Argentina hacia el balotaje: después de la sorpresa, una nueva campaña

250

Marcos Salgado – Desde la Plaza

Daniel Scioli se impuso en la primera vuelta para definir quién será el próximo presidente de la Argentina pero quedó muy lejos de resolver el pleito. Habrá balotaje el próximo 22 de noviembre con aliento contenido y final de infarto, como no sucedió nunca en la Argentina post dictadura.

Aunque ganó, perdió. Las encuestas le daban una cómoda victoria y varias arriesgaban, incluso, una definición sin necesidad de balotaje. Pero la vida real y la voluntad de los y las votantes resolvió otra cosa: Scioli se impuso por una muy pequeña luz de 2,5 puntos porcentuales sobre el candidato de la derecha: Mauricio Macri. Tercero, un ex funcionario de Néstor y Cristina: Sergio Massa, superó el 20 por ciento de las preferencias y aunque quedó afuera del balotaje, fulgura como eventual árbitro.

El resultado sorprendió a todos y todas. En la noche del domingo 25 hubo silencios, llantos más o menos contenidos, gritos de euforia apresurada y signos de interrogación de todos los tamaños y colores. No sólo en Argentina, en toda América Latina, en especial en el Cono Sur.

Dijimos el sábado antes de la elección en Desde la Plaza que escribiríamos sobre Macri y Massa si era necesario tras los resultados del domingo. Y vaya que lo es. Vamos por partes.

La ¿sorpresa?

Mauricio Macri, tiene 56 años. Es ingeniero civil, fue presidente del Boca Juniors, es el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y es millonario. Heredó los negocios de su papá, Francisco, quien edificó un imperio a base de abundantes contratos con el Estado, en tiempos de la dictadura militar (1976-1983) y después.

Desde 2007 es jefe de Gobierno (gobernador) de la Ciudad de Buenos Aires, la capital de Argentina. Asiento de los poderes públicos naciones y el territorio autónomo más pequeño y rico del país.

Aunque coqueteó con la posibilidad de ser candidato presidencial para las elecciones de 2011, se contuvo y ganó la reelección como Jefe de Gobierno de Buenos Aires. Ahora, por primera vez lanzado a la presidencia, los resultados de la primera vuelta lo colocaron a metros de su objetivo.

Macri no disimula su adscripción a la derecha neoconservadora. Así lo revela a cualquier periodista que acierte en las preguntas. Y también los hechos son palabras: en 2008 recibió con pompa y honores y declaró huésped de honor de la Ciudad de Buenos Aires a José María Aznar, ex presidente de gobierno de España y todavía activo vocero de la derecha internacional furibunda enemiga de los gobiernos díscolos de Estados Unidos en Latinoamérica.

Las crónicas de esos días repararon en que Aznar y su anfitrión vestían trajes iguales mientras se prodigaban abrazos y bromas y hasta lucían el mismo bigotito no muy tupido, cortados por la misma tijera.

Pero para saber quién es y qué piensa Macri, hay más. En marzo de este año Macri recibió a Mitzy Capriles y a Lilian Tintori, invitadas especiales a un “foro latinoamericano de alcaldes”. Allí dijo que “no hay un Estado de derecho en Venezuela. Lo que está haciéndose es atropellar las libertades de los ciudadanos”.

La semana pasada aseguró al furibundamente antichavista ABC de España: “voy a insistir con el reclamo de liberación inmediata de Leopoldo López y, si Nicolás Maduro no se decide a respetar las libertades y los derechos de sus adversarios políticos, como Presidente de la Argentina voy a plantear con firmeza que se aplique la cláusula democrática del Mercosur”.

¿Y cómo se alinea Macri más allá del continente? En agosto estuvo en Tel Aviv, se fotografió con el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, se declaró enemigo del memorándum que el gobierno de Cristina Fernández alcanzó con la República Islámica de Irán para avanzar en el esclarecimiento del atentado contra la mutual judía AMIA (Buenos Aires, 1994) y manifestó su voluntad de que Argentina sea “socia” de Israel, en el momento de mayor tensión diplomática contra Israel en el mundo.

¿Y fronteras adentro?

Ahí el candidato esconde los colmillos. Habla de “cambio”, dice que es el “cambio de todos” y hasta se permite hablar de la “revolución de la alegría”. Tras conocer los prometedores resultados de la primera vuelta prometió una “revolución de empleo, trabajo y expectativas”. Frases lindas pero huecas y talante tolerante e inclusivo, como el que muestra la señalética de la ciudad de Buenos Aires aquí y allá (pero especialmente en el centro turístico): “en todo estás vos”.

Insistimos. El rendimiento electoral de Macri sorprendió en su primera incursión como candidato presidencial. Insistimos: sorprendió a propios y ajenos.

El ¿árbitro?

Sergio Massa, 43 años, es un kirchnerista que se fue por la propia. Llegó a las luminarias de la política como director de la ANSES, la agencia de seguridad social estatal, justo cuando Néstor Kirchner desde la Presidencia emprendió la batalla de la recuperación de los fondos de los seguros sociales, que habían sido privatizados en el final de la década neoliberal de Carlos Menen (1989-1999).

También fue Jefe de Gabinete de ministros de Cristina Fernández durante un año, periodo en el que se consolidó como figura pública nacional. Hoy por hoy es diputado nacional y su importante votación en la primera vuelta (más del 20%, cinco millones de votos) lo colocan como el árbitro del balotaje. Al menos a priori.

“¿Y Massa qué va a hacer? ¿Sus votos van a Macri?”, me preguntaba en informal charla una referente de la política parlamentaria en Caracas horas después de los resultados en Argentina. Aceleré ésta respuesta: “no son votos de Massa, son a Massa”. Y es así.

Su entorno, su liturgia política y sus acompañantes configuran a Massa como un “peronista”, es decir, miembro de la estructura política hegemónica en la Argentina que Néstor Kirchner logró dirigir y Cristina Fernández contemporizar durante los doce años de kirchnerismo en el gobierno.

De esta forma, aún cuando se sienta tentado a fijar posición y convocar a su suculento caudal electoral a sufragar en el balotaje en uno u otro sentido, Massa corre el riesgo de que no lo sigan y perder así el capital político que edificó en relativo corto tiempo. Es un político joven, y puede esperar. Todo indica que los caudales electorales que podrían definir el balotaje serán difíciles de controlar.

La campaña que se viene

Muchos kirchneristas esperaban resolver el pleito en primera vuelta o, al menos, marchar a una segunda vuelta sin sobresaltos. No va a ser así. Por el contrario, el avance de Macri coloca al oficialismo en la mas dura faena: movilizar a sus atribulados militantes para encarar una campaña electoral urgente, no deseada pero definitiva.

Por lo pronto, Daniel Scioli calificó de “pavadas” las especulaciones sobre un supuesto alejamiento de la presidenta Cristina Kirchner durante la campaña para la primera vuelta. “¿Les parece que después de 12 años participando en las más altas responsabilidades en este proyecto político puedo hacer eso? Decido yo. Puedo escuchar a todos, pero decido yo. Hablo con la Presidenta, cambiamos opiniones”, dijo.

En estas frases de Scioli parece quedar claro que su leimotiv hacia el 22 de noviembre es el mismo que en la primera vuelta, él encarna la continuidad del kirchnerismo y aunque comparta motivaciones políticas con la presidenta Cristina, él es el candidato, y él emergerá en la victoria (o se sumergirá en la derrota).

Sin embargo, no faltan quienes piensan que la llave de la victoria del oficialismo radica en la irrupción de Cristina en la campaña electoral sobrevenida. Por lo pronto, Máximo Kirchner, el hijo mayor del matrimonio que comandó la política argentina durante más de una década y le cambió la cara al país, desde su nueva dimensión de diputado nacional electo, declaró: “Macri representa el país del 24 de mayo del 2003”, en referencia a la jornada anterior a la toma de posesión presidencial de su padre.

No le falta razón conceptual a Máximo. ¿Se decidirá el kirchnerismo a la hora de la batalla por su supervivencia a repolarizar a la sociedad argentina? Al terminar estas lineas, culmina también la jornada del quinto aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner… todos recordamos las imágenes del velorio interminable en la Casa Rosada.

Tal vez en recuperar esa mística radique la salida al laberinto de estas horas. Una cosa es segura: multitudes fronteras afuera de Argentina esperan que así sea. Ojalá perciban fronteras adentro la dimensión de lo que está en juego el 22 de noviembre.

DesdeLaPlaza.com / Marcos Salgado