Stelling. ¿El fin de la certidumbre?/ Curcio: ¿El estado venezolano ineficiente?

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¿El fin de la certidumbre?

Maryclen Stelling

La exploración realizada en nuestro anterior escrito, “Dolorosa cartografía”, permitió, en un contexto de crisis multidimensional, la aproximación a un mapa de sensaciones y emociones.

A partir de tal cartografía emocional, se generó una interesante dinámica con lectores y lectoras, quienes compartieron sentimientos y sensaciones que emanan de sus experiencias socio afectivas. Ello nos facilitó aproximarnos a las principales fuentes de incertidumbre que imperan en el momento actual.

El presente es vivido con angustia, desasosiego, miedo, falta de certeza y se denuncia una creciente pérdida de control sobre las emociones. Ante los “importantes frentes que permanecen abiertos”, el futuro se percibe con desconfianza e inseguridad. En consecuencia, se exige un sólido marco de seguridad, certeza, confianza, solidez y evidencia. Se demanda certidumbre que se construye a partir de datos objetivos y de percepciones subjetivas.

Con miras a derrotar las incertidumbres, se coincide en la urgencia de que “la política” se aboque a resolver los problemas de la gente. Con vehemencia se exige que la “política proteja” a la ciudadanía y le garantice seguridad económica, social, institucional, jurídica, electoral, psicológica e integridad física. Destacan las incertidumbres institucionales por cuanto son las llamadas a generar certeza, seguridad y legitimidad.

Dado el papel político que desempeñan los medios, se presta especial atención a la opacidad e incertidumbre informativa. Se denuncia que -atendiendo a intereses políticos- se informa de manera sesgada, se minimiza o simplemente se desprecian las amenazas reales o potenciales. En razón a la relevancia del tema electoral, el costo de la confrontación Gobierno-oposición y la propia contienda electoral, surgen como importantes fuentes de incertidumbre.

Especial atención merece la incertidumbre económica, calificada como la suma de inseguridades y desprotecciones a las que se enfrenta la ciudadanía diariamente. Suerte de escenario de perplejidad que impide planificar o programar la cotidianidad.

La mayoría coincide en la necesidad de derrota inminente de la “política de la incertidumbre”. Se espera y aspira a que el liderazgo político cumpla con sus “obligaciones, compromisos y promesas”. La certidumbre política se posiciona entonces como el bien más preciado por la ciudadanía.

¿El estado venezolano ineficiente?

Pasqualina Curcio|

En cualquier rincón del mundo se puede escuchar el cuento de que el Estado por su “naturaleza” es ineficiente. En Venezuela se oye a cada rato.

La autoría del cuento es de los neoliberales, su moraleja termina siendo que, dada la ineficiencia del Estado, éste debe ser mínimo y no debe intervenir en las economías, que esa tarea es de los capitales privados. Dicen que los mercados, por sí solos, pueden hacer feliz a la humanidad. Para eso tienen buena mano, aunque nunca nadie ha logrado verla, al parecer es invisible.

En este cuento, como en todos los que han escrito estos autores, el asunto de la igualdad brilla por su ausencia. No les interesa. Lo importante es la maximización de los beneficios. La pobreza no es problema que les preocupe.

En la Venezuela Revolucionaria, y por culpa de Chávez, este cuento no cuadra.

Según datos del Banco Central de Venezuela (BCV) desde 1999 y hasta 2014 (el BCV no ha publicado esta información sino hasta ese año) la inversión pública aumentó 97% (pasó de 7,69% con respecto al PIB en 1999 a 15,21% en 2014) y a pesar de que el sector privado durante ese mismo período recibió 389.062 millones de dólares baratos de parte del Estado, en lugar de aumentar su inversión la disminuyó 60%: en 1999 era 16,01% del PIB y en 2014, 6,41%.

La historia no termina aquí. El Estado venezolano ha destinado parte de los ingresos petroleros no solo a la inversión, sino también al consumo el cual aumentó 19% desde 1999. Este incluye, por ejemplo, el salario a los empleados y obreros; la compra de medicamentos y material médico quirúrgico para abastecer el sistema público de salud; los insumos para la prestación de servicios de educación, salud, transporte, electricidad, agua.

Este aumento de la inversión y del consumo por parte del Estado durante la revolución bolivariana fue posible por culpa de Chávez quien, entre otras medidas, estableció un control cambiario en 2003 lo cual impidió una mayor fuga de divisas (antes de 1999 el Estado asignaba el 113% de las divisas petroleras al sector privado, después de ese año asignó el 45%). Las divisas que no se fugaron fueron usadas para revertir el modelo neoliberal que caracterizó los tiempos de la IV República y avanzar hacia un modelo más justo y más humano.

Se destinaron, por ejemplo, al fortalecimiento del sistema público nacional de salud y de pensiones luego de que en 1999 Chávez, en el marco de la nueva Constitución, revirtiese la privatización de la seguridad social impuesta por el FMI en 1996. También se usaron los recursos para el financiamiento de las Misiones y Grandes Misiones; para fortalecer el sistema público de educación, incluyendo la creación de 56 universidades públicas y gratuitas; para erradicar el analfabetismo; entregar más de 2.913.748 viviendas; disminuir 21% la desnutrición en niños menores de 5 años; aumentar 835% el número de abuelitos pensionados pasando de 475.514 en 1999 a 4.535.901 en 2018 y hasta enviar dos satélites al espacio. Lo que desde el Estado se invirtió entre 1999 y 2014 permitió disminuir en 55% la pobreza extrema.

En cuanto a la producción, el PIB público (petrolero y no petrolero) aumentó 54% entre 1999 y 2014, mientras tanto, el PIB privado sólo aumentó 35% a pesar de que la burguesía recibió, repetimos, 389.062 millones de dólares baratos de parte del Estado durante ese período. Según el BCV, el 34% del producto interno bruto nacional es público (15% petrolero y 19% no petrolero) y el 66% es privado.

Es parte de este cuento neoliberal que los servidores públicos ganamos un salario sin hacer nada o en el mejor de los casos, haciendo poco. Narran los cuenta cuentos aficionados al fundamentalismo del mercado, que los trabajadores públicos somos unos ineficientes.

Es el caso que en Venezuela la producción por trabajador en el sector público (petrolero y no petrolero) es 2,5 veces mayor que la del sector privado, y si excluimos de los cálculos la actividad petrolera, la producción por trabajador público no solo sigue siendo 1,3 veces mayor que la del privado, sino que además, desde el 2006 ha mostrado un aumento de 44% mientras que la producción del trabajador en el sector privado durante el mismo período disminuyó 14%. (Los datos para los cálculos fueron tomados del BCV y del INE).

Así las cosas, reivindicamos a algunos personajes de este cuento neoliberal, nos referimos a todos los trabajadores del sector público: médicos; enfermeras; camilleros; maestras; a los que nos desempeñamos como profesores universitarios; a los ingenieros y técnicos de mantenimiento de los servicios eléctricos, telefónicos y de agua; los del sector petrolero; el personal de mantenimiento y limpieza; policías; nuestros soldados de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; bomberos; los del servicio diplomático; los que administran justicia; los músicos de las orquestas; los entrenadores deportivos; los guarda parques; en fin, todos los que produciendo y sirviendo desde el sector público comenzamos muy temprano la jornada diaria.

A todas estas preguntémonos: ¿En la Venezuela revolucionaria es más eficiente el Estado que genera el 98% de las divisas y que a pesar de haberle regalado una buena parte de ellas a la burguesía (US$ 389.000 millones) aumentó 98% su inversión, 19% su consumo y 54% su producción (petrolera y no petrolera) logrando disminuir 55% la pobreza extrema, o es más eficiente la burguesía que no genera ni el 5% de las divisas, se apropió de las que provinieron del Estado por exportación de petróleo, disminuyó 60% la inversión y solo aumentó 35% su producción?

Como dato adicional no podemos olvidar que la revolución bolivariana ha estado desde sus inicios y siempre bajo el asedio imperial.

Saque usted sus propias conclusiones.