La paradójica fuerza de la Alemania de Merkel
Immanuel Wallerstein
Hoy, la canciller Angela Merkel, de Alemania, se siente libre de criticar abiertamente y aún con dureza a todas las naciones poderosas con las que negocia. Todas ellas continúan intentando cortejarla. Cuenta con un respaldo increíblemente alto en las encuestas alemanas, y así parece ser también en la opinión pública mundial. No obstante, no hay nada en sus antecedentes que le haga esperar a nadie este impresionante despliegue de fuerza, en ella personalmente y, a través de ella, en Alemania como nación. Esta es una paradoja que requiere explicación.
Comenzó la vida trabajando como físico-química con un doctorado de una universidad de la República Democrática Alemana (RDA). Navegó en la escena política como alguien que no participaba. Se unió a la Juventud Libre Alemana (FDJ por sus siglas en alemán), pero no participó en su ceremonia de mayoría de edad, prefiriendo seguir una ceremonia religiosa. Su padre era pastor protestante.
Entró a la escena política sólo en el momento en que Alemania oriental se colapsaba, y subió con rapidez en el gobierno de transición. Con la integración formal a la República Federal Alemana, se volvió participante activa de la Unión Demócrata Cristiana (UDC). Electa al Parlamento, entró pronto al gabinete y se le consideró protegida del canciller Helmut Kohl.
Al proseguir su ascenso dentro de la UDC tuvo que remontar varias negativas. Era una mujer: una mujer de la antigua zona de Alemania oriental. Era protestante en un partido con gran respaldo de votantes católicos. Después que la UDC perdió la elección ante el Partido Social Demócrata (PSD) en 2002, se volvió la secretaria general de la UDC y luego su líder. La UDC, junto con su partido asociado en Bavaria, la Unión Social Cristiana (USC), ganaron por escaso margen la elección de 2005. Ni la UDC/USC ni el PSD tenían el suficiente respaldo para gobernar solos y tuvieron que formar una gran coalición. En el voto parlamentario para canciller se escogió a Merkel, pero con oposición considerable.
Hoy, unos nueve años después, se ha convertido en la cabeza de gobierno más antigua en el cargo dentro de la Unión Europea, con un control indisputado de lo político y de la política exterior de su país. En su reciente relección como líder de su partido recibió 96.7 por ciento de la votación.
Es claro que una parte de su actual fuerza son los parámetros económicos que parecen fuertes, con una muy positiva plusvalía producto de la exportación y un desempleo relativamente bajo. Merkel ha tomado esta posición para proseguir calladamente, pero con gran eficacia sus objetivos de una política exterior firme.
Ha reprendido de modo muy público a Francia (y a Italia) por no cumplir sus obligaciones con la política pública de la Unión Europea (UE) de reducir el déficit fiscal a menos de 3 por ciento. Se topó con la fuerte resistencia del presidente François Hollande de Francia, quien llegó al cargo, originalmente, como una suerte de anti Merkel haciendo un llamado en pos de una mayor flexibilidad en la aplicación de las obligaciones fiscales de la UE. El resultado de este desacuerdo público fue que Francia hizo cambios dentro de su gabinete. Manuel Valls, quien tenía una posición cercana a la de Merkel, fue nombrado primer ministro, y Arnaud Montebourg, representando el punto de vista de los elementos de izquierda en Francia, renunció al gabinete. No sólo cedió Hollande más o menos ante Merkel, sino que la opinión pública francesa no lo recompensó. Sus encuestas se desplomaron catastróficamente, mientras las de Merkel son más altas que nunca.
Merkel ha sido también pronta en emprenderla contra el primer ministro de Gran Bretaña, David Cameron. Cameron pensó que, dado que eran compañeros conservadores, Merkel entendería su necesidad de hacer fuertes demandas ante la UE que le ayudaran a contener el creciente sentimiento anti UE en Gran Bretaña. Y surgieron dos asuntos inmediatos. La Unión Europea tiene un modo complicado de ajuste fiscal en las cantidades que sus miembros deben pagar anualmente. Este año a Gran Bretaña se le tasaron unos mil 700 millones de libras extras y Cameron de plano se negó a pagar, pese a que tales reajustes son bastantes normales.
Lo más importante, sin embargo, es la demanda de Cameron de que a Gran Bretaña se le permita crear cuotas de migrantes de otros países de la UE. Merkel ha sido muy clara, y muy en alto lo ha dicho, que ella considera que uno de los fundamentos de la UE es el libre movimiento dentro de la UE de los ciudadanos de la Unión, eso es intocable. Ella le advirtió que proseguir tal política sólo sería posible si Gran Bretaña dejara la UE, exactamente lo que Cameron desea evitar. No obstante, el jaloneo político interno que tiene Cameron es tan grande que no tiene otra alternativa que continuar suplicándole a Merkel.
Merkel ha sido igualmente crítica con el presidente Obama. Pese a que se supone respalda con fuerza una relación cercana con Estados Unidos, ha expresado en público su gran decepción ante el informe que muestra que la Agencia de Seguridad Nacional estadunidense (NSA) la había espiado directamente y, más en general, los asuntos internos de Alemania. Todo lo que Obama prometió fue revisar los aspectos más agraviantes de tal espionaje, mientras Merkel dijo que el fin no justifica los medios y que era necesario reconstruir la confianza… con palabras no será suficiente.
Tal vez lo más importante, sin embargo, es su persistencia en arrastrar los pies en cuanto a las sanciones surgidas de Ucrania. Ella ha frustrado todo intento estadunidense por incrementar sanciones insistiendo en la prioridad de la diplomacia.
Esto nos trae a la cuestión de su posicionamiento frente a Rusia. A nivel público, sus críticas a las políticas rusas en Ucrania son severas y crecen en fuerza. En la práctica, Merkel y el presidente Vladimir Putin, de Rusia, han hablado más de 40 veces desde que comenzó la llamada crisis de Ucrania. Merkel es fluida en ruso y Putin en alemán, así que la comunicación es bastante clara. La búsqueda de una solución diplomática de las diferencias es apoyada muy fuerte por el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Franz-Walter Steinmeier, del PSD, quien desde hace tiempo ha perseguido una diplomacia amistosa. Esto es secundado por más de 4 mil firmas alemanas que tienen intereses económicos directos en Rusia. Más sanciones podrían lastimar a Alemania tanto como a Rusia.
Un importante periódico conservador británico, The Daily Telegraph, evaluó con mucha sensatez el secreto político de Merkel. Ella hace tratos, no discursos, y pone el arreglo por delante de la controversia. Es la más acabada realista en política, siempre buscando lograr un acuerdo, pero nunca a cualquier precio.
Merkel es una conservadora centrista y de ningún modo una radical de ninguna clase. En cierto sentido lo que ha estado intentando hacer es enseñarle a otros poderosos países y a sus líderes que si quieren un resultado conservador centrista tienen que jugar a su modo. Por supuesto, esto asume que la estructura fundamental del sistema-mundo no está, en sí misma, bajo amenaza y que Alemania puede continuar pareciendo muy fuerte en lo económico. Yo dudo eso. Pienso que a varios años de aquí Alemania probablemente sucumbirá a más de las negativas que el estado actual del sistema-mundo está imponiendo en todos los países. No obstante, por el momento, Angela Merkel domina el gallinero.
*Publicado en La Jornada. Traducción: Ramón Vera Herrera