La excelente noticia de la ida de Clorox

Luis Salas

Para usar el conocido modismo, sobre el caso Clorox lo primero que hay que decir es que se parece igualito al de la imprenta Donnelley Argentina. Para quienes desconocen la historia, Donnelley Argentina era una empresa gráfica que venía operando en el país del sur hasta que, en agosto pasado, de manera intempestiva amaneció cerrada.

Como única explicación, el CEO de Donnelley, Thomas Quinlan, envió una carta desde su oficina en Chicago a la prensa y el gobierno argentinos. Valga tomar en cuenta que Donnelley Argentina es una sucursal de RR Donnelley & Sons, una empresa fundada en 1864 en Chicago. Actualmente, la transnacional cuenta con unos 57 mil empleados a nivel mundial y sus ingresos en 2013 estuvieron por encima de los 10 mil millones de dólares, lo que la ubica en el puesto 264 de la lista de grande empresa de la revista Fortune. Como muchas otras transnacionales, Donnelley llegó a Latinoamérica en la década de los 90, aprovechándose de las reformas neoliberales que arrasaron con buena parte de las industrias locales.

En su carta, el jefe de Donnelley argumentó que el cierre se debía a la situación “sin salida” al cual la habían llevado tanto el gobierno argentino como los trabajadores. Según cuenta, la sucursal venía “luchando” para ser rentable pero ya habían perdido las perspectivas de mejoras dada la situación de la economía gaucha. No solo habían experimentado una disminución en las ventas sino que no preveían ninguna mejora, a lo cual había que sumársele el “egoísmo” del sindicato que hacía exigencias salariales sin tomar en cuenta la situación “desesperada” de la empresa. También dice que venían haciendo gestiones desde 2013 ante el gobierno argentino para someterse a un plan de ayudas sin obtener respuesta.

Sin entrar en consideraciones en torno a si para una empresa multinacional del tamaño de Donnelley puede bastar “un año de problemas” como para cerrar por quiebra. Así como tampoco en el mucho más interesante tema de cómo aquellos que demonizan la intervención estatal cuando se trata de defender trabajadores la ven con otros ojos cuando se trata de salvarlos a ellos, lo más destacable de la carta de Quinlan no es lo que dice, si no lo que no dice. Y es que Donnelley, en efecto, sufrió una caída en sus ventas en 2013 con respecto a 2012, pero no una caída que le generara pérdidas sino que, en el peor de los escenarios, parecía retrotraerla a los niveles de venta registrados tras el boom comercial de los últimos dos años.

Con todo, el dato más interesante -aportado por el gobierno argentino- da cuenta de que en su balance 2013, Donnelley acusa un crecimiento del 650% en el rubro “Créditos a Sociedades Vinculadas”, en lo concreto, a la sucursal de la misma empresa radicada en Chile. A su vez, el rubro “Deudas Comerciales con Sociedades Vinculadas” disminuye en el ejercicio en 2013 un 86%. Es decir, Donnelley Argentina canceló deuda o perdió crédito de sus proveedores, todos los cuales no son expertos sino que forman parte de la misma empresa, destacándose en este caso su principal y casi único proveedor: su Casa Matriz en los Estados Unidos.

Así las cosas, Quinlan en cuanto CEO de Donnelley & Sons tendría tanta o más responsabilidad que el gobierno argentino en el cierre de su filial argentina, a la cual la Casa Matriz pareciera haber ahogado financieramente y en definitiva bloqueado. Lo que a todas luces se muestra como un manejo torpe tratándose de una filial supuestamente en crisis. Salvo, claro, que se trate de una maniobra premeditada de vaciamiento financiero para inducir una quiebra o de un mecanismo de desvío de fondos mediante precios de transferencias y otras triquiñuelas contables.

Otro problema acusado por la empresa fue el efecto de la devaluación sobre sus cuentas. Sin embargo, una vez hecha la inspección y tomada la empresa por los trabajadores y las autoridades, quedó demostrado que contaba con un sobre-stock de papel.

Clorox, o las vicisitudes del capitalismo dependiente.adonnelley

Como decíamos al inicio, el caso de Clorox se parece demasiado igualito el de Donnelley.

De la misma forma intempestiva, un día sus puertas amanecieron cerradas. Y de la misma forma distante desde su Casa Matriz en Oakland (California), el CEO Don Knauss le comunicó al país y al Gobierno Nacional que se veía “obligado” a suspender las actividades en respuesta a la “obligación” de vender a precios congelados, lo que en su criterio se tradujo en pérdidas operativas. Además de ello, acusaba a la “incertidumbre económica” y las “interrupciones de suministro”, en este último caso debido fundamentalmente al tema cambiario.

Clorox Venezuela al igual que Donnelley Argentina es una sucursal. En este caso de The Clorox Company, empresa norteamericana fundada en 1913 fabricante y comercializadora de productos de limpieza y aseo que cuenta con unos 8.400 empleados en todo el mundo y que, para 2013, según se deja ver en los balances de su página web, obtuvo ganancias por encima de los 5.6 mil millones de dólares. Esto la coloca en el puesto 461 de la lista FORTUNE de las 500 mayores empresas globales. Llegó a Venezuela a principios de los 90 aprovechando la misma coyuntura neoliberal con su secuela de privatizaciones, ajustes y apertura al gran capital transnacional en medio de la cual aterrizó Donnelley en Argentina.

Lamentablemente, en la medida en que la contabilidad y los balances de las empresas que operan en Venezuela son cualquier cosa menos transparentes y accesibles, es complejo, por no decir imposible, dar cuenta de la realidad operativa de la empresa por fuera de las palabras de su CEO (de todos modos, es una información que debería reposar al menos en el SENIAT). Sin embargo, no solo al igual que Donnelley destaca que en el caso que Clorox contaba al momento de su cierre con suficiente materia prima como para seguir operando, siendo de hecho que tras la oportuna intervención del Gobierno Nacional lo ha seguido haciendo de mano de sus trabajadores.

Por otra parte, el mes de septiembre pasado, la SUNDEE, mediante providencia administrativa, había autorizado los nuevos precios de productos de limpieza. Y en cuanto al tema de las divisas, es público, notorio y comunicacional que a comienzos de este años –en medio de las guarimbas terroristas- la empresa recibió por parte del Estado venezolano autorización para obtener vía CENCOEX divisas por un monto superior a los 1.5 millones de dólares y los respectivos permisos de importación. Cualquiera podría decir que tal vez no era suficiente. Sin embargo, en una inspección a la planta realizada por el entonces ministro de Comercio Dante Rivas que fue televisada, los representantes de la empresas manifestaron que, gracias a dichas gestiones, la empresa había podido pasar de 1,3 millones de litros mensuales de productos a 2 millones mensuales.

En esa misma inspección nos enteramos por demás de otro dato bastante significativo. Y es el poder de mercado con que el que contaba Clorox, poder de mercado que oscilaba entre lo oligopólico y lo monopólico. Según se señaló, la participación de la empresa en el mercado de cloros asciende a 40% y a 52% en el de desinfectantes. Pero en el caso de las esponjas para lavar su “participación” asciende, nada más y nada menos, que al 98%.

Para que se tenga una idea de esto último, si tomamos como referencia los índices de medición de la economía convencional estandar –la neoliberal que apreden todos los días a lo largo y ancho del mundo miles de estudiantes, que repiten todos los días miles de economistas ya graduados por cuanto medio de comunicación tienen disponible- habría que decir que Clorox venía ejerciendo sobre el mercado venezolano una concentración moderada en el caso de los cloros, alta en el de detergentes y desinfectantes y absoluta en el caso de las esponjas.

¿Cuáles fueron entonces las razones que llevaron a Clorox a irse intempestivamente del país considerando su extraordinario poder de mercado? Al igual que el caso de Donnelley, es cuanto menos ingenuo pensar que transnacionales centenarias que se encuentran entre las 500 más grande del mundo y que, al menos en el caso de Clorox, cuentan con posiciones monopólicas en sus rubros, de un día para otro, abandonen mercados tan dinámicos como el venezolano y el argentino, caracterizados ambos por un creciente poder adquisitivo de sus respectivas poblaciones, lo cual en condiciones normales no es cualquier cosa pero en medio de un mundo que marcha en la dirección contraria aún menos.

Apelar a la “incertidumbre económica” como razón ya no es siquiera ingenuo si no vulgar. Es igualar a Clorox con cualquier vendedor de baratijas importadas de centro comercial. Por lo demás, la empresa no se acogió a ninguno de los protocolos existentes y consagrados por ley en materia de ayudas y quiebras, ni siquiera a lo estipulado en el Código de Comercio, al que nadie puede acusar de ser un instrumento “chavista”.

La presidenta Cristina Fernández señaló en un primer momento que Donnelley era una pieza en el entramado de terrorismo financiero desatado contra su país, en especial luego de la emboscada jurídica de los Fondos Buitres. Dejó ver a este respecto inclusive la vinculación de personajes de dichos fondos con la acciones de la empresa, algo que rápidamente fue desmentido por Quinlan, si bien de pura palabra. Las autoridades financieras argentinas también plantearon esta posibilidad e incluso sugirieron aplicarle la ley antiterrorismo, pues, más allá de ser o no una estrategia de los fondos buitres está claro que en el contexto en que se viene presionando una devaluación de la moneda argentina la intempestiva acción de Donnelley es cuanto menos sospechosa.

En el caso de Clorox, es destacable que su cierre patronal ocurrió tan solo un par de semanas después de que Haussman y Miguel Santos, “expertos” económicos vinculados al oposicionismo extremo venezolano, a la banca internacional, a lo peor del pasado cuartorepublicano e inclusive al sionismo, desataran en ataque especulativo contra el país alertando sobre un posible “default” para este mes de octubre (que no ocurrió). Dicho ataque, a su vez, se llevó acabo tan solo tres días después de los cambios en el gabinete realizados por el presidente Maduro, que entre otras cosas despejaron la expectativa sobre la cual venía presionando fuertemente la derecha económica en cuanto a la aplicación de un paquetazo neoliberal que implicara una mega-devaluación así como el levantamiento de los controles de cambio y precio.

En fin, hasta que los organismos competentes no determinen las razones de la sospechosa salida de Clorox todo lo que se diga al respecto es especular. Sin embargo, como dice el conocido dicho, el que uno no sea paranóico no quiere decir que no lo estén persiguiendo. Cuando la guerra económica contra el Chile de Allende, el gobierno norteamericano como otras empresas privadas (por caso: la ITT) fondeban a proveedores y empresas para que no exportaran sus productos al país austral o cerraran “por las incertidumbres del mercado”. Es mundialmente conocida la expresión de Nixon: “ni un tornillo para Chile”.

Pero más importante que las razones de la salida de Clorox son las oportunidades que nos brinda la misma. Las declaraciones de FEDECAMARAS y demás voceros del “capitalismo” “criollo” lamentándose, no son más que la mejor muestra de aquello que el bueno de Uslar Pietri llamaba “mentalidad de pulpero” características de nuestros ¿empresarios?, su forma dependiente de pensar. Que salga un monopolio de un mercado no puede sino ser una buena noticia, por más inconvenientes que pueda de inmediato causar. En vez de lamentarse deberían estar armando una planta para ocupar el espacio dejado… pero como se trata de una banda de pillos y especuladores de oficio que no producen ni la tapita del pote del cloro.

Lo cual también es una buena noticia para quienes no queremos cambiar un capitalismo dependiente y chucuto por uno “mejor”.  Si la planta se reactiva con los propios trabajadores, como se anunció, será un cuatruple triunfo: habremos avanzado un poquito más en la democratización del hecho económico nacional y en la eliminación de un factor especulativo contra los consumidores sin necesidad de explotar a nadie ni darle divisas que nunca retornarán.