Sobre el caso Mónica Spear

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KEYMER ÁVILA | Lamentable la muerte violenta de cualquier venezolano. El dolor humano no debe manipularse, mucho menos debe ser el rector para la toma de decisiones que nos afectan a todos. Es importante no repetir malas historias ni viejos libretos, ni de un lado ni del otro… La discusión sobre los índices de homicidios en Venezuela pudiera resultar estéril, los índices son muy altos. Es importante un conocimiento informado y detallado sobre este fenómeno para la toma de decisiones. Mientras no se haga esto no se trascenderá de la propaganda y de la contrapropaganda.
En 2010 escribí un artículo intitulado “La instrumentalización del delito: política, empresas de comunicación e inseguridad”, en él analizo cuatro casos que signaron al año 2006 (Kennedy, Sindoni, Faddoul y Piñango) que tenían en común: 1) el poder de reclamo de sus víctimas (estudiantes, empresarios, niños y la iglesia); 2) el repudio y consternación colectiva que generaban; 3) su instrumentalización para generar cohesiones y movilizaciones en determinados sectores sociales.

Con esto se buscaba una reacción autoritaria por parte del gobierno, tales como reformas legislativas consistente en aumento de penas, disminución de garantías, aumento del poder policial, criminalización de lo pequeño, etc. Respuestas coyunturales, efectistas más no eficientes, eminentemente simbólicas que terminan colapsando al sistema mermando su capacidad de respuesta para los casos más graves en los que debería concentrarse. Un sistema punitivo enorme es lento, difícil de manejar, y en consecuencia ineficiente, el que mucho abarca poco aprieta. La toma de decisiones emotivas e improvisadas en esta materia es el mejor ejemplo de aquel viejo refrán: “peor el remedio que la enfermedad”.

El objetivo debe ser asegurar los derechos de todos. Hay que tener cuidado con los discursos de emergencia que buscan sacrificar derechos en procura de la seguridad, ya que cuando se entra en esa lógica se incrementa la inseguridad de todos.

El caso de Mónica Spear en términos simbólicos y mediáticos tiene un peso grande y su manipulación política puede generar efectos muy negativos para todos nosotros.

Por supuesto que hay que hacer muchas cosas, hay que tomar medidas, pero éstas deben ser estudiadas, racionales, puntuales. Debe definirse claramente el objetivo y administrar de la mejor manera los recursos disponibles.

La conflictividad y violencia sociales son temas que ameritan una discusión política profunda, seria y comprometida, que trascienda a los shows mediático-partidistas. La instrumentalización de estos temas por este tipo de coyunturas hace difícil crear condiciones para la construcción y desarrollo de políticas democráticas de prevención y contención de la violencia. La política criminal no debe estar supeditada a los ritmos de la agenda mediática ni de las redes sociales.

En Venezuela mueren miles de personas de las clases sociales menos favorecidas, cuyos casos son invisibilizados por las empresas de comunicación. Todas las vidas cuentan por igual. La disminución de las muertes violentas en el país debe ser una prioridad para todos.