Argentina: El regreso de la esvástica

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Jorge Elbaum

Asesinaron a Susana Beatriz Montoya, viuda del militante desaparecido Ricardo Fermín Albareda. En una de las paredes de la casa de la víctima se encontró un mensaje en el que se podía leer: “Los vamos a matar a todos. Ahora vamos por tus hijos. #Policía”. Siete meses antes,su hijo Fernando Albareda recibió anónimos amenazantes que incluían esvásticas.

Esas rúbricas, utilizadas en forma sistemática por los grupos represivos domésticos desde los albores del nazismo en la tercera década del Siglo XX, no fueron tematizadas. De hecho, solo el Llamamiento Argentino Judio se expresó en relación al hecho, denunciando el crimen y exigiendo una urgente investigación. Por su parte la la DAIA –fracción reaccionaria de la comunidad local–  hacía mutis por el foro: la esvástica no los invitó a expedirse por que la asesinada era simplemente una familiar de un desaparecido de la última dictadura militar.

El símbolo nazi  estuvo vinculado, a nivel doméstico, con la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), fundada en 1937 por Juan Queraltó y Carlos Burundarena. Poco tiempo después de la fundación de la ALN, sus integrantes participaron el 10 de abril del acto en el Luna Park en el que celebraron el denominado Anschluss, término con el que se recuerda la anexión de Austria a la Alemania nazi.

Con posterioridad, Burundarena integró los Comandos Civiles que pusieron bombas en el subte de Plaza de Mayo en 1953, donde fueron asesinados seis personas y 90 terminaron heridas. Más tarde, Burundarena –padre de la historietista Maitena–  se desempeñó como funcionario de la fusiladora, y concluyó su periplo antiperonista como Ministro de Educación del gobierno genocida que asoló el país entre 1976 y 1983. La esvática estuvo presente también en la simbología expresada por el Movimietno Nacionalista Tacuara, nacido en los años sesenta, bajo la complicidad y protección de las fuerzas de seguridad. Muchos de los integrantes de las fuerzas de seguridad –entre ellos el padre el actual senador Luis Juez.

Acto nazi en el Luna Park.
Hoy vuelven a exhibir su legado criminal y genocida amparados en la indiferencia y el silencio de quienes creen que sus portadores sólo se dedicarán a los familiares de los desaparecidos.

Regresaron con la humareda canallesca de quienes se escudan en cruces para bombardear la Plaza de Mayo y asesinar a 309 transeúntes. Volvieron avalados por el silencio periodístico que no repara en los signos explícitos de la violencia, la sangre y la crueldad.

Están de nuevo entre nosotros con sus variantes pretenciosas del hierro rústico. Con su creencia de imposición y de fundamento machista prepotente. Con su tirria hacia toda forma de la pluralidad y la diversidad. Con su sadismo explícito frente a las luchas sociales y a todo ritual de rebeldía emancipatoria. Están acá a la vuelta. Traen tatuajes de crímenes colectivos dibujados en sus manos.

Sin embargo, lo que no saben –o pretenden olvidar– es que uno de sus referentes tuvo que suicidarse ante la llegada del Ejército Rojo. Es probable el hecho de que se nieguen a memorizar que otro de sus ídolos fue fusilado y colgado boca abajo con un cartelito en el que se leía “Chancho de Predappio”. Es probable, incluso, que tampoco tomen nota de que su líder local agonizó en un inodoro penitenciario, mientras tramitaba su reclusión perpetua.

No somos indiferentes a su capacidad de daño. A ese engranaje represivo con el que regurgitan su vileza. No somos ingenuos respecto a su propaganda de saña, ni nos hacemos los otarios al sopesar su capacidad de falsear la realidad y descuartizar verdades. Pero sabemos –contamos con varios registros históricos comparativos–  que sus vidas serán escoltadas por las formas más abyectas del estiércol. Y que estaremos ahí para ver esa escena.

Han cruzado la línea que restringe la convivencia del crimen. Sacudieron las cortinas de unos fantasmas preparados para la estigmatización, la intimidación y el abuso. Sus espectros fueron convocados pory otros débiles secuaces que se creen blindados. Gracias a ellos se vuelven a inscribir las esvásticas en el cuerpo del dolor. Sepan, compañeras y compañeros, que en las catacumbas del futuro inmediato ya se empieza a difundir el proverbio aquel que certificaba que “con le fascismo no se discute: al fascismo se lo combate”.

*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)