Trump, apurado por destruir la economía de EEUU… y del mundo
Álvaro Verzi Rangel
Estados Unidos está a las puertas de un desastre autoinfligido: su presidente Donald Trump sigue empeñado en la destrucción de la economía y el tejido social estadounidense. Mientras China rechazó la extorsión arancelaria estadounidense, y opta por aprovechar la crisis para cambiar a su favor el orden comercial mundial.
China anunció, asimismo, que desde el jueves 10 impondrá un gravamen del 84% a los productos estadounidenses como respuesta a los aranceles de 104 por ciento que el régimen estadounidense le ha impuesto. China toma estas medidas “resueltas y efectivas”en respuesta al “repetido error” estadounidense de aumentar los aranceles al país asiático.
Al contrario que otros centros económicos de poder internacionales, como la Unión Europea, donde el pánico hizo claudicar a la mayor parte de los gobiernos, China no se aviene a dialogar con Estados Unidos sobre el chantaje del presidente Donald Trump. Lo ha interpretado como una “extorsión” y una declaración de guerra comercia total para imponer la hegemonía estadounidense.
Trump se ha mofado de los países que, según dice, quieren negociar los aranceles que ha impuesto de manera unilateral: “Estos países nos están llamando. Me están besando el culo. Se mueren por llegar a un acuerdo”, dijo ante el Comité Republicano. aseguró que los líderes extranjeros le están rogando para evitar esos nuevos gravámenes. “Por favor, por favor, señor, llegue a un acuerdo. Haré lo que sea, señor”, señaló con mofa.
“Esto no es diplomacia. Es una coerción directa disfrazada de política. La postura de Washington refleja una peligrosa forma de intimidación económica que va en contra de los principios de igualdad soberana y respeto mutuo”, publicó la agencia china Xinhua.
“Estados Unidos sigue abusando de los aranceles para presionar a China. China se opone firmemente a esto y nunca aceptará este tipo de intimidación”, declaró el portavoz de la cancillería china, Lin Jian. Según Pekín, la imposición de estos gravámenes masivos es un acto de unilateralismo y proteccionismo que vulnera las reglas del comercio internacional.
China apuesta por darle la vuelta al desastre que ya ha volatilizado 9,2 billones de euros en las bolsas mundiales, y aprovechar la oportunidad que la crisis puede ofrecer al creciente liderazgo económico de Pekín en el mundo y acelerar a su favor el cambio del sistema comercial internacional, inclinando la balanza de una vez por todas de Occidente a Oriente, señala el analista español de Público, Juan Antonio Sanz.
Además, el Ministerio de Comercio anunció nuevas restricciones contra empresas estadounidenses, añadiendo 12 compañías a su lista de control de exportaciones, entre ellas firmas vinculadas a drones, aeronáutica, maquinaria y radares. También ha incluido a otras seis en su lista de entidades no confiables, destacando proveedores del sector militar como Cyberlux y Sierra Nevada.
Las medidas chinas buscan frenar la transferencia de productos con aplicaciones tanto civiles como militares, conocidos como de “doble uso”.
Trump aseguró que China quiere un acuerdo sobre aranceles “desesperadamente”, pero consideró que no sabe “cómo empezar” a negociar y recalcó que él espera la llamada del presidente chino, Xi Jinping. Por su parte, Pekín ha aseverado que “luchará hasta el final” y que tiene “una voluntad firme” y “recursos abundantes” para responder “con determinación” si Estados Unidos insiste en “intensificar aún más sus medidas restrictivas económicas y comerciales”.
Por otra parte, el estadounidense Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) indicó a los migrantes con permiso de residencia temporal bajo el programa CBP One que abandonen el país de inmediato. No se sabe a cuántas personas les llegó la notificación de expulsión, pero son más de 900 mil quienes se acogieron a ese plan de la era Biden que también les daba una licencia de trabajo.
El delirio arancelario contra China sólo puede conducir al desastre, señalan los analistas de Wall Street. Antes de la escalada de 50 por ciento, los fabricantes estimaban que los aranceles encarecerán en al menos 37 por ciento la ropa y calzado, 30 por ciento los videojuegos, 27 por ciento los teléfonos celulares, 22 por ciento los materiales de construcción y 10 por ciento los equipos de diagnóstico médico.
El último de los enlistados es muy significativo en tanto que Estados Unidos ya es el país con los costos de atención médica más elevados y también se verá sometido a alzas por otros conceptos: China provee al mundo casi 30 por ciento de los ingredientes crudos utilizados en la fabricación de medicamentos esenciales, un tercio de las mascarillas desechables y casi todos los guantes de plástico empleados en el sector sanitario.
Estados Unidos cumplió la más reciente amenaza del presidente Donald Trump con un arancel de 104 por ciento a los productos chinos y adelantó que las tarifas a los productos farmacéuticos serán el siguiente paso.
Pero para sustituir las importaciones con producción nacional, EEUU necesita una década para construir una nueva planta farmacéutica y hacerla cumplir con los requisitos regulatorios. Abrir una guerra comercial contra la mayor potencia industrial del planeta es arriesgado; hacerlo sin ningún tipo de preparación, es un suicidio.
Las empresas, como Apple, están haciendo malabares: “La empresa trasladó rápidamente las existencias de los centros de fabricación en India, China y otros lugares clave en previsión del aumento de los aranceles. Las reservas que llegaron aislarán temporalmente a la empresa de los precios más altos que tendrá que pagar por los nuevos envíos en virtud de los aranceles”, publicó Times of India.
El diario develó el atajo de Apple para evitar que el aumento de aranceles fijado por Donald Trump impacte en sus ventas. Apple vende más de 220 millones de iPhone al año en Estados Unidos, China y Europa. Su modelo más barato, el iPhone 16, tiene un precio de 799 dólares, pero podría aumentar hasta un 43 %, es decir a 1142 dólares.
*Sociólogo. Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).