Nicaragua: y al final, mira lo que quedó

Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y la vicepresidenta Rosario Murillo.
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José Steinsleger|
Golpe clásico: Honduras 2009. Golpe mafioso: Paraguay 2012. Golpe electoral: Argentina 2015/ Ecuador 2017. Golpe parlamentario/judicial: Brasil 2016/18. Golpe institucional: Chile 2017/ Colombia 2018. Golpe desestabilizador en marcha: Venezuela desde 2002, Nicaragua ahoritita. Común denominador: la mano intervencionista de Washington.

Con vuestro permiso, ingresaré en la máquina del tiempo. En 1974, un grupo de intelectuales mexicanos y un joven aspirante a serlo, formamos el primer Comité de Solidaridad con el pueblo de Nicaragua. Estaba integrado por los que nunca nos dejaron (Carlos Pellicer, Efraín Huerta, Juan Bañuelos, Juan de la Cabada, Andrés García Salgado) y otros que aún dicen ¡presente! (Thelma Nava, Óscar Oliva, Jaime Labastida, Sergio Mondragón, Adalberto Santana y quien suscribe).

Luego, en diciembre de 1979 (“Año de la Liberación”), embriagado con el aliento de un país de guerreros y poetas, me atreví a publicar en un diario de Managua un poema muy bueno porque sólo a mí me gustó. Empezaba así:

“Ayer, en la Plaza de la Revolución / los comandantes explicaron la revolución al pueblo / Un chavalito de 11 años se acercó a un guerrillero que apenas superaba los 20, y dijo: hola… ¿te acordás de mí?”

Terminé el poema en el Centro Popular de Cultura Fernando Gordillo, de Granada, mientras asistía a una versión de El flautista de Hamelin, protagonizada por un grupo de teatro de El Salvador:

“Entre espejos, caireles de cristal y finos sillones de mimbre / acalorados / los niños duermen a los pies de sus mamás, tendidos en el mosaico de un vestíbulo importado / después de haber ido a la guerra / Y la cómoda mecedora en la que estoy sentado / marca el compás de mi época / acercándome / alejándome / acercándome / alejándome / de la placa de bronce en la pared: Adolfo Benard Vivas, benefactor del club de Granada (1864-1935).”

Pero lo que vino después fue terrible: otra guerra de 10 años más, financiada por el gobierno de Ronald Reagan. Finalmente, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) se impuso en el terreno militar y… perdió en la arena electoral. En febrero de 1990, las derechas nicas ganaron los comicios presidenciales. Los descendientes de aquel “benefactor del club de Granada” retomaron la iniciativa política, y los sandinistas perdieron la brújula (¡la “piñata”!). Nadie volvió a hablar de “revolución y poesía”.

¿Qué tenemos hoy? En parte, lo de siempre: esa capacidad del imperio para crear climas destituyentes, en coordinación con las derechas que pescan en río revuelto. Y en parte, izquierdas que se rasgan las vestiduras en nombre de una “batalla de las ideas” que endosa el golpismo a factores exclusivamente externos. Pura terapia de grupo.

Como fuere, la infumable pareja que desgobierna en la patria de Sandino, opera como un demiurgo que ha logrado unir a izquierdas y derechas en su contra. Las unas por pervertir, según ellas, las premisas de la democracia liberal. Y las otras, por traición a los “principios revolucionarios”.

Entrevistado por “la Voz de América” (La Jornada, 2/6/18), el secretario general de la OEA, Luis Almagro, acusó a un grupo de la oposición nicaragüense de seguir una “línea antidemocrática” para quitar a Ortega del poder. Dijo: “Quieren que instalemos otro gobierno en el poder. Eso no, ni por casualidad. No cuenten con la organización para avalar ninguna chanchada [sic] de esas, por favor”. Qué pedazo de… hipócrita.

Finalmente, por si faltaba más, el caudillo literario de Masatape, que hoy cotiza su firma “independiente” con Vargas Llosa & asociados. ¿Alguna palabra acerca de la “Nica Act” (Nicaraguan Investment Conditionally, 2016), ley estadunidense promovida por la congresista republicana de origen cubano Ileana Ros-Lehtinen (junto con el demócrata cubano Albio Sires) para imponer sanciones a Nicaragua por el “retroceso de la democracia”?

Frente a las entendibles manifestaciones contra el orteguismo, el flamante Premio Cervantes de Literatura ha dicho: “No hay nada de nacionalismo mezquino en el despliegue de la bandera de Nicaragua”. Ajá. ¿Y por qué habrá dicho también que los ingleses de las islas Malvinas ( kelpers) representan a un “pueblo con derecho a la autodeterminación”?

Fuera de discusión: Daniel Ortega, su esposa Rosario Murillo y los ya viejos muchachos, tienen que abandonar el trono. De lo contrario, las nuevas modalidades del golpismo harán que siga corriendo la sangre. Aunque si se van, uno a 10 que su lugar será ocupado por los que dejaron de ver al yanqui como “enemigo de la humanidad”, según el exultante himno sandinista, que hace 40 años conmovió al mundo.

*Periodista y analista argentino-mexicano. Publicado en La Jornada