Embajadas bajo fuego

WALTER GOOBAR | Las protestas contra las embajadas estadounidenses en Egipto, Túnez y Libia –que se iniciaron con un asalto mortal con ametralladoras y lanzagranadas RPG contra el consulado estadounidense en Bengasi, y que más tarde se extendieron –como un reguero de pólvora– a Yemen y a Sudán, fueron acciones militares perfectamente coordinadas que tienen menos que ver con el trailer de una película en la que se denigra al Profeta que con una acción de represalia contra Estados Unidos.

Walter Goobar –  Miradas al Sur

Las protestas contra las embajadas estadounidenses en Egipto, Túnez y Libia –que se iniciaron con un asalto mortal con ametralladoras y lanzagranadas RPG contra el consulado estadounidense en Bengasi, y que más tarde se extendieron –como un reguero de pólvora– a Yemen y a Sudán, fueron acciones militares perfectamente coordinadas que tienen menos que ver con el trailer de una película en la que se denigra al Profeta que con una acción de represalia contra Estados Unidos. La segunda fase de este plan –que transcurre en la antesala de las eleccones norteamericanas de noviembre– consistiría en una operación coordinada destinada a matar norteamericanos.

El trailer de la película que denigra a Mahoma es la excusa que pone Estados Unidos, pero la evidencia es otra y los hechos así lo confirman. El pasado 9 de septiembre se filtró a través de los foros de inteligencia islámica de Al Qaeda que iba a haber una serie de ataques hacia las embajadas de EE.UU., y además concretamente se dijo que se iba a comenzar el 11 de septiembre, y de hecho fue así, en Libia.

El personal del consulado en Bengasi comunicó, horas antes del asalto, que uno de sus propios guardias de seguridad estaba tomando fotos del edificio. Y el propio Departamento de Estado ha admitido las sospechas de que el ataque fue premeditado.
Los edificios del consulado en Bangasi, como es habitual en las representaciones diplomáticas estadounidenses, están rodeados por un muro, pero los asaltantes consiguieron franquearlo tras un cuarto de hora de tiroteo. Una vez dentro del perímetro, abrieron fuego contra el edificio principal, en el que estaban al menos el embajador, Chris Stevens y el diplomático Sean Smith. Los estadounidenses perdieron el control de ese edificio durante una hora, hasta que lo recuperaron tras cuatro horas de combate.

Entonces fue cuando encontraron el cadáver de Smith.

El cuerpo del embajador, sin embargo, no apareció hasta varias horas después. Aparentemente, fue evacuado por ciudadanos libios, y entregado a los estadounidenses en el aeropuerto de Bengasi, después de que acabara el combate.

El gobierno del presidente Barack Obama está increíblemente perplejo. Habrá venganza. ¿Qué pasa realmente?
Ahmad Yibril, segundo embajador libio en Londres, ha indicado a la prensa británica que las autoridades de su país sospechan que los responsables del ataque son un grupo conocido como Ansar Al Sharia, de cierta implantación en la Península Arábiga y el norte de África.

Según el periodista español Daniel Iriarte del portal Mediterráneo Sur, Ansar Al Sharia nació entre veteranos de la guerra afgana y está o ha estado vinculado estrechamente con Al Qaeda. El gobierno de Yemen los armó y utilizó durante la década pasada contra los rebeldes secesionistas del sur, y el grupo irrumpió de nuevo el año pasado en el convulso escenario yemení mediante una serie de sangrientos atentados y acciones armadas.

En Libia, Ansar Al Sharia opera sobre todo en la región oriental, y es responsable de ataques similares al que esta semana se cobró la vida del embajador Christopher Stevens: en junio, asaltó el consulado de Túnez en Bengasi, en protesta por ciertas obras de arte en las que artistas tunecinos “denigraban al islam”. Esta semana, la organización ha emitido un comunicado en el que admite a medias su participación en los hechos: “La Brigada [Ansar Al Sharia] no participó como entidad separada; más bien fue un levantamiento popular espontáneo en respuesta a lo que ha ocurrido en Occidente”, aseguran. Sin embargo, el uso de ametralladoras y lanzacohetes RPG en el asalto no parece muy “espontáneo”.

Otro dato sobre hasta qué punto Al Qaeda podría estar implicada es que la organización de las protestas en El Cairo parece ser obra, en gran parte, de Mohamed Al Zawahiri, hermano de Ayman Al Zawahiri, actual líder de la organización, condenado a muerte por el régimen de Mubarak y recientemente excarcelado, que ha sido visto y entrevistado en el lugar de los hechos. Y no deja de ser significativo que, por ahora, las protestas se hayan producido solamente en países en los que Ansar Al Sharia tiene capacidad operativa.

Hace unos días, el líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, alias El Cirujano, publicó un video de 42 minutos para “celebrar” el 11 aniversario del 11-S, admitiendo por primera vez la liquidación de su número dos, el libio Abu Yahya al-Libi, que fue asesinado el 4 de junio por uno de los drones –aviones no tripulados de EE.UU.–, en Waziristán, en la frontera entre Afganistán y Pakistán.

El asesinado Abu Yahya al-Libi no era un desconocido para los EE.UU. Todo lo contrario: en el período previo a su muerte había combatido del mismo lado que Washington como parte de la Al-Qaeda que EEUU pretendió reciclar para utilizar como arma contrainsurgente contra los partidos laicos surgidos de la primavera árabe.

Al-Libi pasó tres años en las entrañas de la prisión de Bagram, cerca de Kabul, pero de alguna manera logró escapar de esa fortaleza supuestamente inexpugnable en julio de 2005.

En 2011, Al-Libi reapareció en escena combatiendo ahora del lado de los “rebeldes de la OTAN” para derrocar al coronel Khadafi.
Al-Libi se había convertido en un “combatiente por la libertad”, a pesar de que llamaba abiertamente a que Libia se convirtiera en un emirato islámico.

Libia es ahora un infierno de milicias, desde grupos de vigilancia de vecindarios a mini-ejércitos. No se desarmarán.