Los responsables de la destrucción de nuestra industria petrolera

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Einstein Millan|

Venezuela merece saber la verdad sobre los responsables de la destrucción de nuestra industria petrolera. Merece entender cifras, gestiones y resultados; comprender porque la mayoría de aquellos involucrados en haber ocasionado daño al patrimonio de PDVSA no han enfrentado las leyes.

Cada dólar que pasa por las manos de su directiva debe ser justificado y explicado cabalmente su uso. Cada uno de esos dólares que se le da a los encargados de administrar nuestro dinero en PDVSA, para inversión que se supone debe ser productiva, significa un dólar menos para el país y sus ciudadanos, si no nos aseguramos que sea utilizado no solo con probidad, sino en lo que se supone debe ser invertido.

Cada dólar debe ser aprovechado en la creación de valor; no para los gobiernos y sus fines políticos, sino para la nación, la creación de trabajo, riqueza sustentable y el disfrute en calidad de vida de cada uno de sus ciudadanos. Ese no ha sido el caso.

Mitocracia, trapo rojo y sanciones:

El sabotaje no tuvo excusa. Fue una acción criminal intentada por el mismo grupito y los mismos intereses transnacionales que hoy promueven las sanciones, para retomar el control perdido sobre nuestros hidrocarburos, desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1998. El sabotaje le infligió al país perdidas superiores a $20.000 millones en dañó patrimonial. Nadie respondió por ese dinero ante la justicia, ni ante los Venezolanos. Es más, irónicamente los responsables aparecen ante algunos como verdaderos héroes.

En contraposición, lastimosamente hay que reconocer que Hugo Chávez al igual que Nicolás Maduro, erró al pretender “socializar” una industria globalizada y capitalista por definición. Erró al traducir ello en una “filosofía” de negocios que a la postre fracasó. Erró al ponerla en manos equivocadas y fundir cargos de ministro y presidente. Y erró en mantener directivas de PDVSA por largos periodos de tiempo, particularmente cuando estas directivas no estaban dando resultados. Peor aun, los errores se han multiplicado.

Como excusa hoy todo parece querer ser explicado por sanciones, que aunque han estado vigentes desde 2017, no ha sido sino hasta entrado 2019 cuando sus efectos comienzan a tener severidad real sobre la cadena de valor y las operaciones. Es cuando atacan directamente la flota de “tanqueros” Venezolana y cuando congelan cuentas y bienes medulares a nuestra industria.

Las sanciones han jugado un papel importante con énfasis a partir de 2019, pero el deterioro viene ocurriendo desde 2005. De allí que toda esa catástrofe de PDVSA reposa parte y parte tanto en criminales sanciones, como en la ausente disciplina, mal praxis gerencial, escasa visión de conjunto, galopante corrupción y vulgar ineficiencia de sus directivas y alta gerencia.

Gestión tras gestión y ante nuestros propios ojos, la situación de nuestra hoy maltrecha PDVSA tiende a ser cada vez peor. Entre 2005 y lo que va de 2020 unos 2.882.000 BPD de producción, han desaparecido. De ese total de volumen esfumado, alrededor de 1.760.000 BPD se dejaron de producir entre 2005 y el cierre de 2018; es decir cerca del 54% del total. De manera que la excusa de las sanciones debe hacerse “en parte” a un lado y deben señalarse igualmente al resto de los responsables dentro de su propia casa.

La desaparición de una preciada producción de sobre 1.100.000 BPD de hidrocarburo condensado, liviano y mediano, proveniente de las áreas tradicionales abandonadas para atender una producción más costosa, más contaminante y menos apetecible de la Faja del Orinoco y que a la postre terminó por multiplicar las necesidades de importación, ocurrió entre 2007 y 2018 antes del arraigamiento de las sanciones.

Antes de las sanciones la industria contrajo deudas cuantiosas en medio de un alza sin precedentes del barril. PDVSA ha perdido valiosos mercados y ha destruido prácticamente su infraestructura por mal praxis y desinversión. Ha cometido múltiples crímenes contra el medio ambiente que han pasado inadvertidos; sin responsables ni castigo.

Hace 8 años, la tragedia del CRP significó la transición entre la PDVSA que exportaba refinados y la que se convirtió en importadora neta de crudo y derivados. Sus consecuencias hoy las paga el pueblo; aun las paga el bolsillo de los Venezolanos. Pero el gobierno sigue colocando la industria en manos incapaces. Entre 2005 y 2018 luego de dicho accidente, se multiplico por 7 el nivel de importación de crudo y refinados al pasar de unos 27.000 BPD en 2005 a 85.000 BPD en 2012 y 181.000 BPD en 2018, como resultado de la destrucción de nuestras refinerías y del cambio del tipo y fracción de segregaciones producidas.

Todo lo anterior por supuesto no solo impacta a lo interno, sino a lo externo en cuando a la flexibilidad de mercados. Por el lado de las exportaciones, aunque hasta 2014 se mantuvo un nivel similar al de 2004, la nación prácticamente no percibió beneficio alguno producto del alza inusitada del barril, desde unos $33 en 2004 @ $104 en 2012 (cesta criolla). Pero para colmo, tampoco percibía ingresos por la totalidad del volumen exportado.

La razón era simple; por un lado el componente nacional en dichas exportaciones perdía peso, al ser gradualmente sustituido por una cada vez mayor fracción de componente de crudos y productos importados para mejoramiento, dilución/mezcla y dieta para procesos aguas abajo, que se dejaban de producir localmente.

Por el otro lado, la deuda inexplicablemente incentivada por Ramírez en medio del alza sostenida del barril, había comprometido un volumen cercano de esas exportaciones de entre 43% @ 48% del total que ya no abonaban flujo de caja, mientras que a lo interno se dilapidaban esos mismos recursos en proselitismo político, clientelismo y masiva corrupción.

Ni ministro, ni directiva:

Llegado Febrero’2020 toma control la comisión presidencial de PDVSA con Tarek Aissami y A. Chávez al frente. Nada nuevo y más de lo mismo luego de 6 meses de fracaso.

El nuevo ministro de petróleo confía el destino de Venezuela en la OPEP y en la recuperación de los efectos de la pandemia, como si esta fuese la responsable de esa debacle que acabamos de señalar y no las pésimas directivas, el “reposerismo”, la corrupción, la incompetencia y la ineficiencia que conviven y han convivido en nuestra industria.

Confía ese ministro en la OPEP, un organismo que ni siquiera se ha pronunciado sobre los efectos criminales de las sanciones contra sus pares miembros. El hecho que la OPEP no sea un “organismo político” no le impide pronunciarse; bien ella o bien los gobiernos que allí se encuentran representados, sobre hechos que atentan contra la estabilidad energética y geopolítica mundial; particularmente si de por medio se encuentran involucrados uno o varios de sus pares miembros. La realidad es que la OPEP es hoy un organismo cuya integridad esta comprometida, un organismo anacrónico y poco confiable.

Los resultados de la actual directiva tienen en vilo a Venezuela. La situación de Petróleos de Venezuela es delicada. Es delicada porque ya las sanciones se han posicionado sobre ella ante la falta de previsión de directivas incompetentes. Pero más delicado aun ha sido el silencio y la ausencia de acciones desde adentro.

Hoy PDVSA se encuentra en medio una grave situación interna prácticamente sin flujo de caja y perdida de moral del personal atizada por la ausencia de resultados, la desaparición de conquistas laborales y una expresa falta de liderazgo.

La actividad de taladro se ha reducido prácticamente a cero. El nivel de utilización aguas abajo paralizado, la flota propia diezmada y las acciones para reactivar y estabilizar la producción de gasolinas, han sido hasta el momento infructuosas a pesar de múltiples intentos por arrancar las unidades de Cardón y el Palito. Recién iniciaron un nuevo intento en Cardón con 30.000 @ 40.000 BPD de producción de gasolinas por cierto con problemas de control de especificación.

La producción desaparecida en 6 meses suma 473.000 BPD y las exportaciones se han abatido desde 1.015.000 BPD en Febrero a 388.000 BP en Julio. Pero como antes ya expresamos, la combinación del desgaste en las operaciones y composición de la producción con cerca del 58% proveniente de la FPO, señala el camino hacia la factibilidad un escenario terminal de producción en el entorno de los 150.000- 200.000 BPD que bien podría suceder en los próximos meses/semanas de continuar las sanciones, lo que pudiera desatar una crisis sin precedentes dentro de nuestra industria y país.