Cajas negras

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LUIS BRITTO GARCÍA | Dicen los físicos que en el último estadio de su agonía, una estrella que antes alumbraba adquiere tal pesadez que devora su entorno y nada tiene suficiente velocidad para salir de ella, ni siquiera la luz.objeto celeste2

Desde entonces es imposible escrutar lo que ocurre dentro de su perímetro, el llamado horizonte de los eventos. La materia de la Estrella Negra se vuelve un punto sin tamaño, posiblemente se vierte en otra dimensión u otro universo. La luz que alguna vez arrojó viaja millones de años: nuestras noches son alumbradas por astros fantasmas que murieron. Existimos mientras iluminamos.

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O el hombre remeda al cosmos o viceversa. Desde la antigüedad existen instituciones parecidas a Estrellas Negras, las Asociaciones de Manos Muertas, que sólo pueden adquirir cosas y nunca venderlas. Muchas órdenes religiosas eran así. Antonio Guzmán Blanco las desterró de Venezuela. Más vale tarde que nunca.

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Remedo de las Manos Muertas son las Cajas Negras, en las cuales todo entra y nada sale. Recordemos la Pdvsa de la Cuarta República, cuyo director Luis Giusti declaró que la empresa que manejaba la principal riqueza de la República no rendía cuentas porque “no había interés” en saber lo que pasaba adentro. Sí que lo había, y el intento de saberlo costó un golpe de Estado, un cierre patronal y un sabotaje petrolero que reportaron para Venezuela pérdidas de más de 15.000 millones de dólares. Mientras más se tarda en abrir una Caja Negra, más cuesta.

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Lo primero que la Estrella Negra deja de emitir es luz; lo primero que deja de presentar la Caja Negra son cuentas. Hacia 2006 el ministro del Trabajo me confió que no había una sola cooperativa que se pudiera considerar exitosa o modélica. Conocí muchos ejemplos. Entregado el dinero por el Gobierno, el sabio administrador encontraba forma de invertirlo en camionetones o en ruinosos contratos que transferían todo a parientes o amigos. El efectivo siguió desvaneciéndose sin controles ni sanciones ni resultados. Igual mecanismo facilitó la desaparición en importaciones ficticias de más de 20.000 millones de dólares otorgados por el Sistema de Transacciones en Moneda Extranjera (Sitme). La conducta que es recompensada tiende a repetirse.

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Los ingresos de la Universidad Central de Venezuela no van a su patrimonio, sino a una Fundación UCV que, según denuncia el miembro del Consejo Universitario Miguel Alfonzo, lleva cinco años sin rendir cuentas (Correo del Orinoco, 3-6-2013). Quizá por ello las cuentas de la UCV a su vez presentan crónicos atrasos; el ex ministro para la Educación Superior Samuel Moncada debió objetar universidades con partidas para varios rectores y facultades con dotaciones para múltiples decanos, y los sueldos de los profesores resultan angustiosamente exiguos. Cielos sin luceros son preocupantes; más lo son casas que deben vencer la sombra y no rinden cuentas o resultan inauditables.

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A fines de los años setenta, una reforma de la Ley Orgánica de la Hacienda Pública Nacional eliminó el control previo de la Contraloría General de la República y lo sustituyó por control posterior por muestreo de algunas cuentas. La Ley Orgánica de la Contraloría General de la República de 2001 instauró un control previo optativo, es decir, discrecional, y permitió descentralizarlo delegándolo a sistemas internos de cada organismo. Se verifican la legalidad, exactitud, sinceridad y corrección de las operaciones y acciones administrativas, no si se cumplen metas y objetivos. Pero los controles han de ser previos, centralizados y verificar el resultado. La crisis financiera mundial se debe a la proliferación de bancos que no rendían cuentas a nadie. Nada peor que las Cajas Negras de los aviones, que sólo registran las causas del desastre. Así como muere una estrella, muere un país.