Argentina: Dale que va, que allá en el horno nos vamo´a encontrar

JUAN GUAHÁN|Hay un problema que va mucho más allá de este gobierno. Se trata de de la destrucción ambiental de la que somos contemporáneos. Aquí, e Argentina, la vivimos, entre otras, en materia de agua, hidrocarburos, minería y soja. Otros pueblos ya la pagan con la desaparición de su territorio. Mientras,la Presidenta con nuevos anuncios avanza en su plan.

Question Latinoamérica

No hace falta hablar del fin del calendario maya, o de la llegada del anticristo, para preocuparnos por el destino de la humanidad. No se trata de cuestiones esotéricas, sino de la preocupación real sobre nuestro futuro. Ya hay elaboraciones y estudios acerca del orden en el cual diversas islas podrían ser engullidas por el agua, hacia fines del presente siglo o durante el próximo. En esa nómina están las islas Salomón, Seychelles, Fiyi, Samoa, Tuvalu, Kiribati, Vanuatu. Una de las primeras serían las paradisíacas Islas Maldivas, sus 350 mil habitantes ya están discutiendo acerca de su destino, asentamiento y nacionalidad  futura.

Nada de ello es casual y está fuertemente vinculado a la actividad humana. Este viaje sin retorno, que ha emprendido la humanidad, tomó vuelo con el modelo de producción industrial iniciado hace unos 200 años y se ha profundizado después de la Segunda Guerra Mundial. Los avances científico técnicos se puede considerar que fueron superiores, a los conocidos en los millones de años anteriores. Pero ello no trajo la felicidad de todos. El impulso que los guió –genéricamente- no fue el bienestar colectivo, sino el principio de la ganancia. La consecuencia de ese gigantesco despliegue productivo no solo se manifiesta en la profunda desigualdad entre las naciones y dentro de cada una de ellas, sino también en el calentamiento global, el efecto invernadero, la desertificación y el deshielo.

El modo en que los humanos nos hemos organizado para mantenernos, extrayendo o explotando recursos (bienes comunes) de la naturaleza sin considerar todas sus consecuencias, amenaza la capacidad del planeta para asegurar la sobrevivencia de futuras generaciones.
Este problema, que nos toca a todos, es parte de múltiples convenciones y reuniones internacionales, pero se está gestando en políticas cotidianas en la mayor parte de los estados actuales.

Para abandonar el terreno de las generalidades y meternos en la práctica diaria se mencionarán algunas de las actividades y mecanismos con los que nosotros participamos en este fenómeno global.

Agua

Si bien el agua es uno de los recursos más abundantes del planeta, solo el 1% de la misma es potable. El agua constituye un bien indispensable para la continuidad de la vida humana. Según las Naciones Unidas, para el 2030, el 90% de la población mundial tendrá dificultades para abastecerse de agua potable.

Argentina es privilegiado por los regímenes de lluvias, por los ríos que cruzan todo su territorio, por los glaciares y por reservas subterráneas como el acuífero guaraní. Este último es la tercera, por su volumen, reserva de agua en el mundo. Su volumen es como si fuera un tanque del tamaño de la ciudad de Buenos Aires y con una altura de 200 km. Podría abastecer a la actual población mundial por cerca de 2 siglos. En este tipo de reservorio es clave que el agua que ingresa sea superior a la que sale. Hoy en día ya ese déficit es muy grande.  Sus principales áreas de recuperación (por la porosidad del suelo y la forestación existente) se encuentran en la zona de la triple frontera (Argentina, Brasil y Paraguay).

El interés por controlar esa zona está en la raíz de las denuncias sobre existencia de “terroristas” en el área. El interés de las potencias no es combatir a esos presuntos “terroristas” sino controlar a dicho acuífero.
Los principales usos del agua, en nuestro país, están vinculados al consumo humano, a la producción agrícola-ganadera de alimentos, al desarrollo industrial y la minería.

Cuando se debate cada uno de estos temas no debería obviarse la discusión sobre el agua que consumen. Así por ejemplo cuando exportamos casi toda la soja y oro que producimos o extraemos no debe olvidarse que estamos remitiendo agua a otras sociedades. Por lo visto, no solo se llevan el agua con esos barcos que la cargan en el Río  de la Plata, hay otras formas -mucho más voluminosas y sofisticadas- de llevarse ese bien.

Hidrocarburos

En estos días se ha publicado un trabajo de Schlumberger, la empresa en la que trabajaba Miguel Galuccio el actual Presidente de YPF. Según dicho informe nuestro país está sobre un gigantesco “océano de gas”. Ese “océano” tendría 4 grandes yacimientos: Están los 3 conocidos: “Vaca Muerta” (Neuquén); “Aguada Bandera” y “Pozo D-129” (en la zona limítrofe de Chubut y Santa Cruz). A todos ellos habría que agregar otro –cuenca “Los  Monos”- ubicado en el noroeste argentino (desde Salta hasta Misiones) y parte de  Bolivia. Este yacimiento tendría 2/3 del total del gas argentino. Esto ubica a nuestro país como el mejor dotado en esta materia de América del Sur y a un nivel semejante a China y Estados Unidos. Todos estos son yacimientos de gas (denominado shale o enquisto) no convencional.

Esta buena noticia hay que vincularla con otra que tiene que ver con las inversiones necesarias para explotar este gas (que está dentro de las rocas), con un costo entre 3 a 5 veces superior a la explotación del gas tradicional. Pero también tenemos la relación de esta explotación con la suerte y futuro del planeta. Explotar ese gas “no convencional” supone hacer perforaciones (con explosiones a más de 3 mil metros). Luego se introduce agua (a gran presión) y diferentes compuestos químicos. Los problemas ambientales tienen que ver con riesgos de terremotos, gigantesco consumo de agua y riesgo de envenenamiento de la misma. Por eso Hungría, Bulgaria, Francia y regiones de Alemania y Estados Unidos lo  tienen  prohibido. Mientras checos, rumanos, australianos y sudafricanos lo tienen en debate.

Minería

Mientras muere la figura del minero y su casco metido en los socavones crece la imagen de las inmensas “ollas” producidos por la explotación minera a cielo abierto. Las grandes explosiones levantan un polvo dañino que el viento se encarga de desparramar y los químicos utilizados (el cianuro entre ellos) dejan su secuela por tiempo infinito. No es casual que la Unión Europea haya prohibido este tipo de explotación minera. América Latina es la principal sede de estas grandes inversiones mineras. Argentina, en este campo, ocupa un lugar privilegiado. En varios países estas inversiones, que comenzaron a tomar vuelo en la década de los 90, están siendo fuertemente cuestionadas.

Hay dos tipos de críticas. Las que están fundadas en cuestiones inmediatas: El consumo del agua que reduce la disponibilidad de la misma para los antiguos pobladores y tradicionales producciones, los tratamientos de los desechos y uso de materiales contaminantes y peligrosos para la salud, de lo cual hay múltiples pruebas en casos concretos. Como efecto mediato está la contaminación a largo plazo de cuencas subterráneas que están mostrando la progresiva inviabilidad productiva en las áreas próximas a este uso minero. Esto se hace más complejo por la importancia que tienen las exportaciones mineras para nuestro comercio exterior.

Cerca de 3 mil millones de dólares fue el aporte de la exportación de oro a este rubro en 2011. Desde el punto de vista social y del interés nacional cabría preguntarse si se justifica asumir los costos ecológicos para este tipo de producciones. Cabe recordar que siglos de la historia de nuestra América está poblada de ejemplos,  Bolivia y Perú son los más contundentes, de explotaciones mineras que solo dejaron enfermedades y pobreza.

Soja
A nadie le caben dudas que la soja es la “niña bonita” de la economía argentina de los últimos años. El crecimiento del área sembrada y del producto cosechado es exponencial. Las dudas empiezan cuando nos preguntamos por la salud de la tierra que la produce, de los trabajadores vinculados a esa actividad y de las poblaciones vecinas a las recurrentes fumigaciones.

Hace 16 años, siendo Felipe Solá secretario de agricultura de Carlos Menem, fue autorizado el cultivo de la soja genéticamente modificada o soja transgénica. Según el sector semillero el país tuvo una ganancia que supera los 62 mil millones de dólares. El 72% habría quedado en manos de los productores, el 22% habría ido aparar a manos del Estado y el 6% para los proveedores de tecnología. Ahora Monsanto va a invertir en la Argentina para producir nuevas semillas. En conferencia de prensa el Ministro de Agricultura y el vice de Monsanto hicieron el anuncio y también informaron de la propuesta sobre una nueva ley de semilla. La nueva semilla mejoraría un 11% la productividad de la soja, pero será obligatorio pagar un canon.

Monsanto espera elevar su participación en la recaudación por la soja del 6% actual al 30%. Algo semejante ocurrirá con los cultivos de maíz. Tenemos que aumentar la producción para hacer más biodiesel. Las máquinas tienen hambre. De todas maneras es sabido que el gran negocio de Monsanto es el glifosato. Éste, imprescindible para el cultivo de la soja que nosotros usamos, es semejante al “agente naranja” (también de Monsanto) usado en Viet-nam para desfoliar árboles, durante la guerra. Se trata de un producto probadamente cancerígeno. Ya hay juicios y condenas por su uso próximo a las ciudades.

Nuevos anuncios de la Presidenta

La Presidenta continúa con anuncios. Elevó en un 25,9% la Asignación Universal por Hijos (de $ 270 a $ 340) para desocupados, empleadas domésticas y los que trabajan en negro. Las nuevas escalas, para la Asignación Familiar que alcanza a los trabajadores en blanco, establecen que cobrarán $ 340 por hijo las familias con ingresos (en bruto) de hasta $ 3.200; $ 250 pesos las de ingresos de hasta $ 4.400; $ 160 las de ingresos de hasta $ 6.000 y $ 90 las de ingresos de hasta $ 14.000, siempre que ninguno de los sueldos supere los $ 7.000. Mientras tanto, políticamente siguen en marcha los planes cuyo objetivo de máxima es lograr la necesaria reforma constitucional para permitir un nuevo mandato de Cristina.

El de mínima es mantener el poder, sin caer en la caracterización del “pato rengo” como se reconoce a quien tiene la firma pero carece de poder. Cristina no quiere que le pase eso y –por lo menos- aspira elegir a su sucesor o sucesora. Estos planes no serían modificados, sino profundizados, luego de la protesta que hubo en varios puntos del país el jueves pasado. En el oficialismo aspiran a reducirla a los sectores medios, más altos, cuyo peso electoral no tiene mayor relevancia.