Derribar gobiernos, un deporte italiano 

Antonio Polito

No creo que en otros países europeos los líderes políticos se jacten públicamente de que son buenos para derribar gobiernos. En Italia, Matteo Renzi lo ha hecho. ‘No es una Giorgia stai serena’, advertía hace unos días el líder de Fratelli d’Italia, ‘sino por estadística: cada dos años he derribado un gobierno’.

Sin duda, Renzi es mejor en este deporte que muchos otros. Pero no es el único que lo practica. Lo que explica otra originalidad totalmente italiana. Hasta cuatro ex primeros ministros y dos ex vicepresidentes participan en esta campaña electoral como líderes de sus respectivos partidos: Berlusconi, Letta, Renzi, Conte, Salvini y Di Maio. Lo cual es un testimonio elocuente de la carnicería histórica de los gobiernos italianos y del juego recíproco del asesinato:Italia vota una reforma constitucional que supondría un golpe a Matteo Renzi y un nuevo test a Europa

Letta fue derribado por Renzi, cuyo fracaso allanó el camino a Conte, a quien Salvini derribó, y luego Renzi volvió a levantar, hasta que llegó Draghi, a quien Conte, Berlusconi y Salvini derribaron alegremente. Suena la canción infantil de Branduardi: Alla fiera dell’Est, con lo que sigue.

Como todos se echan, todos vuelven. Normalmente, en otros países un político derrotado abandona la escena; con nosotros se prepara para volver a entrar en ella. A veces la amenaza de una crisis de gobierno es incluso preventiva, en el sentido de que llega cuando el gobierno aún no se ha formado. El otro día Berlusconi le dijo a la “señora Meloni y a los señores aliados” que si se vuelven antieuropeos, dejará el gobierno (que llegará).

El líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi; el de la coalición de derechas, Matteo Salvini; y la presidenta de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, en el Palacio Quirinal de Roma.
El líder de Forza Italia, Silvio Berlusconi; el de la coalición de derechas, Matteo Salvini; y la presidenta de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni

Y Renzi sabe muy bien que puede amenazar a Giorgia Meloni para que la abandone al cabo de uno o dos años, porque ha olfateado la debilidad inherente al centro-derecha, dividido sobre todo en política exterior. Por eso calcula que tras las elecciones la radicalización de los potenciales perdedores, Salvini por un lado y el Pd por otro (donde se abrirá una carrera para encontrar no un nuevo Macron, sino un nuevo Mélenchon) abrirá una sima en el centro, que le quitará el suelo a Meloni.

¿Exagerado? Tal vez. El caso es que hasta el director de Libero Alessandro Sallusti, un periodista que no se deja engañar fácilmente, escribió ayer un elogio de la astucia del joven florentino, invitando a tomarlo en serio: quizás por admiración, quizás porque está realmente preocupado por la situación que se está creando en su parte del mundo.

* Editorialista del Corriere della Sera de Milán