los países más desarrollados de Europa y Estados Unidos. Por el contrario la vida de la mayoría de la población venezolana, hasta la llegada del Comandante Chávez y de la Revolución Bolivariana, solo había podido acumular pobreza, desempleo, analfabetismo, carencias de salud y de seguridad y un alto índice de desigualdad social.
La Venezuela neocolonial
Así como el rentísmo mono-exportador agropecuario y el predominio del capital comercial castraron la productividad industrial de la burguesía venezolana hasta inicios del siglo XX, el rentismo monoproductor y monoexportador petrolero castró la capacidad de desarrollo industrial de la sociedad venezolana del siglo XX y continúa en lo que va del XXI.
Hacia finales del siglo XIX predominaba una artesanía muy elemental, particularmente la manufactura de cigarrillos y de cerveza. Solo a inicios del siglo XX se estableció una modesta fábrica de cemento así
como otras de textiles. En 1960, por ejemplo, “el valor final de la producción industrial solo había llegado a alcanzar Bs. 7.326 millones, es decir, Bs. 1.046, 7 per capita anual, que nos es mucho si se atiende a los enormes recursos que ha recibido el país” (4).
En 1944 se creó Fedecámaras, sindicato patronal cuya composición refleja el carácter clasista de sus integrantes con la finalidad, decían, de defender la libertad de empresa. En realidad el tiempo ha demostrado que su objetivo central era convertirse en un gobierno corporativo empresarial en alianza coyuntural con los partidos
políticos Acción Democrática y Copei (5).
A partir de 1948, la dictadura militar del general Marcos Pérez Jiménez, partidario de un desarrollismo industrial abierto a la inversión norteamericana, cooptó a Fedecámaras; desde aquella fecha, muchos empresarios pasaron a desempeñarse también como funcionarios de la burocracia estatal, sostenedores del proyecto desarrollista que se denominó El Nuevo Ideal Nacional el cual promovía un programa de medidas destinadas a fomentar y proteger
el desarrollo industrial “nacional” sustentado en la inversión foránea, donde destacan la creación de la industria siderúrgica y la petroquímica, así como proyectos para modernizar la agricultura.
Las medidas proteccionistas adoptadas por el Estado venezolano, provocaron a partir de 1958 un auge de los pequeños productores nacionales (6). Poco tiempo después, la industria pasó de las manos de los pequeños productores nacionales a la de los grandes consorcios extranjeros, particularmente los estadounidenses. Según
Brito Figueroa (7), a partir de aquel momento Venezuela pasó de ser un país semicolonial a ser un país neocolonial debido a la dependencia estructural y el dominio integral que tenían los monopolios norteamericanos sobre la vida económica nacional.
En el presente, aquellos monopolios ya no controlan el sector primario exportador (minería, hierro, petróleo aluminio, etc.) ni (totalmente) la industria agropecuaria, pero todavía ejercen control monopólico sobre buena parte de la industria manufacturera, el comercio y los servicios financieros y no financieros y particularmente sobre la rama industrial productos alimenticios y la rama industrias químicas, que son el principal bastión de la actual guerra económica, las cuales controlan la industria farmacéutica, los productos para la limpieza, detergentes en polvo que desplazaron por ejemplo, al antiguo jabón en panela Las Llaves; productos de tocador, productos farmacéuticos, productos químicos, alimentos para humanos y para animales, telas, calzados, envoltorios para el empaque de alimentos, etc.
Dichos productos están en manos de las transnacionales estadounidenses y europeas que se constituyeron en los férreos monopolios y oligopolios, los cuales hoy son – es preciso enfatizarlo- la punta de lanza de la actual guerra económica-mediatica-cultural que busca provocar el derrocamiento de la Revolución Bolivariana.
Apropiación burguesa de la renta petrolera
Los monopolios y oligopolios mencionados desarrollaron a partir de 1958 una estrategia perversa para apropiarse de la riqueza que genera al Estado la renta petrolera nacional. A tales fines exigían y exigen regularmente cada año al Estado la concesión de divisas para adquirir en el exterior materias primas, maquinarias, etc., o de lo contrario -amenazan- paralizarían la “producción”. En todos los países del mundo capitalista, los empresarios exportan y utilizan sus dólares para reinvertir capital en sus negocios. En Venezuela, salvo un cierto sector nacionalista, las grandes empresas transnacionalizadas no exportan o exportan muy poco pero sí se dedican a explotar a Venezuela como un mercado cautivo, y a exigir regularmente al Estado venezolano “salarios u honorarios profesionales” pagaderos en dólares por su desempeño como “empresarios”.
Los dólares obtenidos mediante el chantaje al Estado son utilizados para adquirir materias primas, bienes terminados o servicios facturados muy por encima de su costo real, de manera de poder desviar hacia sus cuentas bancarias personales los dólares hurtados a la renta petrolera. La producción siempre se mantiene por debajo
de la demanda a los fines de mantener una inflación inducida. Es por ello que los precios de los productos nunca bajan, al contrario, permiten constantemente la obtención de altas tasas de ganancia.
Para el mismo fin utilizan, como ahora, la especulación, la disminución de la producción, el ocultamiento de los productos o su desvío hacia Colombia y las Antillas mediante el contrabando de extracción. La colocación de millardos de dólares hurtados al Estado en sus cuentas del exterior, permite a la burguesía “industrial transnacional” controlar financieramente el costo del dinero dentro de Venezuela, tal como ocurre con el “Dolar Today” (Miami) y el “Dolar Paisa” (Cúcuta).
La burguesía industrial o empresarial, a pesar de estar obligada por la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, nunca se ha preocupado por invertir seriamente en la producción de conocimientos científicos que sirvan para adelantar proyectos productivos autóctonos, lo cual sería contrario a sus intereses personales y políticos como agentes del imperialismo neoliberal capitalista.
¿Que hacer para ganar la guerra económica?
La revolución bolivariana (la V República) ha creado un sistema de relaciones sociales de producción poscapitalista o socialista que es antagónico y alternativo al modelo rentista, capitalista y depredador el cual, aunque todavía no es totalmente hegemónico, está generando un tiempo histórico revolucionario alternativo al de la IV República.
¿Qué podemos hacer para modificar las tendencias perversas instaladas por la burguesía transnacional venezolana? Sería pretencioso sugerir un programa de medidas concretas, pero sí pensamos en la necesidad de romper seria y efectivamente -por lo menos- con el régimen mortal de monopolios y oligopolios que mantiene la industria de alimentos y en general bienes de primera necesidad, y así también buscar la manera de desmantelar las falacias financieras que sostienen el dólar negro.
Desarrollar radicalmente las medidas de la agenda económica bolivariana que consoliden la nueva economía productiva soportada en el espacio no-capitalista de las comunas y el poder popular, dominado por la propiedad social vía el establecimiento definitivo de una economía socialista comunal (8), serían las únicas soluciones a la vista para vencer al enemigo que hoy nos ataca con la guerra económica.
Notas:
1) Brito Figueroa, Federico.1991. Los Antecedentes de la Plutocracia: “una oligarquía de tenderos enriquecidos en el siglo XIX venezolano…” En: 30 Ensayos de Comprensión Histórica: 383-492. Editorial Centauro. Caracas.
2) Quintero, Rodolfo.1968. La Cultura del Petroleo. Ediciones de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. Universidad Central de Venezuela, Sanoja Obediente, Mario. 2011. Historia Sociocultural de la Economía
Venezolana. Banco Central de Venezuela. Caracas.
3) Arcila Farías Eduardo. 1962. Evolución de la Economía en Venezuela. En: Venezuela Independiente: 1810-1860: 345-420)- Fundación Eugenio Mendoza. Caracas.
4) Brito Figueroa, Federico.1984. Historia Económica y Social de Venezuela. Tomo III. 4ta. Edición. EBUC. Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela.
5) Arcila Farías. Idem. 1962. Moncada, Samuel.1985. Los Huevos de la Serpiente. Fedecamaras por Dentro. 1era.edición.Alianza Gráfica Editorial. Caracas. Idem.Sanoja Obediente 2011.
6) Idem. Brito Figueroa 1984.
7) Idem. Brito Figueroa 1991
8) Vargas-Arenas, Iraida y Mario Sanoja Obediente, 2015. La Larga Marcha hacia la Sociedad Comunal. Tesis sobre el Socialismo Bolivariano. Fundación Editorial El Perro y la Rana. Col. Alfredo Maneiro. Serie en la Historia. Sanoja Obediente, Mario e Iraida Vargas-Arenas. 2016. La Propiedad Social en la Historia de Venezuela- En preparación. Ediciones del Banco Central de Venezuela. Caracas.
*Investigadores Nacionales Eméritos. Profesores Invitados de la Escuela Venezolana de Planificación.