Aquella solitaria vacuna cubana: una señal de esperanza para los países empobrecidos

Sergio Ferrari, desde Suiza|

Justo algunos días antes que se restablecieran los vuelos comerciales con Cuba, a mediados de noviembre, el doctor y profesor suizo Franco Cavalli, viajó al país caribeño. Fue uno de los primeros científicos europeos en poder visitarlo luego del estricto confinamiento. “Me encontré con un país ejemplar en el combate contra el COVID-19. Que, sin embargo, debido a la pandemia y al bloqueo, confronta hoy una profunda crisis económica”, explica el presidente de mediCuba Europa, importante red de ONG del sector de la salud presentes en 13 países del continente.

Entre marzo y el lunes 30 de noviembre, las cifras oficiales corroboradas por la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) reflejan una realidad sanitaria excepcional. “Cuba contabiliza 50 veces menos de muertes que Suiza y casi 120 veces menos que Bélgica”, enfatiza el prestigioso oncólogo que entre 2006 y 2008 fue presidente de la Unión Internacional Contra el Cáncer (UICC).

En estos últimos 10 meses, la nación caribeña registra 8.233 infecciones y solo 134 decesos para una población de cerca de 12 millones de personas. Lo que representa un impacto de 1.18 muertes por 100 mil habitantes. En tanto su vecina República Dominicana oscila en los 21.92;  Alemania -ejemplo europeo por el control de la pandemia-, tiene 19.68;  Suiza llega ya a 55.53  y Bélgica a 144.73 , siempre por cada 100 mil habitantes ( https://www.rtve.es/noticias/20201125/mapa-mundial-del-coronavirus/1998143.shtml )

Esfuerzo sanitario exitoso

El sistema público de salud, totalmente gratuito, y la concepción imperante de medicina comunitaria, «ha permitido controlar exitosamente la pandemia que hubiera podido hacer estragos como sucedió en muchos de los países latinoamericanos y caribeños”, analiza Cavalli.

Quien subraya la “extrema disciplina ciudadana. Nunca vi a nadie, en esos días que estuve en Cuba, sin mascarilla. Los controles sanitarios son sistemáticos. Al entrar a cualquier institución o espacio público miden la temperatura corporal y se exige la desinfección de manos. En muchos lugares, incluso, se desinfectan los zapatos”.

Uno de los objetivos de su viaje fue el de informarse sobre el avance de la vacuna. Soberana 1 ha concluido la primera fase. Se experimentó en dos grupos etarios, uno de mayores de 60 años y otro de más jóvenes. La fase 2, en la cual se mide la eficacia especialmente a nivel de respuesta celular y de anticuerpos, está en marcha. Esperan comenzar con la fase 3 hacia fin de año. Calculan tenerla lista a fines de marzo y proyectan aplicarla hacia mitad del 2021. Existe un segundo proyecto, la vacuna Soberana 2, que también está en proceso.

“Cuba ha invertido desde hace muchos años en la investigación biomédica.  Sus investigadores tienen una enorme experiencia en este rubro. Por ejemplo, lograron la primera vacuna en el mundo contra el meningococo”, explica el profesor suizo. El Instituto Finlay, con el cual mantuvo estrechos contactos durante su reciente estadía, es uno de los 32 centros que hacen parte del polo científico de La Habana (BioCubaFarma), que ocupa, en total, cerca de 20 mil personas.

Una de las características de los entes especializados en Cuba es haber desarrollado en un mismo espacio la investigación y la producción industrial. Las exportaciones biotecnológicas significan una fuente importante de recursos para el país, recuerda. Un ejemplo: una gran parte del mercado latinoamericano de la eritropoyetina (EPO), esencial para el tratamiento crónico de anemias, disfuncionamiento renal y tratamientos posteriores a ciclos de quimioterapias, es asegurado por un producto cubano.  

“No estoy seguro, en este caso específico de la vacuna contra el SARS-CoV-2, si la capacidad productiva de Cuba puede ser suficiente en caso que llegara a imponerse en una parte del mercado mundial. Sin embargo, como BioCubaFarma cuenta con tres filiales en China, mi impresión es que una parte de la producción, dado el caso, podría venir desde allí”, reflexiona Cavalli.

El médico suizo recuerda haber escuchado en La Habana una frase conclusiva que lo marcó significativamente: “No seremos los primeros en tener una vacuna, pero aspiramos en ser el primer país que asegure la vacunación de toda su población”. Desafío que, dado los avances en la investigación, podría ser una realidad a mediano plazo.

La vacuna cubana, agrega el científico helvético, puede llegar a trascender fronteras. Hablando con varios responsables de la OMS /OPS (Organización Panamericana de la Salud) en la capital cubana, “llego a la conclusión que existe la esperanza que la misma podría ser distribuida en países de bajos recursos a precios asequibles. Adaptada para altas temperaturas – a diferencias de otras en experimentación-, sin exigencia de sofisticadas cadenas de frío, podría constituir una real alternativa a la de los grandes laboratorios farmacológicos”.

Situación compleja

Las consecuencias económicas de la pandemia no pueden ser subestimadas y tienen efectos casi drámaticos. “Si se suma al endurecimiento impacto del bloqueo, por ejemplo, con  la reciente decisión de Donald Trump de impedir el envío de remesas  familiares desde Estados Unidos hacia la isla, el panorama es doblemente preocupante”, insiste.

 Se perciben, añade, elementos cotidianos parecidos a la crisis que la nación caribeña experimentó durante el periodo especial, a inicios de la década de los 90. Tal vez la diferencia, “es que ahora la penuria de combustible es menor que entonces”. Es muy evidente percibir los grandes esfuerzos de ahorro que se implementan en todas las actividades.

 El turismo, uno de los sectores esenciales de la economía, ya que aporta el 10 % del Producto Interno Bruto, ha sufrido un impacto significativo en estos últimos diez meses de autoconfinamiento de la isla.  “Recién ahora se retoma esa actividad pero con muchas precauciones”, explica Franco Cavalli.  Se acaba de reabrir a partir del 15 de noviembre el aeropuerto internacional de La Habana para vuelos de línea y se reactivan algunas regiones turísticas, como Varadero.

 Esa situación compleja no puede dejar indiferente a la solidaridad internacional, afirma el presidente de mediCuba Europa. Esa red logró canalizar 600 mil euros, durante los primeros meses de la pandemia, asegurando materiales necesarios para preparar los tests así como  25 aparatos de ventilación pulmonar.

 Ahora, el Instituto Finlay le presentó un proyecto de casi medio millón de euros para comprar  instrumentos que no pueden conseguir en el mercado debido al bloqueo estadounidense. Se trata de equipos que permiten medir, luego de la vacunación, la modificación de los glóbulos blancos que producen los anticuerpos que com baten directamente el virus.

 Casi a las puertas de sus 80 años, – y desde hace más de 40- Franco Cavalli hace de la solidaridad internacional uno de sus compromisos militantes cotidianos. Cuba, Centroamérica constituyen su horizonte prioritario, aunque no exclusivos.

Sin abandonar por tanto su reflexión crítica. Como lo expresara ya en una entrevista anterior, la solidaridad es mucho más que el concepto de “ayuda al desarrollo”.  Y decía entonces: “El concepto es falso. No pongo en duda la noción de ayuda. Tenemos que seguir cooperando y siendo solidarios. Sin este pequeño aporte seguramente la gente de esos países estaría todavía peor. Pero lo que no podemos decir es que esa ayuda va a conducir al desarrollo. La filosofía que hay detrás del concepto ‘ayuda al desarrollo’ está equivocada. Debemos promover, sobre todo, el cambio político de las reglas de juego internacional”.

 Y esas nuevas reglas exigen horizontalidad Norte-Sur-Norte. De allí la esperanza del presidente de mediCuba Europa: ante el impacto devastador de la pandemia, en el futuro, una vacuna descubierta y producida en el Caribe, podría constituir una bocanada de esperanza para los relegados de la gran industria farmacéutica multinacional.

 

 

 

 

 

 

 

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