Acuerdos de pacificación para Venezuela

Leopoldo Puchi|

La sola mención de México se asocia con facilidad a procesos de paz, por los antecedentes centroamericanos y su tradicional política exterior opuesta a intervenciones. Quizás este nuevo dato, la referencia a un país, permita visualizar una situación de hostilidades ruinosas, que aun siendo así, no se torna abiertamente en violencia militar, sino que otras formas enmascaran la lucha que se libra.

Al igual que en los acuerdos de paz de Esquipulas o los de Colombia entre las FARC y el gobierno de ese país, se intentará ahora alcanzar alguna modalidad de tratado de pacificación por medio de una negociación en la que las partes beligerantes puedan encontrar puntos de entendimiento que permitan frenar de manera permanente las tensiones.

Hostilidades

El conflicto en el que Venezuela está envuelta tiene la complejidad de reunir dos dimensiones que se entrecruzan, la de una pugna entre dos Estados con sus propios intereses, el venezolano y el estadounidense, y el de una lucha interna entre sectores políticos y sociales.

Las hostilidades en la dimensión interna del conflicto se han manifestado en un crónico pulso de acciones y reacciones, en el que se han conjugado intentos de golpe militar y magnicidio, violencia callejera, incursiones armadas desde el exterior, represión policial, encarcelamientos y exilios.

En este momento, un punto que refleja la continuidad de las hostilidades entre los factores internos es la permanencia de la toma, por dirigentes o personas asociadas a algunos partidos de oposición, tanto de la sede de la embajada de Venezuela en Washington como de las instalaciones y gerencias de las empresas Citgo y Monómeros.

Pacificación interna

También, como parte del conflicto, hay un importante número de enjuiciados por delitos cometidos por motivaciones políticas. Igualmente, un grupo de dirigentes se encuentra exiliado.

Un proceso de pacificación por medio de acuerdos en México seguramente conduciría al reconocimiento de los poderes públicos, un compromiso que excluya la violencia como forma de cambio de gobierno, así como al abandono de las instalaciones ocupadas de manera forzada.

Al mismo tiempo, se adelantaría un proceso de amnistías y se procedería a una rehabilitación partidista más amplia, para la reintegración plena a la vida legal, electoral e institucional de todos los factores que en 2019 tomaron el camino de la insurgencia y del derrocamiento.

Se establecerían acuerdos para que fluyan los fondos de la ayuda humanitaria extranjera; para la organización de elecciones presidenciales en 2024 y sus respectivas condiciones y para designar los nuevos miembros de los poderes públicos en la perspectiva de una alternancia sin rupturas.

Paz EEUU-Venezuela

Las acciones hostiles de mayor envergadura corresponden a las medidas de bloqueo económico por medio de sanciones y a la apropiación de fondos en el exterior. Son actos ejecutados por Washington y hacen parte de la dimensión externa del conflicto.

El pulso entre los dos países no es a causa de las sanciones, sino que estas han sido tomadas con el fin de obligar a Venezuela a acceder a la demanda estadounidense de reingreso del país a su zona de influencia. Es decir, intereses que chocan.

En México no estará directamente el gobierno estadounidense, pero pudiera darse inicio a una negociación silenciosa entre los dos países sobre los puntos específicos del enfrentamiento, y así abordar la relación geopolítica, los temas de seguridad y los asuntos comerciales y de inversiones.

Respeto mutuo

En otros procesos, como el centroamericano, tampoco EEUU participó como contraparte, aun cuando se involucró en el proceso de paz. Pero quizás en el nuevo contexto mundial la actividad estadounidense relacionada con la mesa de México no se limite al tipo de gestiones realizadas por el entonces secretario de Estado adjunto, Bernard Aronson, enmarcadas en la premisa de que la región es una zona de pertenencia geopolítica estadounidense.

En un enfoque diferente, actual, de respeto mutuo, tendría que aceptarse que, si bien Venezuela no debe tener a EEUU como enemigo, tampoco es parte de su zona dominio. Esto conduce a considerar como natural una negociación directa entre las partes, sin refugiarse tras el argumento fácil de que simplemente a Washington lo que le interesa en relación a Venezuela es la democracia o los derechos humanos.

“Respetarnos y caminar juntos” comienza por reconocerse, por hablar en términos de igualdad, es decir, negociar.